Gre­cia: Esta es la gue­rra que daban por muer­ta – La Hai­ne ¡ Ojo, actua­li­za­ción cons­tan­te en enla­ce La Hai­ne aquí !

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Si en 2009 los acon­te­ci­mien­tos que se suce­die­ron en Gre­cia tras el ase­si­na­to poli­cial de un joven anar­quis­ta nos decian que las revuel­tas no eran par­te del pasa­do en la vie­ja euro­pa, el 2010 nos esta dicien­do que la gue­rra de cla­ses sigue igual de vigen­te que siem­pre, y que es posi­ble comen­zar­la y desa­rro­llar­la aquí, en este mis­mo ins­tan­te. La huel­ga gene­ral sal­va­je de ayer en el país grie­go evi­den­cia la posi­bi­li­dad y nece­si­dad que se abre tras la des­le­gi­ti­ma­ción de un orden mun­dial capi­ta­lis­ta, que es la de recu­pe­rar la con­cien­cia y res­ca­tar la que dicen vie­ja lucha de cla­ses. Pues es esta gue­rra, la que muchos daban por muer­ta, la úni­ca capaz de libe­rar de la opre­sión eco­nó­mi­ca y social.

El gobierno grie­go era muy cons­cien­te de lo que iba a ocu­rrir si anun­cia­ba el pro­gra­ma de recor­tes pro­pues­to por el FMI y ava­la­do por la mal­tre­cha zona euro, pues el pre­si­den­te Papan­dreu sabe bien del nivel orga­ni­za­ti­vo y cris­pa­ción que exis­te entre la cla­se tra­ba­ja­do­ra de su país. Pero pare­ce que no le ha que­da­do más que acep­tar con bue­na gana el chan­ta­je capi­ta­lis­ta mun­dial, aun sabien­do de las con­se­cuen­cias. Al fin y al cabo las mario­ne­tas solo obe­de­cen a los esti­mu­los de sus hilos, son otros quie­nes los mueven.

Las con­se­cuen­cias no han hecho más que comen­zar y una mayo­ría social avan­za con fuer­za con­tra la impo­si­ción de las penu­rias que gene­ra el sis­te­ma de la mer­can­cia y el pen­sa­mien­to úni­co. La cla­se tra­ba­ja­do­ra grie­ga salió a la calle masi­va­men­te, una cla­se que per­ma­ne­ce uni­da con cada uno de los nue­vos y vie­jos suje­tos que la com­po­nen como los inmi­gran­tes, los millo­nes de para­dos o una juven­tud que ha demos­tra­do con cre­ces la valen­tia y el esfuer­zo por plan­tear en la calle la gue­rra social.

Ayer, la cla­se opri­mi­da orga­ni­za­da de Ate­nas, Saló­ni­ca y otras muchas ciu­da­des gri­tó, expu­so sus rei­vin­di­ca­cio­nes, sacó sus ban­de­ras y se defen­dió con pie­dras y molo­tovs por­que hace tiem­po ya que han per­di­do el mie­do, el mie­do para­li­zan­te y que man­tie­ne a la mayo­ría de las per­so­nas del pla­ne­ta bajo el impe­rio del dine­ro. Y esta es la úni­ca y sen­ci­lla razón por la que Espa­ña no es Gre­cia, tal y como apre­su­ran hoy a decir los «agen­tes socia­les» de aquí. El mie­do no des­apa­re­ce, solo ha cam­bia­do de ban­do, y eso hace de la pro­tes­ta un pro­ce­so imparable.

Hemos vuel­to a ser miles

La pren­sa y los mani­fes­tan­tes coin­ci­den esta vez en con­si­de­rar las pro­tes­tas de ayer en las más nume­ro­sas y poten­tes des­de hace más de vein­te años. Fue­ron miles, millo­nes quie­nes aban­do­na­ron sus pues­tos de tra­ba­jo en el comer­cio, la hos­te­le­ria, los tras­por­tes o la agri­cul­tu­ra para echar­se a la calle y par­ti­ci­par en las mani­fes­ta­cio­nes, que lejos de pare­cer­se a los domes­ti­ca­dos paseos que rea­li­zan los sin­di­ca­tos ofi­cia­les en el Esta­do espa­ñol, son bue­na mues­tra de la furia y las ganas de cam­biar el actual esta­do de cosas, don­de son los pobres quie­nes pagan un alto pre­cio por los des­ma­nes mone­ta­rios de su gobierno.

Fue­ron miles y esta­ban orga­ni­za­dos. Se mos­tra­ron tan con­vin­cen­tes que con­ta­gia­ron la ilu­sión de pren­der­le fue­go al par­la­men­to, para que alre­de­dor del medio día se agol­pa­rán ya más de cien mil obre­ros que se dis­po­nian a ello. Este sim­bó­li­co ges­to , aun­que por un momen­to real, es un men­sa­je a los millo­nes de opri­mi­dos del mun­do y en con­cre­to su prin­ci­pal des­ti­na­ta­rio debe de ser la cla­se tra­ba­ja­do­ra de Euro­pa, que a dife­ren­cia de Gre­cia, per­ma­ne­ce en el más abso­lu­to silen­cio y letar­go, aun encon­tran­do­se en situa­cio­nes muy pare­ci­das, como es nues­tro caso.

Han ido dema­sia­do lejos podría decir el pre­si­den­te. Pero los de aba­jo, los pro­ta­go­nis­tas de las por­ta­das de hoy, ten­drán que escu­pir­le en este mis­mo ins­tan­te todo lo con­tra­rio. Que no aca­ban más que de resu­ci­tar una gue­rra que se ha man­te­ni­do duran­te deca­das en lo más pro­fun­do del abis­mo, ale­tar­ga­da por la bru­ta­li­dad del pen­sa­mien­to úni­co y el mie­do deses­pe­ra­do de la mayoría.

Cuan­do ano­che las prin­ci­pa­les calles de Ate­nas aun eran pas­to de las lla­mas, dece­nas de dete­ni­dos eran espo­sa­dos a sus cel­das, muchos heri­dos se lamen­ta­ban por el dolor y la cri­mi­na­li­za­ción se ponia en mar­cha median­te la pren­sa inter­na­cio­nal. A últi­ma hora, La Hai­ne infor­ma­ba a sus lec­to­res de que los regi­mien­tos mili­ta­res de los alre­de­do­res de Ate­nas se encon­tra­ban en aler­ta máxi­ma lo que lle­va a pen­sar que el gobierno pla­nea mover a las altas esfe­ras de la repre­sión para inten­tar apla­car la fuer­za demos­tra­da ayer por los obre­ros. Son las clá­si­cas medi­das que cual­quier gobierno pon­dria en mar­cha ante la radi­ca­li­dad y deci­sión mos­tra­da, aun­que sin duda serán muy duras de sufrir por los rebel­des grie­gos, a los que les espe­ran palos, car­cel y cen­su­ra. Es a esta repre­sión a la que debe­ran hacer fren­te, a la mano de hie­rro que se des­pren­de del guan­te de seda.

Los obre­ros grie­gos, los jóve­nes o los inmi­gran­tes tie­nen una tarea que rea­li­zar más allá del 5 de Mayo, día de huel­ga gene­ral, que es el for­ta­le­ci­mien­to de sus orga­ni­za­cio­nes autó­no­mas y radi­ca­les, la pues­ta en mar­cha de los meca­nis­mos que hagan fal­ta para comen­zar a sus­ti­tuir al esta­do en sus fun­cio­nes y que devuel­va a los pro­duc­to­res lo que es suyo y el tra­ba­jo por una socie­dad habi­ta­ble y sos­te­ni­ble de igual dere­chos y debe­res para todos, bajo sis­te­mas ver­da­de­ra­men­te demo­cra­ti­cos don­de la deci­sión sea ges­tio­na­da por sus pro­pios impli­ca­dos. Deben con­ti­nuar con esta gue­rra que han comen­za­do y que tie­ne por des­tino una revo­lu­ción social. Con su pala­bra, y si es nece­sa­rio con las armas en la mano.

Pri­ma­ve­ra 2010 


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