La obe­dien­cia debi­da- Mikel Arizaleta

No resul­ta fácil “esta­ble­cer sobre la tor­tu­ra datos fia­bles por­que es algo que suce­de en las cloa­cas del poder, y cuan­to más gor­dos son los polí­ti­cos res­pon­sa­bles menos quie­ren cono­cer los deta­lles. «Me he ente­ra­do por la pren­sa», res­pon­día Gon­zá­lez o dicen ser estri­bi­llo incul­ca­do por ETA. En esto ape­nas se dife­ren­cian de muchos de nues­tros polí­ti­cos, de algu­nos alcal­des, perio­dis­tas, jue­ces y foren­ses. “La tor­tu­ra es un agu­je­ro negro poli­cial y jurí­di­co invi­si­ble” (Isaac Rosa).

“La socie­dad espa­ño­la… no sabe por­que no quie­re saber nada de la tor­tu­ra ins­ti­tu­cio­nal. Por­que le vie­ne muy bien no saber nada de la tor­tu­ra. Como le vie­ne muy bien no saber nada de pate­ras, de racis­mo, de xeno­fo­bia, de cár­ce­les, de mar­gi­na­li­dad» (Javier Ortiz). Hace daño y due­le hablar a dia­rio, ser ami­go de tor­tu­ra­do­res, tener que echar­les en cara, tomar una copa con ellos, son­reír­les, diver­tir­se con sus gra­cias. Se jus­ti­fi­ca, se guar­da silen­cio y se cola­bo­ra pasi­va­men­te. Y uno se jus­ti­fi­ca ata­can­do al enemi­go, con­de­nan­do al lejano, escri­bien­do sobre las tor­tu­ras fue­ra, en Irak o Marrue­cos… Ilus­tra­ti­vo a este res­pec­to el artícu­lo de Blas López-Angu­lo “Jus­ti­fi­ca­cio­nes del poder” y sus referencias.

Ugaitz Eli­za­ran fue uno de los nue­ve dete­ni­dos de madru­ga­da días atrás. Ase­gu­ra que han sido más de una vein­te­na las sesio­nes de “la bol­sa” que ha teni­do que pade­cer duran­te su inco­mu­ni­ca­ción, y le resul­ta difí­cil decir las nume­ro­sas veces que se cayó al sue­lo por la fal­ta de oxí­geno. Denun­cia que los agen­tes apre­ta­ron con fuer­za la bol­sa y que inclu­so en una oca­sión le colo­ca­ron una toa­lla alre­de­dor para mul­ti­pli­car la sen­sa­ción de aho­go. El vecino de Intxau­rron­do ha rela­ta­do que mien­tras le prac­ti­ca­ban “la bol­sa” le ata­ron las manos hacia atrás, envol­vien­do su cuer­po con goma espu­ma, mien­tras varios guar­dias civi­les se le sen­ta­ban enci­ma; refie­re que lle­gó a per­der en un momen­to has­ta la vis­ta. Los gol­pes y la obli­ga­to­rie­dad de hacer ejer­ci­cios físi­cos no cesó ni mien­tras le apli­ca­ban “la bol­sa”. Las ame­na­zas con­tra sus alle­ga­dos han sido una cons­tan­te y le han hecho creer que su com­pa­ñe­ra esta­ba tam­bién dete­ni­da, mos­trán­do­le inclu­so un foto­mon­ta­je con este fin.

Ugaitz nos habla de la tor­tu­ra del Esta­do de Zapa­te­ro, de la tor­tu­ra socia­lis­ta, de la cobar­día en nues­tros días de Ayun­ta­mien­tos, Jun­tas gene­ra­les, perió­di­cos, radios, tele­vi­sio­nes, par­ti­dos… En defi­ni­ti­va, del silen­cio cóm­pli­ce ante “nues­tra” tortura.

La bil­bai­na San­dra Barre­netxea fue dete­ni­da la sema­na pasa­da por la guar­dia­ci­vil, y tam­bién de madru­ga­da. Cuen­ta que fue des­po­ja­da de su ropa en el tra­yec­to a Madrid, sien­do tras­la­da­da des­nu­da de cin­tu­ra para arri­ba y entre insul­tos, gol­pes y toca­mien­tos en los pechos. Un guar­dia civil lle­gó a arran­car­le los pan­ta­lo­nes mien­tras que la for­za­ba para que abrie­se las pier­nas y otro no deja­ba de gol­pear­le en la cabe­za. La veci­na de Bil­bo denun­cia que fue obli­ga­da a per­ma­ne­cer todos los inte­rro­ga­to­rios en bra­gas y ame­na­za­da con ser vio­la­da en más de una oca­sión. En uno de los inte­rro­ga­to­rios indi­ca que «me sen­ta­ron en una mesa y me obli­ga­ron a apo­yar la par­te supe­rior del cuer­po con­tra el mue­ble, mien­tras que me envol­vían la par­te tra­se­ra con una cuer­da y me echa­ban agua fría a la entre­pier­na. En esta pos­tu­ra no deja­ban de ama­gar con violarme».

Tene­mos en Bil­bao un alcal­de, Iña­ki Azku­na, duro, chu­les­co con los top-man­ta, que estig­ma­ti­za a quie­nes lle­van nava­ja en el bol­si­llo, fuman porros, duer­men en la calle o que­man con­te­ne­do­res, y es perro mudo, calla y cola­bo­ra con la guar­dia­ci­vil cuan­do sus con­ciu­da­da­nos son tor­tu­ra­dos como San­dra. Es, como decía el filó­so­fo fran­cés Jac­ques Ran­ciè­re, no sólo inca­paz de con­tra­rres­tar los efec­tos des­truc­to­res de la libre cir­cu­la­ción de capi­ta­les para las comu­ni­da­des que tie­ne a su car­go sino fir­me cola­bo­ra­dor, pero duro y sinies­tro en la estig­ma­ti­za­ción de per­so­nas. Sus entre­vis­tas y dis­cur­sos lle­van el sabor de otro alcal­de de Bil­bao, José María de Areil­za, solo el rema­te es dis­tin­to, no sue­nan aque­llos gri­tos de rigor, tan en boga por enton­ces en el Botxo de: ¡Viva el Füh­rer!, ¡Viva Mus­so­li­ni!, ¡Viva Fran­co!, ¡Arri­ba España!

Se refu­gian en el cla­mor, en la pre­sión social… para jus­ti­fi­car su pro­ce­der y sus leyes terro­ris­tas; argu­men­tan des­de la uni­ver­sa­li­dad ciu­da­da­na y la igual­dad ante la ley para, en la prác­ti­ca, crear dis­cri­mi­na­cio­nes, estig­ma­ti­zar a gru­pos y robar­les dere­chos. Son ellos los crea­do­res de terror, del terro­ris­mo de esta­do, su terro­ris­mo inte­lec­tual; son ellos los que crean el terror y el mie­do entre las gen­tes para lue­go jus­ti­fi­car sus leyes terro­ris­tas. Son cose­cha pro­pia. Son ellos los que crean orga­nis­mos que piden tor­tu­ra para lue­go crear espa­cios de impu­ni­dad y vio­la­ción; son sus fis­ca­les, sus poli­cías, guar­dia­ci­vi­les, jue­ces y alcal­des quie­nes se acer­can hin­cha­dos de terror y pre­po­ten­cia a las tres de la maña­na a las casas pudien­do hacer­lo a las doce del medio­día y en el pues­to de tra­ba­jo, quie­nes actúan impu­ne­men­te, para lue­go apli­car­les sus leyes terro­ris­tas de la bol­sa, toca­mien­tos obs­ce­nos, tor­tu­ra y violación.

En el expe­ri­men­to, lle­va­do a cabo en los años 60 por el psi­có­lo­go Stan­ley Mil­gram, apa­re­ce ya la teo­ría de la cosi­fi­ca­ción (agen­tic sta­te), según la cual la esen­cia de la obe­dien­cia con­sis­ti­ría en el hecho de que una per­so­na se mira a sí mis­ma como un ins­tru­men­to que rea­li­za los deseos de otra per­so­na y por lo tan­to no se con­si­de­ra a sí mis­mo res­pon­sa­ble de sus actos. Este es el fun­da­men­to del res­pe­to mili­tar a la auto­ri­dad: los sol­da­dos segui­rán, obe­de­ce­rán y eje­cu­ta­rán órde­nes e ins­truc­cio­nes dic­ta­das por los supe­rio­res, con el enten­di­mien­to de que la res­pon­sa­bi­li­dad de sus actos recae en el man­do de sus supe­rio­res jerárquicos.

“¿Podría una per­so­na nor­mal lle­gar a tor­tu­rar o ase­si­nar a alguien sólo por obe­de­cer órde­nes o ten­dría­mos que lle­gar a la con­clu­sión de que se tra­ta de un per­tur­ba­do? Cuan­do un psi­có­lo­go lla­ma­do Mil­gram tra­tó de res­pon­der a esta pre­gun­ta, él mis­mo que­dó sor­pren­di­do ante los resultados”.

No otro es el com­por­ta­mien­to de todos estos per­so­na­jes de medio pelo, que pulu­lan por los pues­tos judi­cia­les, ins­ti­tu­cio­na­les, de pren­sa, radio y tele­vi­sión, en las ofi­ci­nas de pren­sa de par­ti­dos. Son corre­vei­di­les de la razón de un Esta­do tor­tu­ra­dor. Nazis con Hitler, fran­quis­tas con Fran­co, socia­lis­tas con Zapa­te­ro, pero todos ellos torturadores.

Los abo­ga­dos irlan­de­ses Niall Murphy y John Finu­ca­ne salie­ron horro­ri­za­dos de la pri­sión madri­le­ña de Soto del Real tras escu­char de pri­me­ra mano los rela­tos de tor­tu­ra por par­te de 3 de los 9 dete­ni­dos la sema­na pasa­da, Egoitz Gar­men­dia, San­dra Barre­netxea y Eneko Com­pains, a quie­nes vie­ron ago­ta­dos y angus­tia­dos. Los abo­ga­dos irlan­de­ses se sien­ten indig­na­dos de que una «demo­cra­cia moder­na» como la euro­pea per­mi­ta casos de esta gravedad.

Pero hoy sabe­mos, ellos y noso­tros, que su obe­dien­cia debi­da no les res­ta res­pon­sa­bi­li­dad ni, tam­po­co, su silencio.

Mi abra­zo soli­da­rio a los y las tor­tu­ra­das Egoitz Gar­men­dia, Aniaiz Ariz­na­ba­rre­ta, Eri­ka Bil­bao, Rosa Iriar­te, Urko Aier­be, Ugaitz Eli­za­ran, Jose Alda­so­ro, San­dra Barre­netxea y Eneko Compains.

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