Gre­cia con­ver­ti­da en pro­tec­to­ra­do por Jor­ge Altamira

Gre­cia se ha con­ver­ti­do en un pro­tec­to­ra­do ofi­cial de la Unión Euro­pea, fun­da­men­tal­men­te de Ale­ma­nia (vuel­ve a la con­di­ción que tuvo des­de su inde­pen­den­cia, en 1830, has­ta que pasó a la órbi­ta de la Otan nor­te­ame­ri­ca­na). Cuan­do los dia­rios rumia­ban con la posi­bi­li­dad de que salie­ra un paque­te de res­ca­te para Gre­cia, sus ‘socios” le impu­sie­ron un laxan­te en fuer­tes dosis.

En el bre­ve lap­so de un mes, el gobierno de Ate­nas ha sido for­za­do a aumen­tar diver­sos impues­tos, cor­tar gas­tos pre­su­pues­ta­dos de capi­tal, redu­cir los sala­rios del sec­tor públi­co y aumen­tar la edad reque­ri­da para la jubilación.

Ocu­rre que al cabo de esas cua­tro sema­nas ven­cen deu­das esta­ta­les del orden de los 17 mil millo­nes de dóla­res. Más ade­lan­te, bajo la ‘super­vi­sión” de un comi­té de la UE, Gre­cia ten­drá que aumen­tar el IVA, redu­cir los sala­rios en la acti­vi­dad pri­va­da e hipo­te­car los ingre­sos de aduana.

Es el méto­do con el que el impe­ria­lis­mo inglés gober­nó al mun­do en el siglo XIX. La cri­sis grie­ga deve­ló, en este epi­so­dio, el secre­to mejor guar­da­do de la UE: su con­di­ción de espa­cio de explo­ta­ción semi-colo­nial de la mayo­ría de sus Esta­dos por par­te de una mino­ría de pul­pos con asien­to, prin­ci­pal­men­te, en Ale­ma­nia, Gran Bre­ta­ña y Fran­cia ‑y, por supues­to, los Esta­dos Uni­dos. Los ale­ma­nes, espe­cial­men­te, pre­ten­den repe­tir en Gre­cia la polí­ti­ca que impu­sie­ron en los paí­ses Bál­ti­cos, Hun­gría y Ucra­nia- en los cua­les no resol­vie­ron la quie­bra finan­cie­ra de esas nacio­nes pero sí impu­sie­ron una rece­sión des­co­mu­nal, que en el caso de Leto­nia pro­du­jo una caí­da de la pro­duc­ción indus­trial del 38% en el últi­mo tri­mes­tre de 2009.

La rece­ta debe­rá pasar aho­ra la prue­ba de la reac­ción de las masas grie­gas que, más allá de los paros gene­ra­les de 24 horas deci­di­dos por la buro­cra­cia de los sin­di­ca­tos, ha des­ata­do tam­bién una serie de huel­gas, por pre­sión de aba­jo, en varios sec­to­res del Esta­do. La rece­sión que pro­vo­ca­rá el ajus­te en Gre­cia agra­va­rá la cri­sis fis­cal, debi­do a la caí­da de la recau­da­ción. La solu­ción ale­ma­na es ape­nas una ten­ta­ti­va para poner a prue­ba la capa­ci­dad reac­ción de los tra­ba­ja­do­res grie­gos, meter mie­do a los de Ale­ma­nia y azu­zar el cho­vi­nis­mo entre los tra­ba­ja­do­res de los dife­ren­tes paí­ses. Pero no podrá con­te­ner la cesa­ción de pagos de Gre­cia o su pro­pa­ga­ción a otras nacio­nes ‑como Espa­ña, Irlan­da, Por­tu­gal e inclu­so Ita­lia- sea bajo la for­ma de cri­sis fis­ca­les y/​o ban­ca­rias o indus­tria­les (es lo que ocu­rre en Ita­lia). Por eso ha comen­za­do una espe­cu­la­ción con­tra el euro.

Lo intere­san­te, de todos modos, es que el caso grie­go demues­tra el ago­ta­mien­to de la polí­ti­ca de inter­ven­ción del Esta­do para con­te­ner la rece­sión y para sal­var a los ban­cos. El défi­cit fis­cal y la emi­sión mone­ta­ria se encuen­tran en cri­sis. La cri­sis grie­ga fue des­ata­da, pre­ci­sa­men­te, por la deci­sión del Ban­co Cen­tral Euro­peo de excluir la deu­da públi­ca de baja cali­fi­ca­ción, como la de Gre­cia, de las garan­tías acep­ta­bles para otor­gar prés­ta­mos a los ban­cos que finan­cia­ban a esos Esta­dos. Chi­na, antes, ya había empe­za­do a res­trin­gir la crea­ción de cré­di­to para dete­ner la espe­cu­la­ción inmo­bi­lia­ria y en la Bol­sa, el cre­ci­mien­to de la deu­da del Ban­co Cen­tral y la infla­ción. Los situa­ción fis­cal de los paí­ses más desa­rro­lla­dos (que le quie­ren dar lec­cio­nes a Gre­cia) es peor aún que la de Gre­cia, pues ade­más de tener un défi­cit de pro­por­cio­nes simi­la­res, tie­nen una deu­da públi­ca a pla­zos aún más cor­tos que los de Ate­nas – el pro­me­dio de la deu­da públi­ca grie­ga es de 7,5 años, el de la de Esta­dos Uni­dos, cua­tro años (The Eco­no­mist, 132).

El FMI aca­ba de seña­lar, en rela­ción a los paí­ses más desa­rro­lla­dos, que «la polí­ti­ca mone­ta­ria, en todas sus for­mas, ha alcan­za­do sus lími­tes» (Finan­cial Times, 162), o sea que si con­ti­núa, deri­va­ría en una hiper­in­fla­ción y en deva­lua­cio­nes en cas­ca­da. Con rela­ción a la cri­sis fis­cal seña­la que, si se agre­gan a los défi­cits corrien­tes de los pró­xi­mos años los gas­tos por jubi­la­cio­nes que no tie­nen finan­cia­ción pre­vis­ta, el des­ba­lan­ce, en 2050, podría lle­gar al 250% del PBI en Ita­lia; al 300%, en Ale­ma­nia; al 400%, en Fran­cia; al 450%, en Esta­dos Uni­dos; al 500%, en Gran Bre­ta­ña y al 600%, en Japón.

Por eso las pro­pues­tas de ajus­te giran todas, por sobre todo, en liqui­dar el sis­te­ma jubi­la­to­rio, que no es más que el sala­rio cobra­do al final de la vida labo­ral. Esas pre­vi­sio­nes son muy intere­san­tes por­que van para­le­las a esti­ma­cio­nes de cre­ci­mien­to de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo, lo que es cla­ra­men­te una con­tra­dic­ción. Pero, bajo el capi­ta­lis­mo, el aumen­to de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo sig­ni­fi­ca al mis­mo tiem­po una reduc­ción rela­ti­va del valor de la rique­za mer­can­til, por tan­to una ten­den­cia a la caí­da de la tasa de ganan­cia sobre el capi­tal inver­ti­do y a la sobre­pro­duc­ción, y una ten­den­cia al des­em­pleo masivo.

Bajo el capi­ta­lis­mo, la rique­za no se mide por su uti­li­dad social sino por el bene­fi­cio que gene­ra al capi­tal ‑por eso en todas sus cri­sis la socie­dad se hun­de rodea­da de una rique­za social que es más gran­de que nun­ca. El capi­ta­lis­mo no pue­de garan­ti­zar la jubi­la­ción pro­me­ti­da, por­que no pue­de garan­ti­zar tam­po­co el tra­ba­jo pro­duc­ti­vo adap­ta­do a los tra­ba­ja­do­res de todas las edades.

El edi­tor del Finan­cial Times aca­ba de escri­bir que «Gre­cia no es Esta­dos Uni­dos», pero en el desa­rro­llo del plan­teo prue­ba, a pesar de él, lo con­tra­rio. La cri­sis de un país no es sólo el espe­jo para el país que le sigue, sino que impor­ta por el impac­to que pro­vo­ca en el con­jun­to de las rela­cio­nes que for­man la eco­no­mía mun­dial, y que de este modo apro­xi­ma las dife­ren­tes estruc­tu­ras y par­ti­cu­la­ri­da­des nacio­na­les hacia un mis­mo abis­mo. Si, por ejem­plo, la cesa­ción de pagos de Gre­cia obli­ga­ra a su exclu­sión de la mone­da euro­pea (como ya ocu­rre con Gran Bre­ta­ña o los paí­ses escan­di­na­vos), para muchos esto mar­ca­ría el prin­ci­pio del fin de la Unión Euro­pea. Pero no hace fal­ta lle­gar a tan­to: la con­ver­sión de Gre­cia en un pro­tec­to­ra­do de la UE ya es una mani­fes­ta­ción de esa desintegración.

Pren­sa Obre­ra /​La Haine

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