¿Por qué plan­tea­mos la cues­tión de la estra­te­gia de la gue­rra de guerrillas?

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El quinto problema estratégico de la guerra de guerrillas contra Japón es su transformación en guerra de movimientos, proceso que es necesario y posible debido igualmente al carácter prolongado y encarnizado de la guerra. Tal transformación sería innecesaria si China pudiese derrotar rápidamente a los invasores japoneses y recobrar pronto el territorio perdido, y si, en consecuencia, la guerra no fuese ni prolongada ni encarnizada. Pero como, por el contrario, la guerra es prolongada y encarnizada, la guerra de guerrillas no podrá adaptarse a una guerra como esta a menos que se transforme en una guerra de movimientos. Dada la larga duración y el encarnizamiento de la guerra, las guerrillas podrán adquirir el temple necesario y convertirse gradualmente en fuerzas regulares, y, como consecuencia, sus formas de combate se aproximarán poco a poco a las de las tropas regulares y la guerra de guerrillas se transformará así en guerra de movimientos. Los mandos de la guerra de guerrillas deben comprender claramente la necesidad y posibilidad de esta transformación; sólo de esta manera podrán persistir en la orientación de transformar la guerra de guerrillas en guerra de movimientos y llevarla a cabo en forma planificada.
En muchos lugares, como en las montañas Wutai, la actual guerra de guerrillas debe su crecimiento a los poderosos destacamentos enviados allí por las tropas regulares. Las operaciones en esos lugares, aunque por lo general de carácter guerrillero, contienen elementos de guerra de movimientos desde su mismo comienzo. Estos elementos aumentarán gradualmente a medida que se prolongue la guerra. En esto reside la ventaja de la actual guerra de guerrillas contra Japón, ventaja que permite no sólo su rápida expansión, sino también su rápido desarrollo hacia un nivel superior; por lo tanto, la presente guerra de guerrillas se hace en condiciones mucho más favorables que las que ha conocido la guerra de guerrillas en las tres provincias del nordeste.
Para transformar las unidades guerrilleras que hacen la guerra de guerrillas en fuerzas regulares que realicen una guerra de movimientos, se requieren dos condiciones: el aumento del número y la elevación de la calidad. Además de movilizar directamente al pueblo para que se incorpore a las fuerzas armadas, el aumento del número puede alcanzarse fusionando unidades pequeñas, en tanto que la elevación de la calidad depende del temple de los combatientes y del mejoramiento de su armamento en el curso de la guerra.
Al fusionar pequeñas unidades debemos guardarnos, por una parte, del localismo, que toma en cuenta exclusivamente los intereses locales e impide la centralización y, por la otra, de la concepción puramente militar, que deja de lado los intereses locales.
El localismo existe en las guerrillas y gobiernos locales. Los partidarios de esta tendencia suelen preocuparse sólo de los intereses locales y olvidan los generales, o prefieren actuar por su cuenta y no se adaptan a la acción en grandes unidades. Los dirigentes de las principales unidades guerrilleras o de los cuerpos guerrilleros deben tener presente esto y adoptar el método de fusión gradual y parcial, dejando a las autoridades locales un número de fuerzas que les permitan seguir extendiendo su guerra de guerrillas; deben hacer que las unidades locales participen en operaciones conjuntas y efectuar luego la fusión sin romper su propia estructura orgánica ni desplazar a sus cuadros, de modo que las unidades pequeñas puedan fundirse en las grandes.
En oposición al localismo, la concepción puramente militar es el punto de vista erróneo sostenido dentro de las fuerzas principales por aquellos que sólo tratan de aumentar sus propias tropas, sin preocuparse de ayudar a las fuerzas armadas locales. Esta gente no comprende que la transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos no significa el abandono de la primera, sino la formación gradual, en el curso del amplio desarrollo de la guerra de guerrillas, de una fuerza principal capaz de realizar la guerra de movimientos, fuerza en torno a la cual deberán existir, como antes, numerosas unidades guerrilleras que realicen amplias operaciones de guerrillas. Estas numerosas unidades guerrilleras constituyen las poderosas alas de la fuerza principal y sirven de reserva inagotable para su continuo crecimiento. Por lo tanto, si algún mando de la fuerza principal, guiado por la concepción puramente militar, llega a cometer el error de descuidar los intereses de la población y del gobierno locales, debe corregirlo para que así el engrosamiento de esa fuerza y el crecimiento de las fuerzas armadas locales reciban, uno y otro, la atención que les corresponde.
Para elevar la calidad de las guerrillas es preciso elevar su nivel político y organizativo, así como mejorar su equipo, su técnica militar y su táctica y reforzar su disciplina, de modo que gradualmente se formen según el modelo de las tropas regulares y se libren de sus hábitos guerrilleros. Políticamente, hay que hacer comprender a los mandos y combatientes la necesidad de elevar las guerrillas al nivel de las fuerzas regulares, estimularlos a que se esfuercen por alcanzar esa meta, y garantizar su logro por medio del trabajo político. En el terreno de la organización, es necesario cumplir progresivamente todas las exigencias de una agrupación regular en los siguientes aspectos: organismos militares y políticos, personal militar y político, métodos de trabajo militar y político, y sistema regular de aprovisionamiento, de servicios médicos, etc. En materia de equipo, es preciso obtener un armamento más variado y mejor y aumentar el suministro de los aparatos de comunicación indispensables. En cuanto a la técnica militar y la táctica, es necesario elevar las unidades guerrilleras al nivel que exige una agrupación regular. En lo que atañe a la disciplina, hay que elevar su nivel hasta tal punto que se observen normas uniformes y que todas las órdenes sean estrictamente ejecutadas, debiendo eliminar todo relajamiento e indisciplina. El cumplimiento de estas tareas exige un esfuerzo prolongado, y no se puede alcanzar de la noche a la mañana; pero esta es la dirección en que debemos avanzar. Solamente así puede formarse una agrupación regular en cada base de apoyo de la guerra de guerrillas, solamente así puede surgir la guerra de movimientos, que permitirá golpear con más eficacia al enemigo. Es relativamente fácil conseguir esta meta en lugares donde existen destacamentos o cuadros enviados por las fuerzas regulares. Por consiguiente, todas las fuerzas regulares tienen el deber de ayudar a las guerrillas a convertirse en unidades regulares.

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