Las con­tra­dic­cio­nes en el seno del pueblo

[wpdm_​package id=“115799” template=“5c51ba687615d”]

En 1956, se registraron en algunos lugares huelgas de un insignificante número de obreros y estudiantes. La causa inmediata de estos disturbios fue el hecho de no haberse resuelto favorablemente algunas demandas de beneficios materiales, de las cuales algunas deben y pueden ser concedidas mientras otras son inadecuadas o excesivas, por lo cual, de momento, no pueden atenderse. Pero la causa más importante de los desórdenes fue el burocratismo de los que ocupaban puestos dirigentes. La responsabilidad de estos errores burocráticos debe imputarse, en algunos casos, a las autoridades superiores, y no puede culparse tan sólo a los niveles inferiores. Otra causa de los disturbios reside en la insuficiente educación ideológica y política dada a los obreros y a los estudiantes. Durante el mismo año, un pequeño número de miembros de cooperativas agrícolas produjeron desórdenes, motivados principalmente también por el burocratismo de la dirección y por la insuficiencia de educación dada a las masas.
Se debe admitir que, con la mayor frecuencia, algunos se inclinan a preocuparse de los intereses inmediatos, parciales y personales y no comprenden o comprenden insuficientemente los intereses a largo plazo, nacionales y colectivos. Una buena parte de la juventud, por falta de experiencia política y vida social, no sabe comparar la Nueva China con la vieja; no le resulta fácil comprender a fondo ni las incontables penalidades que nuestro pueblo ha experimentado en su lucha para liberarse de la opresión del imperialismo y de la reacción kuomintanista, ni el largo periodo de arduo trabajo necesario para construir una bella sociedad socialista. He aquí por qué debemos realizar constantemente una educación política viva y eficaz entre las masas, decirles siempre la verdad sobre las dificultades que surjan y estudiar con ellas la manera de resolverlas.
No aprobamos los desórdenes, ya que las contradicciones en el seno del pueblo pueden ser resueltas por el método de «unidad ―crítica― unidad»; además, los desórdenes siempre causan ciertas pérdidas y son perjudiciales para el avance de la causa socialista. Estamos convencidos de que las amplias masas populares de nuestro país están por el socialismo, obedecen conscientemente la disciplina y son razonables y no crearán desórdenes sin motivo. Pero en modo alguno esto significa que en nuestro país está excluida la posibilidad de que se produzcan desórdenes. Sobre este asunto, debemos prestar atención a lo siguiente: 1) Para eliminar radicalmente las causas del surgimiento de desórdenes, debemos extirpar resueltamente el burocratismo, intensificar en grado considerable la educación ideológica y política, y tratar de manera adecuada todas las contradicciones. Hecho esto, en general, no habrá más desórdenes. 2) Si surgen desórdenes a consecuencia de nuestro mal trabajo, habrá que conducir al camino acertado a quienes participen en ellos, y aprovechar los desórdenes como un medio especial para mejorar nuestra labor, educar a los cuadros y a las masas, así como para resolver las cuestiones que habían quedado sin solucionar en el pasado. Al tratar los desórdenes debemos realizar un trabajo minucioso, sin emplear métodos simplistas, y no declarar la cuestión zanjada antes de que haya sido efectivamente resuelta. No debemos precipitadamente expulsar de su trabajo a los cabecillas de los desórdenes, salvo aquellos que hayan infringido el código penal o que sean contrarrevolucionarios activos, los cuales deben ser castigados con arreglo a la ley. En un país tan grande como el nuestro, no es alarmante que un minúsculo número de personas provoque disturbios; al contrario, eso puede ayudarnos a superar el burocratismo.
En nuestra sociedad hay también un insignificante número de personas que no se preocupan de los intereses públicos, no escuchan razones, cometen crímenes y violan la ley. Puede que utilicen y tergiversen nuestras políticas y presenten malintencionadamente reivindicaciones irracionales, a fin de instigar a las masas, o que, con aviesa intención, difundan rumores, provoquen disturbios y desbaraten el orden normal de la sociedad. De ningún modo aprobamos la tolerancia con las gentes de esta calaña; por el contrario, hay que tomar con ellas las medidas punitivas que dicta la ley. Las grandes masas de la sociedad exigen el castigo de esta clase de gentes; el no castigarlas se contrapondrá al deseo de las masas.

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *