Aco­ta­cio­nes sobre la caí­da de Mariano Ferrey­ra – La haine

El día miér­co­les 20/​10/​10 el sue­lo vol­vió a estre­me­cer­se ante la caí­da de un mili­tan­te social. Mariano Ferrey­ra fue balea­do por una pato­ta del sin­di­ca­to Unión Ferro­via­ria, en uno de los tan­tos con­flic­tos que se des­atan cuan­do los labu­ran­tes exi­gen mejo­ras en sus con­di­cio­nes de sub­sis­ten­cia y el Poder res­pon­de con cas­ti­go y disciplina.

Hoy, quie­nes actua­ron de ver­du­gos no fue­ron ni la poli­cía ni los mili­ta­res, sino el mis­mo sin­di­ca­to del área de los tra­ba­ja­do­res a los cua­les Mariano esta­ba apo­yan­do. Ésto no es aza­ro­so, y va más allá de la sim­ple nece­si­dad del Esta­do de diluir su res­pon­sa­bi­li­dad usan­do agen­tes por fue­ra de su estruc­tu­ra formal.

Ésto no es nue­vo, sino es pro­duc­to de un desa­rro­llo his­tó­ri­co de un siglo del sin­di­ca­lis­mo, que comen­zó con el cam­bio de la acción de lucha de cla­ses a la de con­ci­lia­ción de cla­ses. Este pro­ce­so va a la par de las trans­for­ma­cio­nes en la pro­duc­ción y la orga­ni­za­ción del tra­ba­jo. Así como en el accio­nar del esta­do, don­de en un prin­ci­pio repri­me al movi­mien­to obre­ro acer­tán­do­le duros gol­pes para lue­go, una vez debi­li­ta­do éste, asu­mir una repre­sión selec­ti­va, nego­cian­do y entre­gan­do con­ce­sio­nes a los sin­di­ca­tos reformistas.

Cli­ma en el cual apa­re­ce y se expan­de el lla­ma­do “sin­di­ca­lis­mo revo­lu­cio­na­rio” (con­ci­lia­dor en la prác­ti­ca, mas no en el dis­cur­so) y el gra­dual des­pla­za­mien­to de los sec­to­res genui­na­men­te revo­lu­cio­na­rios (mayo­ri­ta­ria­men­te anar­quis­tas). Este cam­bio se fue pro­fun­di­zan­do, con sus resis­ten­cias y con­tra­dic­cio­nes, has­ta con­ver­tir el sin­di­ca­to en una ins­ti­tu­ción más del esta­do, con el pero­nis­mo. Así se con­so­li­da como apa­ra­to de media­ción entre capi­tal y tra­ba­jo, ofre­cien­do a los patro­nes mano de obra dócil, y a los tra­ba­ja­do­res algu­nos supues­tos “bene­fi­cios” (mas la mis­ti­fi­ca­ción de per­te­ne­cer a una estruc­tu­ra que supues­ta­men­te defien­de a su clase).

En esta lógi­ca ya no exis­ten los intere­ses de cla­se, sino los de la orga­ni­za­ción. Así, la bús­que­da de un cam­bio social glo­bal se trans­for­ma en la bús­que­da de la expan­sión y con­so­li­da­ción de la orga­ni­za­ción como un fin en sí mis­mo, sien­do nece­sa­rio un gru­po espe­cia­li­za­do cuya fun­ción sea velar por los intere­ses de la orga­ni­za­ción, gene­ran­do a su vez la sepa­ra­ción entre diri­gen­tes y dirigidos(1) – lógi­ca repro­du­ci­da ince­san­te­men­te por gran par­te de las orga­ni­za­cio­nes de izquierda.

Así se con­so­li­da la ideo­lo­gía gre­mia­lis­ta, dilu­yen­do la iden­ti­dad de cla­se no ya como pro­le­ta­ria, sino como mero trabajador(2), crean­do huma­nos des­cuar­ti­za­dos cuya exis­ten­cia se redu­ce a su rol en el sis­te­ma pro­duc­ti­vo (obre­ro indus­trial, ofi­ci­nis­ta, estu­dian­te…): con­cep­ción total­men­te bur­gue­sa y, por lo tan­to, alie­nan­te. Una vez más, la izquier­da bur­gue­sa cum­ple su misión de repro­du­cir el dis­cur­so dominante.

Tan­to es así, que se lle­ga al extre­mo de ins­ti­tu­cio­na­li­zar el velo­rio de nues­tro caí­dos. Pode­mos oír las exi­gen­cias de que el esta­do inves­ti­gue: ¿le vamos a pedir al ase­sino que se inves­ti­gue a sí mis­mo? Pode­mos oír las exi­gen­cias de jui­cio: ¿no son estos mis­mos jue­ces los garan­tes de esta exis­ten­cia de mise­ria? Pode­mos oír las con­de­nas de cár­cel: las mis­mas que maña­na van a ser lle­na­das con nues­tros pelle­jos por sub­ver­si­vos, las mis­mas que hoy exter­mi­nan a tan­tos de nosotros.

La lucha no pue­de redu­cir­se a saber quién apre­tó el gati­llo, sabe­mos reco­no­cer a nues­tros enemi­gos: el sis­te­ma, sus defen­so­res y sus fal­sos crí­ti­cos. Por eso, no pode­mos aho­gar nues­tra rabia en los labe­rin­tos de la jus­ti­cia bur­gue­sa que lo úni­co que garan­ti­za es la con­ten­ción del con­flic­to social, no pode­mos legi­ti­mar las armas con la que nues­tros ver­du­gos maña­na nos harán reventar.

De este modo, tene­mos que ver en Mariano no a un már­tir, y menos como de una orga­ni­za­ción en espe­cí­fi­co (PO), sino reco­no­cer en él la caí­da de un her­mano de cla­se que, pese a los abis­mos polí­ti­cos que nos dife­ren­cian, nos inter­pe­la a todos. Por lo tan­to, no pode­mos estar pasi­vos lamen­tán­do­nos, sino de pie y en posi­ción de combate.

Nues­tra rabia no se des­gas­ta con tres chi­vos en la cár­cel, tam­po­co con remo­ver un buró­cra­ta sin­di­cal, nues­tro odio es con­tra las ins­ti­tu­cio­nes, la mise­ria coti­dia­na, con­tra el capi­tal y su estado.

Debe­mos estar pre­pa­ra­dos y ser cons­cien­tes que la úni­ca for­ma de dete­ner la vio­len­cia bru­tal y coti­dia­na es la auto­or­ga­ni­za­ción, orga­ni­zán­do­nos en nues­tros barrios, cole­gios, tra­ba­jos y facul­ta­des, con auto­ges­tión y acción direc­ta; tal que poda­mos hacer fren­te al esta­do y a su apa­ra­to repre­si­vo, sino dare­mos vuel­tas eter­na­men­te entre las tela­ra­ñas del mun­do burgués.

El obje­ti­vo de este pan­fle­to no es des­acre­di­tar, sino radi­ca­li­zar la crí­ti­ca para que el día de maña­na no hayan ni Maria­nos Ferrey­ras, ni Die­gos Bone­fois, ni Maxi­mi­lia­nos Kostekis.

NI MÁRTIRES NI INOCENTES

LA SANGRE NO SE LAVA CON LÁGRIMAS:

¡GUERRA SOCIAL!


Notas

1. Con­si­de­ra­mos que la buro­cra­cia nace de la estruc­tu­ra sin­di­cal, y no al revés. El apa­ra­to gre­mia­lis­ta no cam­bia por los intere­ses per­so­na­les de una direc­ción en espe­cí­fi­co, por lo tan­to una “direc­ción revo­lu­cio­na­ria” no repre­sen­ta nin­gún cam­bio estruc­tu­ral mien­tras no se des­tru­ya la diná­mi­ca de nego­cia­ción y amor­ti­gua­ción de las bases (lo que per­mi­te el con­tí­nuo fun­cio­na­mien­to de la tasa de ganancia).

2. Cuan­do nos refe­ri­mos a cla­se pro­le­ta­ria nos refe­ri­mos a una cla­se que, pre­ci­sa­men­te, es pro­le­ta­ri­za­da, o sea que está sepa­ra­da a la fuer­za de todo medio de sub­sis­ten­cia que le per­mi­ta vivir sin sub­yu­gar­se a la borá­gi­ne de la eco­no­mía (y con ella a la nor­ma esta­ble­ci­da). Pro­le­ta­rio no es sólo el tra­ba­ja­dor asa­la­ria­do, pro­le­ta­rio es ser estu­dian­te, des­ocu­pa­do, vaga­bun­do, loco, pre­so, sin tie­rra, puta, cuen­ta pro­pis­ta, car­te­ris­ta, dis­cri­mi­na­do sexual, etc. En fin, par­te de esa inmen­sa masa opri­mi­da que es nece­sa­ria para el nor­mal fun­cio­na­mien­to del capi­ta­lis­mo en su fase actual. En ese sen­ti­do, nos opo­ne­mos a la visión obre­ris­ta de la lucha, no nos enor­gu­lle­ce ser opri­mi­dos, nos reco­no­ce­mos como cla­se para que nues­tra lucha nos libe­re de nues­tra con­di­ción proletaria.

algunxs anar­quis­tas

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