Noso­tras tam­bién bebe­mos y tene­mos arre­ba­tos, pero no mata­mos por Itziar Ziga, Sil­via Fer­nan­dez y Julia Munarritz

Cuan­do las muje­res hemos sido his­tó­ri­ca­men­te obje­to de deseo… pare­ce que no pasa­ba nada. Cuan­do somos suje­to de deseo, ya somos putas y, por lo tan­to, esta­mos expues­tas a todo.

La tar­de del lunes 9 de noviem­bre tuvi­mos la opor­tu­ni­dad de entrar al jui­cio por el ase­si­na­to de Nago­re Laf­fa­ge. Sali­mos de la sala des­pués de las 20:00 horas tan estre­me­ci­das y hela­das como la noche. Mucho se ha habla­do estos últi­mos días sobre las cir­cuns­tan­cias que rodea­ron al fatí­di­co encuen­tro entre Nago­re y su ase­sino tor­tu­ra­dor, pero en una sesión del jui­cio vol­vi­mos a escu­char dema­sia­dos deta­lles, pro­ba­dos o inven­ta­dos, sobre la can­ti­dad de alcohol que pudo inge­rir José Die­go Ylla­nes antes de aca­bar con la vida de Nagore.

Los bru­ta­les hechos que se juz­gan suce­die­ron el 7 de julio de madru­ga­da. Cual­quie­ra que conoz­ca esta ciu­dad en tales fechas, coin­ci­di­rá con noso­tras en que la mayor par­te de la pobla­ción se encuen­tra en un esta­do inten­sa­men­te etí­li­co y, sin embar­go, no matan. Si no, los san­fer­mi­nes serían una autén­ti­ca car­ni­ce­ría. Y no es el caso. Noso­tras mis­mas, sin ver­güen­za algu­na, reco­no­ce­mos que regre­sa­mos a casa algu­nos sába­dos hacien­do eses, pero jamás agre­di­mos a nadie ni se nos pasa por la cabe­za matar. Si alguien al embo­rra­char­se saca su lado más vio­len­to, es su res­pon­sa­bi­li­dad man­te­ner­se abs­te­mio y acu­dir a tera­pia para tra­tar de con­tro­lar su agresividad.

Con­si­de­ra­mos que debe refor­mar­se el Códi­go Penal para que el alcohol deje de ser un ate­nuan­te cuan­do se juz­ga a alguien que ha come­ti­do un cri­men tenien­do en cuen­ta que, si habla­mos del Códi­go de Cir­cu­la­ción, el haber­se toma­do unas copas es agra­van­te, inclu­so deli­to en sí mis­mo. Si matas a otra per­so­na con tus manos, por lo tan­to inten­cio­na­da­men­te, pero borra­cho, te reba­jan la pena. Si lo hace igual­men­te borra­cho, pero atro­pe­llán­do­le con el coche, diga­mos que sin que­rer, te aumen­tan la con­de­na. Pero al mar­gen de esta impre­vi­si­ble revi­sión del Códi­go Penal, hay otro tema que nos eno­ja y entris­te­ce mucho.

Es espan­to­sa­men­te injus­to para Nago­re Laf­fa­ge y para su fami­lia y alle­ga­dos que se deba­ta tan­to sobre la can­ti­dad de alcohol que tomó su ase­sino para tra­tar de, en cier­ta mane­ra, excul­par­lo o jus­ti­fi­car­lo. Tam­bién es indig­nan­te que pagar 126.853 euros en con­cep­to de repa­ra­ción dis­mi­nu­ya la pena. Esta cla­ro que la jus­ti­cia es dife­ren­te para la gen­te rica y la pobre.

En la sala del Juz­ga­do, si cerra­bas los ojos, podía tra­tar­se de un jui­cio por ase­si­na­to de un hom­bre a otro hom­bre, una mujer a otra mujer, de un atra­co… Deta­lles y más deta­lles sin aná­li­sis ni dis­cur­so sobre la des­igual­dad de género.

Lo que debe­ría haber­se juz­ga­do esos días es la con­duc­ta de un hom­bre que no qui­so acep­tar la nega­ti­va de una mujer y la mató. Y, de algu­na mane­ra, debe­ría reco­no­cer­se públi­ca­men­te que no fue el alcohol lo que impul­só a José Die­go Ylla­nes a ter­mi­nar de una mane­ra tan sádi­ca con la vida de la joven Nago­re Laf­fa­ge, sino el machismo.

La cul­tu­ra de la mas­cu­li­ni­dad vio­len­ta que dema­sia­das veces sigue impe­ran­do en nues­tra socie­dad y que con­vier­te a un hom­bre en un macho capaz de matar por el sim­ple hecho de que una mujer deci­da lo que quie­re o no hacer con su pro­pio cuer­po. De nada de esto se ha habla­do en el Jui­cio de Nago­re, a pesar de los nume­ro­sos estu­dios, inves­ti­ga­cio­nes y apor­ta­cio­nes de pro­fe­sio­na­les espe­cia­lis­tas en vio­len­cia machista.

Con este jui­cio, en vez de avan­zar en la con­quis­ta de nues­tros dere­chos, pode­mos retro­ce­der. La lec­ción dice: chi­cas, no os vayáis con cual­quie­ra; chi­cas, no hagáis lo que os dé la gana… de nue­vo la sexua­li­dad liga­da al miedo.

Algu­na gen­te se lle­ga a plan­tear: ¿y por que subió al piso? ¿Era ligo­na? Esto últi­mo se plan­teó en el pro­pio juicio.

¡Bas­ta, por favor! Cuan­do las muje­res hemos sido his­tó­ri­ca­men­te obje­to de deseo… pare­ce que no pasa­ba nada. Cuan­do somos suje­to de deseo, ya somos putas y, por lo tan­to, esta­mos expues­tas a todo.

Sólo si nos deja­mos de etí­li­cas e insul­tan­tes jus­ti­fi­ca­cio­nes y afron­ta­mos los hechos des­de su raíz (el machis­mo una vez más) esta horri­ble tra­ge­dia ser­vi­rá un poqui­to para que todas y todos refle­xio­ne­mos sobre el mode­lo de socie­dad que desea­mos y qui­zás sea­mos más res­pon­sa­bles y más libres.

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