Requiem por un mer­ce­na­rio por Car­los de Urabá

John Feli­pe Rome­ro, sol­da­do colom­biano caí­do por Dios y por Espa­ña en Afganistán./ “Dale señor el des­can­so eterno y bri­lle para él la luz per­pe­tua” /​Última hora: “ muer­to sol­da­do espa­ñol de ori­gen colom­biano en Afga­nis­tán víc­ti­ma de un ata­que terro­ris­ta” Pero, ¿qué hacía un colom­biano en esas tie­rras tan leja­nas?, ¿Qué se le habrá per­di­do por allí?

Ade­más la noti­cia con­ta­ba que había muer­to un sol­da­do espa­ñol y colombiano.

¿Espa­ñol o colom­biano? ¿cómo es esto ?

.¡Qué mala suer­te! Cla­ro, los jóve­nes espa­ño­les se han vuel­to insu­mi­sos y paci­fis­tas y aho­ra hay que echar manos de los inmi­gran­tes. ¡Vaya por Dios!

John Feli­pe Rome­ro Mene­ses de 21 añi­tos ama­ba la dis­ci­pli­na cas­tren­se. En todos los des­fi­les se des­ta­ca­ba por su paso fir­me, la fren­te en alto y esa mue­ca de dober­man que se dibu­ja­ba en su ros­tro. Qué exce­len­te era su caden­cia, su por­te y su gallar­día inigua­la­ble al mar­car el paso al son de la ban­da de gue­rra. Un colom­biano en el ejér­ci­to espa­ñol, lo nun­ca visto.

Son muy extra­ños los capri­chos del des­tino. John Feli­pe sin nin­gún remor­di­mien­to deci­dió enro­lar­se en las filas del regi­mien­to de Caza­do­res de Mon­ta­ña “Ara­pi­les 62” a ver si con­se­guía los pape­les y deja­ba de ser un ciu­da­dano de ter­ce­ra. Era lo más cómo­do, ¿no? Aun­que en el fon­do se sen­tía un trai­dor al rene­gar de la tie­rra que lo vio nacer ¿pero de qué valen esas pen­de­ja­das cuan­do nece­si­ta­ba lega­li­zar­se y cobrar un suel­do con el que sacar a su fami­lia ade­lan­te? Su futu­ro y su esta­bi­li­dad esta­ba por enci­ma de todas las cosas. 13. 500 euros al año más extras, no está nada mal para un inmi­gran­te de esos que tan­to des­pre­cia la gen­te. Por no hablar de la cri­sis eco­nó­mi­ca y el paro que nos tie­ne a todos con la soga al cuello.

John Feli­pe vino a cum­plir el ser­vi­cio mili­tar en Espa­ña, el país de esos con­quis­ta­do­res que un día inva­die­ron su tie­rra y ani­qui­la­ron a sus ante­pa­sa­dos. En todo caso, él se alis­ta­ba en las hues­tes del gran Jimé­nez de Que­sa­da con­quis­ta­dor del Nue­vo Rei­no de Gra­na­da. En este pres­ti­gio­so ejér­ci­to sería valo­ra­do ya que en Colom­bia no pasa­ría de ser un sol­da­do raso con un suel­do miserable.

De niño John Feli­pe le gus­ta­ba ver las pelí­cu­las de gue­rra en la tele­vi­sión y des­en­fun­da­ba su pis­to­la de jugue­te matan­do a todos los enemi­gos. Cuan­do sea mayor quie­ro ser como ellos.

¿Quién pro­te­ge­rá a los huér­fa­nos y a las viu­das, a los ham­brien­tos y des­va­li­dos? Y eso fue lo que pre­ci­sa­men­te le expli­ca­ron en la ofi­ci­na de reclu­ta­mien­to del Ejér­ci­to de Tie­rra. La paz y la liber­tad del mun­do esta­ban en peli­gro y había que com­pro­me­ter­se con su cau­sa. Pero eso si, pri­me­ro debía ingre­sar en un bata­llón de fuer­zas espe­cia­les don­de sería some­ti­do a las prue­bas más duras y el entre­na­mien­to mili­tar más seve­ro para capa­ci­tar­se en tan noble misión. El fusil, las gra­na­das y las bom­bas pri­me­ro, lue­go, ya habla­re­mos de la paz.

Qué envi­dia des­per­ta­ba John Feli­pe en la casa de sus abue­los allá en el Líbano, Toli­ma. Cuan­do lle­ga­ban sus car­tas todos sus fami­lia­res y ami­gos que­ría leer sus aven­tu­ras en el ejér­ci­to espa­ñol. Y lo más admi­ra­ble eran esas foto­gra­fías en las que salía son­rien­te empu­ñan­do su ame­tra­lla­do­ra o hacien­do la V de la vic­to­ria en el cum­pli­mien­to de algu­na impor­tan­te misión.

En su casa en Mollet del Vallés, Bar­ce­lo­na, era el ído­lo de sus padres y her­ma­nos, inclu­so su retra­to com­pe­tía en la sala con un cua­dro del Sagra­do Cora­zón de Jesús. Sus padres, por supues­to, los más feli­ces: uno de sus hijos esta­ba al ser­vi­cio del rey de Espa­ña, ¡del rey de Espa­ña! y cobran­do en euros. Y qué bien le caía ese uni­for­me con el que­pis, sus insig­nias y meda­llas y, sobre todo, la ametralladora.

Pero no todo lo que bri­lla es oro, claro.

La reali­dad en el regi­mien­to de Caza­do­res de Mon­ta­ña “Ara­pi­les 62” con base en San Cli­ment de Ses­ce­bes (Giro­na) era algo cru­da para un reclu­ta y peor para un inmi­gran­te colombiano.

Se le exi­gía el doble que a los demás, tenía que esfor­zar­se el doble, debía demos­trar su com­pro­mi­so con una patria extra­ña. Le metían guar­dias cada dos por tres, lim­pie­za extra­or­di­na­ria de la coci­na, el aseo de las letri­nas, y los fines de sema­na, el retén de la compañía.

Al pasar revis­ta no se le per­do­na­ban ni una arru­ga en el tra­je de paseo y por cual­quier nimie­dad era arres­ta­do pues siem­pre alguien tenía que pagar el pato.

Para col­mo sus com­pa­ñe­ros lo vaci­la­ban “hei John, ya tra­jis­te el peri­co”, “Tú, suda­ca, allá en tu tie­rra endul­záis el café con cocaí­na, ¿no?” y el cabo pri­me­ro: ‑indio, lim­pia­me las botas, lava­me la ropa, cabrón”. Pero él calla­ba, se lo comía todo sin rechis­tar. Tenía que aguan­tar esas humi­lla­cio­nes pues pron­to sería todo un sol­da­do del ejér­ci­to español.

Mar­can­do el paso a la señal de un dos un dos una dos, ¡ein! besó por fin la ense­ña roja y gual­da. Con un gri­to des­ga­rra­do por la emo­ción juró por Dios y por Espa­ña defen­der su nue­va patria, entre­gar­lo todo, inclu­so lo más pre­cia­do, la vida mis­ma. No se lo podía creer, ya era un ciu­da­dano en toda la regla y su futu­ra paga le levan­ta­ba aún más la moral.. Enci­ma tras cum­plir su com­pro­mi­so con el ejér­ci­to le espe­ra­ba como pre­mio la nacionalidad.

En esos tiem­pos cuan­do jun­to sus ami­gos del barrio juga­ban a la gue­rra él se dis­tin­guía por su tena­ci­dad en los com­ba­tes cuer­po a cuer­po con palos y pedra­das. Sin lugar a dudas que él aspi­ra­ba lucir el uni­for­me de gene­ral reple­to de meda­llas y con­de­co­ra­cio­nes, él que­ría ser un héroe, un Ram­bo indes­truc­ti­ble como se lo pro­me­tió a su padre. Y a fe que se cum­plie­ron sus deseos.

-En la cru­za­da con­tra los enemi­gos de la demo­cra­cia se nece­si­tan seres soli­da­rios y des­pren­di­dos pres­tos a entre­gar­lo todo sin espe­rar nada a cam­bio-. Con­ven­ci­do con estos argu­men­tos, de un plu­ma­zo fir­mó su incor­po­ra­ción volun­ta­ria a las fuer­zas de la OTAN en Afga­nis­tán. Ade­más le darían una paga extra por ir a un país en gue­rra. Ya se veía en el desier­to com­ba­tien­do con­tra esos moros san­gui­na­rios, con­tra esos infie­les que ponían en jaque la paz mun­dial. Él esta­ba en deu­da con la socie­dad espa­ño­la, inclu­so ya pro­nun­cia­ba correc­ta­men­te la pala­bra cora­zón con esa z tan cas­ti­za. Le her­vía la san­gre de ardor gue­rre­ro cada vez que reci­ta­ba esa estro­fa del himno de infan­te­ría « y de amor patrio hen­chi­do el cora­zón… » Tenía que com­pro­me­ter­se con una cau­sa jus­ta, tal y como afir­ma­ban sus supe­rio­res, era el momen­to de redi­mir a ese pue­blo cas­ti­ga­do por el terro­ris­mo. A la hora del almuer­zo cuan­do daban las noti­cias por tele­vi­sión se le revol­vían las tri­pas cuan­do salían esas imá­ge­nes de aten­ta­dos y bom­ba­zos. Enton­ces, arre­ba­ta­do excla­ma­ba: -¡Eso es, como no, hay que poner el pecho y sal­var al mun­do de estos asesinos!-

Cuan­do vio su nom­bre en la lis­ta de los ele­gi­dos para ir a Afga­nis­tán casi se le caen las lágri­mas de la emo­ción. Le había toca­do la lote­ría pri­mi­ti­va, sus supe­rio­res le daban un voto de con­fian­za. Un tris­te pobre inmi­gran­te comen­za­ba a con­quis­tar las más altas cum­bres. No podía creér­se­lo. Esta era la opor­tu­ni­dad que había espe­ra­do toda su vida para demos­trar su valen­tía en pri­me­ra línea de fuego.
El sol­da­do John Feli­pe Rome­ro Mene­ses antes de ate­rri­zar en Herat, Afga­nis­tán, des­de la ven­ta­ni­lla del avión no pudo repri­mir una excla­ma­ción de asom­bro al con­tem­plar el pai­sa­je desér­ti­co del país. Y es que él pro­ve­nía de un país tro­pi­cal con sel­vas y bos­ques exu­be­ran­tes y allá aba­jo no había más que are­na y dunas. Ya en tie­rra fir­me los ros­tros de los afga­nos le recor­da­ban al de los colom­bia­nos . Él se reco­no­cía en cada uno de ellos y pasa­ría como uno más a no ser por su uni­for­me. Dis­fra­za­do de sol­da­do espa­ñol la cosa cam­bia­ba mucho: era un enemi­go, un inva­sor, un obje­ti­vo a batir y en este jue­go siem­pre alguien lle­va las de per­der, ¿no?

Acuar­te­la­do en la base FSB de la OTAN en Herat, nun­ca salió sólo a la calle, ni de paseo o a tomar­se una coca cola, y menos a hablar con los luga­re­ños- pues de pash­tún no sabía ni mu. Estas rela­cio­nes con los nati­vos eran bien curio­sas por par­te de los cru­za­dos reden­to­res. Él y sus com­pa­ñe­ros mata­ban el tiem­po miran­do los pro­gra­mas de la tele­vi­sión espa­ño­la, los par­ti­dos de fút­bol, el coti­lleo dia­rio de Jesu­lín de Ubri­que y Belén Este­ban y si no se mar­cha­ban a la can­ti­na a jugar con las maqui­ni­tas y el fut­bo­lín. ¡Qué fan­tás­ti­co! vivían en una base para­di­sía­ca con res­tau­ran­te, cam­pos de tenis, pis­ci­na y sau­na. ¡Vaya, que tan sólo fal­ta­ba el prostíbulo!

En las manio­bras mili­ta­res John Feli­pe siem­pre se des­ta­có por su arro­jo y tena­ci­dad. Sin que­jar­se esca­la­ba mon­ta­ñas car­gan­do con su mochi­la, el fusil y los per­tre­chos. Como bue­na bes­tia de car­ga resis­tía has­ta la exte­nua­ción las cami­na­tas de 30 y 40 kiló­me­tros o los ejer­ci­cios con fue­go real que ponía a prue­ba la com­pa­ñía. Inclu­so en las prác­ti­cas de super­vi­ven­cia podía pasar tres o cua­tro días en la mon­ta­ña sin comer ni beber. ¡Qué macho! Con el paso de los meses dejó de ser un ado­les­cen­te tími­do e inse­gu­ro para trans­for­mar­se en un todo un hom­bre hecho y dere­cho. Su ego se dis­pa­ra­ba cada vez más y aun­que era chi­qui­to gra­cias a la pis­ta ame­ri­ca­na sus múscu­los se desa­rro­lla­ron exa­ge­ra­da­men­te, lo que le daba una apa­rien­cia de toro aris­co (tal vez toda esta for­ta­le­za la nece­si­ta­ba para subir a los avio­nes las cajas de «ayu­da huma­ni­ta­ria» con des­tino a los paí­ses pobres).

Volun­ta­rio, el pri­me­ro, y fir­me se cua­dra­ba ante los man­dos. ‑A la orden mi sar­gen­to, afir­ma­ti­vo mi sar­gen­to, con su per­mi­so me pue­do reti­rar, mi sar­gen­to-. Nun­ca dijo no, nun­ca se que­ja­ba y pare­cía que le gus­ta­ba sufrir, algo de maso­quis­ta tenía al fin y al cabo por ser colom­biano. Supo dis­ci­pli­na­do arro­di­llar­se ante la jerar­quía y con esa acti­tud tan sumi­sa ganó pun­tos que lo hicie­ron impres­cin­di­ble pues pocos ren­dían como él.

Esta tar­de los noti­cie­ros die­ron la noti­cia: “hoy lunes 1 de febre­ro a las 13:00 (hora espa­ño­la) cuan­do un con­voy mili­tar de 11 BMR que reco­rría la ruta Lithium de Sang Atesh, una zona ári­da al nor­te de Qala ‑i ‑Now, escol­tan­do a varios camio­nes del Pro­gra­ma Mun­dial de Ali­men­tos, sufrió un aten­ta­do por par­te de un gru­po tali­bán que a su paso hicie­ron explo­tar una mina anti­ca­rro cau­san­do la muer­te del sol­da­do espa­ñol de ori­gen colom­biano John Feli­pe Rome­ro Mene­ses que via­ja­ba en el pri­mer vehícu­lo, ade­más de seis heri­dos, dos de ellos de gra­ve­dad, que fue­ron tras­la­da­dos a la base de apo­yo avan­za­do Role 2 en Herat. Según las fuen­tes mili­ta­res espa­ño­las la bri­ga­da cum­plía una «misión huma­ni­ta­ria» en apo­yo de las comu­ni­da­des de la región.

A esta hora en la Base de Apo­yo Avan­za­da de Herat en Afga­nis­tán, los ros­tros de sus com­pa­ñe­ros han que­da­do des­en­ca­ja­dos por la deso­la­ción y la tris­te­za al cono­cer la noti­cia. Se han dado cuen­ta que no son inmor­ta­les como se creían, que «el señor Dios y jefe nues­tro» se olvi­dó de John Feli­pe y lo man­dó a criar mal­vas. Los ofi­cia­les for­man la guar­dia de honor para velar el cuer­po del infor­tu­na­do sol­da­do que “des­can­sa en paz” en un impro­vi­sa­do altar en la enfer­me­ría. De repen­te sue­na el cor­ne­tín e inter­pre­ta el toque de due­lo y la tro­pa se pone fir­mes mirán­do­le los hue­vos a San Pedro, como man­dan los cáno­nes. ¡Caí­dos por Dios y por Espa­ña! ¡¡¡Pre­sen­tes!!!, ‑res­pon­den al uní­sono. Sus supe­rio­res dicen que John Feli­pe es un héroe – es un héroe sin lugar a dudas, pero un héroe muer­to como los que habi­tan tan­tos cam­po­san­tos. ‑Dio la vida por la paz de Afga­nis­tán, dio la vida por este país devas­ta­do por el terro­ris­mo, afir­ma el coro­nel Luis Miguel Yague. Los sol­da­dos llo­ran de rabia con­te­ni­da y muchos se muer­den la len­gua juran­do ven­gan­za. ‑Pobre, no se lo mere­cía. Era tan bueno- Y ensi­mis­ma­dos ven­ga a repe­tir el mis­mo estri­bi­llo: “que ha muer­to por la liber­tad”, “que ha sido un ges­to de gene­ro­si­dad por su par­te”, “tan soli­da­rio y tra­ba­ja­dor que era. No se lo mere­cía”. Todas las jus­ti­fi­ca­cio­nes habi­das y por haber en un inten­to por echar­le flo­res al muer­to y sua­vi­zar el dolor que los ago­bia. Tenían que sen­tir­se impor­tan­tes y con­ven­cer­se a si mis­mos que el mun­do sin ellos, se ven­dría abajo.

La minis­tra de Gue­rra Car­men Cha­cón vue­la a esta hora a bor­do de en un avión Air­bus de la Fuer­za Aerea Espa­ño­la con des­tino a Afga­nis­tán a brin­dar­le apo­yo y soli­da­ri­dad a sus tro­pas. La cabe­za visi­ble del ejer­ci­to tie­ne que estar con ellos en estos momen­tos tan difí­ci­les. Se esti­ma que en el mis­mo avión regre­sa­rá maña­na con el cadá­ver de John Feli­pe y los heri­dos del aten­ta­do. ¡Qué honor para John Feli­pe! Su fune­ral será de pri­me­ra cate­go­ría, un asun­to de esta­do. Pues a todos los héroes hay que san­ti­fi­car­los, ¿no?

Como por arte de magia el difun­to ha cobra­do una inusi­ta­da impor­tan­cia. La pren­sa, la radio y tele­vi­sión no se can­san de repe­tir la noti­cia : Muer­to sol­da­do espa­ñol de ori­gen colom­biano en ata­que Tali­bán en Afga­nis­tán. “Sol­da­do espa­ñol de ori­gen colom­biano” ¿qui­zás un mer­ce­na­rio? Qui­zás, no.

El Rey, el Prín­ci­pe, el Pre­si­den­te de Gobierno Rodrí­guez Zapa­te­ro, la minis­tra de la Gue­rra y los jefes de las tres armas del ejér­ci­to pre­si­di­rán el fune­ral. La cere­mo­nia tie­ne que ser fas­tuo­sa para impre­sio­nar a la opi­nión públi­ca. La capi­lla ardien­te reple­ta de ramos de flo­res y coro­nas de lau­rel y el car­de­nal pri­ma­do cele­bran­do la misa de cuer­po pre­sen­te. – Sobra decir que igual que Cris­to, el sol­da­do John Feli­pe entre­gó su vida por redi­mir a la humanidad.

Segu­ro que en el más allá John Feli­pe tie­ne que sen­tir­se feliz pues en vida jamás habría reci­bi­do tan­tos home­na­jes. El era un sol­da­di­to del mon­tón al que una bom­ba sal­vó de ser un don nadie.

Tras las exe­quias el Pre­si­den­te del Gobierno José Luis Rodrí­guez Zapa­te­ro le impon­drá al vale­ro­so sol­da­di­to la cruz del méri­to mili­tar mien­tras sue­na la mar­cha “la muer­te no es el final”. Acto segui­do la guar­dia de honor dis­pa­ra­rá una sal­va de fusi­le­ría en honor al héroe. Y ese héroe no es otro que John Feli­pe Sus padres y her­ma­nos de rigu­ro­so luto llo­ra­rán des­con­so­la­dos. No entien­den nada. Les habían jura­do y per­ju­ra­do que su hijo par­tía en una “misión huma­ni­ta­ria” por la paz del mun­do. El Prín­ci­pe Feli­pe, el Pre­si­den­te Rodrí­guez Zapa­te­ro y la Minis­tra de Gue­rra Car­men Cha­cón les dará el pésa­me entre­gán­do­le a la fami­lia su boi­na del regi­mien­to de Caza­do­res de Mon­ta­ña y la glo­rio­sa ban­de­ra de Espa­ña. A par­tir de ese momen­to la ense­ña nacio­nal lle­na­rá el vacío deja­do por su hijo. ‑Ha sido el mejor sol­da­do de la patria. Era hon­ra­do, tra­ba­ja­dor y ser­vi­cial. Siem­pre le recor­da­re­mos- expre­sa­rá en un bre­ve dis­cur­so la El Gene­ral Jefe del Ejér­ci­to de Tie­rra Ful­gen­cio Coll Bucher. Sus com­pa­ñe­ros de armas car­ga­rán el fére­tro de roble cha­pa­do en oro has­ta una limu­si­na Mer­ce­des Benz que lo con­du­ci­rá has­ta al aero­puer­to de Torre­jón para via­jar gra­tis y en pri­me­ra cla­se en un Boeing 737 de la Fuer­za Aérea Espa­ño­la de regre­so a la patria que lo vio nacer.

John Feli­pe no luchó por los pobres y opri­mi­dos de Colom­bia, no luchó por cam­biar la reali­dad de su país sino que deci­dió entre­gar su vida a la «madre patria». Muchos dirán que no se mere­cía este final, muchos dirán que su sacri­fi­cio no ha sido en vano. Lo cier­to es que se pos­tró de rodi­llas ante el bece­rro de oro y como el novio de la muer­te se unió en lazo fuer­te con tan leal com­pa­ñe­ra. Deja­re­mos escri­to su epi­ta­fio: «Si al caer en lucha fie­ra ven flo­tar vic­to­rio­sa la ban­de­ra, ante esta visión pos­tre­ra orgu­llo­sos mori­rán y la patria, al que su vida le entre­gó, en su fren­te dolo­ri­da le devuel­ve agra­de­ci­da el beso que recibió”
Car­los de Ura­bá 2010
Inves­ti­ga­dor de Colombia.

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