Un cuen­to de navi­dad (La homo­fo­bia de Benedicto)



 Como a muchos, el men­sa­je de navi­dad para tus subor­di­na­dos me ha lle­ga­do muy hon­do. He pasa­do la tar­de pen­san­do y solo aho­ra, de gol­pe, cier­tos even­tos se han orde­na­do en mi memo­ria. Aho­ra que lo veo cla­ro, me pre­gun­to ¿qué pasa­ra cuan­do, en la noche­bue­na, te visi­ten los fan­tas­mas que visi­ta­ron a Mr. Scrooge?

¿Cómo te sen­ti­rás cuan­do lle­gue el pri­mer fan­tas­ma y te veas a ti mis­mo en las filas de la juven­tud hitle­ria­na? Cuén­ta­nos algo Joseph, en aque­llo tiem­pos, ¿algún mucha­cho te tocó «inapro­pia­da­men­te»? Si esto pasó, ¿qué hicis­te? ¿Lo dela­tas­te? En ese momen­to, como todo ado­les­cen­te, de segu­ro ten­drías tus inse­gu­ri­da­des. Ade­más, era una prác­ti­ca común dela­tar a los judíos y a los “trai­do­res», espe­cial­men­te si esta­bas con el par­ti­do. ¿Que pasó Joseph? Saca eso de tu cora­zón. ¿Qué sen­tis­te realmente?

Ten­go curio­si­dad por saber qué mas apa­re­ce­ría ante nues­tra mira­da. ¿Vis­te a los homo­se­xua­les que man­da­ron a los cam­pos de con­cen­tra­ción? ¿Cono­cis­te a alguno de cer­ca? ¿De don­de sale esta obse­sión tuya por las mino­rías sexua­les? Yo te escri­bo movi­do por la rabia por­que, como muchos, he sido víc­ti­ma de la vio­len­cia reli­gio­sa. Te con­fie­so algo aquí entre noso­tros: no solo he vis­to lo que hacen algu­nos de tu gre­mio; tam­bién me lo han con­ta­do ellos mis­mos. Ade­más, tam­bién he pade­ci­do en car­ne pro­pia las locu­ras de algu­nos gru­pos que cobi­jas. Para que entien­das, inten­ta­ron «exor­ci­zar­me» el demo­nio de la homosexualidad.

Así pasa con noso­tros los huma­nos, nues­tras cau­sas se rela­cio­nan con nues­tra his­to­ria. Y tu eres hom­bre, eso es obvio. Mas aún, mi expe­rien­cia con los semi­na­ris­tas y los sacer­do­tes de tu igle­sia me per­mi­te intuir que, de segu­ro, tú tam­bién eres humano, dema­sia­do humano. Así que me pre­gun­to, ¿cómo mane­jas­te tus deseos sexua­les? ¿Te mas­tur­bas­te? ¿Sen­tías cul­pa? Todos tuvi­mos sue­ños húme­dos. ¿Cómo eran los tuyos Joseph, qué imá­ge­nes aparecían?

Yo se que eres el autor de La Car­ta a los Obis­pos de la Igle­sia Cato­li­ca sobre el Cui­da­do Pas­to­ral de las Per­so­nas Homo­se­xua­les. Así que me ima­gino que, des­pués de este epi­so­dio, el de tu ado­les­cen­cia, tam­bién te vería­mos como Car­de­nal. A pro­pó­si­to, antes de con­ti­nuar, me inquie­ta saber si hay anéc­do­tas antes de 1986, cuan­do el docu­men­to salió publi­ca­do. ¿Pasó algo en tus años de for­ma­ción? Muchos son los lla­ma­dos, pero pocos los ele­gi­dos, dicen por ahí. De todos esos que inten­ta­ron for­mar par­te de las filas de la Igle­sia de Roma, ¿alguno se sin­tió atraí­do por ti? ¿Lo notas­te? ¿Cómo fue tu des­en­vol­vi­mien­to en un mun­do de «hom­bres del Señor»? ¿Tuvis­te, como algu­nos que conoz­co, un «her­mano en Cristo»?

En fin, vol­va­mos a 1986. En este docu­men­to que cito, dices en el segun­do párra­fo que la pers­pec­ti­va de la moral cató­li­ca «encuen­tra apo­yo en los hallaz­gos más segu­ros de las cien­cias natu­ra­les». ¡Oh! el segun­do fan­tas­ma ha lle­ga­do. Yo quie­ro saber cómo has dor­mi­do des­pués de tu salu­do navi­de­ño; tu cama debe ser muy cómo­da y tus sába­nas muy sua­ves. Sin embar­go, las cien­cias te con­tra­di­cen Joseph Ratzin­ger (alias Bene­dic­to XVI, por aho­ra. Lue­go alguien te pro­pon­drá como un san­to); la homo­se­xua­li­dad se encuen­tra como un fenó­meno de la natu­ra­le­za y las prin­ci­pa­les orga­ni­za­cio­nes de salud men­tal alre­de­dor del glo­bo no sus­cri­ben tus ideas. La cien­cia no apo­yan tu ver­sión de la moral cris­tia­na, espe­cial­men­te por­que des­de hace 700 años hemos avan­za­do en la sepa­ra­ción entre Esta­do e Igle­sia. «Liber­tad, fra­ter­ni­dad e Igual­dad», que no se te olvi­de. Ade­más están los datos, por supues­to. Por eso nos move­mos a un mun­do don­de es moral­men­te malo cri­mi­na­li­zar la homo­se­xua­li­dad. Más aún, don­de lo bueno es per­mi­tir la igual­dad de dere­chos civi­les a las mino­rías sexua­les. ¿Qué emi­so­ra escu­chas Bene­dic­to? Por mas que bus­co, no encuen­tro esa músi­ca de la crea­ción de la que hablas.

Avan­ce­mos un poco. ¿Cómo se pue­de ser con­tun­den­te en algo si no se pone por escri­to y se fir­ma? No te entien­do Bene­dic­to, ¿apo­yas la decri­mi­na­li­za­cion pero te pare­ce exa­ge­ra­do que Nacio­nes Uni­das fir­me un tra­ta­do? ¿No será que alber­gas un deseo de exter­mi­nio? Tú lo sabes, como Pre­fec­to del Vati­cano for­mas­te par­te de la que en la Edad Media era la San­ta Inqui­si­ción. ¿Será que resue­na ese pasa­do remo­to en tu alma? Dinos cuá­les emo­cio­nes se mue­ven cuan­do sabes de noso­tros, cuan­do sien­tes que tie­nes la bata­lla per­di­da. No nos hables de tu fun­ción como cabe­za de la Igle­sia de Roma; lo que digas des­de esa facha­da ya lo cono­ce­mos. Yo quie­ro saber del hom­bre deba­jo el ves­ti­do blan­co. ¡Joseph, Joseph!, ¡Se sin­ce­ro, hábla­nos de tus demo­nios! ¿Es cier­to lo que dice Pablo en sus epís­to­las, que es posi­ble secar el ape­ti­to sexual? ¿Fun­cio­nan esos ejer­ci­cios espi­ri­tua­les? ¿Se pue­de muti­lar esa par­te esen­cial del ser humano lla­ma­da sexua­li­dad? ¿Logras­te con­quis­tar los ape­ti­tos de la car­ne o se mani­fies­tan de algún modo toda­vía? ¿Con qué sue­ña el Papa en estos días?

Se aca­ba la noche y lle­ga el fan­tas­ma del futu­ro. No habla. Solo nos mues­tra las cam­pa­nas del Vati­cano sonan­do. Mucha gen­te llo­ra, pero otra cele­bra. Pare­ce la muer­te de Pino­chet en San­tia­go de Chi­le. Hay mucha afi­ni­dad polí­ti­ca con eso, pero no, es tu muer­te. Para los cató­li­cos Dios te tie­ne en su glo­ria, para las mino­rías sexua­les del mun­do ‑sobre­vi­vien­tes de tu abu­so de poder- es un ali­vio. ¿Será cier­to que, como otros, verás tu vida pasar como una pelí­cu­la? ¿Cuál será el balan­ce? ¿Cómo se ve la vida de un hom­bre pode­ro­so, como lo fuis­te, des­de una pers­pec­ti­va divi­na? Hay muchas otras mito­lo­gías, eso de segu­ro lo sabes. No se pue­de regu­lar el mun­do des­de las creen­cias de unos pocos. Cla­ro que tie­nes dere­cho a expre­sar ‑e inclu­so defen­der- la tuya, pero no podías pre­ten­der que otros fue­ra de tu fe te siguie­ran. Yo apues­to a que, situa­do fue­ra de las coor­de­na­das de tu fini­tud, te arre­pen­ti­rás de muchas cosas y que, ade­más, tu con­cien­cia pedi­rá un per­dón que noso­tros no escu­cha­re­mos. De repen­te pen­sa­rás que, en vez de escri­bir una pas­to­ral para el cui­da­do de las per­so­nas homo­se­xua­les, hubie­ses escri­to una para el cui­da­do de los sacer­do­tes. ¡Pobres hom­bres, ellos no saben qué hacer con sus pulsiones!

Ya la ima­gen se tor­na difu­sa. Otro Papa está sien­do nom­bra­do y, si lo que dicen los ana­lis­tas de la polí­ti­ca vati­ca­na es cier­to, el pró­xi­mo rei­na­do será mas laxo. Algo de ver­güen­za ten­drá el pró­xi­mo repre­sen­tan­te de Cris­to en la tie­rra pues, entre otras cosas, por con­tras­te logras­te que el «Papa Bueno» se vie­ra mas bueno de lo que en reali­dad fue. Así que dejas­te la mesa lis­ta para que tu suce­sor sea mas popu­lar; cuan­do el humo blan­co sal­ga, él se pro­me­te­rá hablar de cau­sas mas nobles. Los tiem­pos han cam­bia­do Bene­dic­to; pese a las resis­ten­cias, una era mas huma­na ha llegado.

De nue­vo la cama cómo­da y las sába­nas sua­ves. ¡Feliz Navi­dad mi cru­za­do, es hora de pontificar!

La Hai­ne

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