Las con­tra­dic­cio­nes en el seno del pueblo

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En la actualidad, nuestro país está más unido que nunca. Las victorias de la revolución democrático-burguesa y de la revolución socialista, así como los éxitos de la edificación del socialismo, han cambiado rápidamente la fisonomía de la vieja China. Ante nuestra patria se abre un futuro más radiante aún. Pertenecen para siempre al pasado los días de división y caos en el país, tan odiados por el pueblo. Bajo la dirección de la clase obrera y del Partido Comunista, los 600 millones de seres de nuestro pueblo, unidos en apretado haz, están realizando la gran obra de la construcción socialista. La unificación de nuestro país, la unidad de nuestro pueblo y la unidad de nuestras diversas nacionalidades constituyen las garantías fundamentales que aseguran la victoria de nuestra causa. Pero esto no significa que en nuestra sociedad ya no exista contradicción alguna. La idea de que no hay contradicciones es una ingenuidad que no corresponde a la realidad objetiva. Ante nosotros existen dos tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros y el enemigo y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de contradicciones son de naturaleza completamente diferente.
A fin de comprender correctamente estos dos tipos diferentes de contradicciones —contradicciones entre nosotros y el enemigo y contradicciones en el seno del pueblo— es necesario ante todo saber con claridad lo que es el «pueblo» y lo que es el «enemigo». El concepto de «pueblo» tiene diferente contenido en los diversos países y en los distintos periodos de la historia de cada país. Tomemos, por ejemplo, la situación en China. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, el pueblo lo integraban todas las clases, capas y grupos sociales que se oponían a la agresión japonesa, mientras que los imperialistas nipones, los chinos colaboracionistas y los elementos pro-japoneses eran todos enemigos del pueblo. En el periodo de la Guerra de Liberación, los enemigos del pueblo fueron los imperialistas norteamericanos y sus lacayos —la burguesía burocrática y la clase terrateniente, así como los reaccionarios del Kuomintang que representaban a estas clases—; el pueblo lo constituían todas las clases, capas y grupos sociales que luchaban contra estos enemigos. En la etapa actual, el periodo de edificación del socialismo, integran el pueblo todas las clases, capas y grupos sociales que aprueban y apoyan la causa de la construcción socialista y participan en ella; son enemigos del pueblo todas las fuerzas y grupos sociales que oponen resistencia a la revolución socialista y se muestran hostiles a la edificación socialista o la sabotean.
Las contradicciones entre nosotros y el enemigo son contradicciones antagónicas. En el seno del pueblo, las contradicciones entre las masas trabajadoras no son antagónicas, mientras que las contradicciones entre la clase explotada y la explotadora, además del antagónico, tienen un aspecto no antagónico. Las contradicciones en el seno del pueblo no datan de hoy, pero cambian de contenido en cada periodo de la revolución y en el de la construcción socialista. En las condiciones actuales de China, las que llamamos contradicciones en el seno del pueblo incluyen las siguientes: contradicciones dentro de la clase obrera; contradicciones dentro del campesinado; contradicciones dentro de la intelectualidad; contradicciones entre la clase obrera y el campesinado; contradicciones entre los obreros y los campesinos, por una parte, y los intelectuales, por otra; contradicciones entre la clase obrera y el resto del pueblo trabajador, por una parte, y la burguesía nacional, por otra; contradicciones dentro de la burguesía nacional; etc. Nuestro Gobierno Popular es un gobierno que representa realmente los intereses del pueblo, un gobierno que sirve al pueblo; sin embargo, entre él y las masas populares también existen ciertas contradicciones. Éstas comprenden las contradicciones entre los intereses estatales, los intereses colectivos y los intereses individuales; entre la democracia y el centralismo; entre dirigentes y dirigidos; y entre el estilo burocrático de proceder de algunos trabajadores estatales y las masas. Todas estas contradicciones también son contradicciones en el seno del pueblo. Hablando en general, las contradicciones en el seno del pueblo son las que existen sobre la base de la identidad fundamental de los intereses de éste.
En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional pertenece a la categoría de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional está incluida, en general, en la lucha de clases dentro del pueblo, porque la burguesía nacional china tiene un doble carácter. En el periodo de la revolución democrático-burguesa, la burguesía nacional poseía en su carácter tanto el aspecto revolucionario como el conciliador. En el periodo de la revolución socialista, por una parte explota a la clase obrera en busca de ganancias y, por otra parte, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista. La burguesía nacional se diferencia del imperialismo, de la clase terrateniente y de la burguesía burocrática. La contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional es una contradicción entre explotados y explotadores, antagónica de por sí. Sin embargo, en las condiciones concretas de China, si esta contradicción antagónica se trata debidamente, puede transformarse en no antagónica y resolverse por medio pacífico. Si no la tratamos como es debido y no seguimos la política de unirnos con la burguesía nacional, criticarla y educarla, o si la burguesía nacional no acepta esta política nuestra, entonces esa contradicción se convertirá en contradicción entre nosotros y el enemigo.
Las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las contradicciones en el seno del pueblo, por ser de diferente naturaleza, requieren métodos distintos para resolverlas. En pocas palabras, en las primeras es cuestión de trazar una clara distinción entre nosotros y el enemigo, mientras que en las segundas se trata de una cuestión de establecer una distinción precisa entre lo correcto y lo erróneo. Claro que distinguir entre nosotros y el enemigo es también un problema que atañe a lo correcto y lo erróneo. Por ejemplo, la cuestión de quién tiene la razón: nosotros o los reaccionarios interiores y exteriores —el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático—, es asimismo una cuestión relacionada con lo correcto y lo erróneo, pero, por su naturaleza, pertenece a otro tipo de problemas distinto de los de lo correcto y lo erróneo existentes en el seno del pueblo.
Nuestro Estado es un Estado de dictadura democrática popular, dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina. ¿Cuáles son las funciones de esta dictadura? Su primera función es reprimir dentro del país a las clases y elementos reaccionarios y a los explotadores que oponen resistencia a la revolución socialista, reprimir a los que sabotean la edificación socialista, es decir, resolver las contradicciones entre nosotros y el enemigo dentro del país. En esta esfera de nuestra dictadura están incluidas, por ejemplo, la detención y la condena a ciertos contrarrevolucionarios y, durante un determinado tiempo, la privación de derechos electorales y libertad de palabra a los terratenientes y los elementos de la burguesía burocrática. Para mantener el orden social y defender los intereses de las grandes masas populares, es igualmente necesario ejercer la dictadura sobre los ladrones, estafadores, asesinos, incendiarios, las bandas de malhechores y los diversos elementos perniciosos que violan seriamente el orden social. La dictadura tiene además otra función: defender nuestro país contra las actividades subversivas y la posible agresión de los enemigos exteriores. Cuando surge tal situación, la dictadura tiene a su cargo la tarea de resolver las contradicciones entre nosotros y el enemigo del exterior. El objetivo de la dictadura consiste en proteger a todo el pueblo para que pueda trabajar en paz y transformar a China, mediante la construcción, en un país socialista con una industria, una agricultura, una ciencia y una cultura modernas. ¿Quiénes ejercen la dictadura? Naturalmente, la clase obrera y el pueblo entero dirigido por ésta. La dictadura no se aplica dentro del pueblo. El pueblo no puede ejercer la dictadura sobre sí mismo, ni una parte del pueblo puede oprimir a otra. Los que, en el seno del pueblo, violan las leyes, también deben ser castigados con arreglo a la ley, pero entre esto y la dictadura que reprime a los enemigos del pueblo existe una diferencia de principios. Dentro del pueblo se practica el centralismo democrático. Nuestra Constitución estipula que los ciudadanos de la República Popular China tienen libertad de palabra, de prensa, de reunión, de asociación, de desfile, de manifestación, de credo, etc. En nuestra Constitución se estipula también que los organismos del Estado practican el centralismo democrático, que debe apoyarse en las masas populares y que su personal debe servir al pueblo. Nuestra democracia socialista es la democracia más amplia, una democracia que no puede existir en ningún país burgués. Nuestra dictadura se llama dictadura democrática popular dirigida por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina. Esto significa que dentro del pueblo se ejerce la democracia, mientras que la clase obrera, en unión con todos los que gozan de derechos cívicos, el campesinado en primer lugar, ejerce la dictadura sobre las clases y elementos reaccionarios y los elementos que se oponen a la transformación y construcción socialista. En el sentido político, por derechos cívicos se entienden los derechos a la libertad y a la democracia.
Sin embargo, esta libertad es una libertad dirigida y esta democracia es una democracia bajo la guía del centralismo; no es la anarquía. La anarquía no responde a los intereses y deseos del pueblo.
Los acontecimientos de Hungría alegraron a algunas gentes en nuestro país. Abrigaban esperanzas de que en China también se producirían sucesos semejantes y que miles y miles de personas se echarían a la calle para pronunciarse contra el Gobierno Popular. Estas esperanzas están en pugna con los intereses de las masas populares y no pueden obtener su apoyo. En Hungría, una parte de las masas fue engañada por las fuerzas contrarrevolucionarias interiores y exteriores y cometió el error de recurrir a la violencia contra el Gobierno Popular, a consecuencia de lo cual sufrieron pérdidas tanto el Estado como el pueblo. Será necesario un largo tiempo para reparar los daños ocasionados a la economía en unas pocas semanas de motín. Hay en China otras gentes que ante el problema de Hungría tomaron una actitud vacilante porque ignoraban la situación concreta del mundo. Creen que bajo nuestro sistema democrático popular hay demasiada poca libertad, mientras que bajo el sistema democrático parlamentario de Occidente hay mucha más. Piden que se implante, a la manera occidental, el sistema de dos partidos, según el cual un partido está en el poder y el otro fuera de él. No obstante, este llamado sistema de dos partidos es solamente un medio de mantener la dictadura burguesa, y en ningún caso puede asegurar al pueblo trabajador el derecho a la libertad. En realidad, en el mundo sólo hay libertad y democracia concretas, y no existen libertad ni democracia abstractas. En una sociedad donde existe lucha de clases, si hay libertad para que las clases explotadoras exploten al pueblo trabajador, no hay libertad para que éste no sea explotado; si hay democracia para la burguesía, no la hay para el proletariado y el resto del pueblo trabajador. En algunos países capitalistas también se permite la existencia legal de los partidos comunistas, pero únicamente en la medida en que esto no pone en peligro los intereses fundamentales de la burguesía; no está permitida más allá de ese límite. Los que piden libertad y democracia en abstracto creen que la democracia es un fin y no un medio. A veces la democracia parece un fin, pero en realidad es sólo un medio. El marxismo nos enseña que la democracia forma parte de la superestructura y pertenece a la categoría de la política. Esto significa que, en fin de cuentas, la democracia sirve a la base económica. Lo mismo ocurre con la libertad. Tanto la democracia como la libertad son relativas y no absolutas, han surgido y se desarrollan en el curso de la historia. En el seno del pueblo, la democracia es correlativa con el centralismo y la libertad con la disciplina. Son dos aspectos opuestos de un todo único, contradictorios y a la vez unidos. No debemos recalcar unilateralmente uno de ellos negando el otro. En el seno del pueblo, no se puede prescindir de la libertad, tampoco se puede excluir la disciplina; no se puede prescindir de la democracia, tampoco se puede excluir el centralismo. Tal unidad de democracia y centralismo, de libertad y disciplina, constituyen nuestro centralismo democrático. Bajo este sistema, el pueblo disfruta de una democracia y una libertad amplias, pero al mismo tiempo debe mantenerse dentro de los límites de la disciplina socialista. Esta verdad la comprenden bien las grandes masas populares.
Al abogar por la libertad dirigida y por la democracia bajo la guía del centralismo, no queremos decir en modo alguno que, en el seno del pueblo, deban resolverse empleando medidas coactivas las cuestiones ideológicas y los problemas relativos a la distinción entre lo correcto y la erróneo. Los intentos de solucionar los problemas ideológicos y el problema de lo correcto y lo erróneo por medio de órdenes administrativas y con métodos coactivos no sólo son ineficaces sino también perjudiciales. No podemos abolir la religión por medio de órdenes administrativas, ni obligar a la gente a no creer en ella. No se puede forzar a la gente a que abandone el idealismo, tampoco podemos compelerla a creer en el marxismo. Todos los problemas de carácter ideológico, todas las cuestiones de controversia dentro del pueblo, pueden zanjarse únicamente por el método democrático, por medio de la discusión, la crítica, la persuasión y la educación, y no por métodos coactivos o represivos. A fin de poder dedicarse fructíferamente a la producción y al estudio y vivir en un ambiente de orden, el pueblo quiere que su gobierno y los dirigentes de la producción y de los organismo culturales y educativos dicten apropiadas disposiciones administrativas de carácter obligatorio. Es de sentido común que sin estas disposiciones administrativas resulta imposible mantener el orden social. Las órdenes administrativas y el método de persuasión y educación, empleado para resolver las contradicciones en el seno del pueblo, son dos aspectos que se complementan mutuamente. Las órdenes administrativas dictadas con el fin de mantener el orden social deben ir acompañadas de la persuasión y de la labor educativa, ya que, en muchos casos, no darán resultado por sí solas.
En 1942 concretamos este método democrático de resolver las contradicciones dentro del pueblo en la fórmula «unidad — crítica — unidad». Expresado en forma detallada, significa partir del deseo de unidad, resolver las contradicciones a través de la crítica o lucha y alcanzar así una nueva unidad sobre una nueva base. Según nuestra experiencia, éste es el método correcto para resolver las contradicciones en el seno del pueblo. En 1942 empleamos este método correcto para resolver las contradicciones dentro del Partido Comunista, o sea, las contradicciones entre los dogmáticos y la gran masa de militantes del Partido, entre las ideas del dogmatismo y las del marxismo. En el pasado, los dogmáticos «izquierdistas» empleaban en la lucha interna del Partido el método de «lucha despiadada y golpes implacables». Este método era erróneo. Cuando criticamos el dogmatismo de «izquierda», no aplicamos este viejo método, sino uno nuevo, que consiste en partir del deseo de unidad, distinguir entre lo correcto y lo erróneo a través de la crítica y lucha y alcanzar una nueva unidad sobre una nueva base. Este método se empleó en la campaña de rectificación en 1942. Unos años después, en 1945, cuando el Partido Comunista de China celebró su VII Congreso Nacional, se logró en efecto la unidad de todo el Partido y, como consecuencia de ello, se alcanzó la gran victoria de la revolución popular. En esto es necesario ante todo partir del deseo de unidad. Si subjetivamente no existe este deseo, es inevitable que la lucha conduzca a una confusión difícil de controlar. ¿Acaso no equivaldría esto a la «lucha despiadada y golpes implacables»? ¿Y de qué unidad del Partido podría hablarse? Fundándonos en esta experiencia, dedujimos la fórmula: «unidad —crítica— unidad». O sea, dicho en otros términos, «sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro; tratar la enfermedad para salvar al paciente». Extendimos este método fuera del Partido. Lo aplicamos con grandes éxitos en todas las bases antijaponesas al tratar las relaciones entre la dirección y las masas, entre el ejército y el pueblo, entre los oficiales y los soldados, entre las diversas unidades del ejército, y entre los distintos grupos de cuadros. El uso de este método puede remontarse a tiempos aún anteriores en la historia de nuestro Partido. Desde que creamos en 1927 nuestras fuerzas armadas y bases revolucionarias en el sur, se ha aplicado este método para tratar las relaciones entre el Partido y las masas, entre el ejército y el pueblo, entre los oficiales y los soldados, así como otras relaciones en el seno del pueblo. La única diferencia reside en que, durante la guerra antijaponesa, este método se empleaba de una manera mucho más consciente. Después de la liberación de todo el país, hemos empleado el mismo método de «unidad —crítica— unidad» en nuestras relaciones con los partidos democráticos y con los círculos de industriales y comerciantes. Nuestra tarea actual consiste en seguir difundiendo y aplicando todavía mejor este método entre todo el pueblo; exigimos que todas las fábricas, cooperativas, establecimientos comerciales, centros docentes, organismos del Estado y organizaciones populares, en una palabra, los seiscientos millones de seres de nuestro pueblo, usen este método para resolver sus contradicciones internas.
En circunstancias habituales, las contradicciones en el seno del pueblo no son antagónicas. Sin embargo, si no se tratan como es debido o si se pierde el sentido de la vigilancia y se incurre en negligencias, puede surgir el antagonismo. En un país socialista, tal estado de cosas suele ser un fenómeno parcial y pasajero. Esto se explica porque se ha abolido allí el sistema de explotación del hombre por el hombre y los intereses del pueblo son idénticos en lo fundamental. Las acciones antagónicas que tuvieron lugar en una escala bastante grande durante los acontecimientos de Hungría se debieron a la intervención de los factores contrarrevolucionarios interiores y exteriores. Este fue un fenómeno particular y temporal. Fue un caso en que los reaccionarios dentro de un país socialista, en colusión con los imperialistas, aprovechaban las contradicciones en el seno del pueblo para sembrar discordias y provocar desórdenes e intentaban hacer realidad sus intrigas. Esta enseñanza de los acontecimientos de Hungría merece la atención de todos.
A muchos les parece que el empleo de métodos democráticos para resolver las contradicciones en el seno del pueblo es una cuestión nueva. Mas, en realidad, no es así. Los marxistas siempre han considerado que la causa del proletariado debe apoyarse en las masas populares, y que los comunistas, al trabajar entre el pueblo trabajador, deben emplear el método democrático de persuasión y educación, sin recurrir en ningún caso a actitudes autoritarias y medidas coactivas. El Partido Comunista de China se atiene fielmente a este principio marxista-leninista. Nosotros hemos sostenido siempre que, bajo la dictadura democrática popular, deben usarse dos métodos diferentes —la dictadura y la democracia— para resolver dos tipos de contradicciones distintos por su carácter: las contradicciones entre nosotros y el enemigo, y las existentes en el seno del pueblo. De ello se ha hablado mucho en numerosos documentos anteriores de nuestro Partido y en los discursos de muchos de sus responsables. En Sobre la dictadura democrática popular, que escribí en 1949, decía que «la combinación de estos dos aspectos, democracia para el pueblo y dictadura para los reaccionarios, constituye la dictadura democrática popular», y que, para resolver los problemas en el seno del pueblo, «el método que empleamos al respecto es democrático, o sea, un método de persuasión, y no de coacción». Cuando intervine en la II Sesión del Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino, celebrada en junio de 1950, dije también: «La dictadura democrática popular emplea dos métodos. Con los enemigos se utiliza el método dictatorial, es decir, durante un periodo necesario no se les permite participar en actividades políticas y se les obliga a someterse a la ley del Gobierno Popular, a hacer trabajo físico y a transformase en hombres nuevos mediante dicho trabajo. Por el contrario, con el pueblo no se emplea la coacción, sino métodos democráticos, esto es, hay que ofrecerle la posibilidad de participar en actividades políticas y, en vez de obligarle a hacer esto o aquello, usar los métodos democráticos para educarlo y persuadirlo. Esta educación es la autoeducación en el seno del pueblo, y la crítica y la autocrítica son el método fundamental de autoeducación». Ya hemos hablado muchas veces en el pasado del empleo de métodos democráticos para resolver las contradicciones en el seno del pueblo, y así hemos obrado en lo fundamental en nuestro trabajo; muchos cuadros y gran parte del pueblo lo han comprendido en la práctica. ¿Por qué piensan ahora algunos que se trata de algo nuevo? Porque la lucha entre nosotros y el enemigo, tanto interior como exterior, fue muy intensa en el pasado, y la gente no fijaba su atención tanto como ahora sobre las contradicciones en el seno del pueblo.
Mucha gente no puede distinguir con claridad estos dos tipos de contradicciones diferentes por su carácter —las existentes entre nosotros y el enemigo, y las que hay en el seno del pueblo— y los confunden fácilmente. Debemos reconocer que a veces es fácil confundirlos. Tenemos casos de tal confusión en nuestra labor pasada. En el curso de la liquidación de contrarrevolucionarios, a veces se tomó equivocadamente por malas a personas buenas, y esto ocurre también ahora. El hecho de que hayamos sido capaces de reducir nuestras equivocaciones se debe a que en nuestra política se ha estipulado establecer una clara línea divisoria entre nosotros y el enemigo y subsanar los errores cometidos.
La filosofía marxista sostiene que la ley de la unidad de los contrarios es una ley básica del universo. Esta ley tiene validez universal en la naturaleza, en la sociedad humana y en la mente del hombre. Los contrarios en una contradicción forman una unidad a la vez que luchan entre sí, lo cual impulsa el movimiento y el cambio de las cosas. Contradicciones existen en todas partes, pero su carácter es diferente según sea el carácter de las cosas. En cada cosa concreta, la unidad de los contrarios es condicional, temporal y transitoria, y por eso relativa, mientras que la lucha entre los contrarios es absoluta. Lenin expuso esta ley con gran claridad. En nuestro país es cada vez mayor el número de personas que la comprenden. Para muchos, sin embargo, una cosa es reconocer esta ley y otra aplicarla en el examen y abordamiento de los problemas. Muchos no se atreven a reconocer abiertamente que en el seno de nuestro pueblo existen todavía contradicciones, aunque precisamente son ellas las que impulsan nuestra sociedad hacia adelante. Muchos no reconocen que en la sociedad socialista existen aún contradicciones y, por ello, al toparse con las contradicciones sociales, se amedrentan, vacilan y caen en la pasividad; no comprenden que en el proceso de tratar y resolver incesante y correctamente las contradicciones se consolidarán cada vez más la cohesión y la unidad internas de la sociedad socialista. Surge, por consiguiente, la necesidad de llevar a cabo una labor explicativa entre el pueblo de nuestro país, y ante todo entre los cuadros, a fin de conducirlos a comprender las contradicciones en la sociedad socialista y aprender a tratarlas por métodos correctos.
Las contradicciones en la sociedad socialista son radicalmente distintas de las existentes en las viejas sociedades, como, por ejemplo, en la capitalista. Las contradicciones en la sociedad capitalista se manifiestan en brutales antagonismos y conflictos, en una áspera lucha de clases; no pueden ser zanjadas por el propio sistema capitalista, y sólo pueden resolverse con la revolución socialista. Por el contrario, es distinto lo que ocurre con las contradicciones en la sociedad socialista, las cuales no son antagónicas y pueden ser resueltas una tras otra por el propio sistema socialista.
Las contradicciones fundamentales en la sociedad socialista siguen siendo las existentes entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, entre la superestructura y la base económica. Estas contradicciones, sin embargo, son radicalmente distintas por su carácter y circunstancias de las existentes en las viejas sociedades entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y entre la superestructura y la base económica. El presente sistema social de nuestro país es muy superior al de antaño. Si no fuera así, el viejo sistema no hubiera sido derrocado y no hubiera podido instituirse el nuevo. Cuando se dice que las relaciones de producción socialistas son más apropiadas que las relaciones de producción de la vieja época para el desarrollo de las fuerzas productivas, se quiere decir que las primeras permiten a las fuerzas productivas desarrollarse a un ritmo sin precedente en la vieja sociedad, gracias a lo cual, la producción puede ampliarse de continuo y las siempre crecientes necesidades del pueblo pueden irse satisfaciendo de manera gradual. En la vieja China sometida a la dominación del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático, las fuerzas productivas tuvieron un desarrollo extremadamente lento. Durante más de medio siglo antes de la liberación del país, la producción anual de acero de toda China, a excepción del nordeste, no pasaba de unas decenas de miles de toneladas. Incluido el nordeste, la producción máxima anual de acero alcanzó sólo un poco más de 900.000 toneladas. En 1949, la producción de acero en todo el país fue sólo de poco más de 100.000 toneladas, pero ahora, sólo siete años después de la liberación del país, la producción de acero ya alcanza cuatro millones y varios cientos de miles de toneladas. Hoy han sido creadas la industria de maquinarias, casi inexistente en la vieja China, y la de fabricación de automóviles y aviones que antes no existía en absoluto. ¿Hacia dónde debía marchar China una vez que el pueblo derrocó la dominación del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático? ¿Hacia el capitalismo o hacia el socialismo? Mucha gente no tuvo una idea clara de esta cuestión. Los hechos han dado la respuesta: sólo el socialismo puede salvar a China. El sistema socialista ha promovido el impetuoso desarrollo de nuestras fuerzas productivas, lo cual se ven obligados a reconocer incluso nuestros enemigos del exterior.
Pero nuestro sistema socialista acaba de instaurarse; aún no está cabalmente establecido ni consolidado por completo. En las empresas industriales y comerciales de tipo mixto, estatal-privado, los capitalistas reciben todavía un dividendo fijo, es decir, aún existe explotación. En cuanto a la propiedad se refiere, las empresas de este tipo aún no tienen un carácter completamente socialista. Una parte de las cooperativas de producción agrícola y de las cooperativas de producción artesanal siguen siendo de carácter semisocialistas. En las cooperativas enteramente socialistas, quedan por resolver algunos problemas particulares acerca de la propiedad. En las distintas ramas de la economía, las relaciones entre la producción y el intercambio se van estableciendo de modo gradual, en consonancia con los principios socialistas, y van buscando poco a poco formas relativamente adecuadas. Dentro de cada uno de los dos sectores de la economía socialista —el basado en la propiedad de todo el pueblo y el basado en la propiedad colectiva— entre los mismos dos sectores, la proporción entre la acumulación y el consumo constituye un problema complicado, al cual no es fácil encontrar de una vez una solución completamente racional. En resumidas cuentas, ya se han creado las relaciones de producción socialistas y están en consonancia con el desarrollo de las fuerzas productivas; pero, al mismo tiempo, están lejos de ser perfectas, y esta imperfección se halla en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas. Además de la consonancia y a la vez la contradicción entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, existen asimismo consonancia y contradicción entre la superestructura y la base económica. La superestructura —el sistema estatal y las leyes de la dictadura democrática popular, así como la ideología socialista guiada por el marxismo-leninismo— desempeña un papel positivo y de empuje para la victoria de la transformación socialista y el establecimiento de la organización socialista del trabajo en nuestro país; está en consonancia con la base económica socialista, es decir, con las relaciones de producción socialistas. Pero la supervivencia de la ideología burguesa, cierta formas burocráticas de operar en nuestros organismos estatales y las deficiencias en algunos eslabones del sistema estatal están en contradicción a su vez con la base económica socialista. En adelante, debemos seguir solucionando estas contradicciones de acuerdo con las circunstancias concretas. Naturalmente, una vez resueltas estas contradicciones, surgirán nuevos problemas. Y las nuevas contradicciones exigirán también solución. Por ejemplo, se necesita un constante proceso de reajuste mediante los planes del Estado para tratar las contradicciones entre la producción social y las necesidades sociales, que existirán objetivamente durante un largo periodo. Nuestro país elabora cada año un plan económico y establece la proporción adecuada entre la acumulación y el consumo, a fin de lograr el equilibrio entre la producción y las necesidades. Lo que llamamos equilibrio es la unidad temporal y relativa de los contrarios. Un año después, este equilibrio, tomado en su conjunto, es roto por la lucha de los contrarios, la unidad obtenida sufre un cambio, el equilibrio se convierte en desequilibrio, la unidad deja de serlo, y una vez más se hace necesario conseguir el equilibrio y la unidad para el año siguiente. En esto reside la superioridad de nuestra economía planificada. En realidad, este equilibrio y esta unidad se rompen parcialmente cada mes y cada trimestre, y se necesita hacer reajustes parciales. A veces, debido a que las disposiciones subjetivas no corresponden a la realidad objetiva, aparecen contradicciones y se rompe el equilibrio. Esto es lo que llamamos cometer un error. Las contradicciones surgen de continuo y se resuelven también continuamente: he aquí la ley dialéctica del desarrollo de las cosas.
La situación actual es la siguiente: la tempestuosa y amplia lucha de clases de las masas característica de los periodos revolucionarios ha terminado en lo fundamental, pero la lucha de clases no ha cesado por completo. Mientras dan la bienvenida al nuevo sistema, las grandes masas populares aún no están muy acostumbradas a él. Los trabajadores estatales no tienen suficiente experiencia, y deben seguir examinando y explorando en lo tocante al problema de las medidas políticas concretas. En otras palabras, se necesita un proceso para que nuestro sistema socialista continúe estableciéndose y se consolide, para que las masas se acostumbren al nuevo sistema y para que los trabajadores estatales estudien y adquieran experiencia. En este momento es, pues, imperativo que planteemos la cuestión de diferenciar las contradicciones en el seno del pueblo de las existentes entre nosotros y el enemigo, así como el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, con el objeto de cohesionar al pueblo de todas las nacionalidades de nuestro país para emprender una nueva batalla, la batalla contra la naturaleza, desarrollar nuestra economía y nuestra cultura, a fin de que todo el pueblo atraviese de manera relativamente feliz el actual periodo de transición y a fin de consolidar nuestro nuevo sistema y construir nuestro nuevo Estado.

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