Los cin­co, los doce- Car­lo Fabretti

Doce y cin­co: doce millo­nes de heroi­cos cuba­nos y cuba­nas ence­rra­dos duran­te cin­co déca­das en una isla físi­ca, polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y mediá­ti­ca por el blo­queo esta­dou­ni­den­se, el más bru­tal ase­dio de la his­to­ria, que ha cau­sa­do a Cuba pér­di­das del orden de un billón de dóla­res y cuyas víc­ti­mas mor­ta­les, direc­tas o indi­rec­tas, se cuen­tan por cien­tos de miles.

Las ambi­guas pro­me­sas elec­to­ra­lis­tas de Oba­ma no han alte­ra­do la situa­ción real: vul­ne­ran­do el dere­cho inter­na­cio­nal y sus pro­pias leyes, el Gobierno de Esta­dos Uni­dos man­tie­ne secues­tra­dos a los Cin­co y, a pesar de algu­nas medi­das cos­mé­ti­cas, el blo­queo a Cuba sigue sien­do igual de férreo; en algu­nos aspec­tos, inclu­so se ha endurecido.

El capi­ta­lis­mo es un mons­truo frac­tal, seme­jan­te a sí mis­mo a todos los nive­les, a todas las esca­las. Sus empre­sa­rios, sus poli­cías y sus jue­ces explo­tan, tor­tu­ran, secues­tran y ase­si­nan a los indi­vi­duos; sus mul­ti­na­cio­na­les, sus gober­nan­tes y sus ejér­ci­tos explo­tan, tor­tu­ran, secues­tran y ase­si­nan a pue­blos ente­ros; y sus apa­ra­tos mediá­ti­cos y sus inte­lec­tua­les a suel­do lo nie­gan, lo ter­gi­ver­san o lo jus­ti­fi­can en todos y cada uno de los círcu­los con­cén­tri­cos de la comu­ni­ca­ción y la cultura.

En con­se­cuen­cia, debe­mos ‑y pode­mos hacer­lo- com­ba­tir la bar­ba­rie capi­ta­lis­ta a todos los nive­les, a todas las esca­las, con la mis­ma ver­sa­ti­li­dad e insis­ten­cia de nues­tros enemi­gos, los enemi­gos de los pue­blos del mun­do. Las men­ti­ras mil veces repe­ti­das deben ser des­men­ti­das mil veces; las injus­ti­cias que se repi­ten cada día, cada día deben ser denunciadas.

La cau­sa de los Cin­co, ade­más de su dimen­sión huma­na, que de por sí bas­ta­ría para jus­ti­fi­car las más inten­sas y cons­tan­tes movi­li­za­cio­nes, se ha con­ver­ti­do en un impres­cin­di­ble refe­ren­te de la lucha con­tra los abu­sos del poder y en un ejem­plo espe­cial­men­te escan­da­lo­so de la corrup­ción polí­ti­ca, jurí­di­ca y mediá­ti­ca de la supues­ta demo­cra­cia esta­dou­ni­den­se. Luchar por la liber­tad de los Cin­co es, hoy más que nun­ca, luchar por la liber­tad de todo un pue­blo, de todos los pueblos.

Los Cin­co son la emba­ja­da moral y la per­fec­ta metá­fo­ra de un país dura­men­te, lar­ga­men­te cas­ti­ga­do por atre­ver­se a desa­fiar al Impe­rio y sus secua­ces, por atre­ver­se a demos­trar­le al mun­do, y muy espe­cial­men­te a Lati­noa­mé­ri­ca, que el socia­lis­mo es posi­ble, inclu­so en las con­di­cio­nes más adver­sas. Y que el capi­ta­lis­mo, inclu­so en las con­di­cio­nes más favo­ra­bles, solo es posi­ble si se per­mi­te que unos pocos explo­ten, tor­tu­ren, secues­tren y ase­si­nen a muchos. No siga­mos permitiéndolo.

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