La com­bi­na­cion de todas las for­mas de lucha, por Iña­ki Gil De San Vicente

LA COMBINACION DE TODAS LAS FORMAS DE LUCHA 

(ponen­cia vir­tual para la Escue­la de For­ma­ción Con­ti­nen­tal «Manuel Marulanda»)

PRESENTACION

  1. MARX Y MARXISMO
  2. ENERGIA, PROPIEDAD Y EXPLOTACION
  3. HOMO HOMINI MERCATOR
  4. ALIENACIÓN, FETICHISMO Y VIOLENCIA INVISIBLE
  5. VIOLENCIAS, RESISTENCIAS Y CONCIENCIA POLÍTICA
  6. CONCIENCIA POLÍTICA, ESPONTANEIDAD Y ORGANIZACIÓN
  7. CONCIENCIA POLÍTICA E INTERRELACION DE LUCHAS
  8. TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (I)
  9. TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (II)
  10. TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (III)
  11. TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (SINTESIS)

– PRESENTACION

La ponen­cia que sigue ha sido redac­ta­da para los deba­tes que deben tener lugar en la Escue­la de For­ma­ción Con­ti­nen­tal Manuel Maru­lan­da, a cele­brar en Vene­zue­la entre el 20 y 24 de mar­zo de 2009. Por un pro­ble­ma for­tui­to de salud me ha sido impo­si­ble acu­dir para inter­ve­nir en la Escue­la y poner mis ideas a dis­po­si­ción de los asis­ten­tes. Envío el tex­to para que lo des­pe­da­cen a pla­cer. El últi­mo capí­tu­lo, el oncea­vo, corres­pon­de a otro tex­to publi­ca­do en Inter­net en abril de 2007 con el títu­lo de “42 tesis sobre vio­len­cias y tran­si­ción al socia­lis­mo”. Me he per­mi­ti­do el lujo que uti­li­zar­lo como sín­te­sis por­que con­ser­va toda su valía dos años más tar­de de su pri­me­ra edi­ción electrónica.

1.- MARX Y MARXISMO

Tene­mos muy poco espa­cio dis­po­ni­ble para tra­tar un tema muy pro­fun­do y exten­so como es el de la vio­len­cia y lo mili­tar en Marx, así que vaya­mos direc­ta­men­te al grano. ¿Por qué debe­mos hablar de mar­xis­mo y no sólo de Marx en esta temá­ti­ca, como en todas? Por­que, en pri­mer lugar, si bien es cier­to que Marx fue quien mejor desa­rro­lló lo esen­cial del méto­do mar­xis­ta, su dia­léc­ti­ca, no lo es menos que en todo lo rela­cio­na­do con lo mili­tar en con­cre­to y con la vio­len­cia en gene­ral, fue Engels quien apor­tó las ideas bási­cas, siem­pre en una inter­ac­ción per­ma­nen­te con Marx. En segun­do lugar, por­que antes de ellos ya exis­tían otros socia­lis­tas y anar­quis­tas, e inclu­so revo­lu­cio­na­rios bur­gue­ses y pre­bur­gue­ses, que apor­ta­ron ideas sobre la vio­len­cia y lo mili­tar que Marx y Engels inte­gra­ron sin mayo­res pro­ble­mas en su méto­do revo­lu­cio­na­rio. En ter­cer lugar, por­que este méto­do fue enri­que­ci­do y amplia­do, es decir, cri­ti­ca­do dia­léc­ti­ca­men­te, por otros mar­xis­tas que supie­ron adap­tar­lo a reali­da­des ape­nas cono­ci­das o des­co­no­ci­das por Engels y Marx.

Y en ter­ce­ro y deci­si­vo lugar, muy fre­cuen­te­men­te cae­mos en la tram­pa típi­ca del méto­do bur­gués con­sis­ten­te en com­pa­rar a dos per­so­nas ais­la­das de su con­tex­to, a dos “pen­sa­do­res” indi­vi­dua­les como si fue­ran dos boxea­do­res que se baten en el ring pero sepa­ra­dos del mun­do que les rodea. La ideo­lo­gía bur­gue­sa redu­ce a Marx a un sim­ple y vul­gar soció­lo­go, uno más entre la lar­ga lis­ta de “cien­tí­fi­cos socia­les”, con sus ideas más o menos pere­gri­nas o serias, pero negan­do no sólo su ori­gi­na­li­dad sino espe­cial­men­te su per­te­nen­cia a otro cam­po del cono­ci­mien­to humano radi­cal­men­te enfren­ta­do al méto­do bur­gués. ¿Cómo pode­mos “com­pa­rar” a Marx con Com­te, Durkheim, Weber o Pare­to, si no es liqui­dan­do pre­via­men­te el mar­xis­mo como méto­do revo­lu­cio­na­rio al que se enfren­ta­ron éstos y otros muchos “cien­tí­fi­cos socia­les”, por no decir todos ellos?

Tenien­do esto en cuen­ta, el méri­to de Marx radi­ca en que des­cu­brió la lógi­ca inter­na de la vio­len­cia y de las gue­rras en el pro­ce­so de huma­ni­za­ción, de auto­gé­ne­sis de nues­tra espe­cie, es decir, en el pro­ce­so por el cual la espe­cie huma­na se hace a sí mis­ma, se auto­cons­tru­ye por sí y para sí mis­ma. Al con­tra­rio de los idea­lis­tas que creen en dio­sas y dio­ses, en espí­ri­tus exter­nos o en Ideas inna­tas a nues­tra espe­cie, y que por tan­to, en últi­ma ins­tan­cia, tie­nen que recu­rrir a la volun­tad de los dio­ses y dio­sas, o al “peca­do” humano para expli­car la vio­len­cia, en con­tra de esto, el mar­xis­mo demues­tra que ésta tie­ne su ori­gen últi­mo en el con­trol injus­to de los recur­sos natu­ra­les y en la pro­pie­dad pri­va­da. A dife­ren­cia del huma­nis­mo bur­gués que sos­tie­ne que la vio­len­cia pro­vie­ne de la “igno­ran­cia”, del “egoís­mo”, etc., el mar­xis­mo demues­tra que éstos com­por­ta­mien­tos res­pon­den a estruc­tu­ras socia­les injus­tas y opre­so­res que basán­do­se en la pro­pie­dad pri­va­da recu­rren a muchas for­mas de vio­len­cia para crear per­so­nas egoís­tas e igno­ran­tes, reac­cio­na­rias, machis­tas y racis­tas, sado­ma­so­quis­tas, beli­cis­tas y geno­ci­das que repro­du­cen colec­ti­va e indi­vi­dual­men­te las vio­len­cias. El mar­xis­mo demues­tra que tene­mos que bus­car las vio­len­cias no sólo en el inte­rior de las cabe­zas huma­nas, que tam­bién pero en segun­do lugar, sino sobre todo en el inte­rior de la estruc­tu­ra eco­nó­mi­ca, en el régi­men de pro­pie­dad y de repar­to. Y una vez esta­ble­ci­do su ori­gen mate­rial, inme­dia­ta­men­te debe­mos sin­te­ti­zar la cau­sa social y mate­rial con la cau­sa psi­co­ló­gi­ca individual.

Sola­men­te con la apli­ca­ción del méto­do mar­xis­ta, pode­mos com­pren­der en su jus­to alcan­ce la dia­léc­ti­ca entre lo mate­rial y lo espi­ri­tual, lo social y lo psi­co­ló­gi­co en el sur­gi­mien­to y esta­lli­do de las vio­len­cias, así como, sobre todo, defi­nir qué vio­len­cias son jus­tas, libe­ra­do­ras e his­tó­ri­ca­men­te pro­gre­sis­tas, y cuá­les son injus­tas, opre­so­ras y reac­cio­na­rias. Por ejem­plo, la heroi­ca suble­va­ción revo­lu­cio­na­ria diri­gi­da por Túpac Ama­ru II en 1780 se ins­cri­be den­tro de una sos­te­ni­da resis­ten­cia de los pue­blos ame­rin­dios con­tra los inva­so­res occi­den­ta­les des­de que éstos pisa­ron aque­llas tie­rras en un des­gra­cia­do día del 12 de octu­bre de 1492, según el calen­da­rio euro­peo. Duran­te siglos, los pue­blos ame­rin­dios recu­rrie­ron a toda serie de resis­ten­cias, des­de las pací­fi­cas, no vio­len­tas y pasi­vas, inclu­so a la hui­da a tie­rras igno­tas y aún no ocu­pa­das por el inva­sor, has­ta las más deses­pe­ra­das vio­len­cias físi­cas, pasan­do por la inter­ac­ción de todas las varia­bles posi­bles, inclui­das las mez­clas y sin­cre­tis­mos reli­gio­sos, cul­tu­ra­les y fol­cló­ri­cos para man­te­ner sus iden­ti­da­des en las peo­res con­di­cio­nes repre­si­vas ocul­tas pero vivas por deba­jo de la apa­rien­cia cató­li­ca. La revo­lu­ción de 1780 fue aplas­ta­da en san­gre, y ella mis­ma tuvo que recu­rrir a san­grien­tos cas­ti­gos popu­la­res con­tra los ocu­pan­tes para hacer jus­ti­cia, recu­pe­rar lo que era del pue­blo e inti­mi­dar a las fuer­zas reaccionarias.

La revo­lu­ción de 1780 es incom­pren­si­ble sin las luchas de los siglos ante­rio­res, y la fuer­za del méto­do mar­xis­ta radi­ca en que demues­tra cómo tan­tos siglos de resis­ten­cia nacen de algo ele­men­tal como es la expo­lia­ción espa­ño­la de los recur­sos colec­ti­vos, del exce­den­te social acu­mu­la­do, de las rique­zas cul­tu­ra­les crea­das por los pue­blos. Aque­llos pue­blos y cla­ses socia­les no nece­si­ta­ron del mar­xis­mo para sos­te­ner tan­tos siglos de resis­ten­cia pací­fi­ca y/​o vio­len­ta, sino que se basa­ron en su expe­rien­cia y apren­di­za­je, en su deseo de aca­bar con la opre­sión. Tam­po­co cono­cie­ron el mar­xis­mo las masas revo­lu­cio­na­rias hai­tia­nas a fina­les del siglo XVIII, pero su inter­na­cio­na­lis­mo con­se­cuen­te al apo­yar con armas a Simón Bolí­var es puro mar­xis­mo, y el bri­llan­te pen­sa­mien­to de Bolí­var actua­ba “como mar­xis­ta” cuan­do com­pren­dió antes que nadie la esen­cia impe­ria­lis­ta y cri­mi­nal de los EEUU a comien­zos del siglo XIX. Exac­ta­men­te lo mis­mo debe­mos decir del res­to de resis­ten­cias de las cla­ses y de los pue­blos del mun­do que, por deba­jo de sus dife­ren­cias obvias, sin embar­go tenían como cau­sa, al final de todo aná­li­sis, la lucha con­tra una injus­ti­cia insu­fri­ble. En Euro­pa, la olea­da revo­lu­cio­na­ria de 1848 se hizo prác­ti­ca­men­te sin mar­xis­tas, la Comu­na de 1871 con muy con­ta­dos mar­xis­tas, y den­tro de los bol­che­vi­ques y revo­lu­cio­na­rios sovié­ti­cos en gene­ral, era muy limi­ta­do el cono­ci­mien­to de las obras de Marx y Engels, a excep­ción de unas con­ta­das personas.

¿Quie­re esto decir que se pue­den hacer revo­lu­cio­nes sin nece­si­dad de la teo­ría mar­xis­ta? ¿Quie­re decir que no es nece­sa­rio usar su méto­do para resol­ver el pro­ble­ma de las vio­len­cias y de las gue­rras? Sin el mar­xis­mo pode­mos orga­ni­zar, y se han orga­ni­za­do, masi­vas resis­ten­cias pací­fi­cas y no vio­len­tas, coor­di­nar ais­la­das luchas en ascen­so, fijar obje­ti­vos tác­ti­cos y rei­vin­di­ca­cio­nes inme­dia­tas por las que luchar e intuir los obje­ti­vos de las mino­rías explo­ta­do­ras, e inclu­so esta­lli­dos revo­lu­cio­na­rios que han triun­fa­do al prin­ci­pio, pero no podre­mos pasar de aquí. No podre­mos des­cu­brir la lógi­ca inter­na de las con­tra­dic­cio­nes irre­con­ci­lia­bles que azu­zan el males­tar social y la lucha de cla­ses. Sin este cono­ci­mien­to cien­tí­fi­co-crí­ti­co los logros des­cri­tos topa­rán más tem­prano que tar­de con las vio­len­cias de las cla­ses explo­ta­do­ras, cen­tra­li­za­das y diri­gi­das por su Esta­do. En las pági­nas que siguen, vere­mos cómo muchas luchas colec­ti­vas e indi­vi­dua­les que bus­can la liber­tad y aca­bar con la injus­ti­cia, lle­gan a un pun­to crí­ti­co en su avan­ce en el que deben optar por una vía u otra, y enton­ces, en ese ins­tan­te deci­si­vo en el que se jue­gan su futu­ro, dudan, se detie­nen, se divi­den, retro­ce­den y fra­ca­san, o son arra­sa­das sin pie­dad. El mar­xis­mo es la úni­ca teo­ría que expli­ca qué hacer en esos momen­tos, por qué, cómo y para qué hacer­lo, y siem­pre pone en el cen­tro de su expli­ca­ción y de sus obje­ti­vos tan­to la exis­ten­cia de la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas por una mino­ría explo­ta­do­ra, como la nece­si­dad ineluc­ta­ble de aca­bar con ella e ins­tau­rar la pro­pie­dad colec­ti­va, común, comunista.

2.- ENERGÍA, PROPIEDAD Y EXPLOTACION:

La teo­ría mar­xis­ta de la vio­len­cia ha que­da­do con­fir­ma­da no sólo por la his­to­ria social, huma­na, como hemos vis­to, sino tam­bién por los estu­dios sobre las rela­cio­nes entre el pro­ce­so de obten­ción de ener­gía, agre­si­vi­dad-vio­len­cia y ayu­da mutua en las espe­cies ani­ma­les. Una carac­te­rís­ti­ca de la vida en gene­ral es que tien­de al aho­rro de ener­gía, a bus­car la máxi­ma pro­duc­ti­vi­dad posi­ble por uni­dad de ener­gía con­su­mi­da. En un con­tex­to obje­ti­vo de recur­sos fini­tos y limi­ta­dos, el aho­rro de ener­gía se impo­ne a todas las espe­cies de modo que, a la lar­ga, se pro­du­ce una inter­ac­ción entre la adap­ta­ción de las espe­cies y la opti­mi­za­ción ener­gé­ti­ca, actuan­do ambas uni­ta­ria­men­te. La adap­ta­ción bus­ca, entre otras cosas, aho­rrar ener­gía y ésta, a su vez, per­mi­te una mejor adap­ta­ción. Las fric­cio­nes entre espe­cies que con­vi­ven en un mis­mo eco­sis­te­ma y com­pi­ten por sus recur­sos, sus cho­ques e inclu­so las “gue­rras” –no en el sen­ti­do humano y menos en el sen­ti­do actual– entre ellas tie­nen su raíz bási­ca en el len­to ago­ta­mien­to de los recur­sos ener­gé­ti­cos dis­po­ni­bles para todas ellas.

Pero aquí hay que cri­ti­car y denun­ciar sin con­tem­pla­cio­nes la men­ti­ra bur­gue­sa de la “ley del más fuer­te”, de la “ley de la sel­va”, de la “vio­len­cia ani­mal”, etc. Al con­tra­rio, muy fre­cuen­te­men­te en la natu­ra­le­za actúa más la inter­ac­ción entre espe­cies dife­ren­tes para opti­mi­zar con­jun­ta­men­te los recur­sos ener­gé­ti­cos, que su mutuo enfren­ta­mien­to mor­tal. La dia­léc­ti­ca entre adap­ta­ción y aho­rro ener­gé­ti­co pro­du­ce tan­to una espe­cia­li­za­ción en la obten­ción de recur­sos que limi­ta mucho las posi­bi­li­da­des de fric­cio­nes entre las espe­cies, como prác­ti­cas de coope­ra­ción, ayu­da mutua y sim­bio­sis para defen­der­se mejor de los depre­da­do­res comu­nes a la vez que para opti­mi­zar los recur­sos. Ade­más, lo que se defi­ne como “vio­len­cia ani­mal” se remi­te a bus­car los recur­sos ener­gé­ti­cos pri­me­ro y sobre todo median­te el carro­ñe­ris­mo, es decir, bus­car ani­ma­les ya muer­tos para comer sus res­tos; des­pués, en orden de prio­ri­da­des, ata­car a los más débi­les, a los enfer­mos, a los que ofre­cen menos resis­ten­cia, y por últi­mo, y cuan­do ya no hay más reme­dio, ata­car a los más sanos, fuer­tes y resistentes.

La razón es muy sen­ci­lla y nos remi­te a la dia­léc­ti­ca entre aho­rro ener­gé­ti­co, adap­ta­bi­li­dad y super­vi­ven­cia. Ener­gé­ti­ca­men­te es más “bara­to” y pro­duc­ti­vo, a la vez que mucho menos peli­gro­so físi­ca­men­te, comer­se un cadá­ver que gas­tar mucha ener­gía y poner la vida en ries­go para matar un ser vivo y comer­lo des­pués, que enci­ma tie­ne gran­des recur­sos de hui­da y muchos de defen­sa. Se sabe, por ejem­plo, que es rela­ti­va­men­te baja la efec­ti­vi­dad de los ata­ques coor­di­na­dos o indi­vi­dua­les de los gran­des depre­da­do­res, de los gran­des feli­nos, pre­sen­ta­dos como el máxi­mo de la leta­li­dad, cuan­do en reali­dad fallan mucho y bas­tan­tes veces deben con­ten­tar­se con “tro­feos” de segun­da cali­dad, y defen­der­los de otros depre­da­do­res más espe­cia­li­za­dos en el robo de carro­ña. De hecho, la homi­ni­za­ción debe mucho más al carro­ñe­ris­mo y al ramo­neo, es decir, a la mez­cla entre inges­ta de car­ne de cadá­ve­res y reco­gi­da de hojas tier­nas, bayas, tubércu­los, fru­tos e insec­tos, que a las míti­cas esce­nas de gran­des cace­rías de gigan­tes­cos mamuts y fie­ros rino­ce­ron­tes lanu­dos por ague­rri­dos y valien­tes hom­bres, mien­tras que las muje­res, obe­dien­tes, pasi­vas y man­sas por natu­ra­le­za, espe­ra­ban ansio­sas e inde­fen­sas en los segu­ros refu­gios de la hor­da o de la tri­bu. Las pri­me­ras comu­ni­da­des huma­nas apren­die­ron algu­nas tác­ti­cas de “gue­rra” obser­van­do las for­mas de defen­sa y ata­que de los ani­ma­les del entorno.

La obten­ción de ener­gía requie­re en la espe­cie huma­na de un tra­ba­jo cons­cien­te que no tie­ne otro sen­ti­do que el de redu­cir el esfuer­zo, redu­cir en lo posi­ble el tiem­po nece­sa­rio para obte­ner dicha ener­gía median­te el desa­rro­llo de herra­mien­tas y de téc­ni­cas ade­cua­das, en suma, de fuer­zas pro­duc­ti­vas. En la medi­da en que aumen­ta­ba la pobla­ción y se ago­ta­ban los recur­sos mate­ria­les, los gru­pos huma­nos desa­rro­lla­ron, como míni­mo, cua­tro alter­na­ti­vas: emi­grar a otros espa­cios, aumen­tar su pro­duc­ti­vi­dad con mejo­res herra­mien­tas, aumen­tar el tiem­po de tra­ba­jo total del gru­po y robar los recur­sos a otros gru­pos. Las for­mas más sim­ples y rudi­men­ta­rias de vio­len­cia sur­gen en este lar­go perío­do, y son las muje­res las que pri­me­ro sufren las con­se­cuen­cias, pasan­do de ser un sexo-géne­ro cla­ve que apor­ta la mayo­ría de las ener­gías y que pro­du­ce la mayo­ría del cono­ci­mien­to, a ser el pri­mer gru­po humano explo­ta­do por otro gru­po humano.

Des­pués, en una secuen­cia his­tó­ri­ca que no pode­mos resu­mir aquí, sobre la base de la explo­ta­ción de la mujer apa­re­ce­rá la explo­ta­ción de la escla­vi­tud y la explo­ta­ción de las masas tra­ba­ja­do­ras a manos de las cas­tas y cla­ses ricas del pro­pio pue­blo. El rap­to de muje­res de otro gru­po humano fue una de las pri­me­ras prác­ti­cas de escla­vi­za­ción, y lue­go se desa­rro­lló la escla­vi­za­ción de muje­res e infan­cia de los pue­blos ven­ci­dos, les siguie­ron los hom­bres jóve­nes y por últi­mo, los ancia­nos cuan­do podían apor­tar cono­ci­mien­tos úti­les al pue­blo inva­sor. La escla­vi­tud adqui­rió muchas for­mas, pero la peor de ellas, la más bru­tal y sis­te­má­ti­ca fue gre­co­rro­ma­na. La rique­za pro­du­ci­da por la escla­vi­tud ace­le­ró el pro­ce­so ya exis­ten­te de esci­sión social inter­na en los pue­blos, sepa­ra­ción entre una mayo­ría cam­pe­si­na libre pero cada vez más empo­bre­ci­da y una mino­ría cada vez más rica que empe­zó a aca­pa­rar rique­zas que eran colec­ti­vas, lue­go a pri­va­ti­zar­las para el uso fami­liar, lue­go a lega­li­zar esas nue­vas pro­pie­da­des y a dejar­las en heren­cia a los des­cen­dien­tes direc­tos. Así, en sín­te­sis, unién­do­se a la explo­ta­ción de la mujer y a la escla­vi­za­ción de otros pue­blos, fue­ron apa­re­cien­do las jefa­tu­ras, los cazi­caz­gos, los cla­nes domi­nan­tes, las cas­tas y por últi­mos las cla­ses pro­pie­ta­rias a títu­lo pri­va­do de las fuer­zas productivas.

La teo­ría mar­xis­ta de la vio­len­cia sos­tie­ne que en el fon­do de esta diná­mi­ca actua­ba como fuer­za sub­te­rrá­nea impul­so­ra la pri­va­ti­za­ción pro­gre­si­va de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, de los medios de tra­ba­jo, de los recur­sos natu­ra­les, todo ello uni­do a la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo de las muje­res, pue­blos escla­vi­za­dos o some­ti­dos al pago de tri­bu­tos, y de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras del pro­pio país. Las vio­len­cias opre­so­ras sur­gen a lo lar­go de esta his­to­ria en la que los pri­me­ros gru­pos arma­dos desa­rro­llan las pri­me­ras dis­ci­pli­nas pro­to­mi­li­ta­res, los pri­me­ros sis­te­mas esta­ta­les de recau­da­ción de impues­tos, de alma­ce­na­je y con­trol de reser­vas y de cuar­te­les en los que se pre­pa­ra la vio­len­cia béli­ca, y bajo su pro­tec­ción e impul­so sur­ge la escri­tu­ra amplián­do­se la esci­sión entre el tra­ba­jo inte­lec­tual y el manual. La cen­tra­li­za­ción esta­tal del poder vie­ne exi­gi­da por la pre­via cen­tra­li­za­ción de la pro­pie­dad pri­va­da en cada vez menos manos, y el paso len­to del poli­teís­mo de las dio­sas al poli­teís­mo de los dio­ses, y de éste al mono­teís­mo reli­gio­so, vie­ne exi­gi­do por la ante­rior cen­tra­li­za­ción de la pro­pie­dad y del Esta­do, con la apa­ri­ción de los espe­cia­lis­tas en la legi­ti­ma­ción del nue­vo poder de cla­se, en la que lo eco­nó­mi­co deter­mi­na siem­pre de for­ma auto­má­ti­ca el pos­te­rior desa­rro­llo del Esta­do y de la ideo­lo­gía, sino que exis­te una inter­ac­ción con­cre­ta en la que la ideo­lo­gía y sobre todo el Esta­do inci­den a su vez sobre la evo­lu­ción económica.

3.- HOMO HOMINI MERCATOR

La pro­pa­gan­da bur­gue­sa silen­cia la coope­ra­ción des­cri­ta y exa­cer­ba y sobre­di­men­sio­na los nive­les de “vio­len­cia ani­mal” pre­sen­tán­do­los, ade­más, como los domi­nan­tes. La bur­gue­sía pre­sen­ta la his­to­ria huma­na como una pro­lon­ga­ción de la “vio­len­cia ani­mal”, de la “vio­len­cia natu­ral”, que sur­ge “natu­ral­men­te” de la “ani­ma­li­dad”, de los “bajos ins­tin­tos”, etc. Los bur­gue­ses cre­yen­tes, reli­gio­sos, sos­tie­nen que esta “ani­ma­li­dad” nos lle­va al “peca­do” y que sólo pue­de sal­var­nos la obe­dien­cia a los dio­ses. Pero, en este caso, la ideo­lo­gía bur­gue­sa no des­cu­bre nada nue­vo sino que se limi­ta a actua­li­zar y uti­li­zar masi­va­men­te vie­jas tesis pre­bur­gue­sas, tesis crea­das por otras cla­ses domi­nan­tes en el pasa­do y que la bur­gue­sía uti­li­za en bene­fi­cio pro­pio. Entre la segun­da mitad del siglo –III y los pri­me­ros años del siglo –II, según el calen­da­rio euro­peo, vivió en Roma Mar­cio Plau­to que escri­bió una lar­ga fra­se en latín que ha que­da­do sin­te­ti­za­da en “Homo homi­ni lupus”, o “El hom­bre es un lobo para el hom­bre”. La escri­bió en una épo­ca en la que la eco­no­mía mer­can­til y dine­ra­ria, y el capi­tal en for­ma de prés­ta­mo y de dine­ro, se expan­dían gra­cias al flo­re­ci­mien­to de la eco­no­mía arte­sa­nal y agrí­co­la roma­na y a sus con­quis­tas mili­ta­res que, por un lado, abrían nue­vos mer­ca­dos y áreas de expan­sión y, por otro lado, apor­ta­ban a Roma miles de escla­vas y escla­vos e ingen­tes teso­ros saquea­dos, masas de tri­bu­tos e impues­tos, y cen­te­na­res de rehe­nes per­te­ne­cien­tes a las cla­ses ricas y cola­bo­ra­cio­nis­tas de los pue­blos inva­di­dos o for­za­dos a ser “alia­dos” bajo ame­na­za militar.

Pero Roma ape­nas apor­tó nada nue­vo ya que casi todo lo apren­dió fun­da­men­tal­men­te de la muy supe­rior cul­tu­ra de la Gre­cia clá­si­ca. De los grie­gos, los roma­nos apren­die­ron la impor­tan­cia cla­ve del comer­cio mer­can­til, de la dis­ci­pli­na mili­tar y de la explo­ta­ción escla­va. Apren­die­ron que hay que uti­li­zar a las muje­res, cla­ses tra­ba­ja­do­ras y a los pue­blos como pre­sas que devo­rar para engran­de­cer el poder pro­pio. Pre­sas a las que hay que obli­gar a tra­ba­jar has­ta la exte­nua­ción, y lo hicie­ron sin pie­dad, como lo habían hecho los grie­gos. La civi­li­za­ción gre­co­rro­ma­na, base de la civi­li­za­ción occi­den­tal, se asen­tó sobre el más inhu­mano terro­ris­mo masi­vo apli­ca­do gra­cias a una aplas­tan­te supe­rio­ri­dad mili­tar. En su con­tex­to social, cul­tu­ral y eco­nó­mi­co, inter­pre­ta­ron su intere­ses domi­nan­tes des­de la pers­pec­ti­va de la “vio­len­cia ani­mal”, es decir, “el hom­bre es un lobo para el hom­bre”, con la ven­ta­ja de que ellos eran la mana­da de lobos mejor orga­ni­za­da y dis­ci­pli­na­da, más rica y cul­ta, más dis­pues­ta y pre­pa­ra­da para devo­rar al res­to de pue­blos, escla­vi­za­dos o dominados.

No es casua­li­dad, sino al con­tra­rio, que la gue­rra en el sen­ti­do actual, y espe­cial­men­te la gue­rra como par­te de un pro­ce­so con­ti­nuo que abar­ca a su vez a la polí­ti­ca y a la eco­no­mía, sur­gie­ra en la Gre­cia clá­si­ca, mer­can­til, rica, cul­ta, civi­li­za­da, escla­vis­ta e impe­ria­lis­ta, y se desa­rro­lla­ra lue­go en una Roma que apren­dió de Gre­cia. Antes de la eco­no­mía dine­ra­ria y mer­can­til grie­ga y roma­na, la “gue­rra” se redu­cía a cho­ques más o menos vio­len­tos, san­grien­tos y has­ta atro­ces como era el caso asi­rio, pero nun­ca lle­ga­ron a la metó­di­ca, fría y cal­cu­la­da pla­ni­fi­ca­ción estra­té­gi­ca que unía el exter­mi­nio físi­co total o sus­tan­cial del enemi­go con la máxi­ma obten­ción de rique­za a cos­ta suya den­tro, todo ello, del míni­mo tiem­po posi­ble. A dife­ren­cia de toda la expe­rien­cia habi­da has­ta enton­ces, inclui­da la chi­na expre­sa­da en la teo­ri­za­ción de Sun Tzu, las cam­pa­ñas grie­gas y roma­nas cau­sa­ron ver­da­de­ro páni­co y espan­to, terror y para­li­za­ción men­tal y físi­ca en impe­rios mucho más gran­des acos­tum­bra­dos a domi­nar a otros pue­blos, y tam­bién para­li­za­ron por su sis­te­ma­ti­ci­dad con­quis­ta­do­ra a alian­zas y con­fe­de­ra­cio­nes de tri­bus gue­rre­ras que se creían pro­te­gi­das por gran­des ríos, cor­di­lle­ras y desier­tos. Azte­cas e Incas fue­ron derro­ta­dos no sólo por las armas de fue­go, las espa­das y los caba­llos y perros de pre­sa, y más ade­lan­te por las enfer­me­da­des, sino sobre todo y ade­más de por la con­jun­ción de todo lo ante­rior, sobre todo por­que tar­da­ron en apren­der a uti­li­zar el con­cep­to occi­den­tal de gue­rra, la vio­len­cia euro­pea indi­so­lu­ble­men­te uni­da a la geno­ci­da eco­no­mía mer­can­til y lue­go capitalista.

La bur­gue­sía ha desa­rro­lla­do al máxi­mo la for­ma clá­si­ca de gue­rra, refor­zán­do­la y amplián­do­la con todos los recur­sos eco­nó­mi­cos, polí­ti­cos, cul­tu­ra­les y tec­no­cien­tí­fi­cos has­ta desa­rro­llar la “gue­rra total”, algo incon­ce­bi­ble en épo­cas ante­rio­res, inclu­so para asi­rios y espar­ta­nos. Aun así, la bur­gue­sía no ha podi­do, ni pue­de, supe­rar el encua­dre ideo­ló­gi­co repre­sen­ta­do por la fra­se Mar­cio Plau­to de “homo homi­ni lupus”. A mita­des del siglo XVII Hob­bes recu­pe­ró este encua­dre en su obra Levia­tán, para argu­men­tar que el Esta­do debía ser el árbi­tro neu­tral que pusie­ra orden en la socie­dad para que ésta no pere­cie­ra al ser des­pe­da­za­da de la lucha entre lobos huma­nos que se mor­dían unos a otros impul­sa­dos por su egoís­mo ani­mal e indi­vi­dua­lis­ta. Pos­te­rior­men­te, la socio­bio­lo­gía, el social­dar­wi­nis­mo y el gene­tis­mo han inten­ta­do demos­trar “cien­tí­fi­ca­men­te” esta inter­pre­ta­ción, fra­ca­san­do siem­pre, y siem­pre vol­vién­do­lo a inten­tar. El capi­ta­lis­mo no pue­de per­mi­tir que se des­cu­bra que la cau­sa de la gue­rra y de la vio­len­cia radi­ca en la explo­ta­ción social inse­pa­ra­ble­men­te uni­da a la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, al plus­va­lor y a la plus­va­lía. Para ocul­tar esta reali­dad debe seguir afe­rrán­do­se a ideo­lo­gías precapitalistas.

La teo­ría mar­xis­ta sos­tie­ne, por el con­tra­rio, que una de las dife­ren­cias cua­li­ta­ti­vas entre el capi­ta­lis­mo y los modos de pro­duc­ción ante­rio­res con­sis­te en que aquél ha impues­to otra reali­dad social que se pude defi­nir con la expre­sión: “homo homi­ni mer­ca­tor”, es decir, “el hom­bre es un mer­ca­der para el hom­bre”. Este modo de pro­duc­ción ha mer­can­ti­li­za­do al ser humano, a la fuer­za de tra­ba­jo, a la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra anu­lan­do su huma­ni­dad y redu­cién­do­la a una mer­can­cía que se com­pra y se ven­de. La mer­can­ti­li­za­ción del ser humano es inse­pa­ra­ble de la de la natu­ra­le­za, ya que el capi­ta­lis­mo debe con­ver­tir todo el valor de cam­bio para ace­le­rar y ampliar la acu­mu­la­ción de capi­tal. Las vio­len­cias sur­gen cuan­do el capi­tal pro­pie­ta­rio de la mer­can­cía huma­na se per­ca­ta que ésta ha toma­do con­cien­cia de su explo­ta­ción y empie­za a erguir­se con­tra el explo­ta­dor para recu­pe­rar su huma­ni­dad, para dejar de ser valor de cam­bio, sim­ple obje­to pasi­vo de com­pra­ven­ta, y pasar a ser suje­to acti­vo que diri­ge cons­cien­te­men­te su libe­ra­ción. Con­for­me la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra se yer­gue con­tra la pro­pie­dad bur­gue­sa que la des­hu­ma­ni­za y alie­na, va sin­tien­do cómo cada vez más le gol­pean las vio­len­cias del poder, has­ta lle­gar a sufrir ver­da­de­ras gue­rras con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias des­ti­na­das a ase­gu­rar que la super­vi­ven­cia de la pro­pie­dad privada.

4.- ALIENACIÓN, FETICHISMO Y VIOLENCIA INVISIBLE

Las vio­len­cias opre­so­ras en los modos de pro­duc­ción pre­ca­pi­ta­lis­tas tenían como fun­ción direc­ta y explí­ci­ta para­li­zar por el mie­do y el páni­co a las muje­res, pue­blos opri­mi­dos y cla­ses explo­ta­das para que per­ma­ne­cie­ran pasi­vas y obe­dien­tes, deján­do­se explo­tar por mie­do a la repre­sión. Las reli­gio­nes tenían la fun­ción de con­so­lar­les con otra vida en ultra­tum­ba en la que, por fin, vivi­rían sin sufri­mien­tos, sin ham­bre ni enfer­me­da­des, sin vio­len­cias de los ricos. Cuan­do el mie­do al láti­go, a la espa­da y al infierno eterno per­día su efi­ca­cia y las per­so­nas se suble­va­ban, enton­ces los ejér­ci­tos ben­de­ci­dos por los reli­gio­sos masa­cra­ban las rebe­lio­nes. Se pre­di­ca­ba la pacien­cia sumi­sa, la obe­dien­cia al poder, el recha­zo de toda vio­len­cia por par­te de los explo­ta­dos por­que era “peca­do”, mien­tras que las cla­ses pro­pie­ta­rias sí podían y debían usar las vio­len­cias por­que eran las “repre­sen­tan­tes de dios en la tie­rra”. La vio­len­cia de las opri­mi­das y opri­mi­dos era un “peca­do” y la vio­len­cia de los opre­so­res era un “deber” que tenía que prac­ti­car­se en momen­tos pre­ci­sos, sien­do uno de ellos el de derro­car por las armas al “tirano”, es decir, a una frac­ción del poder que mal­tra­ta­ba a otras frac­cio­nes de las cla­ses ricas. El “dere­cho a la rebe­lión” era exclu­si­vo de las mino­rías pro­pie­ta­rias mien­tras que las mayo­rías explo­ta­das tenían el “deber de la sumisión”.

Man­te­nién­do­se lo esen­cial de este méto­do de terro­ris­mo físi­co y psi­co­ló­gi­co, sin embar­go el capi­ta­lis­mo intro­du­ce una nove­dad con­sis­ten­te en que la vio­len­cia san­grien­ta y públi­ca pasa a segun­do plano, des­apa­re­ce en la super­fi­cie de la “demo­cra­cia”, apa­re­cien­do una fic­ción, un enga­ño. Como hemos dicho, el capi­ta­lis­mo ha expro­pia­do de todo a la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra, se ha que­da­do con las tie­rras comu­na­les, con las tie­rras de los cam­pe­si­nos y las herra­mien­tas de los arte­sa­nos, con las peque­ñas tien­das y con el saber obre­ro, es decir, la gen­te tra­ba­ja­do­ra no tie­ne nada con la que ganar­se la vida de for­ma inde­pen­dien­te; sólo tie­ne el recur­so deses­pe­ra­do de encon­trar un patrón que le explo­te, que le pague un sala­rio por su fuer­za de tra­ba­jo. Mien­tras se que­da­ba con todo y expro­pia­ba a las gen­tes, el capi­ta­lis­mo iba hacién­do­les creer que, sin embar­go, eran ya libres e igua­les a los empre­sa­rios: mien­tras que éstos tie­nen las máqui­nas y el capi­tal por­que han sido más lis­tos, han “triun­fa­do en la vida” y en la “lucha de todos con­tra todos”, los tra­ba­ja­do­res, que han per­di­do en esta lucha en “sel­va social”, son tam­bién libres por­que son pro­pie­ta­rios de su fuer­za de tra­ba­jo, de su cuer­po, de modo que pue­den nego­ciar con el patrón las con­di­cio­nes sala­ria­les de su con­tra­to laboral.

Si el tra­ba­ja­dor ofi­cial­men­te libre no está de acuer­do con la ofer­ta del empre­sa­rio libre pue­de que­dar­se sin tra­ba­jar, en paro, a la espe­ra de otro con­tra­to mejor con otro empre­sa­rio: ambos son “per­so­nas libres” y ambos son “pro­pie­ta­rios” con los mis­mos dere­chos. El empre­sa­rio es pro­pie­ta­rio de las fábri­cas, del capi­tal, de las infra­es­truc­tu­ras, etc., el tra­ba­ja­dor es pro­pie­ta­rio sólo de su cuer­po. La vio­len­cia físi­ca no inter­vie­ne en el “con­tra­to social” entre empre­sa­rio y tra­ba­ja­dor, que rea­li­zan sus acuer­dos uti­li­zan­do las “leyes neu­tra­les” dic­ta­das por el “par­la­men­to demo­crá­ti­co”, apli­ca­das por la “jus­ti­cia demo­crá­ti­ca” y pro­te­gi­das por el “Esta­do demo­crá­ti­co”. La vio­len­cia des­apa­re­ce de esce­na y apa­re­ce la “nego­cia­ción social” en la que, como en cual­quier nego­cio, gana el más lis­to, el más pre­pa­ra­do. El triun­fa­dor, el bur­gués, acep­ta con nor­ma­li­dad su cla­ra ven­ta­ja y el pro­le­ta­rio acep­ta su con­ti­nua mala suer­te por­que está con­ven­ci­do que se lo mere­ce por­que es un fra­ca­sa­do, un derro­ta­do, un igno­ran­te, por­que cree que no exis­te dife­ren­cia cua­li­ta­ti­va algu­na entre un bur­gués pro­pie­ta­rio de inmen­sas rique­zas y él, pro­pie­ta­rio sólo de su ago­ta­do cuer­po, y de deu­das. Su creen­cia está refor­za­da por otras fuer­zas psi­co­ló­gi­cas reac­cio­na­rias, irra­cio­na­les, sub­je­ti­vas, reli­gio­sas, car­ga­das de mie­dos y angus­tias intro­du­ci­das en su per­so­na­li­dad des­de la pri­me­ra infan­cia. Tam­bién está refor­za­da por la ideo­lo­gía patriar­cal, por el racis­mo y por el nacio­na­lis­mo bur­gués e imperialista.

En estas con­di­cio­nes, es nor­mal que esta “per­so­na libre” vote a la dere­cha y has­ta a la extre­ma dere­cha, aun­que lo más nor­mal es que vote al refor­mis­mo social­de­mó­cra­ta y a la “izquier­da” res­pe­tuo­sa, pací­fi­ca e inte­gra­da en el capi­ta­lis­mo. El capi­ta­lis­mo logra así ocul­tar la vio­len­cia bru­ta tras una apa­rien­cia de “libre mer­ca­do” mien­tras que, en reali­dad impo­ne una vio­len­cia más sibi­li­na e invi­si­ble, y por ello más des­truc­to­ra por cuan­to sus efec­tos cre­cen sin ser vis­tos: la vio­len­cia de la explo­ta­ción asa­la­ria­da, que no exis­te en la apa­rien­cia de la vida nor­mal, pero que des­tro­za la vida real de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras, de los pue­blos opri­mi­dos y de las muje­res. La teo­ría mar­xis­ta expli­ca que para com­pren­der la terri­ble fuer­za des­truc­ti­va de esta vio­len­cia asa­la­ria­da invi­si­ble hay que recu­rrir a reali­da­des tam­bién invi­si­bles pero obje­ti­vas y mate­ria­les como son la alie­na­ción y el feti­chis­mo de la mer­can­cía, es decir, situa­cio­nes carac­te­ri­za­das por el hecho de que las per­so­nas opri­mi­das se creen libres cuan­do en reali­dad están opri­mi­das; y creen que las cosas, las mer­can­cías, tie­nen vida pro­pia y cua­li­da­des huma­nas, mien­tras que redu­cen a las per­so­nas, y a ellas mis­mas, a sim­ples cosas sin valor alguno. O sea, invier­ten la reali­dad, las cau­sas son vis­tas como los efec­tos, los efec­tos como las causas.

Las vio­len­cias en las socie­da­des pre­ca­pi­ta­lis­tas apa­re­cían des­nu­das en su furia, y cubier­tas lue­go por las reli­gio­nes con los ropa­jes del peca­do y de la vir­tud del pacien­te paci­fis­mo pasi­vo. Pero eran vivi­das y sen­ti­das como vio­len­cias. Sin embar­go en el capi­ta­lis­mo las vio­len­cias des­apa­re­cen bajo la fal­sa apa­rien­cia del “libre mer­ca­do”, de la “ciu­da­da­nía”, de los “dere­chos igua­les” y de los efec­tos dis­tor­sio­na­do­res del feti­chis­mo y de la alie­na­ción. Quie­re esto decir que en el capi­ta­lis­mo exis­ten más difi­cul­ta­des para des­cu­brir y cono­cer teó­ri­ca­men­te la reali­dad inme­dia­ta de las vio­len­cias que en las socie­da­des pre­ca­pi­ta­lis­tas, en las que, como hemos vis­to, éstas esta­ban pre­sen­tes sin velos encu­bri­do­res en la vida dia­ria, aun­que legi­ti­ma­das por las reli­gio­nes. Aho­ra bien, si por una par­te es más difí­cil des­cu­brir teó­ri­ca­men­te las vio­len­cias que se pade­cen por­que están ocul­tas por mitos ideo­ló­gi­cos, por otra par­te, su des­cu­bri­mien­to per­mi­te una mayor, más rápi­da y más pro­fun­da radi­ca­li­dad revo­lu­cio­na­ria que en las socie­da­des en las que las vio­len­cias actúan al des­cu­bier­to. Esta para­do­ja se expli­ca fácil­men­te una vez que des­cu­bri­mos gra­cias a la teo­ría mar­xis­ta que aho­ra, en el capi­ta­lis­mo, las masas explo­ta­das ya no tie­nen nada real y mate­rial en lo que refu­giar­se, a lo que huir y esca­par­se, como eran las tie­rras comu­na­les, los cam­pos de la fami­lia cam­pe­si­na, las herra­mien­tas del arte­sa­na­do, lo talle­res de la peque­ña bur­gue­sía empo­bre­ci­da, otros con­ti­nen­tes a los que emi­grar, etc. Ya no hay esca­pa­to­ria posi­ble por­que todo está pri­va­ti­za­do y en poder de la cla­se bur­gue­sa, todo está redu­ci­do a sim­ple mer­can­cía, y ya no exis­te nada en lo que las masas explo­ta­das pue­dan refugiarse.

En las socie­da­des pre­ca­pi­ta­lis­tas siem­pre que­da­ba una espe­ran­za de esca­pe y tam­bién una espe­ran­za de que el poder, que se pre­sen­ta­ba como otor­ga­do por los dio­ses y a los que debía res­pon­der, ter­mi­na­ra res­pe­tan­do algu­nos dere­chos de las masas tra­ba­ja­do­ras, con­ce­dien­do algu­nas refor­mas. En estas socie­da­des, los pode­res monár­qui­cos o repu­bli­ca­nos tenían un alo de pro­tec­ción del pue­blo llano, de repre­sen­tan­te y dele­ga­do de éste ante los dio­ses. Pero en el capi­ta­lis­mo, ni siquie­ra las monar­quías tie­nen ya el poder de antes, estan­do aho­ra supe­di­ta­das al poder bur­gués expre­sa­do en el par­la­men­to y en el Esta­do. Por tan­to, cuan­do en el capi­ta­lis­mo la gen­te explo­ta­da toma con­cien­cia de que care­ce de todo por­que todo le ha sido expro­pia­do, de que no tie­ne nada, de que tie­ne que cons­truir una socie­dad com­ple­ta­men­te nue­va, enton­ces su radi­ca­lis­mo es total, direc­to y consciente.

Com­pren­de­mos así dos cosas deci­si­vas para enten­der las vio­len­cias en la socie­dad bur­gue­sa: una, que en ellas cues­ta mucho más que en las socie­da­des ante­rio­res que las cla­ses, pue­blos y muje­res tomen con­cien­cia crí­ti­ca de su situa­ción real; y, otra, que por ello mis­mo la con­cien­cia polí­ti­ca es deci­si­va e impres­cin­di­ble, es cru­cial para esa toma de con­cien­cia crí­ti­ca. La teo­ría polí­ti­ca apa­re­ce aquí como el núcleo del pro­ble­ma por­que sólo teó­ri­ca­men­te se pue­de des­cu­brir tan­to el fun­cio­na­mien­to de la explo­ta­ción como, a la vez, el pro­ce­so ideo­ló­gi­co que lo invi­si­bi­li­za, que lo ocul­ta a las mira­das. Pero habla­mos de teo­ría mar­xis­ta, es decir, de la dia­léc­ti­ca per­ma­nen­te entre acción y pen­sa­mien­to, entre mano y men­te, entre prác­ti­ca y teo­ría, habla­mos de la praxis.

5.- VIOLENCIAS, RESISTENCIAS Y CONCIENCIA POLÍTICA

La con­cien­cia polí­ti­ca mar­xis­ta se carac­te­ri­za por sin­te­ti­zar con rigor teó­ri­co lo que une e iden­ti­fi­ca a todas las opre­sio­nes, explo­ta­cio­nes y domi­na­cio­nes, la esen­cia inter­na que las cohe­sio­na alre­de­dor de la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. La con­cien­cia polí­ti­ca es la visión de con­jun­to, uni­ta­ria y total, que expli­ca teó­ri­ca­men­te qué es el capi­ta­lis­mo, cómo y por qué fun­cio­na, y para qué actúan sus vio­len­cias visi­bles e invi­si­bles, así como la efec­ti­vi­dad de sus medios alie­na­do­res, que invier­ten la reali­dad pre­sen­tan­do el efec­to como cau­sa de modo que las gen­tes se creen libres cuan­do están opri­mi­das. Polí­ti­ca y teo­ría van uni­das en el méto­do mar­xis­ta y ambas se remi­ten siem­pre a la prác­ti­ca colec­ti­va e indi­vi­dual, de modo que se esta­ble­ce una inter­ac­ción entre los pro­ble­mas dia­rios, la nece­si­dad de com­pren­der teó­ri­ca­men­te sus cau­sas y la toma de con­cien­cia de que sola­men­te con una acción polí­ti­ca radi­cal se avan­za­rá en su solu­ción colec­ti­va. La con­cien­cia polí­ti­ca sin­te­ti­za la teo­ría y la prác­ti­ca en la mis­ma acción cons­cien­te, pre­ci­sa de for­ma muy con­cre­ta el pri­mer obje­ti­vo deci­si­vo de la lucha revo­lu­cio­na­ria: la des­truc­ción del Esta­do bur­gués y la crea­ción de un poder popu­lar con un Esta­do obre­ro, paso pri­me­ro para el segun­do y real­men­te deci­si­vo: aca­bar con la pro­pie­dad pri­va­da reins­tau­ran­do la pro­pie­dad comu­nis­ta de las fuer­zas productivas.

La con­cien­cia polí­ti­ca mar­xis­ta es lo opues­to irre­con­ci­lia­ble a la polí­ti­ca bur­gue­sa, es decir, a la polí­ti­ca como “pro­fe­sión” de espe­cia­lis­tas en enga­ñar a las gen­tes en bene­fi­cio de la cla­se opre­so­ra. La con­cien­cia polí­ti­ca mar­xis­ta sabe que todo es polí­ti­co, que en cual­quier acto, deci­sión y pen­sa­mien­to siem­pre actúa un pro­yec­to polí­ti­co aun­que no sea cons­cien­te­men­te asu­mi­do. La bur­gue­sía, por el con­tra­rio, redu­ce lo polí­ti­co a lo que sus pro­pa­gan­dis­tas deno­mi­nan “jue­go par­la­men­ta­rio”, es decir, a las nor­mas impues­tas por el poder esta­ble­ci­do, ceñi­das a unos mar­cos muy limi­ta­dos y res­tric­ti­vos, y que nie­ga sus cone­xio­nes direc­tas con el res­to de las for­mas de acción social. En este sen­ti­do, la bur­gue­sía esta­ble­ce una sepa­ra­ción abso­lu­ta entre la “polí­ti­ca” y la eco­no­mía, la cul­tu­ra, etc., y entre la “polí­ti­ca” y la vida pri­va­da, que a su vez está sepa­ra­da de la vida públi­ca, etc. La tesis de la “neu­tra­li­dad” encuen­tra aquí su argu­men­to per­fec­to: ya que la polí­ti­ca es sólo cues­tión de polí­ti­cos “pro­fe­sio­na­les”, el res­to de las per­so­nas que no quie­ren “hacer polí­ti­ca”, son “neu­tra­les”, están fue­ra de la “polí­ti­ca”, libres de toda res­pon­sa­bi­li­dad. Por tan­to, la “polí­ti­ca” es cues­tión de los “polí­ti­cos”.

La con­cien­cia polí­ti­ca mar­xis­ta nie­ga radi­cal­men­te este reduc­cio­nis­mo intere­sa­do que solo bene­fi­cia a la mino­ría domi­nan­te, y expli­ca que todo es polí­ti­co por­que todo está rela­cio­na­do con la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta, y muy espe­cial­men­te las vio­len­cias en cual­quie­ra de sus for­mas de apli­ca­ción. No exis­ten per­so­nas apo­lí­ti­cas ni neu­tra­les fren­te a la explo­ta­ción del tra­ba­jo de la infan­cia, a la pros­ti­tu­ción de niñas, a la repre­sión de los dere­chos huma­nos, a la tor­tu­ra, a la reduc­ción de sala­rios, a la reduc­ción de los ser­vi­cios públi­cos y socia­les, a la pri­va­ti­za­ción de la sani­dad y de la edu­ca­ción, a la des­truc­ción de la natu­ra­le­za, etc. No pue­de haber neu­tra­li­dad apo­lí­ti­ca algu­na fren­te a la vio­len­cia opre­so­ra e injus­ta. La con­cien­cia polí­ti­ca denun­cia el mito de la neu­tra­li­dad ana­li­zan­do teó­ri­ca­men­te en las reali­da­des con­cre­tas las cone­xio­nes entre todos los com­po­nen­tes de la reali­dad, entre la explo­ta­ción asa­la­ria­da, la domi­na­ción patriar­cal y la opre­sión nacio­nal, mos­tran­do cómo has­ta las más peque­ñas e ínfi­mas par­tes de la “vida pri­va­da” están con­di­cio­na­das por la lógi­ca bur­gue­sa del máxi­mo bene­fi­cio empre­sa­rial y por las múl­ti­ples y diver­sas vio­len­cias inhe­ren­tes a dicha lógica.

Las vio­len­cias patriar­ca­les son ante­rio­res al capi­ta­lis­mo, pero la bur­gue­sía ha sabi­do inte­grar­las en su sis­te­ma pro­duc­ti­vo por­que la mujer es una muy espe­cial fuer­za de tra­ba­jo, la úni­ca que pro­du­ce seres huma­nos, o sea, más fuer­za de tra­ba­jo, moder­nos “escla­vos asa­la­ria­dos”, a la vez que pro­du­ce otras cosas, des­de el tra­ba­jo domés­ti­co, el tra­ba­jo sexual, el tra­ba­jo edu­ca­ti­vo, asis­ten­cial y sani­ta­rio, psi­co­ló­gi­co, etc., no remu­ne­ra­dos nin­guno de ellos, has­ta el asa­la­ria­do fue­ra del domi­ci­lio que, ade­más, es bas­tan­te peor paga­do que el tra­ba­jo mas­cu­lino. Una par­te muy con­si­de­ra­ble de las ganan­cias del capi­ta­lis­mo mun­dial pro­vie­nen direc­ta­men­te del con­jun­to de tra­ba­jos que rea­li­zan las muje­res, la mayor par­te de ellos no remu­ne­ra­dos por­que no entran en el sis­te­ma sala­rial, sino que son “pri­va­dos”. Otras dos apor­ta­cio­nes fun­da­men­ta­les al sos­te­ni­mien­to del sis­te­ma bur­gués son, uno, el tra­ba­jo edu­ca­ti­vo y for­ma­ti­vo de la pri­me­ra infan­cia, incul­can­do obe­dien­cia en la mayo­ría de los casos; y otro, el tra­ba­jo de ali­via­de­ro y des­car­ga psi­co­ló­gi­ca, emo­cio­nal, sexual y afec­ti­va de las frus­tra­cio­nes, malos genios, agre­si­vi­da­des y vio­len­cias, fra­ca­sos e impo­ten­cias sexua­les de los hom­bres de la casa, del entorno de amis­ta­des y del trabajo.

Son incal­cu­la­bles los bene­fi­cios eco­nó­mi­cos, polí­ti­cos, cul­tu­ra­les, y de orden e inte­gra­ción en el sis­te­ma esta­ble­ci­do, que obtie­ne tan­to el capi­ta­lis­mo en su con­jun­to como los hom­bres con­cre­tos que opri­men, explo­tan y domi­nan a “sus” muje­res en sus casas, sus tra­ba­jos, sus rela­cio­nes per­so­na­les. Las vio­len­cias múl­ti­ples que pade­cen las muje­res tie­nen como obje­ti­vo garan­ti­zar la vida del sis­te­ma patriar­co-bur­gués en su esen­cia irre­nun­cia­ble: explo­tar su fuer­za de tra­ba­jo psi­co­so­má­ti­ca y sexo-eco­nó­mi­ca de la mujer con­ver­ti­da en una mer­can­cía úni­ca. La apro­pia­ción pri­va­da mas­cu­li­na de la mujer ope­ra al doble e inte­gra­do nivel de lo gene­ral, del capi­ta­lis­mo, y de lo par­ti­cu­lar, del mari­do, del espo­so, del padre, del ami­go, etc., fusio­na­das ambas en la lógi­ca del bene­fi­cio mate­rial y sim­bó­li­co que se extrae de las muje­res. El sis­te­ma patriar­co-bur­gués ha desa­rro­lla­do una den­sa red de medios de con­trol, vigi­lan­cia y repre­sión que abar­can la tota­li­dad de la vida de las muje­res, para evi­tar sus resis­ten­cias o mini­mi­zar sus efec­tos nega­ti­vos sobre la tasa media de bene­fi­cios que obtie­ne con su explo­ta­ción. Las vio­len­cias pre­ven­ti­vas o acti­vas, inclui­das el terro­ris­mo afec­ti­vo, la vio­la­ción y el ase­si­na­to, más fre­cuen­tes de lo que sos­pe­cha­mos, se incre­men­tan y entran en acción de mane­ra pro­gre­si­va con­for­me aumen­tan las resis­ten­cias de las mujeres.

Por resis­ten­cias de las muje­res debe­mos enten­der todo com­por­ta­mien­to que debi­li­tan las opre­sio­nes que pade­cen, que aumen­tan su auto­es­ti­ma y su con­cien­cia, sus liber­ta­des y su feli­ci­dad, y que redu­cen las injus­ti­cias que sufren. Las resis­ten­cias van des­de la nega­ti­va a man­te­ner rela­cio­nes sexua­les no desea­das, impues­tas, has­ta el divor­cio y el abor­to, pasan­do por múl­ti­ples accio­nes coti­dia­nas para ampliar todas las liber­ta­des con­cre­tas, des­de las sexua­les has­ta las cul­tu­ra­les pasan­do por las labo­ra­les y sin­di­ca­les. Pero la fun­da­men­tal deci­sión, la que per­mi­te dar el sal­to de la resis­ten­cia indi­vi­dua­li­za­da a la lucha colec­ti­va por una socie­dad no patriar­cal ni bur­gue­sa es la lucha colec­ti­va con­tra la vio­len­cia machis­ta y con­tra la reduc­ción de la mujer a sim­ple pro­pie­dad del hom­bre. Estas dos luchas se fusio­nan en una sola: la del poder orga­ni­za­do de la mujer tra­ba­ja­do­ra como deter­mi­nan­te den­tro del poder obre­ro y popu­lar. Un poder orga­ni­za­do que debe com­ba­tir direc­ta­men­te las vio­len­cias y abu­sos, res­tric­cio­nes y ata­ques cre­cien­tes del patriar­ca­do, pero tam­bién den­tro mis­mo de las izquier­das revo­lu­cio­na­rias, en los círcu­los, sin­di­ca­tos, orga­ni­za­cio­nes y par­ti­dos revolucionarios.

Las vio­len­cias que sufren los pue­blos y nacio­nes ocu­pa­das res­pon­den, en sín­te­sis, a la mis­ma lógi­ca del bene­fi­cio pri­va­do que explo­ta a las muje­res, pero con las for­mas y con­te­ni­dos mar­ca­dos por las reali­da­des nacio­na­les. De hecho, como hemos vis­to antes, la opre­sión de las muje­res y de los pue­blos es ante­rior al capi­ta­lis­mo y res­pon­de al mis­mo obje­ti­vo de expro­piar­les el pro­duc­to de su tra­ba­jo, sus recur­sos y sus capa­ci­da­des cul­tu­ra­les. Lo espe­cí­fi­co de la opre­sión nacio­nal es que tam­bién macha­ca a los hom­bres del pue­blo inva­di­do o some­ti­do a tri­bu­tos durí­si­mos bajo ame­na­za de inva­sión exter­mi­na­do­ra. Macha­ca a la pobla­ción ente­ra, y par­cial­men­te, en menor o mayor caso según las situa­cio­nes, a las cla­ses ricas cola­bo­ra­cio­nis­tas con el inva­sor. Con la pri­me­ra fase expan­si­va del capi­ta­lis­mo, la colo­nia­lis­ta y comer­cial, los pue­blos empe­za­ron a sufrir agre­sio­nes eco­nó­mi­cas basa­das en el inter­cam­bio des­igual, agre­sio­nes mili­ta­res des­ti­na­das a expro­piar­les sus recur­sos y ha escla­vi­zar a sus pobla­cio­nes, agre­sio­nes lin­güís­ti­co-cul­tu­ra­les y reli­gio­sas des­ti­na­das a des­truir su iden­ti­dad y sus capa­ci­da­des defen­si­vas, y agre­sio­nes bio­ló­gi­cas por la lle­ga­da de nue­vas enfer­me­da­des, efec­to pasó a ser rápi­da­men­te un arma bio­ló­gi­ca de exter­mi­nio masi­vo pre­me­di­ta­da­men­te emplea­da por los europeos.

Con la fase impe­ria­lis­ta se mul­ti­pli­ca­ron estas explo­ta­cio­nes, aña­dién­do­se­les las del pago de la mal deno­mi­na­da “deu­da exter­na” y las del saqueo sis­te­má­ti­co de los recur­sos ener­gé­ti­cos y de los mate­ria­les estra­té­gi­cos. La fase actual del impe­ria­lis­mo defi­ni­ti­va­men­te mun­dia­li­za­do ha aña­di­do un com­po­nen­te nue­vo y defi­ni­ti­vo a la expo­lia­ción: la pri­va­ti­za­ción de la vida, del códi­go gené­ti­co de los pue­blos y de la natu­ra­le­za, el expo­lio pla­ni­fi­ca­do del saber acu­mu­la­do, de su inte­li­gen­cia y de sus facul­ta­des inte­lec­tua­les. Ade­más de las ganan­cias inmen­sas que el capi­ta­lis­mo ha extraí­do y extrae de los pue­blos opri­mi­dos, hay tres gran­des bene­fi­cios que no pode­mos olvi­dar: uno, la escla­vi­tud de millo­nes de per­so­nas, tan­to en los siglos XV-XIX, como en la actua­li­dad, tra­ba­jo escla­vo que está adqui­rien­do muchas for­mas nue­vas y que rin­den incon­men­su­ra­bles ganan­cias, inclui­das las sexua­les; dos, gran­des espa­cios geo­grá­fi­cos a los que lle­var a la pobla­ción sobran­te en Euro­pa, ali­vian­do mucho los peli­gros de esta­lli­dos socia­les por la super­po­bla­ción ham­brien­ta y explo­ta­da al máxi­mo, así como por el debi­li­ta­mien­to de los gru­pos refor­mis­tas y radi­ca­les que tenían que huir a otros con­ti­nen­tes esca­pan­do de la repre­sión euro­pea; y tres, el refor­za­mien­to del nacio­na­lis­mo bur­gués impe­ria­lis­ta, de la cohe­sión nacio­nal inter­na que ello pro­pi­cia, de la corrup­ción de sec­to­res polí­ti­cos y sin­di­ca­les con par­te de las ganan­cias obte­ni­das por la opre­sión nacional.

Es por esto que las vio­len­cias que el capi­ta­lis­mo nacio­nal­men­te opre­sor lan­za con­tra los pue­blos que explo­ta son de una bru­ta­li­dad extre­ma cuan­do éstos se suble­van, una fero­ci­dad sólo supe­ra­da por la que sufren las muje­res. Más aún, son las muje­res inde­pen­den­tis­tas de los pue­blos opri­mi­dos, las que se han suma­do a la lucha de libe­ra­ción, las que pade­cen los peo­res cas­ti­gos, las tor­tu­ras espe­cia­les, las veja­cio­nes más patriar­ca­les y racis­tas por par­te del inva­sor. De igual modo, la nación ocu­pa­da es tra­ta­da como una mujer ven­ci­da, su pobla­ción mas­cu­li­na es sim­bó­li­ca­men­te femi­ni­za­da cuan­do no mate­rial­men­te, cuan­do sus resis­ten­tes son vio­la­dos en las tor­tu­ras y cár­ce­les por el inva­sor, que asu­me los valo­res machis­tas más reac­cio­na­rios y cri­mi­na­les. Las nacio­nes derro­ta­das son con­si­de­ra­das como pro­pie­dad exclu­si­va del Esta­do inva­sor, que las tra­ta como sim­ples fuer­zas pro­duc­ti­vas que hay que explo­tar has­ta el ago­ta­mien­to, como socie­da­des atra­sa­das e incul­tas que deben ser edu­ca­das en la cul­tu­ra inva­so­ra, etc. Por esto, ape­nas son tole­ra­das sus luchas excep­to cuan­do así se con­si­gue una divi­sión inter­na en la resis­ten­cia, inte­gran­do como cola­bo­ra­cio­nis­tas a un sector.

Por últi­mo, las vio­len­cias que pade­cen las cla­ses tra­ba­ja­do­ras son las más estu­dia­das de todas las exis­ten­tes, así que vamos a dedi­car­le aho­ra poco espa­cio, excep­to el nece­sa­rio para mos­trar cómo, en esen­cia, el capi­ta­lis­mo tam­bién sos­tie­ne que el pro­duc­to del tra­ba­jo de la cla­se obre­ra es pro­pie­dad suya. Mien­tras que la expro­pia­ción del tra­ba­jo de las muje­res y de los pue­blos ocu­pa­dos, de sus recur­sos y de sus exce­den­tes acu­mu­la­dos, se rea­li­za más que todo por la vio­len­cia ame­na­zan­te que ase­gu­ra el saqueo y expo­lio, menos aque­llas par­tes que se obtie­nen median­te el tra­ba­jo asa­la­ria­do. En la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta de la fuer­za de tra­ba­jo, el obre­ro cree que debe entre­gar al empre­sa­rio el pro­duc­to de su tra­ba­jo por­que, según dice el con­tra­to, éste lo ha com­pra­do median­te un sala­rio. Según la apa­rien­cia y la ideo­lo­gía, se tra­ta, como hemos vis­to, de un “con­tra­to labo­ral entre per­so­nas libres e igua­les”, per­so­nas, “ciu­da­da­nos” que son posee­do­res de bie­nes dife­ren­tes pero que se nece­si­tan mutua­men­te: el capi­tal y el tra­ba­jo. El capi­tal, las máqui­nas y los mate­ria­les, etc., los apor­ta el empre­sa­rio, y el tra­ba­ja­dor apor­ta su fuer­za de tra­ba­jo paga­da con un sala­rio, y al final debe acep­tar que el pro­duc­to de su tra­ba­jo se lo que­de el empre­sa­rio ya que lo ha com­pra­do antes, o sea, es ya una pro­pie­dad pri­va­da suya, como las fábri­cas y el capital.

Esta pecu­lia­ri­dad del capi­ta­lis­mo que hace que las vio­len­cias des­car­na­das “des­apa­rez­can” de la reali­dad, como hemos expli­ca­do, per­mi­te a la bur­gue­sía dis­po­ner de otros ins­tru­men­tos de inte­gra­ción, orden y coer­ción, más efec­ti­vos al comien­zo que la estric­ta vio­len­cia. Sin embar­go, cuan­do la cla­se obre­ra toma con­cien­cia polí­ti­ca de su explo­ta­ción median­te el estu­dio de la teo­ría mar­xis­ta de la plus­va­lía, y pasa a exi­gir la des­truc­ción del Esta­do bur­gués para avan­zar median­te el Esta­do obre­ro hacia la pro­pie­dad comu­nis­ta de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, enton­ces, a lo lar­go del pro­ce­so de lucha de cla­ses en ascen­so, la bur­gue­sía no duda en apli­car diver­sas vio­len­cias a cada cual más dura y sal­va­je, has­ta lle­gar a la máxi­ma, a la dic­ta­du­ra con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria, fas­cis­ta o mili­ta­ris­ta, según los casos, si es que no las ha derro­ta­do con anterioridad.

6.- CONCIENCIA POLÍTICA, ESPONTANEIDAD Y ORGANIZACIÓN

El socia­lis­mo y en espe­cial el mar­xis­mo han com­pren­di­do des­de sus orí­ge­nes la nece­si­dad de arti­cu­lar e inter­re­la­cio­nar las for­mas de luchas inven­ta­das por las mases explo­ta­das. No se ha tra­ta­do de un des­cu­bri­mien­to teó­ri­co caí­do del cie­lo, sino de una sín­te­sis crí­ti­ca de las expe­rien­cias prác­ti­cas de las luchas socia­les, con sus vic­to­rias y derro­tas. Deci­mos que se tra­ta de for­mas de lucha inven­ta­das por las masas por­que sen­ci­lla­men­te es así. Fue­ron éstas las que, antes de exis­tir el mar­xis­mo y antes de que el socia­lis­mo estu­vie­ra míni­ma­men­te asen­ta­do, ya habían desa­rro­lla­do expe­rien­cias prác­ti­cas sor­pren­den­tes, cuya memo­ria ha sobre­vi­vi­do difu­mi­na­da y ter­gi­ver­sa­da por la his­to­rio­gra­fía bur­gue­sa pero que des­de hace unas déca­da empie­za a ser recu­pe­ra­da en la medi­da de lo posi­ble. Un ejem­plo bri­llan­te de la capa­ci­dad crea­ti­va de las cla­ses explo­ta­das, de las nacio­nes opri­mi­das, de las muje­res en lucha, etc., lo tene­mos en el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio bol­che­vi­que que cul­mi­nó en 1917 pero que ya con mucha ante­rio­ri­dad, en 1906 por citar un solo refe­ren­te, ense­ñó a los bol­che­vi­ques por boca de Lenin que el mar­xis­mo apren­de y mejo­ra su teo­ría de la gue­rra, de la gue­rri­lla, de la vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria, etc., de la inven­ti­va crea­do­ra de las masas en acción.

Lla teo­ría sur­ge des­pués de las expe­rien­cias de las masas, des­pués de la sufi­cien­te acu­mu­la­ción de datos obje­ti­vos que exis­ten al mar­gen de la sub­je­ti­vi­dad de las orga­ni­za­cio­nes que las sin­te­ti­zan en el nivel teó­ri­co. Marx era el pri­mer en asu­mir la impor­tan­cia cen­tral de la evo­lu­ción de las con­tra­dic­cio­nes obje­ti­vas para ela­bo­rar des­pués la teo­ría revo­lu­cio­na­ria, y de hecho, espe­ró a que se desa­rro­lla­sen todos los efec­tos de la cri­sis capi­ta­lis­ta para ter­mi­nar de redac­tar uno de los capí­tu­los de su obra mag­na: El Capi­tal. Aho­ra bien, la prio­ri­dad de la prác­ti­ca no anu­la la impor­tan­cia de la teo­ría, al con­tra­rio, ense­ña que, en un segun­do momen­to del mis­mo pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio, la teo­ría se ade­lan­ta a la prác­ti­ca y la diri­ge en base a los cono­ci­mien­tos extraí­dos de la mis­ma prác­ti­ca. Dicho dia­léc­ti­ca­men­te, siem­pre hay una inter­ac­ción per­ma­nen­te entre ambos, una unión pro­ce­sual entre mano y men­te, prác­ti­ca y teo­ría que osci­la según los casos pero que se mues­tra deci­si­va en su sín­te­sis teó­ri­ca en los momen­tos de cri­sis estruc­tu­ral, cuan­do hay que echar la mira­da crí­ti­ca a las prác­ti­cas ante­rio­res para con­fir­mar la correc­ción de la teo­ría revo­lu­cio­na­ria y, por tan­to, para apli­car la teo­ría en el momen­to crucial.

Si esta dia­léc­ti­ca de la pra­xis es deci­si­va en todo momen­to, lo es aún más en las resis­ten­cias y luchas que van radi­ca­li­zán­do­se polí­ti­ca y teó­ri­ca­men­te, que van res­pon­dien­do a las vio­len­cias repre­si­vas con otras movi­li­za­cio­nes y has­ta con accio­nes defen­si­vas más direc­ta­men­te polí­ti­cas, aun­que sean tác­ti­cas y tran­si­to­rias, supe­di­ta­das a la con­quis­ta de dere­chos bási­cos prohi­bi­dos por el poder domi­nan­te, como dere­chos sin­di­ca­les, polí­ti­cos, de libre expre­sión y aso­cia­ción, de auto­de­ter­mi­na­ción de los pue­blos, etc. Ade­más, la impor­tan­cia de la teo­ría se mul­ti­pli­ca en las luchas que se enfren­tan con­tra creen­cias y pre­jui­cios irra­cio­na­les, arrai­ga­dos en lo más pro­fun­do de la per­so­na­li­dad colec­ti­va, y ancla­dos en el egoís­mo indi­vi­dua­lis­ta más reac­cio­na­rio. Por ejem­plo, la teo­ría es vital para ense­ñar a los hom­bres que el patriar­ca­do es un peli­gro mor­tal para la eman­ci­pa­ción huma­na, aun­que esos hom­bres extrai­gan bene­fi­cios de todas cla­ses con la explo­ta­ción de sus muje­res. Otro tan­to suce­de con la opre­sión nacio­nal y con la lucha con­tra el nacio­na­lis­mo opre­sor e impe­ria­lis­ta por­que se tra­ta de argu­men­tar con rigor lógi­co e his­tó­ri­co que nin­gún pue­blo será libre mien­tras siga opri­mien­do nacio­nal­men­te a otro u otros pueblos.

La natu­ra­le­za teó­ri­ca de la polí­ti­ca y polí­ti­ca de la teo­ría per­mi­te com­pren­der des­de su mis­mo inte­rior los pro­ce­sos de sur­gi­mien­to, acer­ca­mien­to e inter­ac­ción de las luchas que nacen sepa­ra­das unas de otras, inco­mu­ni­ca­das entre sí casi siem­pre sobre todo si no exis­ten en su inte­rior gru­pos que las coor­di­nen entre sí. Sea en el mar­co de la opre­sión patriar­ca, de la nacio­nal o de la cla­sis­ta, las resis­ten­cias y luchas tien­den a nacer de una for­ma tal en la que pri­ma más lo espon­tá­neo que lo orga­ni­za­ti­vo. Una vez más tene­mos que recu­rrir a la dia­léc­ti­ca entre espon­ta­nei­dad y orga­ni­za­ción para estu­diar la apa­ri­ción de las luchas socia­les. Al prin­ci­pio, como deci­mos, pri­ma más el polo espon­tá­neo que el orga­ni­za­ti­vo en esa dia­léc­ti­ca, pero inclu­so den­tro de la espon­ta­nei­dad más pura siem­pre late un peque­ño res­col­do de memo­ria, de recuer­dos y de lec­cio­nes de luchas pasa­das, memo­ria que se man­tie­ne mal que bien en la cul­tu­ra popular.

La expe­rien­cia en las Amé­ri­cas con­fir­ma esta lec­ción mun­dial, demos­tran­do cómo los pue­blos autóc­to­nos man­te­nían par­tes de sus memo­rias de lucha adap­tán­do­las a las nue­vas con­di­cio­nes de explo­ta­ción; cómo las escla­vas y escla­vos traí­dos de Áfri­ca con­ser­va­ban y adap­ta­ban muchas de sus tra­di­cio­nes de resis­ten­cia al nue­vo entorno, sien­do capa­ces de crear espa­cios geo­grá­fi­cos libe­ra­dos de la explo­ta­ción blan­ca; y cómo, por últi­mo, la nue­va cla­se obre­ra, ade­más de crear sus pro­pias for­ma de lucha, tam­bién repro­du­jo muchas de las que había traí­do la inmi­gra­ción popu­lar euro­pea, desa­rro­llán­do­las, así como inclu­so adap­tó algu­nas for­mas comu­ni­ta­rias y asam­blea­rias típi­cas de las luchas pre­ca­pi­ta­lis­tas de los pue­blos autóc­to­nos. La expe­rien­cia en las Amé­ri­cas con­fir­ma y es con­fir­ma­da por la expe­rien­cia en el inmen­so impe­rio zaris­ta, a la que nos hemos refe­ri­do; o por las lec­cio­nes de las luchas obre­ras y cam­pe­si­nas en la exten­sa y super­po­bla­da Asia con sus luchas de libe­ra­ción nacio­nal con­tra pode­ro­sos impe­rios explo­ta­do­res, por no exten­der nues­tro aná­li­sis a Áfri­ca. Igual­men­te pue­blos peque­ños como Eus­kal Herria o Irlan­da, en el seno del euro­im­pe­ria­lis­mo, mues­tran en esen­cia lo mismo.

En las resis­ten­cias de las muje­res hay que aña­dir fac­to­res muy espe­cí­fi­cos que debe­mos tener en cuen­ta por­que difi­cul­tan en extre­mo la posi­bi­li­dad de auto­or­ga­ni­za­ción de las muje­res para resis­tir mejor; pero las inves­ti­ga­cio­nes femi­nis­tas están demos­tran­do cómo exis­te en mal el deno­mi­na­do “mun­do feme­nino” un con­jun­to de vías de comu­ni­ca­ción de expe­rien­cias, de for­mas de supe­rar las seve­ras tra­bas que impo­ne el patriar­ca­do y que limi­tan mucho la capa­ci­dad de las muje­res para reu­nir­se y pen­sar entre ellas mis­mas. El patriar­ca­do dedi­ca espe­cial aten­ción a vigi­lar, con­tro­lar y repri­mir la inde­pen­den­cia de las muje­res, que coin­ci­dan en las calles y pla­zas, que se reúnan entre ellas y que pien­se de for­ma con­jun­ta, pero el acce­so de las muje­res a la calle y al mer­ca­do, a la escue­la y uni­ver­si­dad, y fun­da­men­tal a los talle­res, fábri­cas y luga­res de tra­ba­jo asa­la­ria­do, todo esto per­mi­te que entre ellas cir­cu­len toda serie de memo­rias y expe­rien­cias de luchas domés­ti­cas, en los barrios, en los tra­ba­jos, etc. Pero inclu­so cuan­do estas posi­bi­li­da­des cre­cien­tes de inde­pen­den­cia de las muje­res están muy cer­na­das o no exis­ten, inclu­so enton­ces las muje­res han sabi­do crear espa­cios y cana­les de contacto.

La par­ti­ci­pa­ción de las muje­res en las luchas socia­les, popu­la­res y obre­ras, en las luchas nacio­na­les, cul­tu­ra­les e iden­ti­ta­rias, ade­más de en las de su pro­pia eman­ci­pa­ción direc­ta, ha sido mayor de lo que admi­te la his­to­rio­gra­fía patriar­cal. Muchas tra­di­cio­nes ora­les y escri­tas, muchos mitos ori­gi­na­rios y reli­gio­nes man­tie­nen refe­ren­cias direc­tas o indi­rec­tas al papel de las muje­res, a sus resis­ten­cias al avan­ce y vic­to­ria del sis­te­ma patriar­cal. Son refe­ren­cias deni­gra­to­rias, insul­tan­tes, con­de­na­to­rias, des­ti­na­das a jus­ti­fi­car su mar­gi­na­ción y repre­sión, pero el sólo hecho de que están ahí indi­ca que las resis­ten­cias de las muje­res fue­ron mayo­res de lo admi­ti­do. Tam­bién hay cada vez más inves­ti­ga­cio­nes crí­ti­cas que con­fir­man el papel de las muje­res en la pre­pa­ra­ción de luchas, huel­gas, mani­fes­ta­cio­nes, insu­rrec­cio­nes, rebe­lio­nes, gue­rri­llas y gue­rras, y en la clandestinidad.

Pero es en las luchas popu­la­res y obre­ras en don­de mejor se apre­cia la dia­léc­ti­ca entre la espon­ta­nei­dad y la orga­ni­za­ción, y cómo en el polo de la espon­ta­nei­dad siem­pre hay una par­te de expe­rien­cia orga­ni­za­ti­va. Una de las obse­sio­nes de las bur­gue­sías de los paí­ses con lar­ga his­to­ria de lucha de cla­ses es pre­ci­sa­men­te la de borrar defi­ni­ti­va­men­te, para siem­pre, todo res­col­do de memo­ria social, de memo­ria de luchas pasa­das, de méto­dos orga­ni­za­ti­vos del pasa­do que garan­ti­za­ron vic­to­rias dura­de­ras. No hace fal­ta decir que el refor­mis­mo polí­ti­co y sin­di­cal ayu­da incon­di­cio­nal­men­te a la bur­gue­sía en esa espe­cie de lobo­to­mía social. Se tra­ta de una cam­pa­ña de amne­sia que debe durar como míni­mo dos gene­ra­cio­nes para lograr jubi­lar o expul­sar a los obre­ros más vete­ra­nos sus­ti­tu­yén­do­los por otros jóve­nes sin expe­rien­cia, sin memo­ria y sin con­cien­cia teó­ri­co-polí­ti­ca. Aún así, res­tos de memo­ria colec­ti­va de lucha y de méto­dos de auto­or­ga­ni­za­ción sobre­vi­ven en la medi­da en que la man­ten­gan viva orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas y sin­di­ca­les revo­lu­cio­na­rias, uno de cuyos fines es pre­ci­sa­men­te ese, el de impe­dir que triun­fe la amne­sia capitalista.

La fuer­za des­or­ga­ni­za­da de la espon­ta­nei­dad por un lado, y por otro la nece­si­dad de una con­cien­cia polí­ti­ca orga­ni­za­da en base a un cono­ci­mien­to teó­ri­co, ambos polos de la dia­léc­ti­ca entre espon­ta­nei­dad y orga­ni­za­ción, apa­re­cen cla­ra­men­te al des­cu­bier­to cuan­do las luchas van superan­do las pri­me­ras fases y entrar ya en nive­les de auto­de­fen­sa, de resis­ten­cia acti­va a la repre­sión, de rei­vin­di­ca­cio­nes que exi­gen tác­ti­cas no mera­men­te defen­si­vas sino accio­nes que se orien­tan ya al cora­zón y al cere­bro del poder capi­ta­lis­ta en su núcleo duro, la pro­pie­dad pri­va­da y el Esta­do bur­gués. La espon­ta­nei­dad sola, sin guía teó­ri­ca y polí­ti­ca, mues­tra en estos momen­tos todas sus limi­ta­cio­nes y sus ries­gos, ya que tien­de a lan­zar­se a cie­gas con­tra un enemi­go frío y metó­di­co, con muy supe­rio­res medios des­truc­ti­vos. Pese a su heroís­mo y entre­ga, la espon­ta­nei­dad está muy segu­ra­men­te con­de­na­da a la derro­ta y tal vez a la masa­cre por­que no se ha dete­ni­do a pen­sar cómo pro­ce­der, qué obje­ti­vos poner­se, cómo aglu­ti­nar fuer­zas para tener más posi­bi­li­da­des de triun­fo y qué hacer en caso de derro­ta de tal modo que la lucha con­ti­núe y no desaparezca.

La espon­ta­nei­dad cega­da por la rabia y la jus­ta ira pro­vo­ca­das por la injus­ti­cia insu­fri­ble, ape­nas pres­ta aten­ción a los con­se­jos que apor­ta la con­cien­cia polí­ti­ca y teó­ri­ca, y bas­tan­tes veces la espon­ta­nei­dad enfu­re­ci­da denun­cia sin razón como “blan­dos” y “mie­do­sos”, cuan­do no como “refor­mis­tas”, “ven­di­dos” o “diri­gis­tas” y “buró­cra­tas”, etc., a quie­nes acon­se­jan más pre­pa­ra­ción y pla­ni­fi­ca­ción antes de lan­zar­se a la lucha como quien sal­ta de un avión sin para­caí­das. La vida indi­vi­dual y colec­ti­va rebo­sa amar­gas derro­tas de per­so­nas y gru­pos que se han pre­ci­pi­ta­do en sus resis­ten­cias con­tra la opre­sión que pade­cen al no tener en cuen­ta las rela­cio­nes de fuer­zas adver­sas que bene­fi­cian a los opre­so­res. Las luchas veci­na­les, popu­la­res y obre­ras, estu­dian­ti­les y uni­ver­si­ta­rias, etc., que care­cen de estruc­tu­ras orga­ni­za­ti­vas inter­nas que apor­ten pers­pec­ti­va a medio y lar­go pla­zo, son espe­cial­men­te pro­pen­sas al espon­ta­neís­mo valien­te pero ven­ci­do antes de ini­ciar la lucha.

Muje­res denun­cia­das por sus mari­dos explo­ta­do­res al encon­trar éstos que pue­den refor­zar su poder patriar­cal denun­cian­do el com­por­ta­mien­to de “su” mujer por­que se lo per­mi­te la ley machis­ta; obre­ras y obre­ros que han res­pon­di­do indi­vi­dual­men­te a una injus­ti­cia que sufren sin bus­car ayu­da en nin­gún lado y que son pre­sas fáci­les de la ley del sis­te­ma patriar­co-bur­gués; gru­pos de todo tipo que, con bue­na inten­ción, comien­zas accio­nes de pro­tes­ta des­co­no­cien­do el con­tex­to repre­si­vo y se que­dan solos e inde­fen­sos ante la ley bur­gue­sa; obre­ros de una empre­sa que se lan­zan a la huel­ga sin haber pre­pa­ra­do fon­dos de resis­ten­cia, ayu­das soli­da­rias, accio­nes judi­cia­les, etc., y que son ven­ci­dos por la patro­nal; suble­va­cio­nes deses­pe­ra­das en barrios y pue­blos ham­brien­tos que no reci­ben apo­yo de otras barria­das cir­cun­dan­tes sien­do aplas­ta­dos; insu­rrec­cio­nes revo­lu­cio­na­rias mal pre­pa­ra­das, des­cu­bier­tas por las fuer­zas repre­si­vas, des­uni­das y que son pas­to de las ame­tra­lla­do­ras; y, por no exten­der­nos, luchar gue­rri­lle­ras que basa­das más en el volun­ta­ris­mo sub­je­ti­vo que en la pla­ni­fi­ca­ción obje­ti­va…, estas y otras muchas expe­rien­cias derro­ta­das piden a gri­tos la ayu­da de la con­cien­cia polí­ti­ca y teórica.

Una de las tareas per­ma­nen­tes de las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias es la de apor­tar esta ayu­da sin nin­gu­na con­tra­par­ti­da sec­ta­ria y diri­gis­ta. Más aún, la ayu­da sólo pue­de dar­se con visos de efec­ti­vi­dad si pre­via­men­te la mili­tan­cia de esas orga­ni­za­cio­nes se ha gana­do con su cohe­ren­cia dia­ria, con la soli­dez con­tras­ta­da de sus aná­li­sis, teo­rías y pro­pues­tas la legi­ti­mi­dad y la cre­di­bi­li­dad den­tro de las masas en lucha. La mejor peda­go­gía es el ejem­plo, dijo Che Gue­va­ra, y sola­men­te la pacien­cia en la lucha común pue­de demos­trar a las per­so­nas opri­mi­das que la mili­tan­cia revo­lu­cio­na­ria, la pre­pa­ra­ción teó­ri­ca y la con­cien­cia polí­ti­ca son impres­cin­di­bles para evi­tar la derro­ta y obte­ner el triunfo.

7.- CONCIENCIA POLÍTICA E INTERRELACION DE LUCHAS

Tra­ba­jan­do en el seno de las masas, las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias de enfren­tan a varias urgen­cias en lo que toca a la con­cien­cia­ción des­de la base, en el inte­rior de las cla­ses explo­ta­das. Una de ellas es cómo expli­car de for­ma ase­qui­ble y com­pren­si­ble qué es el mar­xis­mo y por qué hay que estu­diar­lo. Otra es cómo mos­trar que por deba­jo de cual­quier opre­sión dife­ren­te y con­cre­ta exis­te un hilo rojo que la une a las demás opre­sio­nes y que tan­to el inter­na­cio­na­lis­mo socia­lis­ta como el apo­yo a los pue­blos nacio­nal­men­te opri­mi­dos, ambos prin­ci­pios, están uni­dos pre­ci­sa­men­te por la exis­ten­cia de un enemi­go común a esca­la mun­dial, la bur­gue­sía, pero que se pre­sen­ta con ropas dife­ren­tes en cada país. Tam­po­co tene­mos que olvi­dar la nece­si­dad de expli­car a los obre­ros y explo­ta­dos no sólo la exis­ten­cia de la opre­sión patriar­cal, sino el hecho de que ellos son tam­bién, en cuan­to hom­bres, agen­tes cons­cien­tes o incons­cien­tes de esa explo­ta­ción de la mujer en sus pro­pias casas, en el tra­ba­jo y has­ta en la vida sin­di­cal, polí­ti­ca, cul­tu­ral, etc. 

Pode­mos seguir ponien­do más casos pero aho­ra mis­mo el que nos intere­sa es el de la nece­si­dad que acu­cia a las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias por poner en rela­ción, conec­tar e inter­re­la­cio­nar todas las for­mas de lucha que se rea­li­zan. De hecho, este obje­ti­vo apa­re­ce expues­to en el Mani­fies­to Comu­nis­ta redac­ta­do por Marx y Engels en 1848 cuan­do afir­man que los comu­nis­tas par­ti­ci­pan jun­to con demó­cra­tas, socia­lis­tas y otros gru­pos en cual­quier lucha con­tra cual­quier opre­sión, pero con­ti­núan dicien­do que los comu­nis­tas se dife­ren­cian del res­to por­que en todas las luchas ponen el acen­to en el pro­ble­ma de la pro­pie­dad pri­va­da. Es decir, des­de el ori­gen del mar­xis­mo, las orga­ni­za­cio­nes comu­nis­tas luchan por demos­trar que la pie­dra basal o el pun­to de vér­ti­ce de cual­quier injus­ti­cia radi­can en la exis­ten­cia de la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. Y la pri­me­ra fuer­za pro­duc­ti­va es la espe­cie huma­na, en con­cre­to las muje­res, los pue­blos y las cla­ses tra­ba­ja­do­ras, en sín­te­sis, la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra explo­ta­da por la cla­se capitalista.

La inter­re­la­ción de las resis­ten­cias y de las luchas se sus­ten­ta en el hecho obje­ti­vo de que todas ellas, al final del aná­li­sis con­cre­to de sus pecu­lia­ri­da­des, nos remi­ten a la domi­na­ción bur­gue­sa. Por ejem­plo, la lucha con­tra la catás­tro­fe medioam­bien­tal y eco­ló­gi­ca, que los refor­mis­tas pre­sen­tan como sim­ple pro­ble­ma que se solu­cio­na con un “cam­bio de desa­rro­llo”, nos remi­te sin embar­go a la nece­si­dad que tie­ne el capi­ta­lis­mo de pri­va­ti­zar la natu­ra­le­za, sus recur­sos, con­ver­tir­los en valo­res de cam­bio y en mer­can­cías, y ago­tar­los, des­tru­yen­do así la repro­duc­ción de la vida y de los pue­blos. En últi­ma ins­tan­cia es un pro­ble­ma polí­ti­co, que no sólo eco­nó­mi­co o de “desa­rro­llo”, por­que nos con­du­ce a la cues­tión del poder tan­to de las trans­na­cio­na­les, de los Esta­dos, de las ins­ti­tu­cio­nes impe­ria­lis­tas, como de las débi­les y corrup­tas bur­gue­sías de los paí­ses empo­bre­ci­dos que ven­den sus pue­blos y recur­sos al impe­ria­lis­mo. Otras reali­da­des san­gran­tes e inhu­ma­nas como son la salud mun­dial, las ham­bru­nas y la indus­tria­li­za­ción de los agro­com­bus­ti­bles, la indus­tria polí­ti­co-mediá­ti­ca y cul­tu­ral, etc., todos ellos nos remi­ten de for­ma ineluc­ta­ble al pro­ble­ma cru­cial del poder en su doble ver­tien­te inter­re­la­cio­na­da: el poder que otor­ga la pro­pie­dad pri­va­da de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y el poder del Esta­do bur­gués con sus medios de vio­len­cia mate­rial y simbólica.

La correc­ta inter­re­la­ción de las for­mas de lucha exi­ge, por lo tan­to, de la com­pa­gi­na­ción de suce­si­vos pasos prác­ti­cos y teó­ri­cos que pue­den pre­sen­tar­se con dife­ren­te orden e inter­ac­ción en los con­flic­tos par­ti­cu­la­res, pero que aquí pre­sen­ta­mos en su orden lógi­co: pri­me­ro, legi­ti­mi­dad y cre­di­bi­li­dad de las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias den­tro de las masas para influir en la direc­ción de las ten­den­cias espon­tá­neas, lo que exi­ge una pre­pa­ra­ción teó­ri­ca y polí­ti­ca; segun­do, una rami­fi­ca­ción exten­sa de las orga­ni­za­cio­nes para que estén pre­sen­tes en todas las pro­ble­má­ti­cas exis­ten­tes, espe­cial­men­te en la opre­sión de la mujer y en las opre­sio­nes nacio­na­les; ter­ce­ro, una estre­cha cone­xión de las orga­ni­za­cio­nes con las fuer­zas sin­di­ca­les, cul­tu­ra­les, barria­les y veci­na­les, estu­dian­ti­les y uni­ver­si­ta­rias, gru­pos y movi­mien­tos popu­la­res y socia­les de todo tipo; cuar­to, que las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias dedi­quen tam­bién aten­ción a los pro­ble­mas de la peque­ña bur­gue­sía arrui­na­da, de las lla­ma­das “cla­ses medias”, tra­ba­ja­do­res autó­no­mos y auto­em­plea­dos, capas de inte­lec­tua­les asa­la­ria­dos, es decir, esas com­ple­jas fran­jas socia­les ya ana­li­za­das antes que nadie por Marx en sus escri­tos, que sien­do asa­la­ria­das muchas de ellas creen no ser­lo, con­tra­dic­ción que les con­vier­te en muy fácil­men­te mani­pu­la­bles por la bur­gue­sía más reac­cio­na­ria; y quin­to, las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias deben pres­tar un esfuer­zo espe­cial tan­to a con­tra­rres­tar los méto­dos de alie­na­ción, pro­pa­gan­da y mani­pu­la­ción bur­gue­sa como a desa­rro­llar sus pro­pios medios de con­cien­cia­ción crí­ti­ca, de deba­te teó­ri­co y de recu­pe­ra­ción de la memo­ria de lucha y de resis­ten­cia de las cla­ses explo­ta­das, orien­ta­dos a desa­rro­llar un sen­ti­mien­to nacio­nal pro­le­ta­rio e inter­na­cio­na­lis­ta, irre­con­ci­lia­ble con el nacio­na­lis­mo impe­ria­lis­ta de su burguesía.

Duran­te estos pro­ce­sos, que toman rit­mos dife­ren­tes expli­ca­dos por la ley del desa­rro­llo des­igual y com­bi­na­do, la inter­re­la­ción de las luchas ha de ana­li­zar siem­pre con rigor obje­ti­vo cua­tro pro­ble­mas cru­cia­les que se reite­ran a lo lar­go de toda la his­to­ria de la lucha entre la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra y el capi­ta­lis­mo: uno, la fuer­za de la ideo­lo­gía bur­gue­sa den­tro de las masas en lo rela­cio­na­do con el indi­vi­dua­lis­mo egoís­ta e inso­li­da­rio, con el mito del paci­fis­mo y del par­la­men­ta­ris­mo, y con el machis­mo, el nacio­na­lis­mo impe­ria­lis­ta y el racis­mo; dos, los efec­tos refor­za­do­res de esta ideo­lo­gía que pue­den tener luchas pro­pias o aje­nas mal plan­tea­das, pre­ci­pi­ta­das y no expli­ca­das con ante­la­ción, luchas que por estas u otras fallas, ade­más de ter­mi­nar en derro­ta, per­mi­ten a la bur­gue­sía refor­zar su ideo­lo­gía entre las masas, ame­dren­tar­las, divi­dir­las y des­pres­ti­giar a las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias; tres, el nivel de soli­da­ri­dad con otras luchas más avan­za­das que exis­te den­tro de las par­tes menos avan­za­das del movi­mien­to obre­ro y popu­lar, nivel que mide el desa­rro­llo de la con­cien­cia de cla­se y que es deci­si­vo para seguir avan­zan­do o, en caso de derro­ta, para recu­pe­rar­se cuan­to antes median­te la soli­da­ri­dad de com­pa­ñe­ras y com­pa­ñe­ros; y cuar­to, el nivel y gra­ve­dad de las divi­sio­nes inter­nas den­tro de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, en las fábri­cas, etc., bus­can­do que las dife­ren­cias tác­ti­cas entre las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias debi­li­ten lo menos posi­ble la uni­dad de obje­ti­vos y de lucha del movi­mien­to obre­ro y popu­lar, poten­cian­do lo que une al pue­blo tra­ba­ja­dor y reser­van­do lo que sepa­ra a las orga­ni­za­cio­nes a espa­cios más res­trin­gi­dos de deba­te interorganizativo.

Los cua­tro pro­ble­mas aquí expues­tos, ade­más de otros meno­res, fre­nan mucho la efi­ca­cia de la uni­dad de los obje­ti­vos y la inter­re­la­ción de las luchas nece­sa­rias para alcan­zar­los. Las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias deben opo­ner medi­das con­cre­tas a cada uno de los pro­ble­mas. Al de la ideo­lo­gía bur­gue­sa han de enfren­tar la pacien­te y sis­te­má­ti­ca con­cien­cia­ción rea­li­za­da den­tro mis­mo de los pro­ble­mas dia­rios, coti­dia­nos, mos­tran­do cómo la ideo­lo­gía bur­gue­sa es obje­ti­va­men­te reac­cio­na­ria y fal­sa y cómo sólo la acción cons­cien­te y crí­ti­ca pue­de aca­bar con la explo­ta­ción. A los rie­gos del aven­tu­re­ris­mo y del espon­ta­neís­mo ade­lan­ta­dos al nivel medio de la con­cien­cia de las masas, debe enfren­tar siem­pre median­te el deba­te abier­to y sóli­do la expli­ca­ción del prin­ci­pio de que toda lucha que impli­que repre­sión exi­ge de una tarea orga­ni­za­ti­va espe­cial, dife­ren­te al res­to, una tarea que el mar­xis­mo desa­rro­lla en su teo­ría de la vio­len­cia. A los bajos nive­les de soli­da­ri­dad y a la indi­fe­ren­cia ante los demás, deben opo­nér­se­le la lis­ta inaca­ba­ble de efec­tos desas­tro­sos para toda la cla­se obre­ra en su con­jun­to pro­vo­ca­dos por la inso­li­da­ri­dad; y a las dispu­tas sec­ta­rias e infan­ti­les entre orga­ni­za­cio­nes que rom­pen la uni­dad bási­ca del movi­mien­to obre­ro y popu­lar debe opo­nér­se­le la peda­go­gía de la uni­dad de la cla­se y, a la vez, la crea­ción de cana­les inter­nos entre las orga­ni­za­cio­nes para resol­ver esas ten­sio­nes afec­tan­do lo menos posi­ble a la uni­dad del pue­blo trabajador.

Como se apre­cia fácil­men­te, estas cues­tio­nes nos remi­ten siem­pre a la pre­pa­ra­ción teó­ri­ca y a la con­cien­cia polí­ti­ca de la mili­tan­cia orga­ni­za­da que actúa den­tro de la huma­ni­dad explo­ta­da. Sin la pre­pa­ra­ción teó­ri­ca sufi­cien­te es impo­si­ble com­pren­der por qué todas las dife­ren­cias a pri­me­ra vis­ta enor­mes, insal­va­bles, van acor­tán­do­se has­ta des­apa­re­cer una vez que des­cu­bri­mos que la socie­dad capi­ta­lis­ta vive y está estruc­tu­ra­da por y para la explo­ta­ción, y que ésta nos remi­te siem­pre a la pro­pie­dad pri­va­da y al Esta­do. Sin la con­cien­cia polí­ti­ca es impo­si­ble enten­der que la úni­ca sali­da de cual­quier opre­sión es la de unir­se al res­to de luchas para aunar fuer­zas revo­lu­cio­na­rias que pro­cla­men bien alto que su obje­ti­vo es des­truir el Esta­do capi­ta­lis­ta y la pro­pie­dad pri­va­da bur­gue­sa. Sin la dia­léc­ti­ca entre teo­ría y polí­ti­ca es impo­si­ble enten­der­las a ambas e impo­si­ble tam­bién refor­zar, ace­le­rar y ampliar la inter­ac­ción de las luchas has­ta cons­truir un impa­ra­ble movi­mien­to revolucionario.

8.- TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (I)

Habla­mos de vio­len­cias, en plu­ral, por­que es nece­sa­rio mar­car la insal­va­ble dis­tan­cia que sepa­ra la vio­len­cia opre­so­ra de la vio­len­cia opri­mi­da, y por­que des­pués de esta pri­me­ra y deci­si­va pre­ci­sión hay que reco­no­cer la exis­ten­cia de muchas vio­len­cias dife­ren­tes en sus for­mas den­tro de cada una de las dos vio­len­cias gene­ra­les enfren­ta­das. Pero antes de seguir debe­mos acla­rar algu­nos con­cep­tos. La dife­ren­cia cua­li­ta­ti­va entre las vio­len­cias opre­so­ras y las vio­len­cias opri­mi­das radi­ca en el con­cep­to de explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo, con­cep­to cla­ve en el mar­xis­mo pero recha­za­do fron­tal­men­te por la ideo­lo­gía bur­gue­sa en cual­quie­ra de sus ramas, des­de la éti­ca y moral, has­ta la eco­nó­mi­ca, socio­ló­gi­ca, filo­só­fi­ca, etc.

La explo­ta­ción es el pro­ce­so por el cual un colec­ti­vo o per­so­na extrae una ganan­cia, un bene­fi­cio de otra per­so­na o colec­ti­vo, ganan­cia que pue­de ser, y es, de muchas cla­ses ade­más de estric­ta­men­te eco­nó­mi­ca. La explo­ta­ción tam­bién se apli­ca para impe­dir que des­cien­da el fru­to de la explo­ta­ción, para dete­ner su caí­da o retro­ce­so como efec­to de la lucha libe­ra­do­ra del colec­ti­vo o per­so­na explo­ta­da. La explo­ta­ción va uni­da a la opre­sión y a la domi­na­ción: la segun­da, la opre­sión, se carac­te­ri­za por recu­rrir más abier­ta y asi­dua­men­te a la vio­len­cia físi­ca por­que bus­ca impo­ner la ley del explo­ta­dor con méto­dos direc­tor y has­ta bru­ta­les; la domi­na­ción se mue­ve más que todo en el ámbi­to cul­tu­ral, ideo­ló­gi­co, emo­cio­nal, debi­li­tan­do la con­cien­cia crí­ti­ca de las per­so­nas, su capa­ci­dad de estu­diar y com­pren­der la explo­ta­ción y opre­sión que sufren y acep­tán­do­las como “nor­ma­les”, “eter­nas”, “cas­ti­go divino”, etc. La domi­na­ción apli­ca gene­ral­men­te la vio­len­cia psi­co­ló­gi­ca, lin­güís­ti­co-cul­tu­ral, afec­ti­va y emo­ti­va. Las tres prác­ti­cas giran siem­pre alre­de­dor del bene­fi­cio o ganan­cia mate­rial y moral que obtie­ne una par­te de la pobla­ción a cos­ta de otra par­te de la pobla­ción, o una per­so­na a cos­ta de otra u otras.

Una vio­len­cia opre­so­ra es la pali­za que el mari­do pro­pi­na a la mujer, y otra vio­len­cia opre­so­ra dife­ren­te en la for­ma es el mal­tra­to psi­co­ló­gi­co y emo­cio­nal deno­mi­na­do vio­len­cia psi­co­ló­gi­ca, por no hablar de la vio­len­cia físi­co-sexual inhe­ren­te a la vio­la­ción, etc. Todas ellas son vio­len­cia y tie­nen el obje­ti­vo de ase­gu­rar­le al hom­bre que siga obte­nien­do los bene­fi­cios de todo tipo que extrae de la explo­ta­ción glo­bal de “su” mujer, a la que con­si­de­ra como “su” pro­pie­dad pri­va­da. La mis­ma lógi­ca pode­mos y debe­mos apli­car al res­to de vio­len­cias explo­ta­do­ras, sean como sean.

Sin embar­go, a las vio­len­cias defen­si­vas, las ejer­ci­das por las víc­ti­mas de la opre­sión para librar­se de ella, no pode­mos apli­car­les la mis­ma defi­ni­ción. Sien­do cier­to que, como toda vio­len­cia, recu­rren a la fuer­za y a la ame­na­za e inti­mi­da­ción pre­ven­ti­va, no tie­nen el mis­mo con­te­ni­do que las vio­len­cias que ase­gu­ran la domi­na­ción. Las vio­len­cias defen­si­vas se carac­te­ri­zan por­que res­pon­den a una vio­len­cia opre­so­ra ante­rior, fun­dan­te y estruc­tu­ran­te de la reali­dad injus­ta. Las vio­len­cias defen­si­vas pue­den ser ata­can­tes, tomar la ini­cia­ti­va, ade­lan­tar­se al gol­pe repre­si­vo, pue­den y deben hacer­lo cuan­do sea nece­sa­rio, y por eso lle­gan a tener una for­ma ofen­si­va, es decir, apli­can el prin­ci­pio mili­tar de que a veces “la mejor defen­sa es un buen ata­que”. Incon­ta­bles ejem­plos con­fir­man lo dicho, vea­mos uno de entre los milla­res que exis­ten y que tie­ne la ven­ta­ja de remi­tir­nos a una épo­ca muy anti­gua en la his­to­ria de los pue­blos de lo que hoy es Amé­ri­ca: las impo­nen­tes obras públi­cas de los olme­cas eran cons­trui­das con enor­mes pie­dras de basal­to tras­la­da­das des­de can­te­ras situa­das a más de 80 kiló­me­tros de dis­tan­cia, lo que supo­nía un enor­me con­su­mo de fuer­za de tra­ba­jo. M. Harris ha escri­to en su tex­to “Nues­tra espa­cie” (Alian­za Edi­to­rial 2004) que: “Hacia el año 400 a. C. acon­te­ció un desas­tre: gru­pos des­co­no­ci­dos hicie­ron peda­zos los mono­li­tos, derri­ba­ron las cabe­zas de pie­dra y des­fi­gu­ra­ron y ente­rra­ron los alta­res de pie­dra. ¿Qué con­me­mo­ran estas pro­fa­na­cio­nes? Pro­ba­ble­men­te, suble­va­cio­nes de ple­be­yos deci­di­dos a impe­dir una mayor con­cen­tra­ción de poder y que pre­fe­rían vivir sin sus reye­zue­los y sin acce­so a las tie­rras de las repre­sas a estar some­ti­dos a las cre­cien­tes exi­gen­cias de mano de obra y de tributos”.

Es posi­ble que hubie­ra habi­do vio­len­cias defen­si­vas ante­rio­res, pero la suble­va­ción olme­ca mues­tra cómo las masas tra­ba­ja­do­ras explo­ta­das esta­ban dis­pues­tas a rea­li­zar gran­des sacri­fi­cios para librar­se del poder explo­ta­dor, de los reye­zue­los que les obli­ga­ban a rea­li­zar muy duros tra­ba­jos. No nos supo­ne mucho esfuer­zo inte­lec­tual avan­zar del ‑400 al 1780, es decir, alre­de­dor de 2.180 años para des­cu­brir la línea roja que conec­ta aque­lla suble­va­ción con la de las nacio­nes indias diri­gi­da por Túpac Ama­ru II. El pue­blo olme­ca se levan­tó con­tra una cas­ta diri­gen­te, los reye­zue­los, de su pro­pio país, pero enfren­tán­do­se a la injus­ti­cia tal como se expre­sa­ba en un modo de pro­duc­ción que ya avan­za­ba en la esci­sión social inter­na aun­que toda­vía ésta no era total­men­te cla­sis­ta. Los pue­blos indios se suble­va­ron con­tra el ocu­pan­te espa­ñol ayu­da­do por la Igle­sia y bue­na par­te de las cla­ses crio­llas pro­pie­ta­rias, que a los años ini­cia­rían su pro­pia suble­va­ción con­tra el rei­no de Espa­ña. Pero ambas fue­ron vio­len­cias defen­si­vas con­tra una vio­len­cia opre­so­ra ante­rior, al igual que, a otra esca­la cuan­ti­ta­ti­va que no cua­li­ta­ti­va, tam­bién es vio­len­cia defen­si­va la adver­ten­cia furio­sa de una obre­ra al patrón que la mano­sea y veja sexual­men­te, advir­tién­do­le que no siga hacién­do­lo, adver­ten­cia que el patrón enten­de­rá como un acto de vio­len­cia ame­na­zan­te. Entre estos dos momen­tos de un pro­ce­so tan lar­go como la mis­ma opre­sión, se pro­du­cen infi­ni­dad de otras res­pues­tas defen­si­vas que van des­de gra­dos supre­mos de colec­ti­va vio­len­cia físi­ca has­ta toda serie de actos indi­vi­dua­les de adver­ten­cia que pasan des­aper­ci­bi­dos excep­to para los explo­ta­do­res, opre­so­res y domi­na­do­res a los que van destinados.

La vida coti­dia­na de las gen­tes explo­ta­das está lle­na de micro­re­sis­ten­cias a los micro­po­de­res que les sojuz­gan por todas par­tes, des­de el auto­ri­ta­ris­mo de la fami­lia patriar­co-bur­gue­sa, aun­que en reali­dad sea una fami­lia obre­ra, has­ta las jor­na­das de tra­ba­jo asa­la­ria­do, pasan­do por las prohi­bi­cio­nes de todo tipo, por la obli­ga­cio­nes impues­tas por el Esta­do para bene­fi­ciar a la cla­se domi­nan­te –impues­tos direc­tos e indi­rec­tos, decla­ra­ción de la ren­ta, tasas y pagos obli­ga­dos por cual­quier trá­mi­te, etc. – , las repre­sio­nes sexua­les y, en gene­ral, la estruc­tu­ra ente­ra por la que la mino­ri­ta­ria cla­se pro­pie­ta­ria de las fuer­zas pro­duc­ti­vas extrae ingen­tes bene­fi­cios de la mayo­ri­ta­ria cla­se social que sola­men­te tie­ne su fuer­za de tra­ba­jo, o cla­se tra­ba­ja­do­ra. Lo que ocu­rre es que el grue­so de las micro­re­sis­ten­cias se acti­van de mane­ra incons­cien­tes o sub­cons­cien­te, y casi siem­pre de for­ma indi­vi­dual o por pocas per­so­nas, mien­tras que los agen­tes que apli­can las vio­len­cias de los micro­po­de­res lo hacen de for­ma cons­cien­te y pre­me­di­ta­da, por lo gene­ral. Esto expli­ca que las micro­rre­sis­ten­cias par­tan ya de una cla­ra des­ven­ta­ja fren­te a los micro­po­de­res cotidianos.

La diná­mi­ca que cone­xio­na las micro­re­sis­ten­cias con otras for­mas de resis­ten­cia y de lucha ya más exten­sas, coor­di­na­das y cons­cien­tes, con obje­ti­vos más pre­ci­sos, tien­de a actuar en todo momen­to por la sim­ple razón de que exis­te obje­ti­va­men­te una estruc­tu­ra social de explo­ta­ción. O sea, tar­de o tem­prano, las per­so­nas indi­vi­dua­les que sufren vio­len­cias opre­so­ras coti­dia­nas entran en con­tac­to con otras per­so­nas en las mis­mas con­di­cio­nes, en la vecin­dad, mer­ca­dos y tien­das, fies­tas colec­ti­vas, tra­ba­jos, escue­las, hos­pi­ta­les y ser­vi­cios públi­cos, etc., de modo que tar­de o tem­prano se esta­ble­ce una comu­ni­ca­ción que pue­de faci­li­tar una ini­cial duda y sos­pe­cha de la per­so­nal indi­vi­dual en el sen­ti­do de que ella no está sola, no es la úni­ca que pade­ce esas veja­cio­nes, que hay muchas más per­so­nas en su mis­ma situa­ción. De esta ini­cial duda o sos­pe­cha a la cer­ti­dum­bre de que efec­ti­va­men­te son muchas las per­so­nas en su mis­ma situa­ción, hay todo un pro­ce­so de con­cien­cia­ción que depen­de de múl­ti­ples fac­to­res, sien­do uno muy impor­tan­te el que esa per­so­na amplíe sus rela­cio­nes, sus con­tac­tos y rela­cio­nes per­so­na­les, sus con­ver­sa­cio­nes y lec­tu­ras, y otra igual­men­te impor­tan­te es que conoz­ca a mili­tan­tes comu­nis­tas que le apor­ten con­cien­cia polí­ti­ca y razo­nes teóricas.

Si en los momen­tos de sos­pe­chas y dudas la per­so­na o colec­ti­vo que las tie­nen no encuen­tran una res­pues­ta, no logran enten­der qué les está suce­dien­do y por qué, es pro­ba­ble que se des­ani­men y se resig­nen a su suer­te, y, ya en este agu­je­ro, es pro­ba­ble que muchas de esas per­so­nas giren hacia ideas con­ser­va­do­ras, reac­cio­na­rias, racis­tas, hacia un diri­gen­te o líder caris­má­ti­co, un pre­si­den­te popu­lis­ta de extre­ma dere­cha o un dic­ta­dor que mani­pu­le sus mie­dos y angus­tias de sole­dad e inde­fen­sión, sus frus­tra­cio­nes y odios, lan­zán­do­los con­tra la revo­lu­ción y con­tra la jus­ti­cia y liber­ta­des huma­nas, para refor­zar el poder capi­ta­lis­ta. De este modo, la bur­gue­sía logra dar la vuel­ta como un cal­ce­tín a los sufri­mien­tos huma­nos, hacien­do de ellos el mar­ti­llo de here­jes que refuer­ce la explo­ta­ción social masi­va. Las dic­ta­du­ras, mili­ta­ris­mo y fas­cis­mos, las repre­sio­nes duras con­tra las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias, los sin­di­ca­tos y los movi­mien­tos popu­la­res y socia­les, bus­can el obje­ti­vo de exter­mi­nar físi­ca y teó­ri­ca­men­te la capa­ci­dad de las fuer­zas comu­nis­tas para actuar den­tro del males­tar social insu­fri­ble pero incons­cien­te hacién­do­lo cons­cien­te, crí­ti­co y capaz de ela­bo­rar una estra­te­gia prác­ti­ca para luchas con­tra las vio­len­cias que padece.

Las dic­ta­du­ras ins­tau­ra­das en las Amé­ri­cas por la alian­za entre el impe­ria­lis­mo yan­qui y las bur­gue­sías lati­no­ame­ri­ca­nas en el últi­mo ter­cio del siglo XX exter­mi­na­ron físi­ca­men­te a más de 150.000 revo­lu­cio­na­rias y revo­lu­cio­na­rios; des­tro­za­ron e ile­ga­li­za­ron cen­te­na­res de orga­ni­za­cio­nes, par­ti­dos, movi­mien­tos y gru­pos dedi­ca­dos a toda serie de tareas rela­cio­na­das con los dere­chos huma­nos, la jus­ti­cia, las liber­ta­des, la cul­tu­ra, el medioam­bien­te, los sala­rios, la sani­dad; implan­ta­ron regí­me­nes de terror mate­rial y sim­bó­li­co, de mie­do para­li­zan­te, de angus­tia por la suer­te de per­so­nas ami­gas, de fami­lia­res y cono­ci­dos que des­apa­re­cían, que eran dete­ni­das y tor­tu­ras, crean­do un inso­por­ta­ble cli­ma de silen­cio, ansie­dad y has­ta dela­ción, de modo que cen­te­na­res de miles de per­so­nas que sim­pa­ti­za­ban abier­ta­men­te con los idea­les huma­nos y con las revo­lu­cio­na­rias y revo­lu­cio­na­rios no tuvie­ron más reme­dio que escon­der­se, callar­se o esca­par al exi­lio. Mien­tras tan­to, las bur­gue­sías lati­no­ame­ri­ca­nas des­tro­za­ban la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca de sus paí­ses, entre­gán­do­los inde­fen­sos a la vora­ci­dad neo­li­be­ral, enri­que­cién­do­se ellas y las trans­na­cio­na­les impe­ria­lis­tas en medio del empo­bre­ci­mien­to masi­vo del pue­blo tra­ba­ja­dor cen­tro y sudamericano.

9.- TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (II)

Al final de cual­quier estu­dio cien­tí­fi­co-crí­ti­co sobre las vio­len­cias injus­tas lle­ga­mos a la cues­tión del espa­cio geo­grá­fi­co, del espa­cio mate­rial, físi­co y pal­pa­ble, en el que se ejer­cen las explo­ta­cio­nes, opre­sio­nes y domi­na­cio­nes, en el que se acu­mu­lan los bene­fi­cios obte­ni­dos con ellas, en el que la mino­ría pro­pie­ta­ria de las fuer­zas pro­duc­ti­vas dis­fru­ta y goza de sus ganan­cias, y pla­ni­fi­ca la amplia­ción del capi­tal, de su acu­mu­la­ción, y en don­de mal­vi­ve la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra. La ideo­lo­gía bur­gue­sa logró esta­bi­li­zar duran­te unos años la men­ti­ra de que había lle­ga­do por fin la épo­ca de la “pro­duc­ción inma­te­rial”, de la “eco­no­mía del cono­ci­mien­to y de la inte­li­gen­cia”, de la “des­lo­ca­ci­li­za­ción” y de la “des­ma­te­ria­li­za­ción” de las fábri­cas, talle­res, cam­pos de labran­za, es decir, se nos que­ría hacer creer que había­mos entra­do en una fase his­tó­ri­ca nue­va, la “glo­ba­li­za­ción”, en la que se extin­guían por sí mis­mos todos los aspec­tos “malos” del capi­ta­lis­mo y se revi­vi­fi­ca­ban todos los “bue­nos”, todas sus “vir­tu­des”. Una de las cosas que des­apa­re­cía era el poder explo­ta­dor cen­tra­li­za­do en una zona geo­grá­fi­ca y social, o sea, el Esta­do bur­gués, y con él des­apa­re­cían sus vio­len­cias, abrién­do­se el uni­ver­so de la “paz y jus­ti­cia eter­na”, y en todo caso sólo se pro­du­ci­rían “inter­ven­cio­nes huma­ni­ta­rias”, gue­rras blan­cas y lim­pias, con armas inte­li­gen­tes que sólo ata­ca­ban a los “terro­ris­tas” y sal­va­ban a los “demó­cra­tas”. 

Los mar­xis­tas, los comu­nis­tas, sabía­mos que todo esto era asque­ro­sa men­ti­ra des­ti­na­da a ocul­tar un arra­sa­dor ata­que masi­vo del capi­tal con­tra la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra, ata­que dis­fra­za­do bajo el nom­bre de “neo­li­be­ra­lis­mo”. Sabía­mos que uno de los pun­tos cen­tra­les de la men­ti­ra era el de negar el valor cru­cial del espa­cio mate­rial en el que se rea­li­za la explo­ta­ción, se saquean los recur­sos, se expo­lia al pue­blo autóc­tono, e impo­ner a la vez la fic­ción de que el úni­co espa­cio fun­da­men­tal es el elec­tró­ni­co, el inte­lec­tual y el des­ma­te­ria­li­za­do, en el que cir­cu­lan los capi­ta­les fic­ti­cios y de alto ries­go. Lo que bus­ca la bur­gue­sía con estas men­ti­ras es des­orien­tar a las cla­ses, nacio­nes, muje­res y hacer­les creen que ya no tie­ne sen­ti­do que luchen físi­ca­men­te por recu­pe­rar su fábri­ca, su tie­rra y su cuer­po, sino que se los cedan para siem­pre al capi­ta­lis­mo a títu­lo de pro­pie­dad pri­va­da bur­gue­sa. Lla­ga­mos así a uno de los temas cru­cia­les en el pro­ble­ma de las vio­len­cias: ¿exis­te la pro­pie­dad pri­va­da sin el espa­cio físi­co? ¿Exis­te el Esta­do bur­gués sin los terri­to­rios físi­cos por él con­tro­la­dos y ase­gu­ra­dos por sus armas? ¿Pue­de exis­tir socia­lis­mo sin terri­to­rio libe­ra­do de la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta y de la ocu­pa­ción impe­ria­lis­ta? ¿Pue­de exis­tir liber­tad sin espa­cio para ser libres? ¿Pue­de la mujer ser libre si su cuer­po es del patriar­ca­do? ¿Pue­den los pue­blos opri­mi­dos ser inde­pen­dien­tes si sus tie­rras son pro­pie­dad del ocupante?

La impor­tan­cia cru­cial de la pug­na irre­con­ci­lia­ble entre la pro­pie­dad públi­ca o pri­va­da del espa­cio sur­ge de la mate­ria­li­dad obje­ti­va del pro­ble­ma de los recur­sos ener­gé­ti­cos, que son mate­ria­les por­que la ener­gía es mate­ria, y vice­ver­sa. La filo­so­fía mate­ria­lis­ta-dia­léc­ti­ca tie­ne en esta obje­ti­vi­dad de los recur­sos ener­gé­ti­co-mate­ria­les uno de sus pila­res deci­si­vos ya que la exis­ten­cia de la vida depen­de de los pro­ce­sos de trans­for­ma­ción de la ener­gía en mate­ria y de la mate­ria en ener­gía, en un pro­ce­so inaca­ba­ble para la vida y para la con­cien­cia. La ocu­pa­ción físi­ca del terri­to­rio es la con­di­ción pre­via para rea­li­zar en las mejo­res con­di­cio­nes posi­bles la trans­for­ma­ción de mate­ria en ener­gía y vice­ver­sa. Las for­mas de hacer­lo basa­das en la pro­pie­dad colec­ti­va y en la coope­ra­ción social se enfren­tan anta­gó­ni­ca­men­te a las basa­das en la pro­pie­dad pri­va­da y en el tra­ba­jo explo­ta­do e impues­to por las vio­len­cias, que se carac­te­ri­zan por supe­di­tar­lo todo, abso­lu­ta­men­te todo, pri­me­ro, en las socie­da­des pre­ca­pi­ta­lis­tas, al enri­que­ci­mien­to de la mino­ría pro­pie­ta­ria y des­pués, ya en el capi­ta­lis­mo, a la acu­mu­la­ción amplia­da del capital.

Pues bien, una vez ini­cia­da la diná­mi­ca de pri­va­ti­za­ción patriar­cal de las muje­res en cuan­to úni­ca fuer­za pro­duc­ti­va capaz de crear vida, o sea más fuer­zas de tra­ba­jo huma­na, de inva­sión de los pue­blos para trans­for­mar­los en pro­pie­dad escla­va del pue­blo inva­sor, y una vez escin­di­da la socie­dad entre des­po­seí­dos y pro­pie­ta­rios, a lo lar­go de esta diná­mi­ca la fun­da­men­tal obse­sión de los pode­res expro­pia­do­res ha sido la de impe­dir de las masas expro­pia­das recu­pe­ra­ran su pose­sión de los espa­cios mate­ria­les en los que se rea­li­za la pro­duc­ción. Impe­dir que las muje­res recu­pe­ra­ran la pro­pie­dad de sus cuer­pos, los pue­blos la pro­pie­dad de sus tie­rras y de su cul­tu­ra, y las cla­ses tra­ba­ja­do­ras del país inva­sor la pro­pie­dad de sus cam­pos, de sus fábri­cas, de sus casas que son aho­ra de la cla­se bur­gue­sa. La obse­sión de las mino­rías pro­pie­ta­rias sur­ge del hecho de que saben que si pier­den la pro­pie­dad de las fuer­zas pro­duc­ti­vas des­apa­re­cen como cla­se social en un perío­do de tiem­po, pero de for­ma inevi­ta­ble, a no ser que, como ha suce­di­do en Rusia y otros paí­ses, las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias se buro­cra­ti­zan y dege­ne­ran, se con­vier­ten en cas­tas que viven mejor que el res­to de pue­blos, come­ten tan­tos erro­res fren­te a las pre­sio­nes y ata­ques enfu­re­ci­dos del impe­ria­lis­mo, que, al final, ter­mi­nan por reins­tau­rar ellas mis­mas la pro­pie­dad pri­va­da dan­do el sal­to cua­li­ta­ti­vo des­de cas­ta buro­crá­ti­ca a cla­se burguesa.

La teo­ría mar­xis­ta sos­tie­ne que las vio­len­cias opre­so­ras han sido deci­si­vas en el desa­rro­llo de la eco­no­mía dine­ra­ria y mer­can­til pre­ca­pi­ta­lis­ta des­de la Anti­güe­dad. Marx expli­có en 1857 la impor­tan­cia del ejér­ci­to en el desa­rro­llo eco­nó­mi­co, ade­lan­tán­do­se así al deno­mi­na­do key­ne­sia­nis­mo mili­tar. Según Marx, el sala­rio sur­gió de la paga de los sol­da­dos en la Anti­güe­dad, y la pri­me­ra for­ma de pro­pie­dad mobi­lia­ria no fami­liar fue el pecu­lium de los sol­da­dos roma­nos, y lo mis­mo hay que decir del régi­men gre­mial sur­gi­do de las cor­po­ra­cio­nes de los fabri. Las máqui­nas y la divi­sión del tra­ba­jo fue­ron incor­po­ra­das a gran esca­la por las nece­si­da­des mili­ta­res. Estu­dios muy pos­te­rio­res han con­fir­ma­do estas tesis al mos­trar que la pro­duc­ción en serie y por pie­zas sepa­ra­das que se lle­va­ban a los asti­lle­ros para jun­tar­las lue­go hacien­do bar­cos de gue­rra, este méto­do que se dice fue inven­ta­do por los EEUU en la gue­rra de 1939 – 45, esta­ba ya desa­rro­lla­da en la Roma repu­bli­ca­na duran­te las gue­rras con Car­ta­go, la poten­cia impe­ria­lis­ta enemi­ga mor­tal de Roma. La con­cien­cia de los roma­nos del valor de la cien­cia en lo eco­nó­mi­co-mili­tar se ve en la orden dada a sus sol­da­dos de que apre­sa­ran vivo al sabio Arquí­me­des en el sitio de Sira­cu­sa entre ‑214 y ‑212, famo­so por sus inven­tos para aho­rrar tiem­po y tra­ba­jo, y para hacer armas más des­truc­ti­vas y baratas. 

La expan­sión del capi­ta­lis­mo comer­cial fue en bue­na medi­da faci­li­ta­da por la fie­re­za mili­tar de las empre­sas mer­can­ti­les recu­pe­ra­da de la fie­re­za mili­tar gre­co-roma­na arri­ba des­cri­ta. Las dos bus­ca­ban lo mis­mo: el máxi­mo bene­fi­cio en el míni­mo tiem­po posi­ble, por lo que apli­ca­ban la máxi­ma vio­len­cia posi­ble en un momen­to y pun­to con­cre­to para des­tro­zar rápi­da­men­te al enemi­go. Los revo­lu­cio­na­rios holan­de­ses que en los siglos XVI-XVII lucha­ban con una heroi­ci­dad titá­ni­ca con­tra los espa­ño­les para recu­pe­rar su inde­pen­den­cia nacio­nal, estu­dia­ron con ahín­co los tex­tos mili­ta­res roma­nos, que a su vez actua­li­za­ban las lec­cio­nes grie­gas, para aumen­tar su poten­cia de fue­go redu­cien­do el tiem­po y los ges­tos en el uso de las armas. Lo esen­cial de los “moder­nos” sis­te­mas tay­lor-for­dis­tas y de la pos­te­rior ergo­no­mía, es decir, aho­rrar movi­mien­tos, redu­cir tiem­pos, aumen­tar la pro­duc­ti­vi­dad y racio­na­li­zar el espa­cio del tra­ba­jo, estos mis­mos pro­ble­mas obje­ti­vos habían sido resuel­tos en lo mili­tar por las falan­ges grie­gas, las legio­nes roma­nas y adap­ta­dos a las armas de fue­go por los holan­de­ses. La ofi­má­ti­ca, por ejem­plo, es sólo la apli­ca­ción a las ofi­ci­nas y fábri­cas capi­ta­lis­tas del méto­do romano de cons­truir cuar­te­les lo más racio­na­les y efi­ca­ces en poco tiempo.

Los lla­ma­dos post­for­dis­mo, toyo­tis­mo, pro­duc­ción fle­xi­ble, etc., fue­ron inven­ta­dos por las legio­nes roma­nas para matar a los ele­fan­tes blin­da­dos de otros ejér­ci­tos median­te la crea­ción de gru­pos de sol­da­dos muy uni­dos entre que “tra­ba­ja­ban” por sepa­ra­do para des­pan­zu­rrar ele­fan­tes apli­can­do una mez­cla de nue­vas téc­ni­cas y de mucha inven­ti­va en cada caso. Este mis­mo méto­do fue recu­pe­ra­do en la Edad Media para derri­bar y apre­sar a los caba­lle­ros aco­ra­za­dos. La lis­ta es inaca­ba­ble pero nos remi­te a la cos­tum­bre grie­ga clá­si­ca de crear gru­pos de sol­da­dos espe­cial­men­te uni­dos entre sí por lazos de inte­rés, efi­ca­cia y afec­ti­vi­dad, den­tro siem­pre de la dis­ci­pli­na mili­tar común. Y has­ta el deno­mi­na­do “com­ple­jo indus­trial-mili­tar” supues­ta inven­ción recien­te del capi­ta­lis­mo nor­te­ame­ri­cano mejo­ran­do las lec­cio­nes de las dos gue­rras mun­dia­les de la pri­me­ra mitad del siglo XX, es sólo una copia amplia­da del com­ple­jo de inven­ción pla­ni­fi­ca­da e inter­dis­ci­pli­nar de armas nue­vas desa­rro­lla­do en la Sici­lia anti­gua median­te la con­tra­ta­ción de los mejo­res sabios, téc­ni­cos y arte­sa­nos del momen­to. Otro tan­to exis­tía en los cen­tros del saber ale­jan­drino en el Egip­to domi­na­do por los suce­so­res de Ale­jan­dro Magno, con su impre­sio­nan­te biblio­te­ca y sus sabios tra­ba­jan­do a tiem­po com­ple­to con obje­ti­vos eco­nó­mi­co-mili­ta­res muy pre­ci­sos y bajo con­trol esta­tal. Y tén­ga­se en cuen­ta que, por espa­cio, sólo nos limi­ta­mos al mun­do gre­co-romano, sin citar al hin­dú y al chino, y lue­go al árabe.

No hace fal­ta que nos exten­da­mos en des­cri­bir cómo des­de el siglo XVII en ade­lan­te, el capi­ta­lis­mo se expan­dió por el mun­do gra­cias entre otras cosas a los efec­tos devas­ta­do­res de la “revo­lu­ción mili­tar” que tuvo lugar en ese tiem­po, y a las inver­sio­nes a fon­do per­di­do que hacían los Esta­dos para mejo­rar la tec­no­lo­gía mili­tar y con ella la pro­pia cien­cia que cre­ció for­za­da, entre otras cosas, por la nece­si­dad de des­cu­brir las leyes físi­cas obje­ti­vas que regu­la­ban la pre­ci­sión, alcan­ce y caden­cia de tiro de las armas de fue­go, la rapi­dez de los bar­cos, las téc­ni­cas de fun­ción del hie­rro y del ace­ro, la ópti­ca y la métri­ca, las mate­má­ti­cas, la quí­mi­ca, la medi­ci­na, la geo­me­tría, la físi­ca, la geo­gra­fía, etc. La reso­lu­ción de un pro­ble­ma “eterno” para la huma­ni­dad como era la con­ser­va­ción de los ali­men­tos duran­te lar­go tiem­po, debe más a las gue­rras napo­leó­ni­cas que a la supues­ta “cien­cia pura y neu­tral”. Y la medi­ci­na moder­na, tam­bién la anti­gua, debe más a los millo­nes de muer­tos, heri­dos y enlo­que­ci­dos en las gue­rras inter­im­pe­ria­lis­tas, con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias e inva­so­ras de pue­blos, y a la nece­si­dad de man­te­ner sana y pro­duc­ti­va la fuer­za de tra­ba­jo para la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta, que al “amor a la huma­ni­dad” de los médi­cos y de las trans­na­cio­na­les que explo­tan como asa­la­ria­dos a los cien­tí­fi­cos de sus laboratorios.

10.- TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (III)

Es inne­ga­ble que exis­te una dife­ren­cia cua­li­ta­ti­va entre la vio­len­cia y la gue­rra pre­ca­pi­ta­lis­tas y las capi­ta­lis­tas, con­sis­ten­te en que las segun­das giran ya total­men­te alre­de­dor de la mer­can­cía, del máxi­mo bene­fi­cio y de la acu­mu­la­ción amplia­da de capi­tal. Pero por deba­jo de esa dife­ren­cia impues­ta por la espe­ci­fi­ci­dad del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, sin embar­go exis­te una iden­ti­dad sus­tan­ti­va que no es otra que la nece­si­dad de ocu­par el terri­to­rio que hay que saquear o escla­vi­zar. Aun­que no se lle­gue al exter­mi­nio abso­lu­to como el que rea­li­za­ban los asi­rios en la Anti­güe­dad, o las tro­pas de Ale­jan­dro en Per­sia o las legio­nes roma­nas allí don­de encon­tra­ban algu­na resis­ten­cia, sí se lle­ga a la ame­na­za direc­ta, a los rehe­nes y al pago anual de bie­nes acu­mu­la­dos por el pue­blo ame­na­za­do para evi­tar su des­truc­ción total y la escla­vi­za­ción de los super­vi­vien­tes. El capi­ta­lis­mo no ha anu­la­do nin­gu­na de estas prác­ti­cas, al con­tra­rio, las han amplia­do y, en la medi­da de lo posi­ble, las inten­ta ocul­tar con pala­bre­ría men­ti­ro­sa sobre la demo­cra­cia y la libertad.

Sal­van­do las dife­ren­cias ya cita­das entre los modos de pro­duc­ción, no exis­ten otras mayo­res entre el cer­co total a Cuba por los EEUU y los cer­cos asfi­xian­tes que rea­li­za­ban las poten­cias anti­guas con­tra las ciu­da­des que no se ple­ga­ban a sus dic­ta­dos. Tam­po­co exis­ten dife­ren­cias mayo­res entre las actua­les fuer­zas de inter­ven­ción rápi­da para reins­tau­rar la pro­pie­dad bur­gue­sa en cual­quier par­te suble­va­da del mun­do con­tra el impe­ria­lis­mo, con las tro­pas rápi­das anti­guas, con las téc­ni­cas y méto­dos de trans­por­te rápi­do en Meso­po­ta­mia y Egip­to, en India y Chi­na, con las redes de carre­te­ras rec­tas y rami­fi­ca­das de Roma por todo Euro­pa, con la alta velo­ci­dad de los ejér­ci­tos mon­go­les des­de el siglo XIII, etc. Lo que iden­ti­fi­ca a estas y otras prác­ti­cas al cabo de los siglos es la solu­ción empí­ri­ca o cien­tí­fi­ca del pro­ble­ma del con­trol del gas­to de ener­gía y de mate­ria para opti­mi­zar el trans­por­te de las tro­pas –de las mer­can­cías tam­bién en el capi­ta­lis­mo – , tenien­do en cuen­ta las ganan­cias que se pre­vé obte­ner con la inva­sión del pue­blo sacri­fi­ca­do o, en el capi­ta­lis­mo, tam­bién con las ven­tas de las mer­can­cías lle­va­das a ese país al que se le ha obli­ga­do a abrir sus fron­te­ras adua­ne­ras, renun­cian­do a toda pro­tec­ción fren­te a la inva­sión eco­nó­mi­ca impe­ria­lis­ta. Una de las con­di­cio­nes que impo­nían los inva­so­res roma­nos a muchos pue­blos some­ti­dos mili­tar­men­te o chan­ta­jea­dos con ame­na­zas, era la de que acep­ta­sen los pre­cios de las mer­can­cías roma­nas, más bara­tas que las autóctonas.

En el capi­ta­lis­mo, la nece­si­dad de poseer el espa­cio pro­duc­ti­vo en cual­quie­ra de sus for­mas acu­cia a la bur­gue­sía debi­do a que, a dife­ren­cia de modos pre­ca­pi­ta­lis­tas, en el actual no se pue­de dete­ner por mucho tiem­po la pro­duc­ción de bie­nes de pro­duc­ción, es decir, la obten­ción de plus­va­lor y su con­ver­sión en plus­va­lía. Las vio­len­cias capi­ta­lis­tas se acti­van has­ta gra­dos ver­da­de­ra­men­te inhu­ma­nos cuan­do la bur­gue­sía com­pren­de que está a pun­to de per­der o ha per­di­do el espa­cio en el que se repro­du­ce y se amplía su capi­tal, su pro­pie­dad pri­va­da. Si se le ampu­ta una par­te de ese espa­cio, que vuel­ve a ser pro­pie­dad colec­ti­va del pue­blo tra­ba­ja­dor, si esto suce­de, la cla­se domi­nan­te com­pren­de que su Esta­do pier­de fuer­za, pier­de efec­ti­vi­dad repre­si­va. Se cer­cio­ra de que ese debi­li­ta­mien­to real e inne­ga­ble, ade­más de sig­ni­fi­car una corres­pon­dien­te caí­da de los bene­fi­cios, tam­bién y sobre todo sig­ni­fi­ca una lec­ción posi­ti­va y espe­ran­za­do­ra para otras luchas que exis­ten ya o que pue­den exis­tir al ani­mar­se por la vic­to­ria obre­ra y popu­lar que ha recu­pe­ra­do par­te de lo que debe ser de la huma­ni­dad trabajadora.

En las Amé­ri­cas, las expe­rien­cias que con­fir­man lo aquí dicho abun­dan des­de aquél acia­go 12 de octu­bre de 1492. Hai­tí, por ejem­plo, fue some­ti­da a una impla­ca­ble pre­sión total exter­na, eco­nó­mi­ca, mili­tar y diplo­má­ti­ca para aho­gar en ham­bre y san­gre una revo­lu­ción que ata­ca­ba los pila­res de bue­na par­te del capi­ta­lis­mo inter­na­cio­nal de fina­les el siglo XVIII: des­de el papel de la escla­vi­tud has­ta la pro­duc­ción azu­ca­re­ra y la zona geo­es­tra­té­gi­ca de la Isla en las pug­nas de las gran­des poten­cias de la épo­ca, así como, bási­ca­men­te, su ejem­plo de liber­tad arma­da y de vio­len­ta defen­si­va para las gue­rras de libe­ra­ción nacio­nal y social que ya esta­ban cre­cien­do en las Amé­ri­cas, y para las suble­va­cio­nes escla­vas. Pos­te­rior­men­te la lis­ta se agran­da tenien­do a Cuba como otro para­dig­ma, así como la suce­sión de gol­pes mili­ta­res, espe­cial­men­te el que derro­có al pre­si­den­te Allen­de en Chi­le en 1973. Los inten­tos por derro­tar el pro­ce­so boli­va­riano en Vene­zue­la, por hacer retro­ce­der la toma de con­cien­cia en Ecua­dor y en Boli­via, en Nica­ra­gua, Para­guay, El Sal­va­dor, etc., por refor­zar el terro­ris­mo esta­tal en Colom­bia y la dic­ta­du­ra encu­bier­ta en Perú, son otros tan­tos ejem­plos de la nece­si­dad que tie­ne el capi­ta­lis­mo por recu­pe­rar los espa­cios mate­ria­les que ha per­di­do y ase­gu­rar los que toda­vía mantiene.

Si cen­tra­mos más nues­tro aná­li­sis en los espa­cios pro­duc­ti­vos fabri­les, veci­na­les, cam­pe­si­nos, domés­ti­cos, uni­ver­si­ta­rios y edu­ca­ti­vos, en los espa­cios en don­de se recu­pe­ra la fuer­za de tra­ba­jo median­te la sani­dad y los ser­vi­cios socia­les públi­cos allí don­de exis­ten, o en los espa­cios libe­ra­dos en las barria­das popu­lo­sas allí don­de el pue­blo ha teni­do que auto­or­ga­ni­zar­se para resol­ver él mis­mo sus nece­si­da­des colec­ti­vas bási­cas, en estos espa­cios, vemos que el pro­ble­ma sigue sien­do exac­ta­men­te el mis­mo, pero a otra esca­la. Las lec­cio­nes de las comu­ni­da­des cam­pe­si­nas, de las ollas y come­do­res colec­ti­vos, de las orga­ni­za­cio­nes de ayu­da mutua y de auoor­ga­ni­za­ción, de recu­pe­ra­ción de fábri­cas y empre­sas, de crea­ción de orga­ni­za­cio­nes esta­bles en las uni­ver­si­da­des y escue­las, de medios de comu­ni­ca­ción crí­ti­ca, etc., seme­jan­te rique­za del pue­blo tra­ba­ja­dor plan­tea muy serios pro­ble­mas al orden esta­tal y a la pro­pie­dad bur­gue­sa. Por un lado, mues­tran las ini­cia­ti­vas popu­la­res; por otro lado, mues­tran las debi­li­da­des de la polí­ti­ca ins­ti­tu­cio­nal y refor­mis­ta; ade­más, mues­tran la fuer­za del pue­blo para defen­der­se de las múl­ti­ples pre­sio­nes, ame­na­zas, cas­ti­gos y vio­len­cias del poder opre­sor y, por últi­mo, ponen el dedo en la lla­ga de la cues­tión de la pro­pie­dad y del Estado.

¿De quié­nes son las fábri­cas, los cam­pos, los cen­tros de estu­dio, los hos­pi­ta­les, las trans­por­tes, los ban­cos, en suma, las fuer­zas pro­duc­ti­vas? Esta y no otra es la inte­rro­gan­te que sur­ge cuan­do se recu­pe­ra una fábri­ca. ¿A quié­nes tie­nen que defen­der y obe­de­cer las deno­mi­na­das “fuer­zas del orden públi­co? ¿Al pue­blo tra­ba­ja­dor que recu­pe­ra lo que es suyo o a la mino­ría bur­gue­sa? Esta es otra pre­gun­ta cru­cial por­que ade­más ata­ñe a la legi­ti­mi­dad del Esta­do: ¿sir­ve el Esta­do capi­ta­lis­ta para aca­bar con la explo­ta­ción, opre­sión y domi­na­ción? En la medi­da en que las cla­ses tra­ba­ja­do­ras van hacién­do­se estas pre­gun­tas en su pro­pia expe­rien­cia dia­ria, van liman­do pau­la­ti­na­men­te el poder bur­gués, su legi­ti­mi­dad. Por esto, más tem­prano que tar­de, la cla­se bur­gue­sa empie­za a tomar medi­das repre­si­vas de todo tipo para recu­pe­rar lo que cree que es suyo, y por eso empie­zan a sur­gir los cho­ques entre la vio­len­cia opre­so­ra y la vio­len­cia opri­mi­da. Seme­jan­te cho­que se ve ace­le­ra­do cuan­do por las razo­nes que fue­ra exis­ten orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias arma­das que ope­ran en el medio urbano, rural o en ambos, y que con su ejem­plo debi­li­tan aún más el axio­ma del mono­po­lio esta­tal de la vio­len­cia y la supues­ta omni­po­ten­cia del Esta­do que se mues­tra inca­paz de ven­cer a las orga­ni­za­cio­nes arma­das, inclu­so aun­que les debi­li­te con la repre­sión masiva.

Una vez lle­ga­das las con­tra­dic­cio­nes socia­les a este nivel de radi­ca­li­dad y anta­go­nis­mo, nivel que pue­de rever­tir­se y con­cluir en derro­ta de las luchas revo­lu­cio­na­rias según los ava­ta­res, la legi­ti­mi­dad de las vio­len­cias opre­so­ras encuen­tra una opo­si­ción cre­cien­te argu­men­ta­da por quie­nes sos­tie­nen la legi­ti­mi­dad de las vio­len­cias opri­mi­das. En estos momen­tos la capa­ci­dad teó­ri­ca y la con­cien­cia polí­ti­ca vuel­ven a demos­trar su deci­si­va impor­tan­cia ya que el estu­dio cien­tí­fi­co-crí­ti­co de la his­to­ria de los con­flic­tos socia­les des­mon­ta el ente­ro anda­mia­je pro­pa­gan­dís­ti­co bur­gués, pero a con­di­ción de que esa teo­ría sea expli­ca­da entre las masas des­de una con­cien­cia polí­ti­ca cla­ra en sus obje­ti­vos. Vea­mos un ejem­plo: ¿sir­vió de algo el paci­fis­mo par­la­men­ta­rio en el Chi­le de Allen­de, antes del gol­pe de Pino­chet de sep­tiem­bre de 1973 o se debía haber tra­ba­ja­do más pla­ni­fi­ca­da­men­te en medi­das popu­la­res pre­ven­ti­vas del gol­pe inmi­nen­te, edu­can­do y for­man­do al pue­blo, armán­do­le y ense­ñán­do­le a defen­der la demo­cra­cia, dete­nien­do a los diri­gen­tes mili­ta­res y polí­ti­cos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, divi­dien­do y para­li­zan­do el Ejér­ci­to, etc.?

Estas pre­gun­tas son idén­ti­cas a las que los his­to­ria­do­res se hacen sobre otras situa­cio­nes igua­les, por ejem­plo, sobre el débil, pasi­vo y cega­to com­por­ta­mien­to del Gobierno espa­ñol de la II Repú­bli­ca en las sema­nas ante­rio­res al gol­pe mili­tar con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio, gol­pe cono­ci­do en sus pre­pa­ra­ti­vos no sólo por los ser­vi­cios secre­tos repu­bli­ca­nos sino por amplios gru­pos polí­ti­cos, sin­di­ca­les, socia­les, etc. ¿Por qué no des­ac­ti­vó el Gobierno repu­bli­cano, ele­gi­do demo­crá­ti­ca­men­te por la mayo­ría de la pobla­ción, dejan­do que esta­lla­se el gol­pe en julio de 1936 con las con­se­cuen­cias por todos cono­ci­das y que per­vi­ven aún hoy en lo bási­co, en la Monar­quía impues­ta por el dic­ta­dor Fran­co que diri­gió aque­lla suble­va­ción en medio de la pasi­vi­dad guber­na­ti­va? ¿Qué lec­cio­nes teó­ri­cas debe­mos extraer del caso espa­ñol y chi­leno aun­que les sepa­ren 33 años de dis­tan­cia? ¿Sola­men­te exis­ten estas dos expe­rien­cias u otras muchas más? ¿Son casos excep­cio­na­les y sin impor­tan­cia en la mar­cha gene­ral de la his­to­ria capi­ta­lis­ta, o son mucho más fre­cuen­tes y deci­si­vos, con efec­tos demo­le­do­res y de muy lar­go alcan­ce gene­ral, que con­di­cio­nan la vida de cen­te­na­res de millo­nes de seres humanos?

La impor­tan­cia de la teo­ría polí­ti­ca y de la polí­ti­ca teó­ri­ca se ejem­pla­ri­za en el con­tras­te abso­lu­to entre Hitler y Fidel Cas­tro. Es sabi­do que el dic­ta­dor nazi tuvo más de vein­te inten­tos de eje­cu­ción antes de su muer­te: ¿cuán­tas dece­nas de millo­nes de per­so­nas se hubie­ran libra­do de la muer­te, y cuán­tos muchos millo­nes más se hubie­ran libra­do de sufri­mien­tos de todo tipo de haber­se con­su­ma­do con éxi­to uno de aque­llos inten­tos de eje­cu­ción? A la inver­sa, es sabi­do que el coman­dan­te revo­lu­cio­na­rio Fidel Cas­tro ha sor­tea­do has­ta aho­ra una lis­ta impre­sio­nan­te de inten­tos de ase­si­na­to con­tra su per­so­na y la pre­gun­ta que debe­mos hacer­nos es ¿cuán­tos cen­te­na­res de millo­nes de per­so­nas explo­ta­das en el mun­do ente­ro llo­ra­rían su ase­si­na­to y jura­rían cum­plir su lema de “¡Patria o muer­te, ven­ce­re­mos!”?: cen­te­na­res de millo­nes. Pode­mos exten­der esta pre­gun­ta a todos los dic­ta­do­res y cri­mi­na­les, por una par­te, y por la opues­ta a todas las revo­lu­cio­na­rias y revo­lu­cio­na­rios, y vere­mos así cómo fun­cio­na en la prác­ti­ca la teo­ría mar­xis­ta de las vio­len­cias. Por ejem­plo: ¿quién será más recor­da­do en la memo­ria de la huma­ni­dad tra­ba­ja­do­ra, el pre­si­den­te colom­biano Uri­be o el Coman­dan­te gue­rri­lle­ro Marulanda?

11.- TEORIA MARXISTA DE LAS VIOLENCIAS (SINTESIS)

Los clá­si­cos de mar­xis­mo defen­die­ron en deter­mi­na­dos momen­tos la posi­bi­li­dad del trán­si­to pací­fi­co al socia­lis­mo en con­di­cio­nes excep­cio­nal­men­te raras. De hecho, has­ta aho­ra, la mayo­ría de pro­ce­sos revo­lu­cio­na­rios han sido bas­tan­te menos vio­len­tos, o pací­fi­cos inclu­so, en sus ini­cios que en las eta­pas pos­te­rio­res, cuan­do por diver­sas razo­nes las bur­gue­sías han podi­do reor­ga­ni­zar­se y lan­zar­se a una bru­tal con­tra­ofen­si­va. En la inmen­sa mayo­ría de los casos, las revo­lu­cio­nes se han vuel­to vio­len­tas en el sen­ti­do fuer­te de la pala­bra cuan­do no han teni­do más reme­dio que auto­de­fen­der­se ante la con­tra­rre­vo­lu­ción bur­gue­sa inter­na y externa.

La teo­ría mar­xis­ta no dice que es impo­si­ble el trán­si­to pací­fi­co al socia­lis­mo en cual­quier caso, sino que ese trán­si­to es posi­ble pero en la mino­ría de casos, en con­di­cio­nes excep­cio­na­les en las que la rela­ción de fuer­zas a favor de las masas es tal que la cla­se domi­nan­te no tie­ne, en ese momen­to, recur­sos para lan­zar su vio­len­cia repre­si­va. Esta teo­ría tam­po­co dice que la revo­lu­ción haya de triun­far sólo gra­cias a la máxi­ma vio­len­cia apli­ca­da des­de el pri­mer segun­do, sino que la máxi­ma vio­len­cia la apli­ca la bur­gue­sía derro­ca­da para recu­pe­rar su poder obli­gan­do a la revo­lu­ción a res­pon­der en con­se­cuen­cia. Tam­bién dice que cuan­to mayor es la deci­sión y fuer­za del pue­blo menor es la vio­len­cia ini­cial que ha de apli­car y más posi­bi­li­da­des tie­ne de impe­dir una reac­ción capi­ta­lis­ta. Has­ta aho­ra, esta es la expe­rien­cia prác­ti­ca acu­mu­la­da. Al con­tra­rio, son los refor­mis­tas quie­nes sos­tie­nen que el trán­si­to pací­fi­co no sólo es posi­ble en todos los casos, sino que ade­más es el úni­co que garan­ti­za la victoria.

La teo­ría sobre la vio­len­cia apa­re­ce des­de el prin­ci­pio mis­mo de la exten­sa obra mar­xis­ta y es impo­si­ble resu­mir­la aquí por lo que vamos a dar sólo cua­tro cri­te­rios bási­cos, tenien­do en cuen­ta que por mar­xis­mo debe enten­der­se no sólo la obra de Marx y Engels sino la tota­li­dad de la obra rea­li­za­da por quie­nes explí­ci­ta y prác­ti­ca­men­te se ha defi­ni­do como mar­xis­tas, es decir, han lucha­do con todos los medios ade­cua­dos con­tra la bur­gue­sía bus­can­do tres obje­ti­vos irre­nun­cia­bles: uno, crear un poder revo­lu­cio­na­rio basa­do en el pue­blo en armas y en la demo­cra­cia socia­lis­ta que garan­ti­ce, diri­ja y vigi­le el pro­ce­so de auto­di­so­lu­ción del Esta­do obre­ro; dos, par­tir siem­pre de una con­cep­ción mun­dial e inter­na­cio­na­lis­ta del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio y del comu­nis­mo y, tres, avan­zar simul­tá­nea­men­te en la expro­pia­ción de los expro­pia­do­res, es decir, aca­bar con la pro­pie­dad pri­va­da capi­ta­lis­ta mien­tras se avan­za en las con­di­cio­nes obje­ti­vas y sub­je­ti­vas que per­mi­tan hacer reali­dad el prin­ci­pio: “de cada cual según su capa­ci­dad, a cada cual según su nece­si­dad”. Natu­ral­men­te, estos pun­tos esen­cia­les deben ser apli­ca­dos con­cre­ta­men­te en cada país, huyen­do de los esque­mas pre­fi­ja­dos e impues­tos dog­má­ti­ca­men­te en todas partes.

Par­tien­do de aquí, a lo lar­go de casi dos siglos de lucha de cla­ses mun­dial, por poner la fecha “ini­cial” en las luchas de los años 30 del siglo XIX como anun­cia­do­ras de lo que ven­dría, pode­mos des­cu­brir como míni­mo cua­tro prin­ci­pios bási­cos de la teo­ría mar­xis­ta de la vio­len­cia. El pri­me­ro es la afir­ma­ción de Marx de que la vio­len­cia es la par­te­ra de la his­to­ria, es lo que deci­de e impo­ne qué camino seguir en el momen­to de una cri­sis entre dos pode­res igua­les: el del capi­tal y el del tra­ba­jo. Este prin­ci­pio es deci­si­vo en su pers­pec­ti­va his­tó­ri­ca y está sien­do con­fir­ma­do en todas las situa­cio­nes fun­da­men­ta­les en las que las masas opri­mi­das se han enfren­ta­do a la cla­se domi­nan­te. Según como sean las situa­cio­nes con­cre­tas, las fuer­zas en con­flic­to, los alia­dos de cada una de ellas, etc. Según todo eso que hay que ana­li­zar con­cre­ta y par­ti­cu­lar­men­te, será el gra­do de viru­len­cia, exten­sión e inten­si­dad de la vio­len­cia des­ata­da, pudien­do dar­se casos en los que ha sido nece­sa­ria muy poca y mayor­men­te pre­ven­ti­va o en los que ha sido nece­sa­ria mucha y desesperada.

Hay ejem­plos para todos los casos, pero la cons­tan­te que los reco­rre inter­na­men­te es que cuan­do las masas opri­mi­das han recha­za­do este prin­ci­pio mar­xis­ta han cava­do la tum­ba de su derro­ta estra­té­gi­ca duran­te mucho tiem­po, tum­ba rebo­san­te de san­gre y cadá­ve­res, por­que al des­pre­ciar­lo, al recha­zar las lec­cio­nes de la his­to­ria y al creer­se la men­ti­ra reac­cio­na­ria del paci­fis­mo a ultran­za, se han des­preo­cu­pa­do por pre­pa­rar­se men­tal, polí­ti­ca y orga­ni­za­ti­va­men­te para la prác­ti­ca de la vio­len­cia defen­si­va, de la auto­de­fen­sa ante la vio­len­cia fun­dan­te y pri­me­ra, la opre­so­ra. La pre­pa­ra­ción psi­co­po­lí­ti­ca para la auto­de­fen­sa es impres­cin­di­ble, y cuan­to más efec­ti­va sea menos vio­len­cia defen­si­va habrá que apli­car en su momen­to, más fácil, rápi­da y pací­fi­ca será la vic­to­ria revo­lu­cio­na­ria y su avan­ce pos­te­rior. Si algo ha demos­tra­do la his­to­ria des­de el sur­gi­mien­to de la explo­ta­ción pre­ca­pi­ta­lis­ta es la vera­ci­dad del axio­ma popu­la­ri­za­do por la agre­si­va y escla­vis­ta Roma repu­bli­ca­na de ‘si vis pacem, para belum’, si quie­res la paz pre­pá­ra­te para la gue­rra. Mul­ti­tud de pue­blos y cla­ses opri­mi­das han sufri­do derro­tas aplas­tan­tes y bru­ta­les por des­pre­ciar o igno­rar esta lec­ción histórica.

El segun­do prin­ci­pio es el de la lici­tud moral y éti­ca de la auto­de­fen­sa, de la vio­len­cia defen­si­va. No exis­te una úni­ca y obli­ga­to­ria éti­ca, es decir, el con­jun­to de valo­res que expli­can por qué hay que rea­li­zar tal o cual acción moral. Según el mar­xis­mo exis­ten dos escue­las éti­cas enfren­ta­das: la que expli­ca y defien­de la nece­si­dad de la explo­ta­ción, que es la pri­me­ra que sur­gió en la his­to­ria a par­tir del sur­gi­mien­to pre­vio de la opre­sión social, y la que expli­ca y defien­de la lucha con­tra la explo­ta­ción, que sur­gió más tar­de y difi­cul­to­sa­men­te por­que las masas opri­mi­das no tenían ape­nas capa­ci­dad cul­tu­ral, tiem­po libre y recur­sos mate­ria­les para ela­bo­rar esa éti­ca libe­ra­do­ra que ha sido per­se­gui­da siem­pre. Las dos éti­cas cam­bian en las for­mas exte­rio­res y bas­tan­tes de sus com­po­nen­tes inter­nos al son de los cam­bios socia­les, aun­que man­tie­nen into­ca­ble su núcleo ori­gi­na­rio. Por ejem­plo, debi­do a las lar­gas luchas de siglos, la éti­ca domi­nan­te, la bur­gue­sa, ha teni­do que acep­tar la ili­ci­tud de la escla­vi­tud pero cie­rra los ojos cuan­do la bur­gue­sía apli­ca una nue­va escla­vi­tud, la asa­la­ria­da y en su for­ma más bru­tal, el tra­ba­jo pre­ca­ri­za­do e infan­til. Abun­dan los ejem­plos al res­pec­to, pero aho­ra nos intere­sa ana­li­zar un pro­ble­ma éti­co-moral y teó­ri­co-polí­ti­co cru­cial: ¿pode­mos los paí­ses ricos y opre­so­res con­de­nar la vio­len­cia defen­si­va de los paí­ses inva­di­dos y de las cla­ses explo­ta­das por feroz y terri­ble que pue­da lle­gar a ser?

Tan­to Marx como Engels dicen que no, que no pode­mos dar lec­cio­nes a quie­nes se defien­den y que debe­mos com­pren­der su situa­ción y el gra­do de desa­rro­llo en su cul­tu­ra y tra­di­cio­nes, el gra­do de desa­rro­llo de la éti­ca libe­ra­do­ra en su cul­tu­ra, etc. En sus aná­li­sis sobre las luchas en la India y en Chi­na, por ejem­plo, ambos ami­gos se enfren­ta­ron deci­di­da­men­te a la hipó­cri­ta moral bur­gue­sa, a su éti­ca, denun­cian­do al ver­da­de­ro cau­san­te de las san­gui­na­rias vio­len­cias defen­si­vas de los pue­blos opri­mi­dos: la ante­rior e ini­cial vio­len­cia opre­si­va del colo­nia­lis­mo bri­tá­ni­co, tan­to o más inhu­ma­na que la de los hin­dúes y chi­nos. La dia­léc­ti­ca entre lo esen­cial de la éti­ca libe­ra­do­ra ‑el recha­zo a toda opre­sión- y la defen­sa de la his­to­ri­ci­dad de sus for­mas con­cre­tas de prác­ti­ca ‑la fero­ci­dad de las masas inva­di­das con­tra los inva­so­res- esta dia­léc­ti­ca es el segun­do prin­ci­pio mar­xis­ta sobre la vio­len­cia y su actua­li­dad es inne­ga­ble. Cuan­do el impe­ria­lis­mo ata­ca a media huma­ni­dad y pre­pa­ra más ata­ques con­tra el res­to, inclui­das las cla­ses tra­ba­ja­do­ras en el cen­tro impe­ria­lis­ta, es inmo­ral y anti­éti­co que las izquier­das revo­lu­cio­na­rias asu­man, defien­dan y pro­pa­guen los valo­res y nor­mal de la bur­gue­sía. Un míni­mo de decen­cia éti­ca y de sen­ti­do teó­ri­co de la his­to­ria de las luchas huma­nas debe lle­var­les, en caso extre­mo, al silen­cio o al deba­te fra­ter­nal y soli­da­rio, pero nun­ca a la defen­sa de la éti­ca capitalista.

El ter­cer prin­ci­pio lo expo­ne Lenin en su aná­li­sis de la gue­rra de gue­rri­llas de 1906: “el mar­xis­mo se dis­tin­gue de todas las for­mas pri­mi­ti­vas del socia­lis­mo pues no liga el movi­mien­to a una sola for­ma deter­mi­na­da de lucha. El mar­xis­mo admi­te las for­mas más diver­sas de lucha; ade­más, no las «inven­ta», sino que gene­ra­li­za, orga­ni­za y hace cons­cien­tes las for­mas de lucha de las cla­ses revo­lu­cio­na­rias que apa­re­cen por sí mis­mas en el cur­so del movi­mien­to. El mar­xis­mo, total­men­te hos­til a todas las fór­mu­las abs­trac­tas, a todas las rece­tas doc­tri­nas, exi­ge que se pres­te mucha aten­ción a la lucha de masas en cur­so que, con el desa­rro­llo del movi­mien­to, el cre­ci­mien­to de la con­cien­cia de las masas y la agu­di­za­ción de las cri­sis eco­nó­mi­cas y polí­ti­cas, engen­dra cons­tan­te­men­te nue­vos y cada vez más diver­sos méto­dos de defen­sa y ata­que. Por esto, el mar­xis­mo no recha­za cate­gó­ri­ca­men­te nin­gu­na for­ma de lucha El mar­xis­mo no se limi­ta, en nin­gún caso, a las for­mas de lucha posi­bles y exis­ten­tes sólo en un momen­to dado, admi­tien­do la apa­ri­ción inevi­ta­ble de for­mas de lucha nue­vas, des­co­no­ci­das de los mili­tan­tes de un perío­do dado, al cam­biar la coyun­tu­ra social. El mar­xis­mo, en este sen­ti­do, apren­de, si pue­de decir­se así, de la prác­ti­ca de las masas, lejos de pre­ten­der ense­ñar a las masas for­mas de lucha inven­ta­das por «sis­te­ma­ti­za­do­res» de gabi­ne­te. Sabe­mos ‑decía, por ejem­plo, Kautsky, al exa­mi­nar las for­mas de la revo­lu­ción social- que la pró­xi­ma cri­sis nos trae­rá nue­vas for­mas de lucha que no pode­mos pre­ver aho­ra (…) el mar­xis­mo exi­ge que la cues­tión de las for­mas de lucha sea enfo­ca­da his­tó­ri­ca­men­te. Plan­tear esta cues­tión fue­ra de la situa­ción his­tó­ri­ca con­cre­ta sig­ni­fi­ca no com­pren­der el abe­cé del mate­ria­lis­mo dia­léc­ti­co. En los diver­sos momen­tos de la evo­lu­ción eco­nó­mi­ca, según las dife­ren­tes con­di­cio­nes polí­ti­cas, cul­tu­ral-nacio­na­les, cos­tum­bra­les, etc., apa­re­cen en pri­mer plano dis­tin­tas for­mas de lucha, y se con­vier­ten en las for­mas de lucha prin­ci­pa­les; y, en rela­ción con esto, se modi­fi­can a su vez las for­mas de lucha secun­da­rias, acce­so­rias. Que­rer res­pon­der sí o no a pro­pó­si­to de un deter­mi­na­do pro­ce­di­mien­to de lucha, sin exa­mi­nar en deta­lle la situa­ción con­cre­ta de un movi­mien­to dado, la fase dada de su des­en­vol­vi­mien­to, sig­ni­fi­ca aban­do­nar com­ple­ta­men­te la posi­ción del marxismo”.

El cuar­to prin­ci­pio ya está enun­cia­do en este ter­ce­ro expues­to por Lenin, y se refie­re al con­te­ni­do de masas de las luchas vio­len­tas. Para los doc­tri­na­rios y dog­má­ti­cos que tro­cean y redu­cen la reali­dad para que que­pa en su estre­cha “teo­ría revo­lu­cio­na­ria” es lo mis­mo la acción arma­da indi­vi­dua­lis­ta que la lucha arma­da rea­li­za­da por orga­ni­za­cio­nes pro­fun­da­men­te asen­ta­das entre las masas, que duran­te dece­nas de años nutren sus filas de volun­ta­rios que per­ma­nen­te­men­te salen del pue­blo tra­ba­ja­dor, que mili­ta­ban en dis­tin­tos fren­tes de masas, en la lucha obre­ra, veci­nal, estu­dian­til, femi­nis­ta, eco­lo­gis­ta, cul­tu­ral, etc., y que, por las razo­nes que fue­ran y allí en don­de se prac­ti­ca la lucha arma­da, dan el paso a la auto­de­fen­sa en su for­ma más seria. Un ejem­plo ¿pue­de deno­mi­nar­se como “terro­ris­mo indi­vi­dual” a la lucha arma­da de las FARC-EP, de los pales­ti­nos, ira­quíes, che­che­nos o en su tiem­po del IRA, etc.? Sin entrar aho­ra al con­cep­to de “terro­ris­mo” y ciñén­do­nos sólo al de indi­vi­dua­lis­mo, está cla­ro que no. La dife­ren­cia entre una lucha arma­da de masas y una lucha indi­vi­dua­lis­ta con­sis­te bási­ca­men­te en que la pri­me­ra, la de masas, tie­ne un pro­gra­ma a lar­go pla­zo, una estra­te­gia y unas tác­ti­cas, un sis­te­ma orga­ni­za­ti­vo y unas rela­cio­nes con el pue­blo del que sur­ge que le hacen esco­ger siem­pre los méto­dos más ade­cua­dos para avan­zar en la con­cien­cia polí­ti­ca del pue­blo, bus­can­do siem­pre tan­to el con­te­ni­do peda­gó­gi­co de las accio­nes como su efec­ti­vi­dad polí­ti­ca siem­pre den­tro de los fines per­se­gui­dos, lo que le lle­va a recu­rrir a la auto­de­fen­sa como un ins­tru­men­to tác­ti­co inser­to en la glo­ba­li­dad de medios de lucha de su pue­blo, inter­ac­cio­nan­do con ellos.

Mien­tras que la segun­da, la vio­len­cia indi­vi­dua­lis­ta es prac­ti­ca­da por per­so­nas más bien ais­la­das o a lo sumo por muy redu­ci­dos colec­ti­vos sin ape­nas implan­ta­ción direc­ta en las masas, lo que les limi­ta mucho cali­brar la efec­ti­vi­dad peda­gó­gi­ca y polí­ti­ca de sus accio­nes, apren­der de las masas, mejo­rar su pro­gra­ma y su estra­te­gia vien­do la nece­si­dad de cam­biar de tác­ti­cas según cam­bian las con­di­cio­nes socia­les, sien­do por tan­to inca­pa­ces para inte­grar sus accio­nes con las de las masas al mar­gen de la bue­na volun­tad sub­je­ti­va de quie­nes las rea­li­zan y, de esta for­ma, resul­ta prác­ti­ca­men­te impo­si­ble lograr la inter­re­la­ción de todas las for­mas de lucha. Hay que tener en cuen­ta que esta inter­re­la­ción es una de las garan­tías esen­cia­les del apren­di­za­je mutuo entre las masas y las orga­ni­za­cio­nes que prac­ti­can la vio­len­cia polí­ti­ca de res­pues­ta, sin ella más tem­prano que tar­de el colec­ti­vo o la per­so­na que prac­ti­ca la auto­de­fen­sa cae en la des­orien­ta­ción o en el ais­la­mien­to más enloquecedor.

Son estas dife­ren­cias, por últi­mo, las que per­mi­ten expli­car por qué los mar­xis­tas insis­ti­mos en que toda res­pues­ta indi­vi­dual bási­ca y pri­ma­ria, la que sea, des­de una pali­za dada por una mujer mal­tra­ta­da a su agre­sor, o por una obre­ra a su patrón, o por tor­tu­ra­do a su tor­tu­ra­dor, etc., si quie­re ser efec­ti­va a la lar­ga ha de inte­grar­se en orga­ni­za­cio­nes de masas más amplias aun­que no prac­ti­quen esas for­mas de resis­ten­cia ins­tin­ti­va, de jus­ta ira y de jus­ti­cia popu­lar apli­ca­da indi­vi­dual­men­te. Son, deben ser, esas orga­ni­za­cio­nes más enrai­za­das y exten­sas, las que ana­li­cen por qué, cómo, cuan­do y con qué argu­men­tos habrá que pro­ce­der con­tra un vio­la­dor, o con­tra un empre­sa­rio espe­cial­men­te explo­ta­dor, siem­pre con accio­nes de masas y con exi­gen­cias rei­vin­di­ca­ti­vas fácil­men­te com­pren­si­bles. Sin estas orga­ni­za­cio­nes de masas las accio­nes indi­vi­dua­les que muy fre­cuen­te­men­te se rea­li­zan sin que tras­cien­dan a la pren­sa, que­dan en nada, en un esfuer­zo bal­dío y has­ta con­tra­pro­du­cen­te si son fal­sea­das por la pren­sa de la bur­gue­sía, como ocu­rre siem­pre que salen en sus cade­nas sensacionalistas.

Natu­ral­men­te, estas cua­tro notas bási­cas son corre­gi­das y amplia­das por las luchas de las masas, por su per­ma­nen­te inno­va­ción e ini­cia­ti­va prác­ti­ca, pero aun­que se mejo­ren en sus for­mas y actua­li­cen en sus prác­ti­cas, y aun­que sur­jan otras lec­cio­nes pos­te­rio­res, las cua­tro aquí ana­li­za­das man­ten­drán su vigen­cia esen­cial mien­tras dure la vio­len­cia pri­me­ra inhe­ren­te a la explo­ta­ción asa­la­ria­da, a la opre­sión nacio­nal y al terro­ris­mo sexo-eco­nó­mi­co del sis­te­ma patriar­co-bur­gués. Se apli­ca­rán con mayor o menos exten­sión e inten­si­dad según las nece­si­da­des con­cre­tas, pero recha­zar­las supo­ne, como hemos dicho, cavar la fosa en la que el sis­te­ma capi­ta­lis­ta ente­rra­rá a la liber­tad humana.

IÑAKI GIL DE SAN VICENTE

EUSKAL HERRIA 19/​III/​2009

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