Lo que escon­de la Bur­ka… por Delia Añón Suárez

Por: Delia Añón Suárez

Por­tal­BA-. A mi modes­to enten­der, sólo escon­de ros­tros de mujeres…todas dife­ren­tes. Algu­nas, supon­go, la lle­va­rán con gus­to, otras no tanto.

La Unión Euro­pea –con Fran­cia a la cabe­za- insis­te en deba­tir si debe o no admi­tir­se su uso por par­te de las muje­res islá­mi­cas que viven allí. Las líneas argu­men­ta­ti­vas se cru­zan de dere­cha a izquier­da cau­san­do enor­me asom­bro por par­te de los perio­dis­tas que abor­dan la cues­tión. Son inca­pa­ces de ver que el res­pe­to reve­ren­cial por el patriar­ca­do es el ele­men­to de unión más fuer­te que exis­te entre las dife­ren­tes ideologías.

El indu­da­ble tufi­llo xenó­fo­bo que el deba­te adquie­re, y la eter­na visión occi­den­tal y cris­tia­na que con­si­de­ra que el úni­co modo de vida posi­ble son sus “repú­bli­cas libres”, y que los úni­cos íco­nos res­pe­ta­bles son los que ella impo­ne que­dan bur­da­men­te expues­tos cuan­do los fun­cio­na­rios encar­ga­dos de lle­var la medi­da ade­lan­te decla­ran a viva voz que el hecho de usar bur­ka debe cons­ti­tuir un impe­di­men­to para la obten­ción de ciu­da­da­nía de aque­llas muje­res que la tra­mi­tan, ya que su uso repre­sen­ta– según estos ver­da­de­ros fun­da­men­ta­lis­tas ‑un cla­ro repu­dio a los idea­les repu­bli­ca­nos que los paí­ses miem­bro de la Unión Euro­pea creen tener el honor de cris­ta­li­zar mejor que cual­quier otro país del mundo.

Pero no quie­ro dete­ner­me en el tema de la jerar­qui­za­ción de pau­tas cul­tu­ra­les, sino en el tema muje­res. En cómo que­da­mos las muje­res para­das en este deba­te. En el efec­to pro­pa­gan­dís­ti­co que tie­ne para con noso­tras las occidentales.


En el ras­treo nada pre­ten­cio­so de tener valor esta­dís­ti­co que reali­cé acer­ca de las tomas de posi­ción res­pec­to al tema, me encon­tré con un pre­do­mi­nio de voces de varo­nes ana­li­zan­do la cues­tión. Pero lo peor del caso, es que las pocas voces de muje­res tam­bién sona­ban mas­cu­li­nas en esto de atri­buir­se “la pos­tu­ra” correc­ta y la repre­sen­ta­ti­vi­dad de todas las muje­res que da lugar a que en nues­tros tiem­pos se hable de “la mujer” como extrac­to con­cen­tra­do úni­co, con una esen­cia com­par­ti­da por todas noso­tras que hace posi­ble que se nos alu­da en sin­gu­lar. En este caso, “la mujer” de la que se habla es “la islá­mi­ca”, tam­bién como si exis­tie­ra una sola mane­ra posi­ble de ser mujer que prac­ti­ca ese culto.

El efec­to dis­ci­pli­na­dor que tie­ne este deba­te para las muje­res occi­den­ta­les no pue­de dejar­se de lado: apa­re­cen por Euro­pa femi­nis­tas que se opo­nen fer­vien­te­men­te a que se ocul­te el ros­tro de sus con­gé­ne­res, esgri­mien­do su pos­tu­ra con una espe­cie de supe­rio­ri­dad. Como si sobre nues­tros cuer­pos y nues­tras caras no se impu­sie­ran man­da­tos tan terri­bles para nues­tras sub­je­ti­vi­da­des como los que se les impo­nen “a las otras”, las que “no son nosotras”.

Es de algún modo que­rer con­ven­cer­nos de que –des­pués de todo- a noso­tras no nos va tan mal…. Jamás nos encon­tra­mos con esta­dís­ti­cas acer­ca de can­ti­dad de muje­res vio­la­das en los paí­ses islá­mi­cos, ni con cifras que nos mues­tren la can­ti­dad de femi­ci­dios anua­les de cada uno de ellos. Si se nos envían cade­nas por mail y algu­na vez vemos por tele­vi­sión o publi­ca­do en algún medio grá­fi­co que algu­na mujer islá­mi­ca está por ser “ape­drea­da por adúl­te­ra” como si ello cons­ti­tu­ye­ra en esos paí­ses una prác­ti­ca habi­tual por un lado. Como si en nues­tros paí­ses las muje­res sos­pe­cha­das de adul­te­rio no fue­ran eje­cu­ta­das tam­bién por sus pare­jas bajo el man­to de una cul­tu­ra que lo tole­ra por otro.

En toda esta dis­cu­sión, ¿dón­de se men­cio­na que las muje­res somos seres pen­san­tes, capa­ces de tener opi­nión pro­pia y deci­dir sobre nues­tros cuer­pos y el modo de vestirlos?.

Dón­de que­da –para estos paí­ses ada­li­des de la demo­cra­cia – el res­pe­to por la volun­tad y libre elec­ción de todo aque­llo que cons­ti­tu­ye “lo otro”, “lo diferente”.

Indu­da­ble­men­te, el modo en que han asu­mi­do a tra­vés de los siglos su “misión” en el mun­do indi­ca que son los encar­ga­dos de libe­rar­lo de cual­quier cla­se de tute­la que no sea la tute­la ejer­ci­da por ellos mis­mos: un cla­ro inten­to por lograr que las muje­res pasen de cum­plir los man­da­tos del Islam a cum­plir con los de occidente.

Dejan­do siem­pre muy en cla­ro, eso sí, que las muje­res somos inca­pa­ces de ejer­cer nues­tra volun­tad. O de hacer escu­char nues­tras voces.

Cons­ti­tui­mos algo así como la infan­cia de la huma­ni­dad. No por nada ante una catás­tro­fe gri­tan “las muje­res y los niños pri­me­ro”: somos el obje­to inca­paz de cui­dar­se por sí solo o de tomar decisiones.

En lo per­so­nal, ya no me cui­den más…

Prof. Delia Añón Suárez-.

Publi­ca­do por Géne­ro con Cla­se  

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