El eus­ke­ra, el latín del paleo­lí­ti­co euro­peo- Aitzol Altuna

“La raza de Cro­mag­non esta­ba exten­di­da y el arte rupes­tre fran­co-can­tá­bri­co, tie­nen un área bas­tan­te pare­ci­da. Y es un área que coin­ci­de en cier­to modo con la máxi­ma expan­sión del eus­ke­ra, la len­gua vas­ca. Exis­ten, en efec­to, mapas que hace el lin­güis­ta, el que hace el pre­his­to­ria­dor y el que hace el bió­lo­go con res­pec­to al tipo humano, que resul­ta que se super­po­nen y coin­ci­den bas­tan­te bien en este sen­ti­do” Jesús Altu­na, his­to­ria­dor y antro­pó­lo­go, (en el libro “La pelo­ta vasca”). 

Es evi­den­te, por las más de 150 cue­vas halla­das, que en Bas­ko­nia –entre los ríos Garo­na y el Ebro- duran­te el Paleo­lí­ti­co supe­rior (30.000 al 10.000 a. C.), se dio una cul­tu­ra don­de se desa­rro­lló la pin­tu­ra, al arte orna­men­tal (como hue­sos alar­ga­dos y pla­nos de caba­llos con dos ori­fi­cios de sus­pen­sión para col­gár­se­los que se encuen­tran en todo el Piri­neo has­ta Picos de Euro­pa y que datan del mag­da­le­nien­se), la escul­tu­ra (peque­ñas Venus, falos, y otros ele­men­tos orna­men­ta­les) y la músi­ca (hue­so con tres agu­je­ros encon­tra­do en Istu­ritz –Baja Navarra‑, de la épo­ca auri­ña­cien­se de entre 20.000 y 40.000 años de anti­güe­dad ya men­cio­na­do). Serían los ves­ti­gios artís­ti­cos más anti­guos de la huma­ni­dad des­pués de los encon­tra­dos a los abo­rí­ge­nes australianos.

En Euro­pa estas artes, en el Paleo­lí­ti­co supe­rior, se die­ron exclu­si­va­men­te en Bas­ko­nia y cor­ni­sa can­tá­bri­ca. Sin embar­go el arte orna­men­tal y las famo­sas Venus sí se dan al Este de ese terri­to­rio, pero las data­cio­nes de los res­tos halla­dos son más recien­tes que las encon­tra­das en Bas­ko­nia (en el País Vas­co actual sólo se han encon­tra­do en Gipuz­koa, Deba, Prai­le Aitz I, en gran can­ti­dad y de gran belleza).

Lo mis­mo ocu­rre con el arte rupes­tre, en Euro­pa sólo apa­re­ce al sur de Bas­ko­nia y en la cor­ni­sa can­tá­bri­ca, con data­cio­nes mucho más recien­tes siem­pre, es el cono­ci­do arte levan­tino (7.000 al 1.500 a. C.).

“Lo que cabe duda es que la región de nues­tro cere­bro don­de resi­den la capa­ci­da­des artís­ti­cas y crea­ti­vas y el sim­bo­lis­mo y adqui­rie­ron hace unos 30.000 años una com­ple­ji­dad simi­lar a la que posee­mos en la actua­li­dad” (José María Ber­mú­dez De Cas­tro, Direc­tor del Cen­tro Nacio­nal de Inves­ti­ga­ción sobre Evo­lu­ción Huma­na, Burgos).

Pare­ce lógi­co pen­sar que hubo una expan­sión del arte orna­men­tal y de las escul­tu­ras venu­sia­nas des­de Bas­ko­nia hacia el Este (nor­mal­men­te siguien­do las cuen­cas de los gran­des ríos) y del arte rupes­tre hacia el Sur, en este caso mez­cla­do con nue­vas gen­tes doli­co­cé­fa­las (de cabe­zas alar­ga­das) veni­das pro­ba­ble­men­te del nor­te de Áfri­ca: los cap­sien­ses, que tam­bién ocu­pa­ron zonas de Ita­lia, Sici­lia y que por Cata­lun­ya lle­ga­ron a Fran­cia, con los cua­les toman con­tac­to con los pue­blos pre­bas­ko­nes que se había expan­sio­na­do hacia el Sur en bus­ca de un cli­ma más benigno; los cap­sien­ses vie­nen a Euro­pa tras el ini­cio de la dese­ca­ción del Saha­ra pro­du­ci­da en esos siglos. De hecho, en el nor­te de Áfri­ca pre­ci­sa­men­te (cuan­do el Saha­ra era un ver­gel como lo demues­tran las pin­tu­ras pre­his­tó­ri­cas), se han encon­tra­do nume­ro­sas cue­vas con este arte rupes­tre, cuya data­ción es pos­te­rior a las del levan­te y por tan­to a las encon­tra­das en Bas­ko­nia y la cor­ni­sa cantábrica.

Esos vas­cos o pre­bas­ko­nes lle­va­rían con­si­go ade­más su idio­ma: el eus­ke­ra (pro­to­eus­ke­ra), lo que deja­ría su ves­ti­gio en los idio­mas con los que man­tu­vie­ron contacto.

Las regio­nes del mun­do don­de sólo se vivía de la caza y la reco­lec­ción de fru­tos sil­ves­tres (como era el caso de Euro­pa y del nor­te del Áfri­ca mag­da­le­nien­se, hace más de 10.000 años), las len­guas eran pocas y muy exten­di­das, al con­tra­rio de lo que ocu­rría don­de la agri­cul­tu­ra esta­ba intro­du­ci­da. La agri­cul­tu­ra nació, como es sabi­do, entre el Tigris y el Eufra­tes en el III mile­nio a. C., en Meso­po­ta­mia (o “Tie­rra Media” tie­rra entre el Tigris y el Eúfra­tes), Asia, lue­go se expan­dió hacia Egip­to, Chi­na y la India, y muy poco a poco por todo el mundo.

Se cree que en éstas épo­cas de caza­do­res, no pasa­rían de 300 los idio­mas del mun­do (fren­te a los 6.700 actua­les, de los cua­les sólo el 3% se hablan en Euro­pa). Idio­mas de un terri­to­rio redu­ci­do que vería mul­ti­pli­ca­da el área de influen­cia a tra­vés de inmi­gra­cio­nes de sus hablan­tes en bus­ca de caza, debi­do a lo poco pobla­do de los nue­vos territorios.

El endu­re­ci­mien­to del cli­ma podría expli­car esta bús­que­da de nue­vos terri­to­rios. Se sabe, por los ani­ma­les que se caza­ban en la épo­ca del arte rupes­tre pre­bas­kón, que el cli­ma era este­pa­rio y de tun­dra en otras épo­cas, sin embar­go, los pin­ta­dos en el arte levan­tino corres­pon­den a ani­ma­les afri­ca­nos actua­les. Se pue­de dedu­cir de ello que un cam­bio de cli­ma y super­po­bla­ción pro­pi­ció que algu­nos caza­do­res bus­ca­ran luga­res más cáli­dos al Sur y que otros siguie­ran a los ani­ma­les que esta­ban acos­tum­bra­dos a cazar hacia Nores­te, al inte­rior euro­peo, los demás se que­da­rían en Bas­ko­nia y la cor­ni­sa cantábrica.

Los estu­dios actua­les van aún más lejos, como se reco­ge en este artícu­lo del 20 de noviem­bre del 2002 del perió­di­co “El Correo”: “El ADN es el sopor­te mole­cu­lar del patri­mo­nio gené­ti­co y el mito­con­drial se carac­te­ri­za por ser trans­mi­ti­do exclu­si­va­men­te por las muje­res. Los equi­pos de Mar­tin Richards, de la Uni­ver­si­dad ingle­sa de Hud­ders­field, de Anto­nio Torro­ni, de la de Pavia, y de Hans Jür­gen Ban­delt, de la de Ham­bur­go, entre otros, han par­ti­ci­pa­do en un gran cen­so del ADN mito­con­drial a tra­vés de toda Europa.

La épo­ca en que apa­re­cie­ron las diver­sas muta­cio­nes detec­ta­das y el repar­to actual de los ADN mito­con­dria­les han per­mi­ti­do esta­ble­cer los gran­des flu­jos migra­to­rios en el pobla­mien­to pre­his­tó­ri­co del Vie­jo Con­ti­nen­te. Esta base docu­men­tal ha ser­vi­do de mar­co de refe­ren­cia al estu­dio de Peter Fors­ter, espe­cia­lis­ta en gené­ti­ca de la Uni­ver­si­dad de Cam­brid­ge, y Eli­sa­beth Hamel, que tra­ba­ja des­de hace cua­tro años en estas cuestiones.

Su apor­ta­ción ha con­sis­ti­do en ana­li­zar los ADN mito­con­dria­les actua­les de una mues­tra alea­to­ria de 10.000 euro­peos y en recons­truir su árbol genea­ló­gi­co. Los resul­ta­dos mues­tran que el 75% de los indi­vi­duos estu­dia­dos poseen hue­llas de un ADN mito­con­drial de tipo bas­kón. «Con­clui­mos que los habi­tan­tes de Euro­pa serían los des­cen­dien­tes de un gru­po rela­ti­va­men­te loca­li­za­do de hom­bres y muje­res que habrían habi­ta­do en la región que envuel­ve el actual País Vas­co, hace unos 20.000 años aproximadamente».

Esa data­ción corres­pon­de a la últi­ma gran gla­cia­ción (Würm, 10.000 antes de nues­tra Era). Para esca­par del frío, un gru­po de hom­bres de Cro­ma­ñón se refu­gió Bas­ko­nia. Cuan­do el cli­ma vol­vió a ser benigno, a par­tir de hace 15.000 años, «los pue­blos (pre)baskones se fue­ron del País Vas­co (sic) para vol­ver a los terri­to­rios aban­do­na­dos» y des­ha­bi­ta­dos, expo­nen. Gor­ka San Mar­tín habla del «Efec­to Föhen», rela­cio­na­do con el vien­to sur tras­ver­sal que hace que lo que sería la Bas­ko­nia Con­ti­nen­tal aumen­ta­ra la tem­pe­ra­tu­ra has­ta 12 gra­dos, sobre todo en oto­ño e invierno que es cuan­do se pro­du­ci­ría este fenó­meno más a menudo.

Fors­ter y Hamel afir­man que sus estu­dios gené­ti­cos «mues­tran que estos hom­bres y muje­res se des­ple­ga­ron a par­tir del País Vas­co y se exten­die­ron por toda Euro­pa». «Su ADN mito­con­drial es el más fre­cuen­te en el País Vas­co, pero se encuen­tra tam­bién, según una espe­cie de “degra­da­ción” (con una fre­cuen­cia en dis­mi­nu­ción), en Ale­ma­nia, en Ita­lia o en Espa­ña», seña­lan. Una ter­ce­ra ola migra­to­ria se pro­du­jo hace menos de 10.000 años, «úni­ca­men­te cuan­do los hie­los se reti­ra­ron del nor­te de Escan­di­na­via», añaden.

La pis­ta gené­ti­ca de estas migra­cio­nes se pue­de seguir median­te las muta­cio­nes del ADN de tipo bas­kón al cabo de los mile­nios. La pri­me­ra, deno­mi­na­da “pre‑V”, se pro­du­jo hace más de 20.000 años y, aun­que rela­ti­va­men­te rara, está pre­sen­te en un cier­to núme­ro de focos ais­la­dos en Sici­lia, Marrue­cos, Espa­ña, Ser­bia y Ucrania.

La segun­da muta­ción -“V”, sur­gi­da hace poco más de 15.000 años, en el perío­do gla­cial- se encuen­tra en toda Euro­pa, inclu­so en el nor­te de Áfri­ca, y su foco emer­gen­te está cen­tra­do en el País Vas­co. La últi­ma varian­te apa­re­ció hace menos de 10.000 años y está muy con­cen­tra­da en Escan­di­na­via, don­de los hom­bres que la por­ta­ban se esta­ble­cie­ron muy tar­día­men­te tras la reti­ra­da de los hielos”.

Según se des­cri­be en un artícu­lo del Dia­rio Vas­co del 13 de octu­bre del 2003: “Hace diez mil años, poco des­pués de la últi­ma gla­cia­ción, las poco más de 3.000 fami­lias que habi­ta­ban las ver­tien­tes mon­ta­ño­sas más pró­xi­mas al Can­tá­bri­co tra­ta­ban de sobre­vi­vir cazan­do renos, cier­vos, bison­tes y caba­llos. Reco­lec­ta­ban fru­tos y bayas y, cuan­do lle­ga­ba la tem­po­ra­da, espe­ra­ban la migra­ción de los sal­mo­nes para dar­se el gran atra­cón. Ves­tían tra­jes de pie­les cur­ti­das, cal­za­ban botas del mis­mo mate­rial y usa­ban arpo­nes con pun­ta de hue­so y sofis­ti­ca­das hachas de sílex. Era tiem­po de frío, de refu­giar­se en caba­ñas de tron­cos y techos de paja y de vivir en caver­nas como la de San­ti­ma­mi­ñe o Are­na­za. (…) Los vas­cos de la épo­ca habla­rían un pre­ce­den­te muy pri­mi­ti­vo del eus­ke­ra y se agru­pa­rían en tri­bus y cla­nes fami­lia­res. (…) Pero, tal vez, lo más rele­van­te de la inves­ti­ga­ción es com­pro­bar de qué modo se fue­ron expan­dien­do aque­llos pri­me­ros pobla­do­res que vivían cer­ca del mar. Duran­te las gla­cia­cio­nes, y debi­do a lo extre­mo del cli­ma, las tie­rras al sur de los mon­tes Gor­bea, Anbo­to, Aitz­go­rri, Ara­lar y de los Piri­neos esta­ban des­po­bla­das. Cuan­do remi­te el frío, los ante­pa­sa­dos de los vas­cos empie­zan a colo­ni­zar nue­vos terri­to­rios”. En San­ti­ma­mi­ñe se cree que de con­ti­nuo vivi­rían entre 15 – 30 per­so­nas sien­do la habi­tual entre 15 y 40 en todas las cue­vas vas­cas de la épo­ca magdaleniense.

Esta teo­ría bas­tan­te desa­rro­lla­da y empí­ri­ca, podría expli­car la rela­ción del eus­ke­ra con el íbe­ro, el bere­ber o con el geor­giano o el cir­ca­siano, y los topó­ni­mos del nor­te y sur de Ita­lia (con cue­vas de arte rupes­tre pos­te­rio­res a la de la zona pro­to­vas­ca), pues en esa hui­da hacia el Este muy posi­ble­men­te lle­ga­ron esas gen­tes a los Alpes y al Cáu­ca­so; lo abrup­to de sus mon­ta­ñas per­mi­tió la super­vi­ven­cia de esos idio­mas, empa­ren­ta­dos con el eus­ke­ra, de inva­sio­nes pos­te­rio­res. Y tam­bién expli­ca­ría los topó­ni­mos vas­cos en sitios tan ale­ja­dos como Sici­lia, Esco­cia o Irlan­da (el Canal de la Man­cha esta­ba con­ge­la­do), lo que deja­ría algu­na hue­lla en muchos idio­mas de inva­sio­nes pos­te­rio­res sin que ello sig­ni­fi­que que el eus­ke­ra sea raíz de aque­llos o que estén empa­ren­ta­dos, lo cual está lejos de estar probado.

Los sitios don­de se han encon­tra­do pin­tu­ras rupes­tres y arte orna­men­tal son: sobre todo Bas­ko­nia, don­de está la man­cha más oscu­ra y cen­tro de expan­sión, y des­pués, a tra­vés de los gran­des ríos lle­ga­rían a las cor­di­lle­ras mon­ta­ño­sas: cuen­cas del Tajo, Ebro, Gua­dia­na, Ródano, Tíber, Po, Rin, Danu­bio, Sie­rra Neva­da, zona de Gan­día –Alicante‑, Alpes, sur de Ita­lia, zona de Fog­gia, nor­te de Sici­lia y los Cárpatos.

Estos terri­to­rios coin­ci­den ade­más con las áreas de expan­sión del hom­bre de Cro-Magnon.

Los ele­men­tos vas­cos en el bere­ber se debe­rían a con­tac­tos de los «pro­to­bas­ko­nes» del levan­te y aun a irrup­cio­nes de algu­nos caza­do­res pro­to­bas­ko­nes en el nor­te afri­cano. Habrían ocu­rri­do en las pos­tri­me­rías del paleo­lí­ti­co supe­rior en con­so­nan­cia con la fecha dada por Swa­desh («Tras la hue­lla lin­güís­ti­ca de la pre­his­to­ria» publi­ca­do por la uni­ver­si­dad de Méxi­co) y los tes­ti­mo­nios de la arqueo­lo­gía (pin­tu­ras rupes­tres de Parpalló).

El bere­ber habría here­da­do ese «pro­to­vas­co» de su ante­ce­sor el líbi­co, que sería la gen­te con la que se habría pro­du­ci­do el con­tac­to, pues los bere­be­res recaen en el nor­te de Áfri­ca en épo­ca tar­día, ya roma­na, asen­tán­do­se en terri­to­rio de los ante­rio­res mau­ri­ta­nos, que habrían deja­do en el bere­ber las pala­bras que posee éste idio­ma en sus dife­ren­tes dia­lec­tos y que no pro­vie­nen del cad­mi­to-semí­ti­co, la base del bere­ber. El con­tac­to inclu­so podría haber teni­do lugar des­de la zona itá­li­co-cala­bre­sa don­de se han des­cu­bier­to pin­tu­ras de fac­tu­ra pro­to­vas­ca de fina­les del paleo­lí­ti­co, pero las dis­tan­cias son mayo­res y pare­ce menos probable.

El con­tac­to entre los cau­cá­si­cos, en par­ti­cu­lar con el geor­giano y con el cir­ca­siano, se debe­ría a la irrup­ción de los pro­to­bas­ko­nes paleo­lí­ti­cos por el cen­tro euro­peo hacia el medio orien­te que hemos comen­ta­do y como con­fir­ma el estu­dio léxi­co esta­dís­ti­co de Swadesh.

La situa­ción cen­tral del eus­ke­ra paleo­lí­ti­co expan­sio­nán­do­se por toda Euro­pa expli­ca las rela­cio­nes dis­tin­tas y suce­si­vas con pue­blos tan dis­tan­tes como los cau­cá­si­cos y los bere­be­res; que el eus­ke­ra esté empa­ren­ta­do con el geor­giano y con el bere­ber según Swa­desh pero no estos entre sí con­vier­ten al eus­ke­ra en un idio­ma puen­te entre ellos.

El pro­to­vas­co, o pro­to­eus­ke­ra, sería el núcleo de irra­dia­ción lin­güís­ti­co-cul­tu­ral en lugar de un recep­tácu­lo. El pro­to­eus­ke­ra habría sido en su épo­ca de esplen­dor una espe­cie de latín de su mun­do paleolítico.

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