Con­tra el buro­cra­tis­mo – Ernes­to Che Gebara

Archivo Che Guevara

Nues­tra Revo­lu­ción fue, en esen­cia, el pro­duc­to de un movi­mien­to gue­rri­lle­ro que ini­ció la lucha arma­da con­tra la tira­nía y la cris­ta­li­zó en la toma del poder. Los pri­me­ros pasos como Esta­do Revo­lu­cio­na­rio, así como toda la pri­mi­ti­va épo­ca de nues­tra ges­tión en el gobierno, esta­ban fuer­te­men­te teñi­dos de los ele­men­tos fun­da­men­ta­les de la tác­ti­ca gue­rri­lle­ra como for­ma de admi­nis­tra­ción esta­tal. El «gue­rri­lle­ris­mo» repe­tía la expe­rien­cia de la lucha arma­da de las sie­rras y los cam­pos de Cuba en las dis­tin­tas orga­ni­za­cio­nes admi­nis­tra­ti­vas y de masas, y se tra­du­cía en que sola­men­te las gran­des con­sig­nas revo­lu­cio­na­rias eran segui­das (y muchas veces inter­pre­ta­das en dis­tin­tas mane­ras) por los orga­nis­mos de la admi­nis­tra­ción y de la socie­dad en gene­ral. La for­ma de resol­ver los pro­ble­mas con­cre­tos esta­ba suje­ta al libre arbi­trio de cada uno de los dirigentes.

Por ocu­par todo el com­ple­jo apa­ra­to de la socie­dad, los cam­pos de acción de las «gue­rri­llas admi­nis­tra­ti­vas» cho­ca­ban entre sí, pro­du­cién­do­se con­ti­nuos roces, órde­nes y con­tra­ór­de­nes, dis­tin­tas inter­pre­ta­cio­nes de las leyes, que lle­ga­ban, en algu­nos casos, a la répli­ca con­tra las mis­mas por par­te de orga­nis­mos que esta­ble­cían sus pro­pios dic­ta­dos en for­ma de decre­tos, hacien­do caso omi­so del apa­ra­to cen­tral de direc­ción. Des­pués de un año de dolo­ro­sas expe­rien­cias lle­ga­mos a la con­clu­sión de que era impres­cin­di­ble modi­fi­car total­men­te nues­tro esti­lo de tra­ba­jo y vol­ver a orga­ni­zar el apa­ra­to esta­tal de un modo racio­nal, uti­li­zan­do las téc­ni­cas de la pla­ni­fi­ca­ción cono­ci­das en los her­ma­nos paí­ses socialistas.

Como con­tra medi­da, se empe­za­ron a orga­ni­zar los fuer­tes apa­ra­tos buro­crá­ti­cos que carac­te­ri­zan esta pri­me­ra épo­ca de cons­truc­ción de nues­tro Esta­do socia­lis­ta, pero el ban­da­zo fue dema­sia­do gran­de y toda una serie de orga­nis­mos, entre los que se inclu­ye el Minis­te­rio de Indus­trias, ini­cia­ron una polí­ti­ca de cen­tra­li­za­ción ope­ra­ti­va, fre­nan­do exa­ge­ra­da­men­te la ini­cia­ti­va de los admi­nis­tra­do­res. Este con­cep­to cen­tra­li­za­dor se expli­ca por la esca­sez de cua­dros medios y el espí­ri­tu anár­qui­co ante­rior, lo que obli­ga­ba a un celo enor­me en las exi­gen­cias de cum­pli­mien­to de las direc­ti­vas. Para­le­la­men­te, la fal­ta de apa­ra­tos de con­trol ade­cua­dos hacía difí­cil la correc­ta loca­li­za­ción a tiem­po de las fallas admi­nis­tra­ti­vas, lo que ampa­ra­ba el uso de la «libre­ta». De esta mane­ra, los cua­dros más cons­cien­tes y los más tími­dos fre­na­ban sus impul­sos para atem­pe­rar­los a la mar­cha del len­to engra­na­je de la admi­nis­tra­ción, mien­tras otros cam­pea­ban toda­vía por sus res­pe­tos, sin sen­tir­se obli­ga­dos a aca­tar auto­ri­dad algu­na, obli­gan­do a nue­vas medi­das de con­trol que para­li­za­ran su acti­vi­dad. Así comien­za a pade­cer nues­tra Revo­lu­ción el mal lla­ma­do burocratismo.

El buro­cra­tis­mo, evi­den­te­men­te, no nace con la socie­dad socia­lis­ta ni es un com­po­nen­te obli­ga­do de ella. La buro­cra­cia esta­tal exis­tía en la épo­ca de los regí­me­nes bur­gue­ses con su cor­te­jo de pre­ben­das y de laca­yis­mo, ya que a la som­bra del pre­su­pues­to medra­ba un gran núme­ro de apro­ve­cha­dos que cons­ti­tuían la «cor­te» del polí­ti­co de turno. En una socie­dad capi­ta­lis­ta, don­de todo el apa­ra­to del Esta­do está pues­to al ser­vi­cio de la bur­gue­sía, su impor­tan­cia como órgano diri­gen­te es muy peque­ña y lo fun­da­men­tal resul­ta hacer­lo lo sufi­cien­te­men­te permea­ble como para per­mi­tir el trán­si­to de los apro­ve­cha­dos y lo sufi­cien­te­men­te her­mé­ti­co como para apre­sar en sus mallas al pueblo.

Dado el peso de los «peca­dos ori­gi­na­les» yacen­tes en los anti­guos apa­ra­tos admi­nis­tra­ti­vos y las situa­cio­nes crea­das con pos­te­rio­ri­dad al triun­fo de la Revo­lu­ción, el mal del buro­cra­tis­mo comen­zó a desa­rro­llar­se con fuer­za. Si fué­ra­mos a bus­car sus raí­ces en el momen­to actual, agre­ga­ría­mos a cau­sas vie­jas nue­vas moti­va­cio­nes, encon­tran­do tres razo­nes fun­da­men­ta­les. Una de ellas es la fal­ta de motor interno. Con esto que­re­mos decir, la fal­ta de inte­rés del indi­vi­duo por ren­dir su ser­vi­cio al Esta­do y por supe­rar una situa­ción dada. Se basa en una fal­ta de con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria o, en todo caso, en el con­for­mis­mo fren­te a lo que anda mal.

Se pue­de esta­ble­cer una rela­ción direc­ta y obvia entre la fal­ta de motor interno y la fal­ta de inte­rés por resol­ver los pro­ble­mas. En este caso, ya sea que esta falla del motor ideo­ló­gi­co se pro­duz­ca por una caren­cia abso­lu­ta de con­vic­ción o por cier­ta dosis de deses­pe­ra­ción fren­te a pro­ble­mas repe­ti­dos que no se pue­den resol­ver, el indi­vi­duo, o gru­po de indi­vi­duos, se refu­gian en el buro­cra­tis­mo, lle­nan pape­les, sal­van su res­pon­sa­bi­li­dad y esta­ble­cen la defen­sa escri­ta para seguir vege­tan­do o para defen­der­se de la irres­pon­sa­bi­li­dad de otros.

Otra cau­sa es la fal­ta de orga­ni­za­ción. Al pre­ten­der des­truir el «gue­rri­lle­ris­mo» sin tener la sufi­cien­te expe­rien­cia admi­nis­tra­ti­va, se pro­du­cen dis­lo­ques, cue­llos de bote­llas, que fre­nan inne­ce­sa­ria­men­te el flu­jo de las infor­ma­cio­nes de las bases y de las ins­truc­cio­nes u órde­nes ema­na­das de los apa­ra­tos cen­tra­les. A veces éstas, o aque­llas, toman rum­bos extra­via­dos y, otras, se tra­du­cen en indi­ca­cio­nes mal ver­ti­das, dis­pa­ra­ta­das, que con­tri­bu­yen más a la distorsión.

La fal­ta de orga­ni­za­ción tie­ne como carac­te­rís­ti­ca fun­da­men­tal la falla en los méto­dos para enca­rar una situa­ción dada. Ejem­plos pode­mos ver en los Minis­te­rios, cuan­do se quie­re resol­ver pro­ble­mas a otros nive­les que el ade­cua­do o cuan­do éstos se tra­tan por vías fal­sas y se pier­den en el labe­rin­to de los pape­les. El buro­cra­tis­mo es la cade­na del tipo de fun­cio­na­rio que quie­re resol­ver de cual­quier mane­ra sus pro­ble­mas, cho­can­do una y otra vez con­tra el orden esta­ble­ci­do, sin dar con la solu­ción. Es fre­cuen­te obser­var cómo la úni­ca sali­da encon­tra­da por un buen núme­ro de fun­cio­na­rios es el soli­ci­tar más per­so­nal para rea­li­zar una tarea cuya fácil solu­ción sólo exi­ge un poco de lógi­ca, crean­do nue­vas cau­sas para el pape­leo innecesario.

No debe­mos nun­ca olvi­dar, para hacer una sana auto­crí­ti­ca, que la direc­ción eco­nó­mi­ca de la Revo­lu­ción es la res­pon­sa­ble de la mayo­ría de los males buro­crá­ti­cos: los apa­ra­tos esta­ta­les no se desa­rro­lla­ron median­te un plan úni­co y con sus rela­cio­nes bien estu­dia­das, dejan­do amplio mar­gen a la espe­cu­la­ción sobre los méto­dos admi­nis­tra­ti­vos. El apa­ra­to cen­tral de la eco­no­mía, la Jun­ta Cen­tral de Pla­ni­fi­ca­ción, no cum­plió su tarea de con­duc­ción y no la podía cum­plir, pues no tenía la auto­ri­dad sufi­cien­te sobre los orga­nis­mos, esta­ba inca­pa­ci­ta­da para dar órde­nes pre­ci­sas en base a un sis­te­ma úni­co y con el ade­cua­do con­trol y le fal­ta­ba impres­cin­di­ble auxi­lio de un plan pers­pec­ti­vo. La cen­tra­li­za­ción exce­si­va sin una orga­ni­za­ción per­fec­ta fre­nó la acción espon­tá­nea sin el sus­ti­tu­to de la orden correc­ta y a tiem­po. Un cúmu­lo de deci­sio­nes meno­res limi­tó la visión de los gran­des pro­ble­mas y la solu­ción de todos ellos se estan­có, sin orden ni con­cier­to. Las deci­sio­nes de últi­ma hora, a la carre­ra y sin aná­li­sis, fue­ron la carac­te­rís­ti­ca de nues­tro trabajo.

La ter­ce­ra cau­sa, muy impor­tan­te, es la fal­ta de cono­ci­mien­tos téc­ni­cos sufi­cien­te­men­te desa­rro­lla­dos como para poder tomar deci­sio­nes jus­tas y en poco tiem­po. Al no poder hacer­lo, deben reu­nir­se muchas expe­rien­cias de peque­ño valor y tra­tar de extraer de allí una con­clu­sión. Las dis­cu­sio­nes sue­len vol­ver­se inter­mi­na­bles, sin que nin­guno de los expo­si­to­res ten­ga la auto­ri­dad sufi­cien­te como para impo­ner su cri­te­rio. Des­pués de una, dos, unas cuan­tas reunio­nes, el pro­ble­ma sigue vigen­te has­ta que se resuel­va por sí solo o hay que tomar una reso­lu­ción cual­quie­ra, por mala que sea.

La fal­ta casi total de cono­ci­mien­tos, supli­da como diji­mos antes por una lar­ga serie de reunio­nes, con­fi­gu­ra el «reunio­nis­mo», que se tra­du­ce fun­da­men­tal­men­te en fal­ta de pers­pec­ti­va para resol­ver los pro­ble­mas. En estos casos, el buro­cra­tis­mo, es decir, el freno de los pape­les y de las inde­ci­sio­nes al desa­rro­llo de la socie­dad, es el des­tino de los orga­nis­mos afectados.

Estas tres cau­sas fun­da­men­ta­les influ­yen, una a una o en dis­tin­tas con­ju­ga­cio­nes, en menor o mayor pro­por­ción, en toda la vida ins­ti­tu­cio­nal del país, y ha lle­ga­do el momen­to de rom­per con sus malig­nas influen­cias. Hay que tomar medi­das con­cre­tas para agi­li­zar los apa­ra­tos esta­ta­les, de tal mane­ra que se esta­blez­ca un rígi­do con­trol cen­tral que per­mi­ta tener en las manos de la direc­ción las cla­ves de la eco­no­mía y libe­re al máxi­mo la ini­cia­ti­va, desa­rro­llan­do sobre bases lógi­cas las rela­cio­nes de las fuer­zas productivas.

Si cono­ce­mos las cau­sas y los efec­tos del buro­cra­tis­mo, pode­mos ana­li­zar exac­ta­men­te las posi­bi­li­da­des de corre­gir el mal. De todas las cau­sas fun­da­men­ta­les, pode­mos con­si­de­rar a la orga­ni­za­ción como nues­tro pro­ble­ma cen­tral y enca­rar­la con todo el rigor nece­sa­rio. Para ello debe­mos modi­fi­car nues­tro esti­lo de tra­ba­jo; jerar­qui­zar los pro­ble­mas adju­di­can­do a cada orga­nis­mo y cada nivel de deci­sión su tarea; esta­ble­cer las rela­cio­nes con­cre­tas entre cada uno de ellos y los demás, des­de el cen­tro de deci­sión eco­nó­mi­ca has­ta la últi­ma uni­dad admi­nis­tra­ti­va y las rela­cio­nes entre sus dis­tin­tos com­po­nen­tes, hori­zon­tal­men­te, has­ta for­mar el con­jun­to de las rela­cio­nes de la eco­no­mía. Esa es la tarea más ase­qui­ble a nues­tras fuer­zas actual­men­te, y nos per­mi­ti­rá, como ven­ta­ja adi­cio­nal enca­mi­nar hacia otros fren­tes a una gran can­ti­dad de emplea­dos inne­ce­sa­rios, que no tra­ba­jan, rea­li­zan fun­cio­nes míni­mas o dupli­can las de otros sin resul­ta­do alguno.

Simul­tá­nea­men­te, debe­mos desa­rro­llar con empe­ño un tra­ba­jo polí­ti­co para liqui­dar las fal­tas de moti­va­cio­nes inter­nas, es decir, la fal­ta de cla­ri­dad polí­ti­ca, que se tra­du­ce en una fal­ta de eje­cu­ti­vi­dad. Los cami­nos son: la edu­ca­ción con­ti­nua­da median­te la expli­ca­ción con­cre­ta de las tareas, median­te la incul­ca­ción del inte­rés a los emplea­dos admi­nis­tra­ti­vos por su tra­ba­jo con­cre­to, median­te el ejem­plo de los tra­ba­ja­do­res de van­guar­dia, por una par­te, y las medi­das drás­ti­cas de eli­mi­nar al pará­si­to, ya sea el que escon­de en su acti­tud una ene­mis­tad pro­fun­da hacia la socie­dad socia­lis­ta o al que está irre­me­dia­ble­men­te reñi­do con el trabajo.

Por últi­mo, debe­mos corre­gir la infe­rio­ri­dad que sig­ni­fi­ca la fal­ta de cono­ci­mien­tos. Hemos ini­cia­do la gigan­tes­ca tarea de trans­for­mar la socie­dad de una pun­ta a la otra en medio de la agre­sión impe­ria­lis­ta, de un blo­queo cada vez más fuer­te, de un cam­bio com­ple­to en nues­tra tec­no­lo­gía, de agu­das esca­se­ces de mate­rias pri­mas y artícu­los ali­men­ti­cios y de una fuga en masa de los pocos téc­ni­cos cali­fi­ca­dos que tene­mos. En esas con­di­cio­nes debe­mos plan­tear­nos un tra­ba­jo muy serio y muy per­se­ve­ran­te con las masas, para suplir los vacíos que dejan los trai­do­res y las nece­si­da­des de fuer­za de tra­ba­jo cali­fi­ca­da que se pro­du­cen por el rit­mo veloz impues­to a nues­tro desa­rro­llo. De allí que la capa­ci­ta­ción ocu­pe un lugar pre­fe­ren­te en todos los pla­nes del Gobierno Revolucionario.

La capa­ci­ta­ción de los tra­ba­ja­do­res acti­vos se ini­cia en los cen­tros de tra­ba­jo al pri­mer nivel edu­ca­cio­nal: la eli­mi­na­ción de algu­nos res­tos de anal­fa­be­tis­mo que que­dan en los luga­res más apar­ta­dos, los cur­sos de segui­mien­to, des­pués, los de supera­ción obre­ra para aque­llos que hayan alcan­za­do ter­cer gra­do, los cur­sos de Míni­mo Téc­ni­co para los obre­ros de más alto nivel, los de exten­sión para ser sub­in­ge­nie­ros a los obre­ros cali­fi­ca­dos, los cur­sos uni­ver­si­ta­rios para todo tipo de pro­fe­sio­nal y, tam­bién, los admi­nis­tra­ti­vos. La inten­ción del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio es con­ver­tir nues­tro país en una gran escue­la, don­de el estu­dio y el éxi­to de los estu­dios sean uno de los fac­to­res fun­da­men­ta­les para el mejo­ra­mien­to de la con­di­ción del indi­vi­duo, tan­to eco­nó­mi­ca­men­te como en su ubi­ca­ción moral den­tro de la socie­dad, de acuer­do con sus calidades.

Si noso­tros logra­mos des­en­tra­ñar, bajo la mara­ña de los pape­les, las intrin­ca­da rela­cio­nes entre los orga­nis­mos y entre sec­cio­nes de orga­nis­mos, la dupli­ca­ción de fun­cio­nes y los fre­cuen­tes «baches» en que caen nues­tras ins­ti­tu­cio­nes, encon­tra­mos las raí­ces del pro­ble­ma y ela­bo­ra­mos nor­mas de orga­ni­za­ción, pri­me­ro ele­men­ta­les, más com­ple­tas lue­go, damos la bata­lla fron­tal a los dis­pli­cen­tes, a los con­fu­sos y a los vagos, reedu­ca­mos y edu­ca­mos a esta masa, la incor­po­ra­mos a la Revo­lu­ción y eli­mi­na­mos lo dese­cha­ble y al mis­mo tiem­po, con­ti­nua­mos sin des­ma­yar, cua­les­quie­ra que sean los incon­ve­nien­tes con­fron­ta­dos, una gran tarea de edu­ca­ción a todos los nive­les, esta­re­mos en con­di­cio­nes de liqui­dar en poco tiem­po el burocratismo.

La expe­rien­cia de la últi­ma movi­li­za­ción es la que nos ha moti­va­do a tener dis­cu­sio­nes en el Minis­te­rio de Indus­trias para ana­li­zar el fenó­meno de que, en medio de ella, cuan­do todo el país ponía en ten­sión sus fuer­zas para resis­tir el emba­te enemi­go, la pro­duc­ción indus­trial no caía, el ausen­tis­mo des­apa­re­cía, los pro­ble­mas se resol­vían con una insos­pe­cha­da velo­ci­dad. Ana­li­zan­do esto, lle­ga­mos a la con­clu­sión de que con­ver­gie­ron varios fac­to­res que des­tru­ye­ron las cau­sas fun­da­men­ta­les del buro­cra­tis­mo; había un gran impul­so patrió­ti­co y nacio­nal de resis­tir al impe­ria­lis­mo que abar­có a la inmen­sa mayo­ría del pue­blo de Cuba, y cada tra­ba­ja­dor, a su nivel, se con­vir­tió en un sol­da­do de la eco­no­mía dis­pues­to a resol­ver cual­quier problema.

El motor ideo­ló­gi­co se logra­ba de esta mane­ra por el estí­mu­lo de la agre­sión extran­je­ra. Las nor­mas orga­ni­za­ti­vas se redu­cían a seña­lar estric­ta­men­te lo que no se podía hacer y el pro­ble­ma fun­da­men­tal que debie­ra resol­ver­se; man­te­ner la pro­duc­ción por sobre todas las cosas, man­te­ner deter­mi­na­das pro­duc­cio­nes con mayor énfa­sis aún, y des­li­gar a las empre­sas, fábri­cas y orga­nis­mos de todo el res­to de las fun­cio­nes alea­to­rias, pero nece­sa­rias en un pro­ce­so social normal.

La res­pon­sa­bi­li­dad espe­cial que tenía cada indi­vi­duo lo obli­ga­ba a tomar deci­sio­nes rápi­das; está­ba­mos fren­te a una situa­ción de emer­gen­cia nacio­nal, y había que tomar­las fue­ran acer­ta­das o equi­vo­ca­das; había que tomar­las, y rápi­do; así se hizo en muchos casos.

No hemos efec­tua­do el balan­ce de la movi­li­za­ción toda­vía, y, evi­den­te­men­te, ese balan­ce en tér­mi­nos finan­cie­ros no pue­de ser posi­ti­vo, pero sí lo fue en tér­mi­nos de movi­li­za­ción ideo­ló­gi­ca, en la pro­fun­di­za­ción de la con­cien­cia de las masas. ¿Cuál es la ense­ñan­za? Que debe­mos hacer car­ne en nues­tros trabajos.

Ernes­toAr­chi­vos del Che

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