Muje­res que caminan…por Mai­té Campillo |

Pien­sa en mí como en vos (des­de don­de tu con­cien­cia per­mi­ta), cuan­do el camino sea el mis­mo de Bolí­var, Mar­tí, Hatuey, Che, Villa, Zapa­ta, M. Her­nán­dez, Lor­ca, Macha­do, Roque Dal­ton, San­dino, la mis­mí­si­ma Inés/​Inesi­ta, Mara­vi­llas, o de la muti­la­da dina­mi­te­ra Rosario.

Pien­sa en mí. No sien­tas sole­dad algu­na para com­par­tir sen­ti­mien­to por los cami­nos abier­tos. Sen­si­bi­li­dad hacia las Tre­ce Rosas, y por las cien­tos más niñas y adul­tas que murie­ron bajo las mis­mas ordas.

Por esos hom­bres y muje­res que des­de lo más hon­do de su ser, des­de los más varia­dos cam­pos de la cul­tu­ra, cien­cia (des­de lo polí­ti­co e ideo­ló­gi­co), abrie­ron cami­nos nue­vos en la sen­da de la dig­ni­dad histórica.

Cuan­do te diga: (¡no te deten­gas!) que hay pri­ma­ve­ras para soñar en amor y oto­ños que renue­van la san­gre espe­sa. Cami­na, ríe, sal­ta, haz un can­to a tu vida ¡A la vida, haz el amor con ella!

Cuan­do te duer­mas, pien­sa en mí (y en mil, un millón y más por el mun­do) recuer­da, cuan­do afir­mo que no es fácil secar la sabia inago­ta­ble que enno­ble­ce al pin­tor, cuan­do impreg­na nobles tra­zos sobre lien­zo, al méto­do del edu­ca­dor, escri­tor, actor, obre­ro, cam­pe­sino… Cuan­do más allá de sí, izan ban­de­ra de cau­sas per­di­das para todos jun­tos avan­zar sem­bran­do nue­vas cose­chas de flo­res frescas.

Cuan­do afir­mo que les será esté­ril a quie­nes inten­ten limar el tron­co húme­do de raí­ces fun­di­das en bra­zos de madre patria. Somos sus ramas com­pa­ñe­ra, ramas de vida, para la vida, nun­ca para la muer­te. No lo olvi­des, no te sien­tas inde­fen­sa. Uni­das como árbol de pro­fun­das raí­ces que se ali­men­ta de jor­na­das de his­to­ria, entron­ca­do en sudor, revol­can­do en sudor; hacien­do bro­tar de nues­tras fren­tes esa amis­tad que ger­mi­na la dig­ni­dad y hace a los humil­des libres. Ramas abra­za­das a la tie­rra, mar, aire, sol. Ese fue­go eterno, esa lla­ma­ra­da que alum­bra el dolor colec­ti­vo y tam­bién su ale­gría; hace de nues­tros labios un jar­dín cada pri­ma­ve­ra. Semi­llas de espe­ran­za, siem­pre vivas.

Crée­me, habla una mujer. Cuan­do te diga que la memo­ria sigue trun­ca­da, que la his­to­ria escri­ta no es pura como el tañir de cam­pa­nas cuan­do alar­ma­da por bra­zos supli­can­tes teme­ro­sos de la pro­pa­ga­ción del fue­go en los bos­ques, aldeas, casas, las hacían dan­zar a la deses­pe­ra­da. La lucha por la dig­ni­dad, el deseo irre­duc­ti­ble de liber­tad y la nece­si­dad de man­te­ner des­pier­ta la con­cien­cia de valo­res como gen­te, son mate­ria por la que mere­ce la pena pelear.

Cree, cuan­do te digan que no hay un mes del año que no esté lleno de días memo­ra­bles de már­ti­res, hechos y fechas glo­rio­sas. Que las ramas del árbol de la cien­cia, como la vida, hemos de saber trans­mi­tir al aire, a las lla­mas del fue­go y a las gene­ra­cio­nes de fue­guí­tos nuevos.

Cuan­do recuer­do y leo a Fede­ri­co (Lor­ca)… Su lite­ra­tu­ra dra­má­ti­ca, sus sen­ti­mien­tos sobre el retra­to que hizo a Sil­ve­rio Fran­ci­net­ti. (No pue­do dejar de recor­dar todos los her­ma­nos que se nos fue­ron de las manos. Sus gri­tos fue­ron terribles…)“Los vie­jos dicen que se eri­za­ban los cabe­llos, y se abría el azo­gue de los espe­jos. Pasa­ba por los tonos sin rom­per­los. Y fue un crea­dor y un jar­di­ne­ro. Un crea­dor de glo­rie­tas para el silen­cio. Aho­ra su melo­día duer­me con los ecos. Defi­ni­ti­va y pura. ¡con los últi­mos ecos!”

Quie­ro recor­dar en el sen­ti­mien­to de la dig­ni­dad fren­te a la opre­sión (“hoy día de Reyes”), a todas las muje­res vio­la­das en las maz­mo­rras fran­quis­tas, a los cien­tos y cien­tos… de niños des­apa­re­ci­dos duran­te y des­pués de la gue­rra civil. A tod@s los que fue­ron arran­ca­dos de los bra­zos de sus madres encar­ce­la­das, repre­sa­lia­das, a todos los que roba­ban cuan­do esta­ban parien­do y nun­ca más vol­vie­ron a ver, a cono­cer el color de sus ojos… ¿Dón­de están?, pre­gun­tan nues­tros padres, abue­los, her­ma­nos, pre­gun­ta­mos dón­de están; en qué casa, pala­cio, cha­let, escon­di­dos bajo qué ape­lli­dos, quién les bau­ti­zó, for­ma­li­zó su “adop­ción”, ben­di­jo, entre­gó bajo qué per­mi­so, en que ley se fun­da­men­ta la “cons­ti­tu­ción demo­crá­ti­ca” que sigue sin levan­tar acta, juz­gar a los cul­pa­bles, otor­gan­do, per­pe­tuan­do el dere­cho sobre niños roba­dos “des­apa­re­ci­dos”, fusi­lan­do a los padres en unos casos, dejan­do morir en las cár­ce­les a las madres de muchos de esos niños.

Así mis­mo a todos los muer­tos a con­se­cuen­cia de tor­tu­ras y ase­si­na­tos, aban­do­na­dos en cel­das de cas­ti­go pudrién­do­se entre sus pro­pias heces. A todos ellos, herman@s que cum­plen año tras año la madu­rez de la muer­te (la lle­ga­da de un nue­vo año) y que en común tenía la son­ri­sa en los labios, el amor, la amis­tad, la soli­da­ri­dad. Tam­bién quie­ro recor­dar a todas las muje­res ase­si­na­das por mari­dos o novios, denun­ciar sus abe­rran­tes crí­me­nes… Ambas muer­tes (muje­res ase­si­na­das por sus cón­yu­ges y már­ti­res del fas­cis­mo) tie­nen mis­mas con­no­ta­cio­nes, mis­mo bra­zo de gati­llo, mis­mo con­cep­to ideo­ló­gi­co, mis­mos maes­tros, mis­mo ambien­te enra­re­ci­do, créeme.

Crée­me cuan­do te digo, que a los fusi­la­dos del 27 de Sep­tiem­bre de 1975, los con­de­na­ron a muer­te Ani­qui­lán­do­los de dere­chos, deján­do­los sin defen­sa ¡¡Qué impo­ten­cia, amar­gu­ra y rebel­día pudie­ron sen­tir al ser tra­ta­dos como ani­ma­les en cotos pri­va­dos de veda!! Ni tan siquie­ra per­mi­tie­ron la posi­bi­li­dad “cris­tia­na del arre­pen­ti­mien­to”, ni les ofre­cie­ron el per­dón de sus peca­dos, ni ofre­cie­ron la vida eter­na al lado de sus padres, her­ma­nos, abue­los, compañer@s.

Como ejem­plo a no olvi­dar te diré, que a los abo­ga­dos les expul­sa­ron como sar­no­sos de la sala pri­ván­do­les de su con­di­ción de defen­sa, humi­llán­do­los, despersonalizándolos.

Sien­te, des­de esa mujer que soy, y lees entre líneas el eco, esa nece­si­dad impe­rio­sa del res­ca­te de la dig­ni­dad. Ese crée­me, como si tres veces lla­ma­ran a tu puer­ta en señal de soco­rro. Cuan­do te diga que los pul­mo­nes de una par­te de la sel­va huma­na, se enchar­ca­ron de san­gre, impo­ten­cia, recha­zo, llanto.

Aque­lla madru­ga­da tra­jo pre­sa­gios de som­bras, trun­ca­ron la tar­de y los fusi­la­dos dur­mie­ron con todos noso­tros (naci­dos y por nacer) su muer­te. Aún no des­per­ta­ron, siguen deam­bu­lan­do por algu­na par­te, espe­ran como sus fami­lia­res ser rehabilitados.

Crée­me, hubo un sus­pen­se en el vien­tre de las muje­res que se mecían en la sel­va de los árbo­les y pinos jóve­nes, en la bri­sa de aque­lla maña­na en la línea de fue­go del ver­du­go. Y que cuan­do lle­gó la pri­me­ra des­car­ga, aque­lla exper­pén­ti­ca madru­ga­da del 27 de Sep­tiem­bre “no caye­ron osos rusos” sino jóve­nes atra­pa­dos con redes metá­li­cas en for­ma de caño­nes. El silen­cio roto. Sobre él, la segun­da des­car­ga, el cru­jir de sus cuer­pos, el gri­to de sus fami­lias y ami­gos bus­cán­do­les. Y de nue­vo el silen­cio como puñal de ace­ro. La pala­bra, la per­so­na, el dere­cho ya todo muer­to, ya todo río. Ya todo huesos…

Vein­te minu­tos, solo vein­te minu­tos, mien­tras vacían el baso de sangre.

La nue­va des­car­ga sur­ge más enér­gi­ca, más con­tun­den­te; los ver­du­gos empie­zan a saciar su sed, la sabo­rean entre risas de desprecio.
Nue­va des­car­ga y otras dos más. Los pique­tes: de la arma­da y guar­dia civil dis­pa­ra­ron a la orden de ¡fue­go! De fren­te, unos mucha­chos entorno a los vein­te años, espo­sa­dos, con los ojos abier­tos, mirándolos.

No deja­ron pre­sen­ciar­lo a nadie, los fami­lia­res bus­ca­ron los cadá­ve­res (entre bro­mas y risas por par­te de los ver­du­gos). Los encon­tra­ron en una case­ta de pie­dra acri­bi­lla­dos a bala­zos en Hoyo de Man­za­na­res don­de se efec­tua­ron las eje­cu­cio­nes. Dos her­ma­nos más fue­ron fusi­la­dos, dis­per­sa­dos. Has­ta en la muer­te. Fue­ra de ahí, todo lucha. Un puño de lucha, un mun­do en lucha con­tra un régi­men mise­ri­cor­dio­sa­men­te des­com­pues­to. Des­pués de las eje­cu­cio­nes, siguie­ron más ase­si­na­tos de ambos sexos.

El 1 de Octu­bre de 1975: Fran­co y ( el pos­te­rior Rey) Juan Car­los pre­si­den la con­cen­tra­ción de adhe­sión al régi­men en la Pla­za de Orien­te, cua­tro días des­pués de los fusi­la­mien­tos del 27 de Septiembre.
Oto­ño de 1968:

Con­ver­sa­cio­nes en Madrid entre el gobierno fran­quis­ta y los finan­cie­ros de la “Busi­ness Asso­cia­tion” con vis­tas a la suce­sión de Fran­co. Don­de sale pre­pa­ra­da la manio­bra de res­tau­ra­ción monár­qui­ca de Juan Car­los “como Rey de España”.

Noviem­bre de 1973:
Huel­ga de ham­bre de “Los Sacer­do­tes Pre­sos” en la cár­cel de Zaragoza.
Por todo y más, des­de don­de tu con­cien­cia lo per­mi­ta. Pero, crée­me, cuan­do te digo que los poli­cías en un tiem­po, cir­cu­la­ban en bata por los hos­pi­ta­les a la cap­tu­ra de per­so­nal sani­ta­rio “peli­gro­so”. Que los tra­ba­ja­do­res sani­ta­rios cami­na­ban como con cla­vos bajo sus plan­tas por los pasi­llos. Ellos, con liber­tad abso­lu­ta de movimiento.

Pien­sa que exis­to (que soy una de esas muje­res que cami­nan en el desier­to como en las mon­ta­ñas), cuan­do te digo que salían de las comi­sa­rías hechos jiro­nes… ¡Hubo suma­rios que “acu­sa­ron de mani­fes­ta­ción”! Un deli­to alto terro­ris­ta por el que te podías pudrir entre cel­das, tor­tu­ras, vio­la­ción físi­ca. Otros fue­ron acu­sa­dos de revo­lu­cio­na­rios, y los for­ma­ron con­se­jo de gue­rra. Y es que dig­ni­dad y fas­cis­mo nun­ca se lle­va­ron bien.

Así fue­ron lle­nan­do las maz­mo­rras, dete­nien­do a dies­tro y sinies­tro. Entre­te­nién­do­se al pasa­tiem­po del per­fec­cio­na­mien­to de la tor­tu­ra y tiro en la nuca. Jugan­do con hom­bres y muje­res como tú, como yo, como si de peon­zas se tra­ta­ran. El dis­fru­te a des­cu­brir­se como el más san­gui­na­rio (era para ellos una aven­tu­ra esti­mu­lan­te de gran valor humano, que hoy en la demo­cra­cia poco o nada a cam­bia­do), ejem­plo de patrio­tis­mo que les per­mi­ti­ría sabo­rear el gus­to por el ros­tro de los demás. Tener mejor pun­te­ría y maña repre­si­va abría puer­tas en pala­cio. Ellos nun­ca fue­ron, han sido, terroristas.

Acto­res, pro­fe­so­res, médi­cos de ambos sexos, enfermer@s, ade­más de jóve­nes estu­dian­tes y obre­ros, jor­na­le­ros, téc­ni­cos y otras capas socia­les, cien­tos de ellos. Fue­ron some­ti­dos a bru­ta­les tor­tu­ras en la DGS, en las que, jun­to a la Bri­ga­da Polí­ti­ca, par­ti­ci­pa­ban ele­men­tos noci­vos lla­ma­dos gue­rri­lle­ros de Cris­to Rey con liber­tad abso­lu­ta de movimiento.

Ape­nas unos meses des­pués, de los fusi­la­mien­tos, se enchar­ca­ron de nue­vo las calles de san­gre obre­ra. Mar­zo goteó lágri­mas rojas sal­pi­can­do de nue­vo la espe­ran­za que enar­bo­la­ban cien­tos de miles de gente.

Crée­me cuan­do te digo en este jus­to momen­to (“entre la ino­cen­cia de la lle­ga­da de los Reyes Magos de Orien­te siglo XXI” ?) que quie­ren des­pun­tar nue­vos ama­ne­ce­res; que Fran­co resu­ci­ta cada noche. Que su ima­gen san­grien­ta sigue triun­fan­do en las calles de la demo­cra­cia, casas. A tra­vés de emble­mas, bus­tos, y otros alar­des. Que su espí­ri­tu decré­pi­to, sigue pasean­do por los pasi­llos de las ins­ti­tu­cio­nes, en oca­sio­nes exhi­bién­do­lo como aba­ni­co de des­car­ga tem­po­ral, como guía pun­tual, brú­ju­la, camino, signo de alter­na­ti­vas glo­ba­li­za­das de poder con com­pro­mi­sos afi­nes, pos­tra­dos todos a la dies­tra del padre y del hijo here­de­ro del trono san­grien­to de paisan@s. Cien­tos de zan­jas, aún silen­cia­das, cubrien­do La Sal de la Tie­rra sus cuer­pos ¿Por Quién Doblan Las Campanas…?

Crée­me cuan­do te diga que tuve un her­mano, al que no cono­cí. Que reven­ta­ron hacién­do­lo tomar como si de agua se tra­ta­ra, un cóc­tel de nom­bre “molo­tov”.
Que tan solo tenía 28 años, y que des­de los 11 años tra­ba­ja­ba de sol a sol como bracero.

Me ente­ré que había naci­do en Tajar, de una bellí­si­ma pro­vin­cia de Anda­lu­cía, Gra­na­da. Y que era hijo de bra­ce­ros del cam­po como él, pai­sa­nos. Su nom­bre era Cipriano.

Ni sus padres, her­ma­nos, abue­los, abo­ga­dos. Abso­lu­ta­men­te nadie tuvo per­mi­so para ver su cadáver.

Ente­rra­do en secre­to, en el cemen­te­rio de Reus/​Barcelona (a cien­tos de kiló­me­tros de Tajar) don­de tra­ba­ja­ba como emi­gran­te en la cons­truc­ción. Su muer­te no se publi­có en nin­gún perió­di­co español.

Días des­pués, Le Mon­de da la noti­cia, más tar­de, sería otro perió­di­co fran­cés, Liberatión.

El escri­tor Miguel Buñuel, escri­bió en 1.978 un rela­to sobre Cipriano, titu­la­do “El Desaparecido” .
A lo que res­te de fami­lia, a todas las fami­lias, mi admi­ra­ción y ena­mo­ra­do recuer­do. Mis con­do­len­cias, por­que nun­ca es tar­de reco­no­cer, memo­rar, tes­ti­mo­niar. Sen­tir con las fami­lia­res, com­par­tir con ellos tan­tas dece­nas de años aún vigentes.

A Cipriano Mar­tos, lo mata­ron un 17, tam­bién de Septiembre.
Pero aquél Sep­tiem­bre esta­ba lla­ma­do a pro­lon­gar­se por tiem­po y espa­cio y abas­te­cer de por vida el negro oscu­ro del dolor por nues­tros her­ma­nos del pue­blo. Pasan­do a ser un mes emble­má­ti­co por trá­gi­co. Detu­vie­ron a S. Puig Antich… A par­tir de su deten­ción acer­ca de un aten­ta­do , los mili­ta­res pre­pa­ra­ron un con­se­jo de gue­rra que le con­du­ci­ría a Sal­va­dor al estran­gu­la­mien­to por Garro­te Vil, ape­nas tres meses de su detención.

Un nue­vo joven, uno entre tan­tos que no voy a poder nom­brar en lo que ape­nas lle­ga a ser un sus­pi­ro (un sus­pi­rí­to) de res­pe­to y dig­ni­dad hacia ellos, vic­ti­mas, már­ti­res del fas­cis­mo (la gue­rra que un día oímos hablar a nues­tros padres o abue­los, con­ti­nua­ba). Una raíz más arran­ca­da a la fami­lia, al pue­blo, con el que se iden­ti­fi­ca­ba como tan­tos mucha­chos. Lo eje­cu­ta­ron con 26 años.

Cree en la mujer que soy, cuan­do te digo, que todos estos muer­tos nun­ca me deja­ron indi­fe­ren­te. Que aún me acom­pa­ñan en cada paso, gol­pe de voz, acto de amor. Que me due­le esa san­gre ver­ti­da tan­to como me due­le la apatía.
Es arto difí­cil olvi­dar la ima­gen de las miles de char­cas de san­gre y cune­tas ates­ta­das de cadá­ve­res sin calor de nadie…

Ver, sen­tir, a sus fami­lia­res bus­car­les sin consuelo…

¡Exi­ja­mos su reha­bi­li­ta­ción! La reha­bi­li­ta­ción de miles y miles de muer­tos, des­apa­re­ci­dos. Abra­mos sen­ten­cia públi­ca, sea­mos por­ta­vo­ces de sus venas abier­tas sobre la tierra.

El gol­pís­mo que encar­nó un esti­lo pro­pio mili­tar-fran­quis­ta, sigue sien­do el eje del mal. Su ori­gen tie­ne nom­bre, fascismo.

4 de Noviem­bre, 1950:
Por ini­cia­ti­va y bajo las pre­sio­nes de los Esta­dos Uni­dos, la O.N.U. Anu­la sus reso­lu­cio­nes con­tra la dic­ta­du­ra franquista.

Crée­me, cuan­do ase­gu­ro sen­tir más delin­cuen­cia expan­si­va des­de los impe­rios de los pode­res fác­ti­cos, que compañer@s por los sen­de­ros lumi­no­sos de la razón y la con­cien­cia. No olvi­de­mos que ésta nun­ca sobra en nin­gu­na coyun­tu­ra. Que en otro tiem­po no lejano, her­vía sin des­ma­yo noche y día por las calles y pla­zas, luchan­do como for­ma de vida, siem­pre en algu­na par­te, gol­pean­do es eje del mal, patrón de tan­tas calamidades.

Un com­ba­te abier­to por la exis­ten­cia del ser, por la vida que lau­rea las fren­tes. Con sus can­tos, dan­za, lite­ra­tu­ra, alegría;formando una coreo­gra­fía de dig­ni­dad urgen­te para con la lucha de los pue­blos de nues­tra gen­te que que­rían cre­cer, hacer­se gigan­tes. Era la razón del ser por el dere­cho a ello, impul­san­do su hue­co en la his­to­ria. El dere­cho de la dig­ni­dad cas­tra­da que aflo­ra­ba como ter­mó­me­tro eco­ló­gi­co. Bajo los rayos ardien­tes del sol nacían muje­res y hom­bres. La dig­ni­dad en luz, mura­lla su resis­ten­cia ¡Abra­mos la mura­lla, expan­da­mos la muralla!

¿Dón­de está esa fuen­te inago­ta­ble ese impul­so entre lucha y ale­gría que dig­ni­fi­ca­ba la fren­te como gente?

Si la razón es un bien pre­cia­do, si la ver­dad es conciencia.

¿Cómo pue­de haber vida sin dignidad?

Y si en la vida no pue­de haber nada sin dignidad:

¿Por qué tan­ta célu­la muer­ta, tan­to cie­go que ve, tan­to mudo que pue­de hablar?

Lo fácil que es apren­der a mugir en cuan­to se renun­cia a pensar…

*Mai­té Cam­pi­llo es actriz

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