La últi­ma inde­cen­cia de los pode­ro­sos – Anto­nio Álva­rez Solís

104518_Iniciativa_original_imagenEra pre­vi­si­ble que el pro­ble­ma grie­go aca­ba­ra abrien­do la espi­ta finan­cie­ra de la Unión Euro­pea para sal­var no sólo el euro sino a los ban­cos e ins­ti­tu­cio­nes que des­de la Bol­sa con sus mani­pu­la­do­res han pro­du­ci­do la catás­tro­fe. En pri­mer lugar pare­ce cla­ro que la Unión Euro­pea es una máqui­na que per­te­ne­ce a esa mino­ría pode­ro­sa que ha hecho del jue­go finan­cie­ro y de los esta­dos meti­dos en ese jue­go un ins­tru­men­to a su ser­vi­cio. Los Esta­dos saben que son una herra­mien­ta del dine­ro-poder que per­mi­ti­rá uti­li­zar a fon­do las facul­ta­des de explo­ta­ción que las leyes esta­ta­les ponen al alcan­ce de los pres­tí­ma­nos. No se tra­ta, por tan­to, de sanear la eco­no­mía sino de per­pe­tuar el meca­nis­mo de expoliación.

Los sete­cien­tos mil millo­nes de euros que Bru­se­las ha deci­di­do movi­li­zar para inyec­tar­los con urgen­cia en el sis­te­ma arte­rial finan­cie­ro no serán uti­li­za­dos para crear esta­ble­ci­mien­tos fabri­les, agri­cul­tu­ras moder­nas o cen­tros crea­ti­vos de cosas y ser­vi­cios mate­ria­les sino para per­mi­tir que la rue­da del ima­gi­na­rio bol­sís­ti­co siga giran­do en un espa­cio abs­trac­to en que sola­men­te se alo­ja un poder que no tie­ne rela­ción algu­na con las nece­si­da­des reales de las masas. Euro­pa no es más que un inmen­so casino, don­de jue­gan has­ta los sin­di­ca­tos. El gran mer­ca­do ya no se ocu­pa de la eco­no­mía clá­si­ca que has­ta aho­ra se ali­men­ta­ba con la mejo­ra de la exis­ten­cia ciu­da­da­na aun­que los sig­nos le indi­quen, sin embar­go, que con sus teje­ma­ne­jes finan­cie­ros está pro­ce­dien­do a su pro­pia autocombustión.

El mis­mo pre­si­den­te de los Esta­dos Uni­dos ha cri­ti­ca­do con la amar­gu­ra de un derro­ta­do el des­pre­cio del mun­do finan­cie­ro por cana­li­zar las ayu­das reci­bi­das hacia el cre­ci­mien­to real del empleo com­pe­ten­te, que es lo que defi­ne la salud de una eco­no­mía. La correc­ción de la eco­no­mía se sos­tie­ne en una pro­duc­ción esta­ble y un con­su­mo racio­nal. El escán­da­lo finan­cie­ro actual que­da paten­te en la deci­sión del Ban­co Cen­tral Euro­peo de acep­tar toda la deu­da de cual­quier esta­do por par­te de los ban­cos pri­va­dos sea cual sea su cali­fi­ca­ción de ries­go. La cali­fi­ca­ción de deu­da basu­ra ya no será teni­da en cuen­ta para deci­dir qué es la ver­da­de­ra riqueza.

En el len­gua­je emplea­do para defi­nir la situa­ción hay una fal­si­fi­ca­ción escan­da­lo­sa. Hablan los polí­ti­cos, los agio­tis­tas y los exper­tos que les com­po­nen las ecua­cio­nes de que se tra­ta de defen­der el euro, pero ¿qué euro? Por­que hay una varie­dad exten­sa de euros. Hay el euro del agio, hay el euro de la peque­ña y media­na empre­sa, hay el euro de la Bol­sa, hay el euro del pode­ro­so y hay el euro del con­su­mi­dor y el euro del derro­ta­do. Como hay el euro ale­mán, el fran­cés, el grie­go, el espa­ñol, el por­tu­gués… Por tan­to, cuan­do se habla de defen­der el euro, ¿de qué euro se trata?

Cla­ro es que la defen­sa del euro agio­tis­ta, que es lo que aho­ra han acor­da­do los gran­des, pue­de desem­bo­car en una feno­me­nal infla­ción asen­ta­da para mayor gra­ve­dad sobre un estan­ca­mien­to ver­ti­gi­no­so de la eco­no­mía real. Un euro flu­vial que no desem­bo­ca­rá en nada que lo absor­ba. No será un euro fér­til. Y eso es lo que aho­ra tra­tan de reme­diar los esta­dos reu­ni­dos en Bru­se­las. ¿Y cómo reme­diar­lo? Pues tra­tan­do fun­da­men­tal­men­te de man­te­ner una últi­ma y trá­gi­ca cone­xión del dine­ro de papel con la reali­dad eco­nó­mi­ca. Como es obvio adver­tir, la cues­tión va intro­du­cién­do­se cada día más peli­gro­sa­men­te en un embu­do. Por­que esa cone­xión del dine­ro de papel con la reali­dad eco­nó­mi­ca no se hará median­te una hibri­da­ción mate­rial de la eco­no­mía que absor­ba la ria­da mone­ta­ria, que ya no bro­ta de nin­gu­na expan­sión mate­rial sino de un cul­ti­vo de laboratorio.

Los medios reales para recom­po­ner el puen­te entre la esta­fa social y la per­vi­ven­cia del apa­ra­to finan­cie­ro se obten­drán estru­jan­do los pau­pé­rri­mos medios de pago que que­dan en manos de la ciu­da­da­nía, bien res­trin­gien­do los sala­rios, bien recor­tan­do los bene­fi­cios socia­les, bien eyec­ta­do masas cre­cien­tes hacia el paro, bien extre­man­do la fis­ca­li­dad… El dine­ro real con que manio­bran aho­ra los pode­ro­sos ‑ago­ta­do el dine­ro fal­si­fi­ca­do- tra­ta­rá de abas­te­cer­se en la reali­dad irri­so­ria que bro­ta de la pobre­za de los más. El euro pobre será des­ti­na­do a fecun­dar el euro transgénico.

El nau­fra­gio del sis­te­ma resul­ta estruen­do­so. De ahí las enlo­que­ci­das manio­bras de las bol­sas, del vai­vén de las coti­za­cio­nes, de la con­tra­dic­to­ria valo­ra­ción coti­dia­na de los bonos y de la deu­da. El entie­rro del vie­jo libe­ra­lis­mo bur­gués devo­ra­do por el neo­li­be­ra­lis­mo se está con­vir­tien­do en una orgía. Con­vie­ne que hable­mos de estas cosas con la máxi­ma cla­ri­dad a fin de sor­tear las aña­ga­zas de los píca­ros que quie­ren ocul­tar su imbe­ci­li­dad. Sobre todo hay que evi­tar arro­di­llar­se ante las leyes como si por si mis­mas tra­je­ran la ver­dad indis­cu­ti­ble. Dis­tin­guir lo que hay de homi­ci­da en el seno de las leyes ama­sa­das en la gran taho­na del poder es la tarea más urgen­te a la que han de entre­gar­se los tra­ba­ja­do­res que hayan reco­bra­do su con­cien­cia de clase.

¿Y cómo dis­tin­guir las leyes jus­tas de las que son injus­tas? Mar­tin Luther King recu­rría nada menos a que a San­to Tomás de Aquino para cer­ner la cali­dad de las nor­mas. Decía el Aqui­na­ten­se: «Toda nor­ma que enal­te­ce la per­so­na­li­dad huma­na es jus­ta; toda nor­ma que degra­da la per­so­na­li­dad huma­na es injus­ta». ¿Y aca­so las leyes que se están dic­tan­do sobre empleo, sala­rios, pen­sio­nes, impues­tos y otras mate­rias rela­ti­vas al tra­ba­ja­dor enal­te­cen siguie­ra un gra­mo la per­so­na­li­dad huma­na? ¿Aca­so todas esas nor­mas que acre­cen la rique­za de los pode­ro­sos lim­pian el hori­zon­te de las más fla­gran­tes injusticias?

Pues bien, si es evi­den­te que la mayor par­te de las leyes que se ela­bo­ran aho­ra para sal­var el euro degra­dan a la mayo­ría, ¿no es jus­to que esa mayo­ría defien­da su vida con las más extre­mo­sas armas que ten­ga a mano? No debe tem­blar­le el pul­so al ciu­da­dano que arre­me­te con­tra el muro que le sepa­ra de la vida acep­ta­ble y que le cer­ti­fi­ca como ser con espí­ri­tu hon­ra­do y alto des­tino. No jue­guen gobier­nos y esta­dos, poli­cías y jue­ces con la jiba­ri­za­ción de los con­cep­tos para hacer de la vio­len­cia de los opri­mi­dos un cri­men. No jue­guen por­que la san­gre está inun­dan­do la tie­rra y los pode­res están come­tien­do la avi­lan­tez de cali­fi­car moral­men­te las armas que la derra­man, sus armas, cla­ro es, al ampa­ro de unas ban­de­ras des­pre­cia­bles y de una moral venenosa.

Podrán los tales aso­mar­se a los bal­co­nes de una dere­cha cada día más bru­tal o de una izquier­da que escu­da a esa dere­cha y des­de esas tri­bu­nas hablar como los sacer­do­tes corrom­pi­dos ‑oh, Dios, la corrup­ción de los sacerdotes‑, pero la gen­te con inte­li­gen­cia decen­te hará sonar su fal­tri­que­ra y verá, con el Aqui­na­ten­se en su tiem­po o con Marx en el nues­tro ‑dos seres moral­men­te incan­des­cen­tes- que la mone­da que le res­ta cons­ti­tu­ye la pie­za de acu­sa­ción de la gran inde­cen­cia de los poderosos.

Ahí está el euro agos­ta­do que repa­ra des­de su pobre­za la cruel con­ta­bi­li­dad de quie­nes hablan de sacri­fi­cios des­de su caba­llo de oro. ¿De dón­de va a sacar el pue­blo esos sete­cien­tos mil millo­nes que han de sal­var al euro esquil­ma­dor? ¿De dón­de va a sacar ese pue­blo que vive sumer­gi­do en la deses­pe­ra­ción los millo­nes pre­ci­sos para que con­ti­núe la gran par­ti­da con car­tas marcadas?

Los esta­dos están en quie­bra, la ban­ca jue­ga en un labe­rin­to del que ha des­apa­re­ci­do Ariad­na, los ricos ya no saben para qué lo son, los esta­dos afi­lan dia­ria­men­te la gua­da­ña para segar la calle y los sica­rios de pala­bra esca­sa y pen­sa­mien­to cie­go diri­gen expe­di­cio­nes reves­ti­dos de hopa­lan­das y bri­llos para per­se­guir el «cri­men» de los que, deses­pe­ra­dos, se esfuer­zan por plan­tear la bata­lla con­tra los tira­nos. Invi­tan los socia­lis­tas al socia­lis­mo; con­vo­can los fas­cis­tas a su moral pobla­da de ánge­les. Y el pobre exan­güe duda y, obe­de­cien­do, se lo lle­va el vol­cán que, a la vez, se ful­mi­na a sí mismo.

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