Pagan jus­tos por peca­do­res – Martxe­lo Díaz

Las neo­li­be­ra­les medi­das dise­ña­das por el FMI y adop­ta­das al pie de la letra por el pre­si­den­te del Gobierno espa­ñol, José Luis Rodrí­guez Zapa­te­ro, se han ceba­do en esta oca­sión con los jubi­la­dos y con los funcionarios.

Para­dó­ji­ca­men­te, muchos tra­ba­ja­do­res y para­dos no han vis­to mal que se baje el suel­do a los fun­cio­na­rios, hacien­do suyo el pere­grino argu­men­to de que tie­nen ase­gu­ra­do el pues­to de tra­ba­jo para toda la vida y que por tan­to son unos privilegiados.

Han olvi­da­do ya esa con­sig­na, de la que ya nadie pare­ce acor­dar­se, de que la cri­sis la tie­nen que pagar los ricos. Es decir, que es una injus­ti­cia hacer pagar a los tra­ba­ja­do­res los efec­tos de una cri­sis capi­ta­lis­ta sur­gi­da por las prác­ti­cas usu­re­ras de los gran­des ban­cos. Espe­cial­men­te cuan­do los cau­san­tes de la cri­sis han reci­bi­do dine­ro públi­co a espuer­tas. Sin embar­go, se escu­chan comen­ta­rios en plan «como a mí me han baja­do el suel­do un 1o% que se aguan­ten, que un 5% no es tan­to» o «a mí me apli­ca­ron un ERE, que no pro­tes­ten, que su empre­sa no va a cerrar».

Más allá de la cari­ca­tu­ra del fun­cio­na­rio ocio­so, que está detrás de una ven­ta­ni­lla entre la sali­da a desa­yu­nar y la de almor­zar y que siem­pre está de mal humor, es nece­sa­rio man­te­ner unos ser­vi­cios públi­cos de cali­dad que sean la base del esta­do de bien­es­tar, y para ello es pre­ci­so que haya médi­cos, enfer­me­ros, pro­fe­so­res y bom­be­ros, entre otros, tra­ba­jan­do en el sis­te­ma públi­co y con con­di­cio­nes labo­ra­les dignas.

La exten­sión de las medi­das anti­so­cia­les a otros colec­ti­vos no bene­fi­cia a los tra­ba­ja­do­res que hemos teni­do que pade­cer recor­tes, sino todo lo con­tra­rio. El dicho de mal de muchos, con­sue­lo de ton­tos cobra aquí más sen­ti­do que nun­ca. Estas medi­das pue­den ser el caba­llo de Tro­ya que las admi­nis­tra­cio­nes nece­si­tan para jus­ti­fi­car la pri­va­ti­za­ción de ser­vi­cios esen­cia­les que ya se están pro­du­cien­do y que ten­drán como con­se­cuen­cia irre­me­dia­ble el enri­que­ci­mien­to aún mayor de los due­ños de las empre­sas, la pér­di­da de los dere­chos labo­ra­les de los tra­ba­ja­do­res que pres­tan esos ser­vi­cios y la caí­da en pica­do de la cali­dad de la edu­ca­ción y la sani­dad públicas.

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