El impe­rio por den­tro (Pri­me­ra par­te) – Fidel Castro

Me asom­bra la igno­ran­cia gene­ra­li­za­da en torno a pro­ble­mas vita­les para la exis­ten­cia de la huma­ni­dad, en una épo­ca en que esta cuen­ta con fabu­lo­sos medios de comu­ni­ca­ción que no eran siquie­ra ima­gi­na­bles hace 100 años, algu­nos tan recien­tes como Internet.

Hace ape­nas tres sema­nas se publi­có la noti­cia de la pron­ta dis­tri­bu­ción de un espec­ta­cu­lar libro de Bob Wood­ward, perio­dis­ta de The Washing­ton Post, cuyos artícu­los com­par­ti­dos con Carl Berns­tein, hace 38 años, die­ron al tras­te con el gobierno de Nixon por actos de espio­na­je con­tra el Par­ti­do Demó­cra­ta en junio de 1972, que ori­gi­na­ron el escán­da­lo de Water­ga­te, por vio­la­cio­nes de leyes que la socie­dad nor­te­ame­ri­ca­na no podía dar­se el lujo de ignorar.

Me comu­ni­qué con nues­tro “emba­ja­dor en Washing­ton”, como yo cali­fi­co a Jor­ge Bola­ños, jefe de la Ofi­ci­na de Intere­ses de Cuba en la capi­tal de Esta­dos Uni­dos, y le rogué me envia­ra por lo menos dos ejem­pla­res del libro que se anun­cia­ba cuan­do apa­re­cie­ra en las libre­rías. Bola­ños envió cua­tro ejemplares.

El tex­to, por supues­to, está en inglés; pasa­rá ‑como es habi­tual- mucho tiem­po antes de que más de 500 millo­nes de per­so­nas en el mun­do capa­ces de hablar o com­pren­der el espa­ñol, inclui­dos los inmi­gran­tes lati­no­ame­ri­ca­nos en Esta­dos Uni­dos, pue­dan leer­lo en ese idioma.

Me comu­ni­qué con una de nues­tras mejo­res tra­duc­to­ras de inglés, rogán­do­le un esfuer­zo espe­cial para sin­te­ti­zar el con­te­ni­do del mis­mo. El volu­mi­no­so ejem­plar en ese idio­ma, titu­la­do “Las gue­rras de Oba­ma”, cuen­ta con 33 capí­tu­los y 420 páginas.

Debo seña­lar que en sólo tres días me entre­gó una sín­te­sis de los 33 capí­tu­los, en 99 pági­nas con letra de 18 puntos.
Cum­pli­ré el deber de trans­mi­tir el con­te­ni­do de ese libro, uti­li­zan­do tex­tual­men­te las pala­bras diá­fa­nas y pre­ci­sas que me envió la espe­cia­lis­ta de nues­tro ser­vi­cio de tra­duc­ción del idio­ma inglés. Emplea­ré para ello el espa­cio de las Refle­xio­nes duran­te varios días.

No sería posi­ble enten­der nada de la actual polí­ti­ca de Esta­dos Uni­dos si se igno­ra el con­te­ni­do de ese libro de Wood­ward, quien es posee­dor de más de un Pre­mio Pulitzer; por supues­to, no tie­ne la más míni­ma inten­ción de liqui­dar al imperio.
Nues­tro país será el pri­me­ro del mun­do en cono­cer de for­ma arti­cu­la­da el con­te­ni­do esen­cial de este libro. Como se cono­ce, en Cuba todos los ciu­da­da­nos poseen altos nive­les de esco­la­ri­dad y es el país con más alto índi­ce de jóve­nes matri­cu­la­dos en las universidades.

Nues­tra prin­ci­pal fuer­za no está en las armas; está en las ideas.

“CAPÍTULO 1:

“Dos días des­pués de resul­tar elec­to Pre­si­den­te, Oba­ma con­vo­ca al direc­tor nacio­nal de inte­li­gen­cia, Mike McCon­nell, para una reu­nión en Chica­go con el obje­ti­vo de cono­cer deta­lles sobre las más secre­tas ope­ra­cio­nes de inte­li­gen­cia del amplio sis­te­ma de espio­na­je de los Esta­dos Uni­dos. Otros fun­cio­na­rios par­ti­ci­pa­rían del encuen­tro, pero McCon­nell acla­ró que tenía orien­ta­cio­nes del ex pre­si­den­te Bush de no reve­lar esta infor­ma­ción rela­cio­na­da con los espías, las nue­vas téc­ni­cas de infil­tra­ción de Al Qae­da, las gue­rras en Irak y en Afga­nis­tán y la pro­tec­ción de la nación, a nadie más que no fue­ra el pre­si­den­te electo.

“Michael J. Morell, jefe del Depar­ta­men­to de aná­li­sis de la CIA, y McCon­nell se sen­ta­ron a solas con Oba­ma en un cuar­to de segu­ri­dad. Se le infor­mó, entre otros temas, que la prin­ci­pal ame­na­za para los Esta­dos Uni­dos pro­ve­nía de Pakis­tán, y que ésta era la prio­ri­dad No. 1 de la DNI. Si los Esta­dos Uni­dos se reti­ra­ban, la India y Pakis­tán lle­na­rían el vacío de poder en Afga­nis­tán. Lo mejor era que Oba­ma bus­ca­ra la paz entre estos dos paí­ses. Bush había orde­na­do los ata­ques de avio­nes no tri­pu­la­dos con­tra los cam­pa­men­tos en Pakis­tán e ins­tru­yó que se le noti­fi­ca­ra a este país de mane­ra “con­cu­rren­te”, es decir, mien­tras se pro­du­cía el ata­que o, para mayor segu­ri­dad, unos minu­tos después.”

Reco­men­da­mos a los lec­to­res ir rete­nien­do los nom­bres de cada una de las per­so­na­li­da­des men­cio­na­das, así como las teo­rías ela­bo­ra­das para jus­ti­fi­car los hechos increí­bles que lle­van a cabo.

“Al Qae­da reclu­ta­ba a per­so­nas de 35 paí­ses cuyos pasa­por­tes no nece­si­ta­ban visa para entrar en los Esta­dos Uni­dos, y eso era una gran preo­cu­pa­ción. A Oba­ma se le infor­ma­ron las pala­bras cla­ves para los ata­ques de los avio­nes no tri­pu­la­dos (SYLVAN-MAGNOLIA), sólo cono­ci­das por las per­so­nas con el más alto nivel de acce­so a los temas de segu­ri­dad, entre las cua­les se encon­tra­ba aho­ra el nue­vo presidente.

“Los prin­ci­pa­les éxi­tos pro­ve­nían de las fuen­tes huma­nas, los espías en el terreno, que le indi­ca­ban a la CIA hacia dón­de mirar, a dón­de ir de cace­ría y dón­de matar. Los espías eran los ver­da­de­ros secre­tos que Oba­ma lle­va­ría con­si­go de aho­ra en lo ade­lan­te. La CIA era muy cui­da­do­sa con sus fuentes.

“Cada una tenía un nom­bre en cla­ve, como, por ejem­plo, MOONRISE. Cuan­do dema­sia­das per­so­nas sabían de él o ella o de sus éxi­tos, se le liqui­da­ba. El ofi­cial al fren­te del caso infor­ma­ba que MOONRISE había hecho el sacri­fi­cio máxi­mo, pero la per­so­na en cues­tión no había muer­to real­men­te. Sólo su códi­go cam­bia­ba, y aho­ra la CIA ten­dría otra fuen­te lla­ma­da SOOTHING STAR, la mis­ma per­so­na con un nue­vo nombre.

“Un secre­to impor­tan­te que nun­ca había sido repor­ta­do en los medios ni en nin­gu­na otra par­te era la exis­ten­cia de un ejér­ci­to encu­bier­to de 3 000 hom­bres en Afga­nis­tán, cuyo obje­ti­vo era matar o cap­tu­rar a los tali­ba­nes y en oca­sio­nes aden­trar­se en las zonas tri­ba­les para paci­fi­car­las y obte­ner apoyo.

“McCon­nell y Morell se refi­rie­ron al pro­gra­ma nuclear ira­ní. Se sabía que ellos tra­ta­ban de obte­ner el arma nuclear y que había ins­ta­la­cio­nes ocul­tas. McCon­nell dijo estar segu­ro de que Irán obten­dría un arma nuclear tipo fusil, pro­ba­ble­men­te pri­mi­ti­va, pero que pudie­ran deto­nar­la en el desier­to con un gran efec­to y que en su opi­nión esto ocu­rri­ría entre el año 2010 y el 2015.

“Otra gran ame­na­za era Corea del Nor­te, que tenía sufi­cien­te mate­rial como para fabri­car seis bom­bas. Los corea­nos iban a con­ver­sar, iban a men­tir, iban a ame­na­zar con reti­rar­se y des­pués iban a tra­tar de renegociar.

“Los chi­nos habían pira­tea­do las compu­tado­ras de la cam­pa­ña de Oba­ma en el verano de 2008 y tam­bién las de McCain, y habían saca­do fiche­ros y docu­men­tos a una velo­ci­dad asom­bro­sa. McCon­nell dijo que los Esta­dos Uni­dos eran vul­ne­ra­bles a los ata­ques cibernéticos.”

De inme­dia­to, el libro de Wood­ward refle­ja la pri­me­ra reac­ción de Oba­ma ante el enre­do y la com­ple­ji­dad de la situa­ción crea­da por la gue­rra anti­te­rro­ris­ta des­ata­da por Bush.

“Oba­ma le comen­tó a uno de sus más cer­ca­nos ase­so­res que había here­da­do un mun­do que podía explo­tar en cual­quier momen­to en más de 6 for­mas dife­ren­tes, y que con­ta­ba con medios pode­ro­sos pero limi­ta­dos para evi­tar­lo. Oba­ma reco­no­ció que, des­pués de las elec­cio­nes, todos los pro­ble­mas del mun­do eran vis­tos como su pro­pia res­pon­sa­bi­li­dad y que las per­so­nas decían: ‘Usted es la per­so­na más pode­ro­sa del mun­do. ¿Por qué no hace usted algo al respecto?’

“CAPÍTULO 2

“John Podes­ta, ex jefe de gabi­ne­te de Bill Clin­ton, esta­ba con­ven­ci­do de que la polí­ti­ca debía dise­ñar­se, orga­ni­zar­se y moni­to­rear­se a tra­vés de un sis­te­ma cen­tra­li­za­do en la Casa Blan­ca. Pero Oba­ma tenía en men­te a otro para el car­go: Rahm Emma­nuel, quien se con­vir­tió en el No. 3 de la Casa Blan­ca. Ambos eran de Chica­go pero no se cono­cían bien.

“Oba­ma, en su con­di­ción de can­di­da­to pre­si­den­cial, le había dicho a David Petraeus en Irak que le pidie­ra todo cuan­to él nece­si­ta­ra si final­men­te se con­ver­tía en coman­dan­te en jefe del ejér­ci­to. Oba­ma esta­ba pre­pa­ra­do para decir ‘no’ a lo que Bush había dicho ‘sí’.

“Petraeus casi rede­fi­nió el con­cep­to de gue­rra en un nue­vo manual de su auto­ría (Coun­te­ri­n­sur­gency Field Manual) que puso en prác­ti­ca en Irak. Su idea prin­ci­pal era que los Esta­dos Uni­dos no podían salir­se de la gue­rra. Tenían que pro­te­ger y ganar­se a la pobla­ción, vivir entre ellos, para que un gobierno esta­ble y com­pe­ten­te pudie­ra pros­pe­rar. El nue­vo sol­da­do, según él, debía ser un tra­ba­ja­dor social, un pla­ni­fi­ca­dor físi­co, un antro­pó­lo­go y un psicólogo.

“Petraeus tenía pocos hobbys (no pes­ca­ba, no caza­ba, no juga­ba golf). Podía pasar por un hom­bre de 35 años. Podía correr 5 millas en alre­de­dor de 30 minu­tos. Obtu­vo el gra­do de Doc­tor en la Uni­ver­si­dad de Prin­ce­ton. Su padre murió y él deci­dió per­ma­ne­cer en Irak para super­vi­sar la gue­rra. Los ira­quíes lo lla­man el Rey David. Algu­nos de sus cole­gas lo lla­man La Leyen­da de Irak. Pero la pre­si­den­cia de Oba­ma iba a cam­biar el esta­tus de Petraeus.

“CAPÍTULO 3

“El nue­vo Direc­tor de la CIA, Mike Hay­den, via­ja a Nue­va York para dis­cu­tir con el Pre­si­den­te de Pakis­tán, Asif Ali Zar­da­ri, sobre los ata­ques de los avio­nes no tri­pu­la­dos ‘Pre­da­tor’ en el inte­rior de ese país. La gran lec­ción apren­di­da en la Segun­da Gue­rra Mun­dial y en Viet Nam era que los ata­ques des­de el aire, inclu­so los bom­bar­deos masi­vos, no pue­den ganar una guerra.

“Los medios de pren­sa pakis­ta­níes se preo­cu­pa­ban por el núme­ro de víc­ti­mas civi­les. Pero la muer­te acci­den­tal de pakis­ta­níes era sólo par­te de la historia.

“En una reu­nión que sos­tu­vo Hay­den con el pre­si­den­te pakis­ta­ní, este últi­mo le dijo: ‘Mate a los prin­ci­pa­les. Los daños cola­te­ra­les les preo­cu­pan a uste­des, los esta­dou­ni­den­ses. A mí no me preo­cu­pan’. Zar­da­ri le daba así luz ver­de a la CIA y Hay­den agra­de­ció su apoyo.

“En una de sus lar­gas con­ver­sa­cio­nes, Oba­ma abor­dó el tema de Hillary Clin­ton con David Axel­rod, su prin­ci­pal ase­sor polí­ti­co y el más cer­cano a él. Éste le pre­gun­ta­ba a Oba­ma cómo podía con­fiar en Hillary. Oba­ma con­tes­tó. “Creo cono­cer­la bien. Si es par­te del equi­po, va a ser­nos fiel”. Ella se man­tu­vo al lado de su espo­so duran­te el escán­da­lo de Móni­ca Lewinsky y Oba­ma que­dó impre­sio­na­do por su resis­ten­cia. Él nece­si­ta­ba a alguien con la esta­tu­ra sufi­cien­te como para con­ver­tir­se en un actor prin­ci­pal en la esce­na internacional.

“La Clin­ton no esta­ba con­ven­ci­da de que ese pues­to sería para ella. No exis­tía nin­gu­na reser­va de con­fian­za entre el equi­po de ella y el de él.

“Vinie­ron des­pués los pro­ble­mas con su espo­so y los con­tri­bu­yen­tes de fuer­tes sumas para su biblio­te­ca pre­si­den­cial, su fun­da­ción y la Ini­cia­ti­va Glo­bal Clin­ton. Los abo­ga­dos de Oba­ma dije­ron que estas empre­sas no podían acep­tar dine­ro si Hillary era nom­bra­da Secre­ta­ria de Esta­do. Ella reco­no­cía que esto era un gran obs­tácu­lo pero que no envia­ría a Bill a vivir en una cue­va duran­te cua­tro u ocho años. ‘No voy a decir­le que can­ce­le las ope­ra­cio­nes que tie­ne en 26 paí­ses y que están sal­van­do vidas’, dijo ella. ‘No vale la pena’. Podes­ta le pro­me­tió que tra­ba­ja­rían en eso.

“Se pre­pa­ró un dis­cur­so don­de ella le daba las gra­cias a Oba­ma, por telé­fono, por haber­la teni­do en cuen­ta para el car­go, pero Podes­ta se encar­gó de que ambos no pudie­ran conectarse.

“El ‘no’ de Hillary se trans­for­ma­ba en un ‘qui­zás’. Mar­ke Penn, el prin­ci­pal estra­te­ga de su cam­pa­ña, pen­sa­ba que si se man­te­nía en el Depar­ta­men­to de Esta­do duran­te ocho años, esta­ría en la mejor posi­ción para nomi­nar­se como Pre­si­den­ta nue­va­men­te. Sólo ten­dría 69 años, la mis­ma edad de Reagan cuan­do asu­mió el poder.”

“CAPÍTULO 4

“James L. Jones, un Gene­ral reti­ra­do, con­si­de­ra­ba que el gobierno de Bush era asom­bro­sa­men­te des­or­ga­ni­za­do y peno­sa­men­te poco serio en lo que res­pec­ta a la paz en el Medio Orien­te. Jones dijo que el Con­se­jo de Segu­ri­dad de Bush care­cía de per­so­nal y era dis­fun­cio­nal, y que el ase­sor para la segu­ri­dad nacio­nal tenía que apli­car medi­das para garan­ti­zar un avan­ce razo­na­ble en el logro de los objetivos.

“Un sec­tor dema­sia­do amplio de la polí­ti­ca esta­ba en el módu­lo de pilo­to auto­má­ti­co, y el ase­sor de segu­ri­dad nacio­nal tenía que encon­trar la for­ma de lograr resul­ta­dos sin tener que con­tro­lar al deta­lle lo que los dife­ren­tes depar­ta­men­tos y agen­cias debían hacer. Oba­ma pre­gun­ta­ba cómo se debía lograr eso. Con­ven­za a sus subor­di­na­dos de que la visión de ellos es la suya, le reco­men­da­ba Jones. […] Oba­ma deci­dió que Jones fue­ra su ase­sor para la segu­ri­dad nacional.”

“Jones se sor­pren­dió de que Oba­ma lo nom­bra­ra para este car­go de tan­ta res­pon­sa­bi­li­dad y que con­fia­ra en alguien que ape­nas cono­cía. Jones pen­sa­ba que todo se basa­ba en las rela­cio­nes per­so­na­les, y él no man­te­nía tales rela­cio­nes con Obama.”

“El 26 de noviem­bre Bush con­vo­có una de las últi­mas reunio­nes del Con­se­jo de Segu­ri­dad Nacio­nal para ana­li­zar un infor­me muy secre­to sobre la gue­rra en Afga­nis­tán, ela­bo­ra­do por el tenien­te gene­ral del Ejér­ci­to Dou­glas Lute, cono­ci­do como el Zar de la Gue­rra. El infor­me con­clu­yó dicien­do que los Esta­dos Uni­dos no podrían man­te­ner­se en Afga­nis­tán a menos que se resol­vie­ran tres gran­des pro­ble­mas: mejo­rar la gober­na­bi­li­dad, dis­mi­nuir la corrup­ción y eli­mi­nar los san­tua­rios de los tali­ba­nes en Afganistán.”

Vie­ne aho­ra otro sor­pren­den­te epi­so­dio, tras el cual esta­ba la mano del gobierno de Esta­dos Uni­dos, demos­tran­do el ries­go del que nos habló hipo­té­ti­ca­men­te el autor de la teo­ría del “Invierno Nuclear”. Bas­ta­ría ‑nos dijo- una gue­rra entre Paquis­tán y la India, los dos paí­ses que menos armas ató­mi­cas poseen en el Gru­po de los 8 que per­te­ne­cen al “Club Nuclear”. Lo que se reve­la en el libro “Las gue­rras de Oba­ma”, demues­tra que cual­quier irres­pon­sa­bi­li­dad de la polí­ti­ca de Esta­dos Uni­dos pue­de con­du­cir a la catástrofe.

“Con­do­leez­za Rice no se sin­tió com­pla­ci­da con el infor­me. Bush deci­dió que no iba a hacer­lo públi­co. Pos­te­rior­men­te, 10 per­so­nas arma­das comen­za­ron a mero­dear por la ciu­dad india de Bom­bay, crean­do un espec­tácu­lo de caos y vio­len­cia trans­mi­ti­do en vivo por la tele­vi­sión duran­te 60 horas. Seis ciu­da­da­nos esta­dou­ni­den­ses resul­ta­ron muer­tos. La ope­ra­ción fue orga­ni­za­da por un gru­po cono­ci­do por la sigla LeT, que sig­ni­fi­ca el Ejér­ci­to de los Puros, y esta­ba sien­do finan­cia­do por la agen­cia de inte­li­gen­cia de Pakis­tán. Bush que­ría evi­tar ten­sio­nes entre la India y Pakis­tán. La base de su man­da­to era cero tole­ran­cias para los terro­ris­tas y sus alia­dos. El FBI se horro­ri­zó al ver que una ope­ra­ción de bajo cos­to con el uso de la alta tec­no­lo­gía había para­li­za­do a la ciu­dad de Bom­bay. Las ciu­da­des esta­dou­ni­den­ses tenían el mis­mo gra­do de vul­ne­ra­bi­li­dad. Un fun­cio­na­rio del FBI expre­só: ‘Bom­bay lo cam­bió todo.’

“CAPÍTULO 5

“Al asu­mir el car­go como direc­tor de la CIA, Hay­den había here­da­do una orga­ni­za­ción que, según él, pade­cía del ‘sín­dro­me del niño golpeado’.

“Oba­ma lo había con­vo­ca­do para una reu­nión de infor­ma­ción sobre las ope­ra­cio­nes encu­bier­tas. Hay­den con­si­de­ró que ésta era la opor­tu­ni­dad de pro­bar cuán gra­ves eran las ame­na­zas y cuán seria­men­te se las toma­ba la CIA. Se refi­rió a 14 ope­ra­cio­nes alta­men­te secre­tas, cuyo obje­ti­vo era lle­var a cabo ope­ra­cio­nes clan­des­ti­nas y leta­les con­tra el terro­ris­mo, impe­dir que Irán desa­rro­lla­ra armas nuclea­res, disua­dir a Corea del Nor­te de no fabri­car más armas nuclea­res, lle­var a cabo ope­ra­cio­nes con­tra la pro­li­fe­ra­ción en otros paí­ses, ope­rar de mane­ra inde­pen­dien­te o en apo­yo a los Esta­dos Uni­dos en Afga­nis­tán, apli­car una serie de ope­ra­cio­nes leta­les y otros pro­gra­mas en Irak, apo­yar los esfuer­zos clan­des­ti­nos en aras de dete­ner el geno­ci­dio en la región suda­ne­sa de Dar­fur, brin­dar­le a Tur­quía infor­ma­ción de inte­li­gen­cia para que impi­da que el Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res en el Kur­dis­tán esta­blez­can un encla­ve sepa­ra­tis­ta den­tro de Turquía.

“El 5 de enero de 2009 Hay­den se ente­ra, por un artícu­lo publi­ca­do por la ver­sión en línea del dia­rio The Washing­ton Post, que había sido sus­ti­tui­do como direc­tor de la CIA y en su lugar habían nom­bra­do a Leon Panet­ta. Hay­den con­si­de­ra­ba que ser reem­pla­za­do por un polí­ti­co era una humi­lla­ción per­so­nal. Panet­ta posee habi­li­da­des para cons­truir rela­cio­nes per­so­na­les. Hay­den, en su encuen­tro con Panet­ta, le advier­te: 1) Usted es el coman­dan­te de la nación en la gue­rra glo­bal con­tra el terro­ris­mo; 2) Cuen­ta con el mejor per­so­nal del gobierno fede­ral. 3) he leí­do algu­nos de sus artícu­los; no vuel­va a uti­li­zar las pala­bras CIA y tor­tu­ra en el mis­mo párra­fo. La tor­tu­ra es una felo­nía. Pue­de no gus­tar­te pero no digas nun­ca que hay tor­tu­ra. Legal­men­te la CIA no ha tor­tu­ra­do a nadie. McCon­nell le advir­tió a Panet­ta: ‘Tie­nes que enten­der la bata­lla que vas a tener que librar con la CIA, por­que ellos te ven como si fue­ras el enemigo.’

“CAPÍTULO 6

“Oba­ma le pide a Biden que via­je a Afga­nis­tán y a Pakis­tán antes de su inves­ti­du­ra como pre­si­den­te y le pide que lle­ve a un Repu­bli­cano. Lind­sey Graham, de Caro­li­na del Sur, es el seleccionado.

“Biden le dijo ofi­cial­men­te al Pre­si­den­te pakis­ta­ní cuál era la idea de Oba­ma: Afga­nis­tán sería su gue­rra; en bre­ve envia­ría más tro­pas, pero para ello nece­si­ta­ba tra­ba­jar de con­jun­to con Pakistán.

“Zar­da­ri por su par­te reco­no­ció no tener tan­ta expe­rien­cia como su difun­ta espo­sa, Bena­zir Bhut­to, pero que su misión no era dife­ren­te, y nece­si­ta­ba que los Esta­dos Uni­dos le ayu­da­ran a ganar un apo­yo sufi­cien­te en el plano interno; que exis­tía mucho anti-ame­ri­ca­nis­mo en el país…”

“Biden le advir­tió que para ello era nece­sa­rio que Zar­da­ri deja­ra de jugar en los dos ban­dos, pues la CIA pen­sa­ba que había mucha infor­ma­ción de inte­li­gen­cia que esta­ba sien­do uti­li­za­da para aler­tar a los cam­pa­men­tos de los terro­ris­tas en con­tra de los ata­ques de los avio­nes no tripulados.

“Biden y Graham par­tie­ron hacia Kabul. Des­pués de las elec­cio­nes de 2004 las rela­cio­nes de Kar­zai con los Esta­dos Uni­dos se habían tor­na­do muy volá­ti­les. Con fre­cuen­cia cri­ti­ca­ba a los esta­dou­ni­den­ses por el núme­ro de víc­ti­mas civi­les. Las evi­den­cias de corrup­ción en su gobierno y en su fami­lia exa­cer­ba­ban las ten­sio­nes con los Esta­dos Unidos.

“Biden le advir­tió a Kar­zai que no esta­ba intere­sa­do en hacer­le la vida difí­cil, pero que de él depen­día en gran medi­da el éxi­to de los Esta­dos Unidos.

“Kar­zai con­vo­có a varios miem­bros de su gabi­ne­te para que le infor­ma­sen direc­ta­men­te a Biden y a Graham lo que esta­ban hacien­do. A Kar­zai se le dijo que Oba­ma que­ría ayu­dar, pero que esa idea de levan­tar el telé­fono y lla­mar al Pre­si­den­te Oba­ma, como él hacía con Bush, ya no iba a ocu­rrir más. Biden le cri­ti­có a Kar­zai su inca­pa­ci­dad de gober­nar todo el país, su nega­ti­va a reco­rrer el país para crear con­sen­so entre las dife­ren­tes tri­bus, las casas sun­tuo­sas de los fun­cio­na­rios afga­nos cer­ca­nas al pala­cio pre­si­den­cial, sin dudas paga­das por los Esta­dos Uni­dos. ‘Usted es sólo el alcal­de de Kabul’, le dijo Biden a Karzai.

“Kar­zai les cri­ti­có el alto núme­ro de víc­ti­mas civi­les y Biden se com­pro­me­tió a mini­mi­zar­las, pero le advir­tió que tenía que estar con ellos en esta gue­rra; que si ésta no era una gue­rra para ellos, los Esta­dos Uni­dos no envia­rían más sol­da­dos. Kar­zai res­pon­dió que no esta­ba hacien­do nin­gu­na crí­ti­ca, sino hacién­do­les saber que exis­tía un problema.

“Biden sugi­rió tra­tar el asun­to en pri­va­do, no en una con­fe­ren­cia de pren­sa, y Kar­zai no esta­ba de acuer­do. Las víc­ti­mas civi­les eran un pro­ble­ma públi­co y Biden lo había deni­gra­do ante los miem­bros de su gabi­ne­te. Kar­zai advir­tió que el pue­blo afgano no lo iba a tole­rar; que los afga­nos debían ser sus alia­dos, no sus víc­ti­mas. El emba­ja­dor William Word inter­vino para decir que la con­ver­sa­ción había sido útil pero que demos­tra­ba que exis­tían frus­tra­cio­nes de ambas partes.

“Biden se entre­vis­tó con David McKier­nan, el jefe de las tro­pas esta­dou­ni­den­ses en Afga­nis­tán, quien le dijo que para ganar esa gue­rra era nece­sa­rio el envío de los 30 000 efec­ti­vos aún pen­dien­tes des­de el gobierno de Bush. Biden inda­gó acer­ca de Al Qae­da y David le res­pon­dió que no había vis­to ni un solo ára­be en dos años allí. Ello con­fir­ma­ba las sos­pe­chas de Biden: Al Qae­da, el moti­vo prin­ci­pal de esta gue­rra, era un pro­ble­ma pakistaní.

“Biden le reco­men­dó a Oba­ma tomar dis­tan­cia con Kar­zai. Graham le con­fe­só: ‘Sr. Pre­si­den­te, esta­mos per­dien­do esta gue­rra.’ Graham esta­ba con­ven­ci­do de que era impo­si­ble ganar la gue­rra en Afga­nis­tán si se per­día la gue­rra en Irak.

“CAPÍTULO 7

“La cere­mo­nia de inves­ti­du­ra de Oba­ma el 20 de enero estu­vo a pun­to de sus­pen­der­se. Infor­ma­ción de inte­li­gen­cia con­fia­ble indi­ca­ba que un gru­po de extre­mis­tas soma­líes pla­nea­ba ata­car a Oba­ma con explo­si­vos. Sin embar­go, toda la aten­ción se con­cen­tra­ba en el dis­cur­so de Oba­ma y en qué diría.

“El gene­ral Petraeus se encon­tra­ba nue­va­men­te en Afganistán.

“Oba­ma con­vo­có una reu­nión de su gru­po nacio­nal de segu­ri­dad el 21 de enero. La deci­sión cla­ve era nom­brar a Petraeus al fren­te del Coman­do Cen­tral. Oba­ma pidió que se le pro­pu­sie­ran tres opcio­nes acer­ca de la gue­rra en Irak. Orde­nó que se hicie­ra un estu­dio en 60 días para saber ‘cómo íba­mos a lle­gar a don­de que­ría­mos lle­gar’. Una de las opcio­nes a tener en cuen­ta, a soli­ci­tud el Pre­si­den­te, era el reti­ro de las tro­pas en un perío­do de 16 meses.

“Un equi­po de 80 per­so­nas comen­zó a estu­diar la situa­ción de Afga­nis­tán. Se ana­li­za­ron los inte­rro­ga­to­rios a los pri­sio­ne­ros, los repor­tes del cam­po de bata­lla, los regis­tros finan­cie­ros, la pro­pa­gan­da y los comu­ni­ca­dos emi­ti­dos por los talibanes.

“Al pre­gun­tar Petraeus qué se había encon­tra­do, Derek Har­vey, de la Agen­cia de Inte­li­gen­cia para la Defen­sa, le res­pon­dió que la situa­ción era como la de un cie­go ayu­dan­do a cami­nar a otro cie­go; que los Esta­dos Uni­dos tenían un gran des­co­no­ci­mien­to acer­ca de la insur­gen­cia afga­na, quién era el enemi­go y dón­de esta­ba, cómo veían ellos esta gue­rra y cuá­les eran sus moti­va­cio­nes. Se sabía dema­sia­do poco acer­ca del enemi­go como para tra­zar una estra­te­gia que con­du­je­se a la vic­to­ria. Har­vey tra­ta­ba de revo­lu­cio­nar la obten­ción de infor­ma­ción de inte­li­gen­cia y se dedi­có por ente­ro a ello. Él era de la opi­nión de que la gue­rra podía ganar­se, pero que el gobierno de los Esta­dos Uni­dos iba a tener que hacer gran­des com­pro­mi­sos duran­te muchos años; que qui­zás no iban a tener mucha acep­ta­ción entre los elec­to­res. ‘Yo creo que la gue­rra en Afga­nis­tán se pue­de hacer, pero no se pue­de ven­der’, expre­só Harvey.

“Oba­ma anun­ció que el envío de nue­vos efec­ti­vos ten­dría que anun­ciar­se como par­te de una nue­va estra­te­gia. Petraeus indi­có que los obje­ti­vos no se alcan­za­rían sin una mayor can­ti­dad de tro­pas, que no se podía con­tar sólo con los ata­ques de los avio­nes no tri­pu­la­dos. Petraeus insis­tió en el envío de los 30 000 efec­ti­vos. Oba­ma pre­gun­tó si era nece­sa­rio enviar todas esas tro­pas a la vez, y advir­tió que era nece­sa­rio antes con­tar con una estra­te­gia y que el Pre­si­den­te nece­si­ta­ba se le pro­pu­sie­ran las deci­sio­nes a tomar. El Pre­si­den­te pare­cía enten­der que esta gue­rra no se gana­ría en uno o dos años. El Pre­si­den­te aban­do­nó la reu­nión para cum­plir otros com­pro­mi­sos sin haber toma­do nin­gu­na deci­sión al res

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