Andro­gi­nia polí­ti­ca – Anto­nio Alva­rez Solis

«Ras­gos exter­nos que no se corres­pon­den defi­ni­da­men­te con los del pro­pio sexo ideo­ló­gi­co». Así defi­ne el autor el jue­go de la polí­ti­ca de Zapa­te­ro hacia Eus­kal Herria, «con el rey de oros y el rey de bas­tos», sobre el fon­do del recien­te jui­cio a Ote­gi, Per­mach y Álva­rez, a los que con­si­de­ra «hom­bres de Esta­do». Abo­ga por supe­rar «los ríos de lite­ra­tu­ra agre­si­va y vio­len­ta» que se pro­mue­ven en el Esta­do y con­clu­ye advir­tien­do de los ries­gos que tal prác­ti­ca tie­ne en la «des­ca­ra­da des­truc­ción de la estruc­tu­ra política».

Exis­te la andro­gi­nia polí­ti­ca. Y lejos de noso­tros el afán de inju­ria. Son andró­gi­nos polí­ti­cos aque­llos indi­vi­duos cuyos ras­gos exter­nos no se corres­pon­den defi­ni­da­men­te con los de su pro­pio sexo ideo­ló­gi­co. Me di a refle­xio­nar sobre ello al con­si­de­rar la tra­yec­to­ria del Sr. Zapa­te­ro. El Sr. Zapa­te­ro tie­ne un sexo dic­ta­to­rial y, sin embar­go, se esfuer­za con deter­mi­na­ción en apa­ren­tar un libe­ra­lis­mo acen­dra­do. Son prue­ba efi­cien­te de lo que digo las caras de su mone­da. No se sabe nun­ca de su sexo polí­ti­co, tan pues­to a prue­ba en la cues­tión vas­ca. ¿Cuál es la ver­da­de­ra per­so­na­li­dad del Sr. Zapa­te­ro en esta cues­tión? Por una par­te ofre­ce una faz dura y repre­si­va que desea atraer elec­to­ral­men­te a los espa­ño­les radi­ca­les ‑una inmen­sa mayo­ría-; los espa­ño­les seve­ros de la uni­dad espa­ño­la teo­lo­gal e impe­ria­lis­ta. Por otra, prac­ti­ca una ambi­güe­dad nebu­lo­sa pre­ña­da de extra­ñas seña­les nego­cia­do­ras hacia los vas­cos. Nom­bra un vice­pre­si­den­te inves­ti­do de poder para man­dar sus legio­nes anti­vas­cas a la cruel repre­sión en Eus­ka­di y un minis­tro de la pre­si­den­cia para mano­sear bajo los man­te­les a los nacio­na­lis­tas, a todos los nacio­na­lis­tas; a los fran­cos que hablan de sobe­ra­nis­mo y a los iri­sa­dos que desean ir a por atún y a ver al duque. Una espe­cie de gobierno de coa­li­ción. Es más, el Sr. Zapa­te­ro ha deci­di­do para no ser sor­pren­di­do con las manos en la masa rei­nar, pero no gober­nar. Se ha con­ver­ti­do en monar­ca, lo que ha pro­du­ci­do una sin­gu­lar for­ma de esta­do en que los des­pa­chos con la Coro­na serán el des­pa­cho entre dos reyes: uno de oros y otro de bas­tos. Al fon­do, la figu­ra tétri­ca del Sr. Pérez Rubal­ca­ba, pri­mer minis­tro en fun­cio­nes. Todo esto con­vier­te al Esta­do espa­ñol en un cubo de Rubik.

Sobre este fon­do de pode­res disuel­tos y con­ver­ti­dos en una satra­pía, está el pro­ce­so con­tra los Sres. Ote­gi, Per­mach y Alva­rez, por supues­to deli­to de exal­ta­ción del terro­ris­mo en el mitin de Anoe­ta. Los jue­ces tra­tan de resol­ver el famo­so cubo, pero no cua­dra. ¿Qué hacer con los impu­tados? ¿Con­de­nar­les a una dura pena por ser par­tí­ci­pes de ETA o san­cio­nar­les leve­men­te para con­ver­tir la con­de­na de arma lar­ga en arma cor­ta? Veo, qui­zá, la suges­tión del Gobierno que enca­be­za el Sr. Rubal­ca­ba a los magis­tra­dos: «Hay que con­se­guir una con­de­na irre­le­van­te en cuan­to a lo penal, pero efec­ti­va en cuan­to a la pri­va­ción de dere­chos polí­ti­cos». Por ejem­plo, man­te­ner la peti­ción fis­cal de inha­bi­li­ta­ción polí­ti­ca duran­te uno o dos años. Lo sufi­cien­te para cerrar las puer­tas a la par­ti­ci­pa­ción en las pró­xi­mas elec­cio­nes. Los otros posi­bles dos años de cel­da que­dan disuel­tos en el no cum­pli­mien­to de la pena car­ce­la­ria dada su esca­sa tem­po­ra­li­dad. Los Sres. Ote­gi, Per­mach y Alva­rez serán ciu­da­da­nos en liber­tad con­di­cio­nal, aun­que con la mochi­la sobre sus espal­das de pro­ta­go­ni­zar una pena que pue­de con­ver­tir en real la cár­cel si se apre­cia lue­go reite­ra­ción puni­ble en otra causa.

Todo esto es un enre­do de la «Com­me­dia dell’Ar­te». Ten­go la cer­te­za ínti­ma de que lo encar­ga­do o suge­ri­do a la Audien­cia Nacio­nal es la cons­truc­ción de un nue­vo apa­ra­to para fil­trar el supues­to Esta­do de Dere­cho emplean­do el segun­do sexo polí­ti­co o sexo dic­ta­to­rial. El sexo ver­da­de­ro del sis­te­ma. Esta cer­te­za la extrai­go de la fra­se del segun­do rey o Petit Roi, Sr. Zapa­te­ro, acer­ca del deba­te en torno a la pos­tu­ra del Sr. Egui­gu­ren res­pec­to a los pro­ce­sa­dos: «No haga­mos pro­pa­gan­da a quie­nes no la mere­cen». Ahí está un poco de luz sobre la pos­tu­ra real del ocu­pan­te de la Mon­cloa acer­ca de la liber­tad y la demo­cra­cia: «No haga­mos pro­pa­gan­da a quie­nes no la mere­cen». Esto es, hay gen­te o ciu­da­da­nos que no mere­cen ser tales. Los vas­cos pro­du­cen vas­cos mons­truo­sos. Lo dice el leo­nés. Es inú­til, pues, tra­tar de com­par­tir mesa nor­mal. Deje­mos a los men­cio­na­dos ciu­da­da­nos en manos de los jue­ces reales, que tie­nen la esen­cia de su con­de­na casi en mol­de ¿Y si esos jue­ces absuel­ven? Ahí habrá que dar otro par de vuel­tas al cubo de Rubik ¿Qué color val­drá: el ver­de espe­ran­za, el rojo pro­gre­sis­ta, el ama­ri­llo del des­pre­cio? Es difí­cil saberlo.

Hay que com­pla­cer a dos nacio­nes pro­fun­da­men­te enfren­ta­das por la mani­pu­la­ción lar­ga y exten­sa: la que quie­re con­du­cir con lim­pia cla­ri­dad demo­crá­ti­ca el levan­ta­mien­to nacio­nal vas­co ‑un levan­ta­mien­to de razo­nes o razo­na­ble- y a aque­lla que desea un cas­ti­go ejem­plar para la colo­nia. ¿A cuál de las dos com­pla­cer? A las dos es impo­si­ble des­de el Gobierno si el Gobierno toma pos­tu­ra pre­via. La úni­ca for­ma de lograr la con­cor­dia es que todas las fuer­zas polí­ti­cas pue­dan pro­ce­der libre­men­te y dejar que la rela­ción deba­ti­da sea la for­ma ade­cua­da de la rela­ción. Pero per­mi­tir que esto ocu­rra pasa por una ini­cial fe ‑más o menos pro­fun­da- en que la pala­bra nego­cia­do­ra ha de cons­ti­tuir una mone­da váli­da para ambas par­tes. Una mone­da con dos caras igua­les. Y no dejar­la que cai­ga de can­to para pro­se­guir un camino des­nor­ta­do. Sone­mos la cam­pa­na como en los com­ba­tes de boxeo: ¡Pri­mer asal­to: segun­dos fue­ra! Es decir, un com­ba­te sin jue­ces ni poli­cías en el cua­dri­lá­te­ro. Ahí vale la fra­se de le Petit Roi: no haga­mos pro­pa­gan­da, ni por tan­to uso, de quie­nes no la mere­cen. Se tra­ta de la demo­cra­cia. Tam­po­co «de la ver­da­de­ra demo­cra­cia». Los adje­ti­vos sue­len corroer fre­cuen­te­men­te los sus­tan­ti­vos. Sim­ple­men­te, la democracia.

En el jui­cio que rula en Madrid hay sen­ta­dos tres hom­bres de Esta­do, uno de ellos reves­ti­do del lide­ra­to por los ciu­da­da­nos vas­cos que creen en él. Esto no pue­den igno­rar­lo todos esos espa­ño­les que escri­ben en los perió­di­cos de Madrid, bajo ano­ni­ma­to, cla­ro es, esas inep­cias acer­ca del carác­ter cri­mi­nal del Sr. Ote­gi. Con una cier­ta prác­ti­ca en la lec­tu­ra ‑cosa tan poco espa­ño­la- quie­nes sue­ñan con la legión en tie­rra eus­kal­dun sabrían que la liber­tad de los pue­blos ha sido for­ja­da con reite­ra­da e idén­ti­ca labor por ciu­da­da­nos y ciu­da­da­nas a los que se mal­tra­tó de pala­bra y obra. Ciu­da­da­nos y ciu­da­da­nas que a la pos­tre han sido fija­dos en las imá­ge­nes cuya exhi­bi­ción, muchas veces, se quie­re con­ver­tir pre­via­men­te en crimen.

Es hora de que esta prác­ti­ca de la vio­len­cia ceda el paso a una rela­ción nor­ma­li­za­da, que aho­rre el tra­ba­jo inú­til de degra­dar pre­via­men­te a quie­nes son sim­ple­men­te por­ta­vo­ces de una polí­ti­ca dig­na y sim­ple: la polí­ti­ca de la liber­tad. Decir esto resul­ta una sim­ple­za por la sen­ci­llez que supo­ne su com­pren­sión. Y, sin embar­go, ¿qué está suce­dien­do en la polí­ti­ca para que esta sim­ple­za pro­duz­ca tal río de lite­ra­tu­ra y tan­ta agre­si­vi­dad y vio­len­cia? Pri­me­ra expli­ca­ción acep­ta­ble: que la liber­tad bur­gue­sa ha muer­to con­su­mi­da por los abu­sos de unas éli­tes huér­fa­nas ya de cual­quier tipo de éti­ca. Segun­da expli­ca­ción enten­di­ble: que quie­nes prac­ti­can el kára­te-legal con­tra la liber­tad son el fru­to pos­tre­ro de un fas­cis­mo que, tras­fun­di­do con gue­rras, han inyec­ta­do en la médu­la de las mul­ti­tu­des para con­ver­tir­las, no pocas veces, en lo que Aris­tó­te­les no lla­ma­ría un «zoom poli­ti­kon» sino un «zoom» a secas.

El jui­cio sobre el suce­so de Anoe­ta no supo­ne sólo un aten­ta­do cir­cuns­tan­cial a la moral jurí­di­ca sino que con­lle­va la con­ta­mi­na­ción de la magis­tra­tu­ra por pode­res que prac­ti­can de modo des­ca­ra­do la des­truc­ción de la estruc­tu­ra polí­ti­ca que crea­ron la Ilus­tra­ción y la Revo­lu­ción Fran­ce­sa. Nadie diga aho­ra que la for­ma de vida bur­gue­sa ha sufri­do un aten­ta­do revo­lu­cio­na­rio. Esa estruc­tu­ra está sien­do des­ba­ra­ta­da des­de su pro­pio inte­rior por polí­ti­cos que usan el poder no como una dele­ga­ción hones­ta de poder por par­te de la ciu­da­da­nía sino como una herra­mien­ta para auto­rre­pro­du­cir­se sin más des­tino que ellos mis­mos. Así de simple.

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