Por qué la cri­sis pro­du­ce des­em­pleo, por Luciano Gallino

¿Cómo es posi­ble que una cri­sis de natu­ra­le­za sobre todo finan­cie­ra haya pro­du­ci­do una alta tasa de paro en la indus­tria? Las res­pues­tas que se han dado has­ta aho­ra apun­tan sobre todo a los efec­tos nega­ti­vos de la res­tric­ción del cré­di­to. Los ban­cos afec­ta­dos o ame­na­za­dos por la cri­sis, nos dicen, redu­cen el cré­di­to a las empre­sas; sin cré­di­to no se pue­den com­prar mate­ria­les ni hacer inver­sio­nes y por eso las empre­sas ita­lia­nas y extran­je­ras redu­cen la pro­duc­ción y las impor­ta­cio­nes, y supri­men pues­tos de trabajo.

Esta cla­se de expli­ca­cio­nes sobre la rela­ción entre la ban­ca y la indus­tria en tiem­po de cri­sis pue­den ser correc­tas, pero super­fi­cia­les. Sólo tie­nen en cuen­ta el últi­mo esla­bón de la rela­ción. Si nos remon­ta­mos varios esla­bo­nes, la rela­ción pue­de resu­mir­se así: la cri­sis finan­cie­ra pro­du­ce des­em­pleo indus­trial a gran esca­la por­que la indus­tria, en sí mis­ma, se ha con­ver­ti­do en un sec­tor de las finan­zas. En los últi­mos 30 años, apro­xi­ma­da­men­te, la empre­sa indus­trial se ha finan­cia­ri­za­do por com­ple­to. Los desas­tres de prin­ci­pios de la déca­da de 2000, enca­be­za­dos por Enron, fue­ron el pri­mer acto del dra­ma de la eco­no­mía mun­dial en esta fase de hibri­da­ción entre finan­zas e indus­tria. En el segun­do acto asis­ti­mos a los desas­tres de 2007 – 2009, ejem­pla­ri­za­dos por Leh­mann Brothers, y a la actual des­truc­ción de pues­tos de tra­ba­jo. Para no lle­gar a un ter­cer acto, que podría ser aún más espan­to­so, habría que tra­tar de enten­der mejor la rela­ción entre ambas.

La finan­cia­ri­za­ción de la empre­sa indus­trial empe­zó cuan­do los inver­so­res ins­ti­tu­cio­na­les –fon­dos comu­nes, fon­dos de pen­sio­nes y segu­ros – , que poseen en pro­me­dio cer­ca del 50% del capi­tal de todas las socie­da­des coti­za­das, impu­sie­ron a sus direc­ti­vos un nue­vo con­cep­to de empre­sa. Esta ya no debía con­ce­bir­se como una orga­ni­za­ción en la que cada par­te está vin­cu­la­da a las demás y cuyo fun­cio­na­mien­to afec­ta a los intere­ses de muchos gru­pos, des­de los emplea­dos, pasan­do por los pro­vee­do­res, has­ta la comu­ni­dad local, ade­más de los intere­ses de los accio­nis­tas. Debía enten­der­se, por el con­tra­rio, como un haz de acti­vi­da­des (en el doble sen­ti­do de cosas que se hacen y acti­vos finan­cie­ros) vin­cu­la­das sólo tem­po­ral­men­te por un con­tra­to; como un con­glo­me­ra­do de plan­tas pro­duc­ti­vas, medios de pro­duc­ción y ofi­ci­nas, cada pie­za de las cua­les debe ser exa­mi­na­da con­ti­nua­men­te para saber si su ren­di­mien­to finan­cie­ro es igual o supe­rior al de las mejo­res pie­zas de la com­pe­ten­cia. Si el ren­di­mien­to es en sí ele­va­do, pero infe­rior, siquie­ra un poco, al de la com­pe­ten­cia, esa pie­za de la empre­sa se rees­truc­tu­ra de inme­dia­to, o se ven­de, o se cie­rra defi­ni­ti­va­men­te. Cada una de estas medi­das, evi­den­te­men­te, aca­rrea el des­pi­do de gran par­te de los tra­ba­ja­do­res, o de todos; como podría suce­der en el esta­ble­ci­mien­to FIAT de Ter­mi­ni. Pero los direc­ti­vos no deben preo­cu­par­se por esto, dicen los teó­ri­cos de la empre­sa como mera enti­dad finan­cie­ra. Del des­em­pleo ya se encar­ga­rá el Estado.

Un segun­do paso hacia la finan­cia­ri­za­ción de la indus­tria ha sido la exter­na­li­za­ción de la pro­duc­ción a esca­la mun­dial. Hemos pasa­do de la inte­gra­ción ver­ti­cal del pro­ce­so pro­duc­ti­vo en una empre­sa deter­mi­na­da a la coor­di­na­ción hori­zon­tal hecha por gru­pos de con­trol de cien­tos de pro­duc­to­res repar­ti­dos por el mun­do. En el pri­mer caso, una empre­sa pro­cu­ra­ba pro­du­cir en su inte­rior todas las par­tes que com­po­nían el pro­duc­to aca­ba­do. En el segun­do caso una empre­sa hace todo lo posi­ble por no pro­du­cir nada en su inte­rior. En los años 1950 y 1960 Oli­vet­ti pro­du­cía en las plan­tas de Ivrea has­ta la últi­ma tecla de los cien­tos de miles de máqui­nas de escri­bir que fabri­ca­ba. Y en la fábri­ca FIAT Mira­fio­ri de Turín las cua­tro quin­tas par­tes de los com­po­nen­tes de un auto­mó­vil se pro­du­cían allí. Hoy más del 75% de un auto­mó­vil FIAT lo pro­du­cen cien­tos de pro­vee­do­res exter­nos; en el caso de la Renault es más del 80%. El prin­ci­pal fabri­can­te de PC del mun­do, Dell, no pro­du­ce ni un solo puer­to USB de los apa­ra­tos que ven­de. Lo que hace es coor­di­nar la acti­vi­dad de miles de pro­duc­to­res peque­ños, media­nos y gran­des de los cua­tro continentes.

La exter­na­li­za­ción glo­bal tie­ne varios efec­tos nega­ti­vos en el empleo. Millo­nes de pues­tos de tra­ba­jo han emi­gra­do de las gran­des empre­sas a las peque­ñas y media­nas. Gene­ral Motors, por ejem­plo, que toda­vía en 2005 tenía más de 330.000 emplea­dos, a fina­les de 2009 con­ta­ba con menos de 90.000 en su plan­ti­lla, aun­que el núme­ro de vehícu­los fabri­ca­dos no era cua­tro veces menor. El res­to tra­ba­jan en Delphi, hijue­la exter­na­li­za­da de GM, o en miles de sub­pro­vee­do­res. Ven­ta­ja para la empre­sa madre: sin­di­ca­tos débi­les y sala­rios, con­tri­bu­cio­nes a pla­nes de pen­sio­nes y segu­ros médi­cos redu­ci­dos. Otro efec­to nega­ti­vo en los nive­les de empleo y las con­di­cio­nes de tra­ba­jo lo pro­du­ce la faci­li­dad con que la empre­sa madre pue­de des­ha­cer­se del pro­vee­dor o sub­pro­vee­dor que por algún moti­vo haya caí­do en des­gra­cia. Si una gran empre­sa des­cu­bre que una de sus divi­sio­nes no fun­cio­na como es debi­do, le resul­ta­rá difí­cil cerrar­la de un día para otro. Pero si se tra­ta de una socie­dad que está en otro país, pue­de sacar­la de cir­cu­la­ción con un sim­ple correo elec­tró­ni­co. En con­jun­to, la exter­na­li­za­ción enfren­ta entre sí a los pro­vee­do­res, los tra­ba­ja­do­res y las regio­nes, tan­to las de un país como de unos paí­ses a otros. Es una rece­ta tan efi­caz para mejo­rar el balan­ce finan­cie­ro como mor­tí­fe­ra para el empleo.

Otro aspec­to de la finan­cia­ri­za­ción de las empre­sas indus­tria­les ha sido la for­ma­ción de mono­po­lios con amplias cam­pa­ñas de fusio­nes y com­pras. En estas cam­pa­ñas tie­nen un papel deci­si­vo los ban­cos de inver­sión, que con­si­guen con ellas unos bene­fi­cios astro­nó­mi­cos. Lo que menos preo­cu­pa a todos los acto­res invo­lu­cra­dos son las con­se­cuen­cias sobre el empleo. Por ejem­plo, ¿por qué Alcoa quie­re cerrar una fábri­ca gran­de en Ita­lia? Más allá de los moti­vos téc­ni­cos y logís­ti­cos que ten­ga, es sabi­do que entre 2007 y 2009 Alcoa se enzar­zó en una pelea impla­ca­ble con dos colo­sos mine­ros anglo­aus­tra­lia­nos, BHP Billi­ton y Río Tin­to, uno bra­si­le­ño, Com­panhia Vale do Rio Doce (CVRD) y otro cana­dien­se, Alcan, para con­quis­tar a uno de ellos o por lo menos evi­tar que la com­pra­ra. En esta com­pe­ti­ción Alcoa tuvo que gas­tar miles de millo­nes de dóla­res, suyos o pres­ta­dos. El pro­ble­ma, en estos casos, es que las dece­nas o los cien­tos de miles de millo­nes no se dedi­can a inver­tir, abrir nue­vas plan­tas o crear empleo, sino a eli­mi­nar a un com­pe­ti­dor y jus­to des­pués redu­cir los pues­tos de tra­ba­jo. Al pare­cer esto hace que suba el valor bursátil.

En USA el pre­si­den­te Oba­ma, des­pués de un año de silen­cio, vuel­ve a hablar de refor­mas serias en la arqui­tec­tu­ra finan­cie­ra. En la UE toda­vía esta­mos dán­do­le vuel­tas a la idea de aumen­tar la vigi­lan­cia sobre los ban­cos, como si vigi­lar des­de fue­ra lo que ocu­rre en un edi­fi­cio lleno de grie­tas, como es el sis­te­ma finan­cie­ro mun­dial, die­ra más con­fian­za a quie­nes entran en él que reor­ga­ni­zar­lo. De todos modos, aun­que se empren­die­ra algu­na refor­ma, no reper­cu­ti­ría en el empleo a menos que inclu­ye­ra una refor­ma del sis­te­ma indus­trial, dado que este se ha con­ver­ti­do en un apén­di­ce del sis­te­ma financiero.

Tra­du­ci­do para Rebe­lión por Juan Vivanco

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