¿Cuan­do fina­li­za­rá la humi­lla­ción a las vic­ti­mas del fran­quis­mo?- David Armendáriz

Aun­que no ten­dría por qué, a sabien­das de la pro­fun­da hue­lla que pro­vo­có el fran­quis­mo, y al poco o nulo inte­rés de los orga­nis­mos públi­cos de este país en hacer jus­ti­cia, toda­vía reci­bo ingra­tas sor­pre­sas al des­cu­brir que, a día de hoy, no son pocos los lega­dos oscu­ros que tiñen amar­ga­men­te nume­ro­sos luga­res de nues­tra geografía.

Visi­tan­do San­ta Cruz de Tene­ri­fe, com­pro­bé con gran tris­te­za que José Anto­nio Pri­mo de Rive­ra (en efec­to, fun­da­dor de la Falan­ge Espa­ño­la e hiji­to de papá dic­ta­dor) da nom­bre a una de las prin­ci­pa­les ave­ni­das de dicha ciu­dad. Sí señor, todo un brin­dis a la jus­ti­cia, un home­na­je a todas las víc­ti­mas de la vio­len­cia fas­cis­ta. Com­pren­de­rán que seme­jan­te igno­mi­nia hizo enro­je­cer­me de rabia e impotencia.

En Bur­gos se da una malé­vo­la para­do­ja. Maca­bra iro­nía pro­vo­ca­da por el hecho de que el gene­ral más san­gui­na­rio de Fran­co dé nom­bre al prin­ci­pal hos­pi­tal de la ciu­dad des­de hace medio siglo. Me refie­ro, por supues­to, al gene­ral Yagüe, famo­so (apar­te de otras tro­pe­lías), por lle­var a cabo la matan­za de Bada­joz. Tre­men­do el geno­ci­dio que per­pe­tró este demo­nio en agos­to del año 36. Resul­ta gro­tes­co que un hos­pi­tal, cuyo obje­ti­vo por enci­ma de todo es sal­var vidas, reci­ba el nom­bre de un autén­ti­co mata­ri­fe. Ade­más, en una calle de la loca­li­dad de Bri­vies­ca tam­bién nos encon­tra­mos con tan repug­nan­te personaje.

Esto es tan sólo un ejem­plo de la humi­lla­ción que ha sufri­do tan­tí­si­ma gen­te des­de hace déca­das y que con­ti­nuó con la lle­ga­da de la demo­cra­cia. En los últi­mos años ha habi­do algu­nos avan­ces, eso es cier­to, pero no es sufi­cien­te. Las últi­mas deci­sio­nes de las auto­ri­da­des judi­cia­les de este país con­tra el inten­to de cual­quier tipo de inves­ti­ga­ción nos recuer­dan que la som­bra del cau­di­llo sigue sien­do muy larga.

Nun­ca se ha hecho ver­da­de­ra jus­ti­cia. La con­ti­nua indo­len­cia y a menu­do ata­ques de los pode­res públi­cos hacia las víc­ti­mas del fran­quis­mo es un gra­ve mal­tra­to hacia toda per­so­na aman­te de la jus­ti­cia y del res­pe­to a los dere­chos humanos.

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