Polí­ti­ca basu­ra – Car­lo Frabetti

Al igual que la tele­vi­sión basu­ra, de la que es inse­pa­ra­ble, la polí­ti­ca basu­ra sólo se preo­cu­pa por los índi­ces de audien­cia. Para la pri­me­ra, un mayor núme­ro de teles­pec­ta­do­res se tra­du­ce en mayo­res cuo­tas de publi­ci­dad, es decir, en más dine­ro; para la segun­da, un mayor núme­ro de votos se tra­du­ce en mayo­res cuo­tas de poder, es decir, en más dine­ro; y, para ambas, eso es lo úni­co que importa.

Al igual que la tele­vi­sión basu­ra, la comi­da basu­ra bus­ca satis­fa­cer de la for­ma más rápi­da y bara­ta el ape­ti­to de sus con­su­mi­do­res. Y no sólo bus­ca satis­fa­cer­lo, sino tam­bién esti­mu­lar­lo (como no pue­de ser de otra mane­ra en una eco­no­mía basa­da en el des­pil­fa­rro). Sabo­res fuer­tes para un gus­to cada vez más estra­ga­do; aro­mas inten­sos para un olfa­to cada vez más atro­fia­do; colo­res vis­to­sos, pre­sen­ta­cio­nes atrac­ti­vas, esló­ga­nes suge­ren­tes; altos nive­les de gra­sa, azú­car y sal para agui­jo­near pala­da­res cada vez más embo­ta­dos… Mien­tras mil millo­nes de per­so­nas pasan ham­bre, otras tan­tas tie­nen pro­ble­mas de sobrepeso .

Tan­to los pro­duc­to­res de tele­vi­sión basu­ra como los de comi­da basu­ra inten­tan jus­ti­fi­car­se con los mis­mos argu­men­tos: les damos a los con­su­mi­do­res lo que piden. Si lo muy gra­sien­to, lo muy dul­ce y lo muy sala­do tie­ne mayor deman­da que los sabo­res sua­ves y los ali­men­tos sanos, ¿por qué no habría­mos de com­pla­cer a nues­tros clien­tes? Si los pro­gra­mas de famo­seo y male­di­cen­cia se ven más que los cul­tu­ra­les (y ade­más son mucho más bara­tos), ¿por qué habría­mos de dar mayor rele­van­cia a estos últimos?

Los detrac­to­res de la comi­da basu­ra y de la tele­vi­sión basu­ra (que afor­tu­na­da­men­te no son pocos y toda­vía no han sido tacha­dos de «anti­sis­te­ma») repli­can que tan­to los con­su­mi­do­res de tele­ba­su­ra como los de tele­piz­za tie­nen el gus­to dete­rio­ra­do, y que habría que edu­car­los. Y los pro­duc­to­res de bazo­fia mate­rial y moral acu­san a sus detrac­to­res de pater­na­lis­mo, cuan­do no de anti­de­mo­cra­cia, por no res­pe­tar los gus­tos de los con­su­mi­do­res y pre­ten­der modi­fi­car­los… ¿El hue­vo o la gallina?

Una vez más, el pen­sa­mien­to mecá­ni­co, uni­di­rec­cio­nal, se atas­ca en una apa­ren­te apo­ría, que sólo resuel­ve el pen­sa­mien­to dia­léc­ti­co. En una socie­dad-mer­ca­do basa­da en el con­su­mo des­me­di­do y cuyo prin­ci­pal obje­ti­vo es maxi­mi­zar los bene­fi­cios mate­ria­les, es inevi­ta­ble que nos vea­mos some­ti­dos des­de niños a estí­mu­los enca­mi­na­dos a hacer­nos con­su­mir todo tipo de cosas super­fluas, efí­me­ras y fáci­les de pro­du­cir. Estí­mu­los que no sólo pro­vie­nen de una publi­ci­dad tan agre­si­va como hiper­tro­fia­da, sino tam­bién de la cul­tu­ra de masas y de los medios de comu­ni­ca­ción en gene­ral. No es nece­sa­rio que malig­nas men­tes pla­ni­fi­ca­do­ras (aun­que tam­bién las hay) orga­ni­cen día a día la gro­tes­ca dan­za del des­pil­fa­rro y el abo­tar­ga­mien­to: una ofer­ta embru­te­ce­do­ra y una deman­da embru­te­ci­da se poten­cian mutua­men­te, en una dia­léc­ti­ca per­ver­sa que se tra­du­ce en un círcu­lo vicio­so. Una pes­ca­di­lla que no sólo se muer­de la cola, sino que está empe­zan­do a devo­rar­se a sí misma.

Lo cual nos lle­va de nue­vo a la polí­ti­ca. Por­que tan­to la comi­da basu­ra y la tele­vi­sión basu­ra como el gus­to estra­ga­do de sus con­su­mi­do­res son con­se­cuen­cia y fac­tor per­pe­tua­dor de una deter­mi­na­da polí­ti­ca, de un deter­mi­na­do sis­te­ma, y solo la lucha radi­cal con­tra esa polí­ti­ca (basu­ra), con­tra ese sis­te­ma (capi­ta­lis­ta), pue­de rom­per el círcu­lo vicio­so. Los pode­res esta­ble­ci­dos lo saben per­fec­ta­men­te: por eso lla­man «anti­sis­te­ma» a quie­nes se opo­nen a los carro­ñe­ros que se ali­men­tan de la degra­da­ción social. Y por eso los per­si­guen cada vez con más saña.

Tan ambi­cio­so e hipó­cri­ta como su padrino Feli­pe, tan zafio y mez­quino como su ante­ce­sor Aznar, Zapa­te­ro se ha con­ver­ti­do, jun­to con su ami­go Ber­lus­co­ni, en el máxi­mo expo­nen­te de la polí­ti­ca basu­ra den­tro de ese basu­re­ro polí­ti­co que es la Unión Euro­pea. Con una minis­tra de Cul­tu­ra que apo­ya la tor­tu­ra públi­ca de ani­ma­les y un minis­tro de Inte­rior que per­mi­te la tor­tu­ra ocul­ta de per­so­nas, con una minis­tra de Sani­dad que fomen­ta el frau­de sani­ta­rio lle­van­do pul­se­ras mági­cas, con una deser­to­ra del comu­nis­mo y un deser­tor del sin­di­ca­lis­mo como nue­vos ficha­jes, Zapa­te­ro ha con­su­ma­do al fin su pro­yec­to polí­ti­co: una com­pac­ta y homo­gé­nea cor­te de los mila­gros en la que ni siquie­ra tie­ne cabi­da la piz­ca de dig­ni­dad que le que­da­ba a Morat

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