La bur­ka por Jon Odriozola

La liber­tad siem­pre está antes que la segu­ri­dad, sal­vo que todos nos haya­mos vuel­to dis­cí­pu­los de Hob­bes, el teó­ri­co del esta­do absoluto

Pare­ce ser que el Gobierno de Sar­kozy va a pre­sen­tar un pro­yec­to de ley para prohi­bir el velo de todo el cuer­po de las muje­res en las calles y luga­res públi­cos. Se pre­vén mul­tas de has­ta 750 euros a quien apa­rez­ca en públi­co con su ros­tro cubier­to. El Par­ti­do Socia­lis­ta fran­cés dice opo­ner­se a la bur­ka: una «pri­sión para muje­res», pero cree que es «con­tra­pro­du­cen­te» prohi­bir­lo legal­men­te. Todo vis­to con ojos occi­den­ta­les. No apren­de­mos. Nadie se pone en el lugar del otro. Bajo el pris­ma de ponien­te es impen­sa­ble jus­ti­fi­car que una mujer musul­ma­na asu­ma indu­men­tar­se volun­ta­ria­men­te la bur­ka (o el bur­ka) sin mediar coer­ción de su mari­do que, inclu­so, «moderno» él, pue­de que la invi­te a que aban­do­ne esas anti­gua­llas. Haré aquí una digre­sión para decir que noso­tros, tan moder­nos, o los gobier­nos, obli­gan a la chus­ma (a Botín lo dudo) a some­ter­se a los escá­ne­res cor­po­ra­les para «des­nu­dar» al per­so­nal en aras de la «segu­ri­dad» a cos­ta de la liber­tad, la dig­ni­dad y la intimidad.

La Repú­bli­ca fran­ce­sa es la cuna de las liber­ta­des bur­gue­sas cuan­do la bur­gue­sía era revo­lu­cio­na­ria y deca­pi­tó a un rey por el sim­ple deli­to de ser­lo. Fran­cia era una repú­bli­ca lai­ca y, por tan­to, debe velar por la liber­tad de con­cien­cia y de cul­to de cada cual y, en espe­cial, de las mino­rías. En las escue­las, según las cons­ti­tu­cio­nes lai­cas bur­gue­sas que aca­ba­ron feliz­men­te con la hege­mo­nía cle­ri­cal, no se pue­de per­mi­tir que haya nin­gún sim­bo­lis­mo o ico­no­gra­fía (los musul­ma­nes, por cier­to, son ani­co­nis­tas) reli­gio­sa. Pero es jus­ta­men­te en las calles públi­cas don­de no se pue­de prohi­bir que cual­quier ciu­da­dano mues­tre cuá­les son sus creen­cias en fun­ción de algo tan banal como la ves­ti­men­ta que por­te. Ni pro­vo­can, ni alar­dean ni se exhi­ben. Es pura demo­cra­cia bur­gue­sa que, ya se ve, no tole­ra ni estas ino­cuas mani­fes­ta­cio­nes iden­ti­ta­rias que quie­ren rele­gar al ámbi­to de lo pri­va­do. Los román­ti­cos fran­ce­ses del siglo XIX se deja­ban lar­gas mele­nas para dis­tin­guir­se, para afirmarse,eso sí, con­tra algo o alguien (la bur­gue­sía par­ve­nu). Un musul­mán no hace esto, sólo pide que le res­pe­ten. El cho­que de civi­li­za­cio­nes del fas­cis­ta S. Hun­ting­ton es un inven­to occi­den­tal (como el sida o el cam­bio cli­má­ti­co o las pan­de­mias) de carác­ter beligerante.

Es lugar común decir que las mino­rías deben adap­tar­se a las mayo­rías del país que los aco­ge. Esto, en prin­ci­pio, que­da al cri­te­rio de esas mino­rías, pero lo demo­crá­ti­co es jus­to lo con­tra­rio: acep­tar que hay gen­te dis­tin­ta y res­pe­tar­lo. Dis­tin­ta cosa es que se les obli­gue a delin­quir y eso sea cal­do de cul­ti­vo para la dema­go­gia y la xeno­fo­bia. Tam­bién cir­cu­la la pere­gri­na y muy mise­ra­ble idea de que bajo la bur­ka sabe dios si no se ocul­ta un «terro­ris­ta». No. La liber­tad siem­pre está antes que la segu­ri­dad, sal­vo que todos nos haya­mos vuel­to dis­cí­pu­los de Hob­bes, el teó­ri­co del esta­do absoluto.

Tie­ne coña que yo, mar­xis­ta y ateo, ten­ga que recor­dar estas ele­men­ta­les liber­ta­des bur­gue­sas. Yo no estoy con la bur­ka ni con los tali­ba­nes que des­tro­za­ban escul­tu­ras de Buda. La liber­tad de cul­tos es un axio­ma bur­gués. La liber­tad de crí­ti­ca de las reli­gio­nes, como supers­ti­cio­nes y super­che­rías, es un prin­ci­pio mar­xis­ta. Pero, de todos modos, me lo haré mirar.

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