Pre­gun­tas para la cla­ri­dad – Anto­nio Alva­rez Solís

Uno de los diques que sue­len habi­li­tar­se para evi­tar el avan­ce en la nor­ma­li­za­ción polí­ti­ca de Eus­ka­di es el res­pe­to que se debe a las víc­ti­mas del terro­ris­mo. Como resul­ta obvio el terro­ris­mo es el que pro­ta­go­ni­za ETA y por extra­ña simi­li­tud el aber­tza­lis­mo de izquier­da. Para los pode­res ins­ti­tui­dos y para un núme­ro muy alto de espa­ño­les no hay nin­gún otro terro­ris­mo. Pues bien, las víc­ti­mas de este terror jus­ti­fi­can toda domi­na­ción anti­de­mo­crá­ti­ca e impi­den cual­quier apro­xi­ma­ción cons­truc­ti­va entre inde­pen­den­tis­tas vas­cos y repre­so­res espa­ño­les bajo la espe­cie de que cual­quier libe­ra­ción de un miem­bro de ETA o sim­ple­men­te de Bata­su­na o de su entorno sig­ni­fi­ca­ría una ofen­sa insu­fri­ble para los fami­lia­res de la víc­ti­ma o de la víc­ti­ma mis­ma. Se ale­ga siem­pre: «los fami­lia­res de una víc­ti­ma del terro­ris­mo o la víc­ti­ma en su caso no sopor­ta­rían cru­zar­se en la calle con el autor de la muer­te o de las lesio­nes de su deu­do». Cons­te de entra­da que entien­do el ren­cor y el deseo de ven­gan­za en los agre­di­dos o en quie­nes han sufri­do indi­rec­ta­men­te las con­se­cuen­cias de la agre­sión. La natu­ra­le­za huma­na ha madu­ra­do muy poco res­pec­to a las pul­sio­nes pri­ma­rias que habi­tan en las pro­fun­di­da­des de la espe­cie. Pero aún enten­dien­do esas pasio­nes, que un afán de pro­gre­so social debie­ra encau­zar, vale hacer algu­nas pre­gun­tas en torno al pro­ble­ma del dolor, el odio y, lo que es más gra­ve, lo que se entien­de corrien­te­men­te por dig­ni­dad agredida.

Se pue­de en nom­bre de tales pul­sio­nes cerrar con­ti­nua­da­men­te la puer­ta a la liber­tad? Si las agre­sio­nes cons­ti­tu­ye­ran una razón indis­cu­ti­ble para cegar cual­quier camino hacia el futu­ro, ¿en qué situa­ción casi pre­his­tó­ri­ca se encon­tra­ría hoy el mun­do? Res­pec­to a Espa­ña, con­cre­ta­men­te ¿qué modo de con­vi­ven­cia o de reso­lu­ción de con­flic­tos podría fun­cio­nar si los fami­lia­res de los ase­si­na­dos por la dic­ta­du­ra fran­quis­ta en la gue­rra y, lo que es más gra­ve, en la post­gue­rra ale­ga­ran que no pue­den tener vecin­dad con los ase­si­nos que ade­más de no haber sido juz­ga­dos esca­la­ron car­gos de res­pon­sa­bi­li­dad y siguie­ron per­si­guien­do las ideas de los repre­sa­lia­dos? Es más: ¿qué cabría opo­ner a la liber­tad polí­ti­ca de los tales si esas víc­ti­mas seña­la­ran como «entorno» a tan­tos polí­ti­cos o ciu­da­da­nos que han suce­di­do, de una for­ma real o ideo­ló­gi­ca, a los ase­si­nos? El mis­mo pre­si­den­te del Gobierno espa­ñol actual, Sr. Rodrí­guez Zapa­te­ro, admi­te en la liber­tad polí­ti­ca a los que hoy con­ti­núan en par­te sus­tan­cial la ideo­lo­gía anti­so­cial del geno­ci­da o inclu­so actua­ron en el gran geno­ci­dio fran­quis­ta. Un abue­lo del Sr. Zapa­te­ro fue mili­tar fusi­la­do por su leal­tad al régi­men legal­men­te ins­ti­tui­do de la II Repú­bli­ca y ahí está el pre­si­den­te al leal ser­vi­cio de la monar­quía que nació del fran­quis­mo. Dice que lo hace en pro del olvi­do y la con­vi­ven­cia. ¡Ah! Es más, el pre­si­den­te no tie­ne incon­ve­nien­te alguno en ser­vir­se con sol­tu­ra de cuer­pos poli­cia­les que pro­ta­go­ni­za­ron la repre­sión con ver­da­de­ro furor y que aho­ra per­sis­ten en tarea pare­ci­da. Y habla­mos de un socia­lis­ta que cono­ce el río de san­gre que pro­du­je­ron en el socia­lis­mo, sim­ple­men­te por razo­nes ideo­ló­gi­cas, esos cuer­pos que nun­ca fue­ron depu­ra­dos por crí­me­nes con­tra la huma­ni­dad; crí­me­nes que aho­ra se man­tie­ne que no prescriben.

Pue­de alguien negar el dolor de los deu­dos de quie­nes fue­ron ase­si­na­dos bajo la ini­cua cali­fi­ca­ción de rebel­des? ¿Rebel­des? ¿Quié­nes fue­ron los rebel­des? Lo más gra­ve del fran­quis­mo es que tie­ne una som­bra alar­ga­da: sigue negan­do la liber­tad, sigue ultra­jan­do a la demo­cra­cia, insis­te en herir a muchos ciu­da­da­nos. Y, sin embar­go, nadie debe ale­gar, en nom­bre de un pre­té­ri­to cadu­ca­do en nom­bre de la con­vi­ven­cia, que le repug­na andar por la calle con­vi­vien­do con suce­so­res ideo­ló­gi­cos de aque­llos que diez­ma­ron tan­tos pue­blos. A pro­pó­si­to de esta reali­dad incues­tio­na­ble, ¿cómo pue­de sopor­tar nadie razo­na­ble­men­te for­ma­do el argu­men­to de que la repre­sión fran­quis­ta fue para­le­la a la bar­ba­rie repu­bli­ca­na y que por eso hay que olvi­dar?. Vamos a ver, vamos a ver.…

Has­ta que el peque­ño gene­ral no se alzó en armas la II Repú­bli­ca nave­ga­ba a tra­vés de esco­llos, pero nadie pue­de demos­trar que hubie­ra matan­zas de los repu­bli­ca­nos con­tra los anti­rre­pu­bli­ca­nos. Hubo aten­ta­dos con­cre­tos y muy limi­ta­dos por ambas par­tes, des­ma­nes sofo­ca­dos por el Gobierno repu­bli­cano, enfren­ta­mien­tos peli­gro­sos, pero a todo ello hizo fren­te el Gobierno repu­bli­cano que repre­sen­ta­ba a las cla­ses popu­la­res o a la ciu­da­da­nía con afán de moder­ni­dad y de equi­li­brio social. De esos des­ma­nes la mayo­ría hay que car­gar­lo a las fuer­zas de la Guar­dia Civil o de una guar­dia de asal­to a la que se dio órde­nes de pro­ce­der sin con­tem­pla­cio­nes no con­tra la cla­se media o con­tra las dere­chas más duras sino con­tra cam­pe­si­nos u obre­ros que recla­ma­ban el dere­cho a una míni­ma dig­ni­dad social. ¿Es cier­to o no es cier­to que la san­gre se des­bor­dó tras la suble­va­ción de Fran­co, que pro­vo­có una lamen­ta­ble situa­ción excep­cio­nal, con la nota favo­ra­ble de que el Gobierno repu­bli­cano pro­cu­ró yugu­lar las ven­gan­zas sus­ci­ta­das en los pri­me­ros seis meses del ata­que fran­quis­ta ‑inclu­yen­do el error de no armar al pue­blo con­tra el levantamiento‑, mien­tras la repre­sión del Geno­ci­da se alar­gó duran­te cua­ren­ta años des­tru­yen­do la Espa­ña ilu­sio­na­da que nació el 14 de abril? Otra pre­gun­ta para con­tes­tar­la des­de las cáte­dras men­da­ces de la edu­ca­ción para la ciudadanía.

Yaho­ra retor­ne­mos al momen­to actual, en que el Sr. Zapa­te­ro y sus cón­su­les en Eus­ka­di tra­tan de con­se­guir un esta­tus de con­ti­nui­dad difi­cul­tan­do, des­tru­yen­do o defor­man­do las posi­bi­li­da­des para con­se­guir la igual­dad polí­ti­ca de todos los vas­cos. ¿Pue­de ale­gar­se en ese pro­ce­so que los con­de­na­dos por accio­nes arma­das o los impli­ca­dos en una polí­ti­ca sobe­ra­nis­ta y, por tan­to, terro­ris­tas sub­ya­cen­tes según la pau­pé­rri­ma doc­tri­na ofi­cial, difi­cul­tan per se y por tan­to inde­fi­ni­da­men­te la nor­ma­li­za­ción por pro­du­cir la irri­ta­ción de la AVT, por ejem­plo? Gober­nar es res­pe­tar la ley que­ri­da por el pue­blo, pero es, tam­bién, tem­pe­rar pasio­nes y poner­las en su lugar a fin de que las puer­tas del futu­ro sean fran­quea­bles. La his­to­ria es un lar­go pro­ce­so de amnis­tías más que de olvi­dos a fin de que la edi­fi­ca­ción polí­ti­ca con­for­ta­ble sea posi­ble. La huma­ni­dad ha vivi­do siem­pre enchar­ca­da en la san­gre que han pro­du­ci­do sobre todo los pode­res esta­ble­ci­dos, pero al mis­mo tiem­po la vida nor­ma­li­za­da y abier­ta a tran­cas y barran­cas ha ido secan­do esa san­gre para que la paz sea posi­ble. No vale al equi­li­brio social dis­tin­guir entre los muer­tos. A todos, el res­pe­to; para todos, la dig­ni­dad debi­da a cada cual. Ade­más hay algo tan gra­ve como la muer­te de los que mue­ren trá­gi­ca­men­te y es la muer­te que se idea para muchos vivos que des­apa­re­cen del cen­so acti­vo por obra y gra­cia del «manua­li­llo» de los pode­ro­sos. Esa muer­te es tre­men­da por­que no aca­ba y hie­re cada hora. A eso, y val­ga esta últi­ma pre­gun­ta, ¿ha de lla­mar­se defen­sa de la demo­cra­cia o esta­do de dere­cho? A mí no me extra­ña que los reac­cio­na­rios que domi­nan gran par­te del mun­do actual ofrez­can esa for­ma de nor­ma­li­za­ción que brin­dan con tan­to des­par­pa­jo y cinis­mo, por­que es lo nor­mal en ellos. Lo que me sor­pren­de es que razón tan obtu­sa sea ofre­ci­da como fór­mu­la celes­tial para la paz y la liber­tad. Gen­te que, ade­más, defi­ne el terro­ris­mo y al terro­ris­ta mien­tras sus armas asfi­xian, des­tru­yen o pudren toda con­vi­ven­cia razo­na­ble. Y me asom­bra más aún que masas enca­ra­das a lo que debie­ra tener­se por dra­má­ti­co ejem­plo his­tó­ri­co abre­ven el alma en la con­fu­sión más ele­men­tal y en las retó­ri­cas más des­pre­cia­bles de sus raptores.

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