El poder vacío- Anto­nio Álvarez-Solís

Nada hay más peli­gro­so para la ciu­da­da­nía que un poder polí­ti­co caren­te de ideo­lo­gía moral. El poder vacío de moral, es decir, de prin­ci­pios mora­les, es una cás­ca­ra frá­gil que pue­de alo­jar cual­quier con­te­ni­do en cual­quier momen­to. Y tam­bién que­brar­se en cual­quier momen­to. Eso le ha suce­di­do al Sr. Rodrí­guez Zapa­te­ro con los suce­sos de El Aaiún.

Ante la bru­ta­li­dad del monar­ca marro­quí en el des­alo­jo del cam­pa­men­to saha­raui ins­ta­la­do en las afue­ras de la ciu­dad ‑bru­ta­li­dad tra­di­cio­nal de los monar­cas árabes‑, el Sr. Zapa­te­ro no ha teni­do más res­pues­ta que una serie de con­tra­dic­to­rias vague­da­des con las que ha con­ta­mi­na­do a todo su Gabi­ne­te. Tan­to el minis­tro espa­ñol del Inte­rior, Sr. Rubal­ca­ba –impli­ca­do en vio­len­cias ya vie­jas que han lle­va­do a una situa­ción moral­men­te recu­sa­ble al Sr. González‑, como la escan­da­lo­sa­men­te inex­per­ta minis­tra de Asun­tos Exte­rio­res, han tapi­za­do con comen­ta­rios deplo­ra­bles la pos­tu­ra de Espa­ña ante el nue­vo capí­tu­lo del geno­ci­dio alaui­ta. Una vez más Madrid ha deja­do al aire la indi­gen­cia polí­ti­ca española.

Así, el Sr. Zapa­te­ro ini­ció ese con­tac­to con la opi­nión públi­ca de Espa­ña ‑tan vacía como siem­pre de infor­ma­ción real que pro­duz­ca un pro­ce­so inte­lec­tual acep­ta­ble- con una vaga y sim­plis­ta decla­ra­ción de prin­ci­pios: «Nues­tros intere­ses los pone­mos por delan­te» ¿Pero cuá­les son real­men­te los intere­ses espa­ño­les en Marrue­cos? ¿Y por qué aña­de el pre­si­den­te ese «por delan­te» que impli­ca el menos­pre­cio a otros valo­res, como la con­si­de­ra­ción de los ava­sa­lla­dos dere­chos huma­nos? Dejan­do apar­te los intere­ses de un peque­ño núcleo de ban­que­ros y per­so­na­jes impli­ca­dos en mane­jos finan­cie­ros de bajo per­fil social, Marrue­cos tie­ne dos impor­tan­tes rela­cio­nes inter­na­cio­na­les, la una con Esta­dos Uni­dos y la segun­da con Francia.

A Esta­dos Uni­dos Marrue­cos debe una fuer­te pro­tec­ción polí­ti­ca de su Coro­na fren­te a otros paí­ses magre­bíes, como Arge­lia. Su posi­ción es, pues, vica­ria. Marrue­cos tie­ne, en este aspec­to, una fun­ción de escu­do, férrea­men­te con­tro­la­do, de la polí­ti­ca nor­te­ame­ri­ca­na, a la que subor­di­na el bien­es­tar de su pobla­ción, man­te­ni­da en una visi­ble penu­ria. De Fran­cia depen­de casi total­men­te la agri­cul­tu­ra marro­quí, que cons­ti­tu­ye la base eco­nó­mi­ca de la vida del rei­no alaui­ta, que per­ma­ne­ce, repe­ti­mos, en una fase muy pri­ma­ria de desa­rro­llo. Las expor­ta­cio­nes agra­rias marro­quíes a Euro­pa son asun­to total­men­te fran­cés y Espa­ña sir­ve úni­ca­men­te como per­ju­di­ca­do camino de trán­si­to a esas hor­ta­li­zas y fru­tas que pasan el Estre­cho. Es más, las infra­es­truc­tu­ras indus­tria­les y de ser­vi­cios marro­quíes, muy pobres de cara a las nece­si­da­des del país, están domi­na­das por el capi­tal fran­cés, con una cre­cien­te inter­ven­ción nor­te­ame­ri­ca­na. Por tan­to los intere­ses espa­ño­les que se exhi­ben como impor­tan­tes por el Gobierno espa­ñol no pasan de refe­rir­se a una supues­ta cola­bo­ra­ción en mate­ria de segu­ri­dad ‑que Rabat mane­ja a su anto­jo- y a un pre­sun­to muro para con­te­ner la inmi­gra­ción, que Marrue­cos admi­nis­tra como meca­nis­mo de pre­sión fren­te a Madrid.

Inclu­so cabe supo­ner que la ser­vi­dum­bre de Espa­ña ante Rabat pue­de estar vetea­da por cier­tos datos que Marrue­cos posee pro­ba­ble­men­te acer­ca de suce­sos de ori­gen tan oscu­ro como el aten­ta­do come­ti­do en el acce­so ferro­via­rio a la esta­ción de Ato­cha. Datos que no me sor­pren­de­ría tam­po­co que obra­sen en manos de la «inte­li­gen­cia» fran­ce­sa. Los intere­ses de Espa­ña pue­den ser, por tan­to, muy limi­ta­dos. Espa­ña no ha deci­di­do nun­ca su pos­tu­ra en Marrue­cos o ante Marrue­cos sin con­tar de anti­guo y has­ta el pre­sen­te con Fran­cia, que actúa como poli­cía mili­tar y eco­nó­mi­co en el Magreb. La mis­ma san­grien­ta gue­rra con Abdel­krim no pudo ganar­se sino con la inter­ven­ción opro­bio­sa fran­ce­sa. «Nues­tros intere­ses» que­dan, pues, en una subor­di­na­ción más, aho­ra agra­va­da por la per­te­nen­cia a la Unión Euro­pea, den­tro de la cual la pre­sen­cia fran­ce­sa, entre otras, rele­ga a Espa­ña a un papel muy secun­da­rio. Tris­te cosa que tra­ta de velar Madrid, aho­ra con­du­ci­do por el Sr. Rodrí­guez Zapa­te­ro, cás­ca­ra vacía de la eva­nes­cen­te polí­ti­ca española.

Todo lo que veni­mos apun­tan­do ha pro­du­ci­do con­se­cuen­te­men­te una ver­ba­li­dad impre­sen­ta­ble en los diver­sos minis­tros espa­ño­les que jue­gan papel sig­ni­fi­ca­do en este lan­ce. Empie­za el des­or­den minis­te­rial por el extra­ño y lla­ma­ti­vo nom­bra­mien­to del rele­va­do Sr. Mora­ti­nos, has­ta hace nada minis­tro de Esta­do, para enten­der­se con la Cor­te de Rabat. Y ello, a los dos meses del nom­bra­mien­to de la Sra. Jimé­nez para ocu­par el Minis­te­rio de Asun­tos Exte­rio­res. Las bofe­ta­das del Sr. Zapa­te­ro a sus cola­bo­ra­do­res mar­ca­rán la memo­ria polí­ti­ca de esta sin­gla­du­ra espa­ño­la. Cla­ro que a su vez el Sr. Zapa­te­ro ha teni­do que tran­si­gir con la ele­va­ción del Sr. Pérez Rubal­ca­ba al máxi­mo nivel del Gobierno, exi­gen­cia que creo per­te­ne­ce a la vie­ja guar­dia del PSOE. La lar­ga y estre­cha rela­ción per­so­nal del Sr. Zapa­te­ro con la Sra. Jimé­nez no ha ser­vi­do a ésta de gran cosa para evi­tar­le su degra­da­ción polí­ti­ca. La cás­ca­ra vacía empie­za a lle­nar­se de raras y dan­zan­tes molé­cu­las orgá­ni­cas que actúan como las molé­cu­las físi­cas en el seno del gas político.

El Sr. Gon­zá­lez podría muy bien ser­vir de cata­li­za­dor de este fenó­meno de físi­ca públi­ca. Yo creo que el Sr. Gon­zá­lez es la yema ectó­pi­ca que ope­ra sobre el hue­vo vacío. Y el Sr. Gon­zá­lez tie­ne dema­sia­do Marrue­cos en su óptica.

Y de ahí pro­vie­nen las res­tan­tes fra­ses que sir­ven de gro­se­ro empe­dra­do a esta zara­ban­da que bai­la el Sr. Zapa­te­ro, refu­gia­do en algu­nas pue­ri­les foto­gra­fías inter­na­cio­na­les que desea pren­der, sin lle­ga el caso, del tablón de sus pró­xi­mas elec­cio­nes. ¡Señor, Señor! ¿Por qué nos haces pasar por este trago?

Hablá­ba­mos al prin­ci­pio de esas fra­ses deto­nan­tes que enmar­can por par­te de Espa­ña este suce­so his­tó­ri­co. A la ini­cial de Zapa­te­ro pode­mos aña­dir las que se deben al minis­tro Sr. Ruba­ca­ba al escu­dar su inac­ción en la caren­cia de datos fia­bles, datos que al fin obtu­vo nada menos que de su cole­ga el minis­tro del Inte­rior marro­quí. Por lo vis­to los ser­vi­cios de la inte­li­gen­cia espa­ño­la han sido inefi­ca­ces. Pero todas estas mati­za­cio­nes han sido coro­na­das asom­bro­sa­men­te por la minis­tra de Exte­rio­res de Madrid, Sra. Jimé­nez. Una de ellas resul­ta glo­rio­sa: «Espa­ña siem­pre ha defen­di­do el dere­cho a la libre auto­de­ter­mi­na­ción del pue­blo saha­raui». Curio­sa esta defen­sa de la auto­de­ter­mi­na­ción según los pue­blos. La base de la liber­tad le vale a la minis­tra de un modo selec­ti­vo. Su con­cep­ción de la auto­de­ter­mi­na­ción es abso­lu­ta­men­te cir­cuns­tan­cial y no tie­ne nada que ver con el sen­ti­do pleno y per­ma­nen­te que han de tener los dere­chos huma­nos. (¡Eus­ka­di, Euskadi…!).

Y cómo expli­car que esa defen­sa de la auto­de­ter­mi­na­ción no haya lle­va­do a Espa­ña a una actua­ción fuer­te y noble ante los altos orga­nis­mos euro­peos? Jus­ti­fi­ca la minis­tra esta pasi­vi­dad aña­dien­do que paí­ses de tan­ta impli­ca­ción en la zona como es Fran­cia tam­po­co «lo han hecho». Esto últi­mo es colo­sal si tene­mos en cuen­ta el papel fran­cés en el Magreb. Y sigue la minis­tra: «La esta­bi­li­dad de Marrue­cos es fun­da­men­tal para la esta­bi­li­dad de Espa­ña». La his­to­ria Espa­ña está hecha de tro­zos de his­to­ria ajena.

Y lle­ga la cul­mi­na­ción del des­ma­dra­do torren­te ver­bal: «Un Gobierno no pue­de reac­cio­nar ante opi­nio­nes». Seño­ra minis­tra, el pue­blo ha esta­do en la calle ¿No le vale? ¿Y con que se hace la demo­cra­cia sino con opi­nio­nes que deben pon­de­rar­se? Lo peor del engru­do es que aca­ba afec­ta­do a las dos manos con que tor­pe­men­te se mane­ja. El pan ter­mi­na de salir como unas tortas.

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