Pro­ble­mas estra­té­gi­cos de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria en China

Las leyes de la gue­rra se desarrollan

Las leyes de la gue­rra cons­ti­tu­yen un pro­ble­ma que debe estu­diar y resol­ver quien­quie­ra que diri­ja una guerra.

Las leyes de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria cons­ti­tu­yen un pro­ble­ma que debe estu­diar y resol­ver quien­quie­ra que diri­ja una gue­rra revolucionaria.

Las leyes de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de Chi­na cons­ti­tu­yen un pro­ble­ma que debe estu­diar y resol­ver quien­quie­ra que diri­ja la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de China.

Esta­mos hacien­do una gue­rra. Nues­tra gue­rra es una gue­rra revo­lu­cio­na­ria, y ésta se desa­rro­lla en Chi­na, país semi­co­lo­nial y semi­feu­dal. Por lo tan­to, debe­mos estu­diar no sólo las leyes gene­ra­les de la gue­rra, sino tam­bién las leyes espe­cí­fi­cas de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria y las leyes aún más espe­cí­fi­cas de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de Chi­na. Es bien sabi­do que, al hacer una cosa, cual­quie­ra que sea, a menos que se com­pren­dan sus cir­cuns­tan­cias reales, su natu­ra­le­za y sus rela­cio­nes con otras cosas, no se cono­ce­rán las leyes que la rigen, ni se sabrá cómo hacer­la, ni se podrá lle­var­la a feliz término.

La gue­rra, que ha exis­ti­do des­de la apa­ri­ción de la pro­pie­dad pri­va­da y las cla­ses, es la for­ma más alta de lucha para resol­ver las con­tra­dic­cio­nes entre cla­ses, nacio­nes, Esta­dos o gru­pos polí­ti­cos, cuan­do estas con­tra­dic­cio­nes han lle­ga­do a una deter­mi­na­da eta­pa de su desa­rro­llo. Si no se com­pren­den las cir­cuns­tan­cias reales de la gue­rra, su natu­ra­le­za y sus rela­cio­nes con otros fenó­me­nos, no se cono­ce­rán sus leyes, ni se sabrá cómo diri­gir­la, ni se podrá triunfar.

La gue­rra revo­lu­cio­na­ria, ya sea una gue­rra revo­lu­cio­na­ria de cla­ses o una gue­rra nacio­nal revo­lu­cio­na­ria, ade­más de las cir­cuns­tan­cias y natu­ra­le­za inhe­ren­tes a la gue­rra en gene­ral, tie­ne sus cir­cuns­tan­cias y natu­ra­le­za espe­cí­fi­cas. Por lo tan­to, apar­te de las leyes gene­ra­les de la gue­rra, tie­ne sus leyes espe­cí­fi­cas. Si no se com­pren­den estas cir­cuns­tan­cias y natu­ra­le­za espe­cí­fi­cas, si no se com­pren­den estas leyes espe­cí­fi­cas, es impo­si­ble diri­gir una gue­rra revo­lu­cio­na­ria y lograr la vic­to­ria en ella.

La gue­rra revo­lu­cio­na­ria de Chi­na, ya sea una gue­rra civil o una gue­rra nacio­nal, se desa­rro­lla en las cir­cuns­tan­cias pro­pias de Chi­na, y tie­ne sus cir­cuns­tan­cias y natu­ra­le­za espe­cí­fi­cas, que la dis­tin­guen tan­to de la gue­rra en gene­ral como de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria en gene­ral. Por lo tan­to, ade­más de las leyes de la gue­rra en gene­ral y de las leyes de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria en gene­ral, tie­ne sus leyes espe­cí­fi­cas. Si no se com­pren­de todo esto, es impo­si­ble con­quis­tar la vic­to­ria en la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de China.

Por con­si­guien­te, debe­mos estu­diar las leyes de la gue­rra en gene­ral, estu­diar tam­bién las de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria y estu­diar, final­men­te, las de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de China.

Cier­tas per­so­nas sos­tie­nen un pun­to de vis­ta erró­neo, que ya refu­ta­mos hace tiem­po. Afir­man que sólo es nece­sa­rio estu­diar las leyes de la gue­rra en gene­ral, o dicho más con­cre­ta­men­te, que bas­ta sólo con seguir los manua­les mili­ta­res publi­ca­dos por el gobierno reac­cio­na­rio chino o por las escue­las mili­ta­res reac­cio­na­rias de Chi­na. No ven que esos manua­les expo­nen úni­ca­men­te las leyes de la gue­rra en gene­ral y, ade­más, son copia­dos ente­ra­men­te del extran­je­ro. Si los copia­mos y apli­ca­mos al pie de la letra, sin el menor cam­bio de for­ma ni de con­te­ni­do, sere­mos como quien «se recor­ta los pies para que le que­pan en los zapa­tos» y sufri­re­mos derro­tas. Argu­men­tan: ¿Por qué no han de ser­vir­nos los cono­ci­mien­tos adqui­ri­dos en el pasa­do a cos­ta de san­gre? No com­pren­den que, si bien debe­mos apre­ciar la expe­rien­cia adqui­ri­da en el pasa­do a cos­ta de san­gre, debe­mos tam­bién apre­ciar la expe­rien­cia que hemos paga­do con nues­tra pro­pia sangre.

Otras per­so­nas sos­tie­nen un pun­to de vis­ta igual­men­te erró­neo, que tam­bién refu­ta­mos hace tiem­po. Dicen que sólo es nece­sa­rio estu­diar la expe­rien­cia de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de Rusia, o dicho más con­cre­ta­men­te, que bas­ta sólo con seguir las leyes que rigie­ron la direc­ción de la gue­rra civil de la Unión Sovié­ti­ca y los manua­les mili­ta­res publi­ca­dos por las ins­ti­tu­cio­nes mili­ta­res sovié­ti­cas. No se dan cuen­ta de que esas leyes y manua­les refle­jan las carac­te­rís­ti­cas par­ti­cu­la­res de la gue­rra civil y del Ejér­ci­to Rojo de la Unión Sovié­ti­ca. Si los copia­mos y apli­ca­mos al pie de la letra, sin hacer nin­gún cam­bio, tam­bién sere­mos como quien «se recor­ta los pies para que le que­pan en los zapa­tos» y sufri­re­mos derro­tas. Estas per­so­nas razo­nan así: Si nues­tra gue­rra es una gue­rra revo­lu­cio­na­ria, como la de la Unión Sovié­ti­ca, y si ésta ha triun­fa­do, ¿qué alter­na­ti­va cabe sino seguir en todo su ejem­plo? No saben que, si bien debe­mos tener en espe­cial esti­ma la expe­rien­cia de la gue­rra de la Unión Sovié­ti­ca, por­que es una expe­rien­cia de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de la épo­ca con­tem­po­rá­nea, expe­rien­cia adqui­ri­da bajo la direc­ción de Lenin y Sta­lin, igual­men­te debe­mos apre­ciar la expe­rien­cia de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de Chi­na, pues la revo­lu­ción chi­na y el Ejér­ci­to Rojo de Chi­na tie­nen muchas con­di­cio­nes particulares.

Hay tam­bién per­so­nas que sos­tie­nen otro pun­to de vis­ta no menos erró­neo, que hace tiem­po igual­men­te refu­ta­mos. Dicen que la expe­rien­cia de la Expe­di­ción al nor­te de 1926 – 1927 es la más valio­sa y que debe­mos apren­der de ella, o dicho más con­cre­ta­men­te, debe­mos imi­tar a la Expe­di­ción al nor­te en su avan­ce impe­tuo­so y en la con­quis­ta de las gran­des ciu­da­des. No com­pren­den que, si bien debe­mos estu­diar la expe­rien­cia de la Expe­di­ción al nor­te, no debe­mos copiar­la ni apli­car­la en for­ma mecá­ni­ca, dado que nues­tra gue­rra actual se lle­va aca­bo en con­di­cio­nes dife­ren­tes. Debe­mos tomar de la expe­rien­cia de la Expe­di­ción al nor­te sólo lo que aún es apli­ca­ble hoy y, a la luz de las con­di­cio­nes actua­les, ela­bo­rar algo que sea nuestro.

Así, las leyes de la direc­ción de la gue­rra cam­bian en fun­ción de las con­di­cio­nes de la gue­rra, o sea, tiem­po, lugar y carác­ter de la mis­ma. En cuan­to al fac­tor tiem­po, tan­to la gue­rra como las leyes de su direc­ción se desa­rro­llan. Cada eta­pa his­tó­ri­ca tie­ne sus carac­te­rís­ti­cas, y, por lo tan­to, las leyes de la gue­rra en cada eta­pa his­tó­ri­ca tie­nen las suyas y no pue­den ser tras­la­da­das mecá­ni­ca­men­te de una eta­pa a otra. Des­de el pun­to de vis­ta del carác­ter de la gue­rra, ya que la gue­rra revo­lu­cio­na­ria y la con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria tie­nen sus res­pec­ti­vas carac­te­rís­ti­cas, tam­bién las tie­nen sus leyes, las que no pue­den tras­la­dar­se mecá­ni­ca­men­te de una gue­rra a la otra. Des­de el pun­to de vis­ta del lugar, como cada país o nación, y en espe­cial un país o nación gran­de, tie­ne sus pro­pias carac­te­rís­ti­cas, las leyes de la gue­rra en cada país o nación tam­bién tie­nen sus par­ti­cu­la­ri­da­des y tam­po­co pue­den tras­la­dar­se mecá­ni­ca­men­te de uno a otro. Al estu­diar las leyes de la direc­ción de las gue­rras que se pro­du­cen en dife­ren­tes eta­pas his­tó­ri­cas, que son de dife­ren­te carác­ter y que se sos­tie­nen en dife­ren­tes luga­res y por dife­ren­tes nacio­nes, debe­mos con­cen­trar nues­tra aten­ción en sus carac­te­rís­ti­cas y en su desa­rro­llo y opo­ner­nos a todo enfo­que mecá­ni­co del pro­ble­ma de la guerra.

Y esto no es todo. Para un coman­dan­te, es signo de pro­gre­so y desa­rro­llo el pasar de ser capaz de diri­gir ini­cial­men­te sólo una peque­ña agru­pa­ción a ser capaz de diri­gir una gran­de. Es tam­bién dife­ren­te ope­rar en una sola loca­li­dad que hacer­lo en muchas loca­li­da­des. Para un coman­dan­te, es igual­men­te signo de pro­gre­so y desa­rro­llo el pasar de ser capaz de ope­rar ini­cial­men­te en una sola loca­li­dad que cono­ce bien, a ser capaz de ope­rar en muchas loca­li­da­des. En vir­tud del desa­rro­llo téc­ni­co, tác­ti­co y estra­té­gi­co tan­to del enemi­go como nues­tro, las con­di­cio­nes en dis­tin­tas eta­pas de una mis­ma gue­rra tam­bién son dife­ren­tes. Sig­ni­fi­ca­rá un pro­gre­so y desa­rro­llo aún mayo­res el que un coman­dan­te capaz de ejer­cer el man­do en la eta­pa infe­rior de una gue­rra, mues­tre capa­ci­dad para ejer­cer­lo tam­bién en su eta­pa supe­rior. Si un jefe no pasa de ser capaz de diri­gir sólo una deter­mi­na­da agru­pa­ción, en una deter­mi­na­da loca­li­dad y en una deter­mi­na­da eta­pa de desa­rro­llo de una gue­rra, eso mues­tra que no ha hecho nin­gún pro­gre­so ni alcan­za­do nin­gún desa­rro­llo. Hay per­so­nas que, satis­fe­chas con una sola habi­li­dad y una visión estre­cha, jamás hacen pro­gre­so alguno. Tales per­so­nas, aun­que pue­den desem­pe­ñar algún papel en la revo­lu­ción en un lugar y momen­to dados, no pue­den desem­pe­ñar un gran papel. Nece­si­ta­mos jefes mili­ta­res que pue­dan desem­pe­ñar un papel impor­tan­te. Todas las leyes de la direc­ción de la gue­rra se desa­rro­llan a medi­da que se desa­rro­llan la his­to­ria y la gue­rra mis­ma. Nada es inmutable.

El obje­ti­vo de la gue­rra es eli­mi­nar la guerra

La gue­rra, ese mons­truo de matan­za entre los hom­bres, será final­men­te eli­mi­na­da por el pro­gre­so de la socie­dad huma­na, y lo será en un futu­ro no lejano. Pero sólo hay un medio para eli­mi­nar­la: opo­ner la gue­rra a la gue­rra, opo­ner la gue­rra revo­lu­cio­na­ria a la gue­rra con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria, opo­ner la gue­rra revo­lu­cio­na­ria nacio­nal a la gue­rra con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria nacio­nal y opo­ner la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de cla­se a la gue­rra con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria de cla­se. La his­to­ria cono­ce sólo dos tipos de gue­rras: las jus­tas y las injus­tas. Apo­ya­mos las gue­rras jus­tas y nos opo­ne­mos a las injus­tas. Todas las gue­rras con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias son injus­tas; todas las gue­rras revo­lu­cio­na­rias son jus­tas. Con nues­tras pro­pias manos pon­dre­mos fin a la épo­ca de las gue­rras en la his­to­ria de la huma­ni­dad, y la gue­rra que aho­ra hace­mos es indu­da­ble­men­te par­te de la gue­rra final. Pero la gue­rra que enfren­ta­mos es al mis­mo tiem­po, sin duda algu­na, par­te de la más gran­de y más cruel de todas las gue­rras. Se cier­ne sobre noso­tros la más gran­de y más cruel de todas las gue­rras injus­tas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias. Si no levan­ta­mos la ban­de­ra de la gue­rra jus­ta, la gran mayo­ría de la huma­ni­dad será devas­ta­da. La ban­de­ra de la gue­rra jus­ta de la huma­ni­dad es la ban­de­ra de la sal­va­ción de la huma­ni­dad. La ban­de­ra de la gue­rra jus­ta de Chi­na es la ban­de­ra de la sal­va­ción de Chi­na. Una gue­rra sos­te­ni­da por la gran mayo­ría de la huma­ni­dad y del pue­blo chino es indis­cu­ti­ble­men­te una gue­rra jus­ta, es la empre­sa más subli­me y glo­rio­sa para sal­var a la huma­ni­dad y a Chi­na, y un puen­te que con­du­ce a una nue­va era en la his­to­ria mun­dial. Cuan­do la socie­dad huma­na pro­gre­se has­ta lle­gar a la extin­ción de las cla­ses y del Esta­do, ya no habrá gue­rras, ni con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias ni revo­lu­cio­na­rias, ni injus­tas ni jus­tas. Esa será la era de la paz per­pe­tua para la huma­ni­dad. Al estu­diar las leyes de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria, par­ti­mos de la aspi­ra­ción de eli­mi­nar todas las gue­rras. Esta es la línea divi­so­ria entre noso­tros, los comu­nis­tas, y todas las cla­ses explotadoras.

La estra­te­gia estu­dia las leyes que rigen la situa­ción de gue­rra en su conjunto

Don­de­quie­ra que haya gue­rra, exis­te una situa­ción de gue­rra en su con­jun­to. Una situa­ción de gue­rra en su con­jun­to pue­de abar­car el mun­do ente­ro, un país, una zona gue­rri­lle­ra inde­pen­dien­te o un impor­tan­te fren­te de ope­ra­cio­nes inde­pen­dien­te. Toda situa­ción de gue­rra de carác­ter tal que requie­ra una con­si­de­ra­ción glo­bal de sus aspec­tos y eta­pas, es una situa­ción de gue­rra en su conjunto.

Estu­diar las leyes de la direc­ción de la gue­rra que rigen una situa­ción de gue­rra en su con­jun­to, es tarea de la estra­te­gia. Estu­diar las leyes de la direc­ción de la gue­rra que rigen una situa­ción par­cial de gue­rra, es tarea de la cien­cia de las cam­pa­ñas y de la tác­ti­ca1.

¿Por qué es nece­sa­rio que el coman­dan­te de una cam­pa­ña mili­tar o de una ope­ra­ción tác­ti­ca com­pren­da en cier­to gra­do las leyes de la estra­te­gia? Por­que la com­pren­sión del con­jun­to le faci­li­ta el mane­jo de la par­te, y por­que la par­te está subor­di­na­da al con­jun­to. La idea de que la vic­to­ria estra­té­gi­ca está deter­mi­na­da por los éxi­tos tác­ti­cos es erró­nea, por­que pasa por alto el hecho de que la vic­to­ria o la derro­ta de una gue­rra depen­den, prin­ci­pal­men­te y antes que nada, de si se toman ade­cua­da­men­te en cuen­ta la situa­ción en su con­jun­to y cada una de las eta­pas de la gue­rra. Si se come­ten fal­tas o erro­res gra­ves a este res­pec­to, la gue­rra se per­de­rá inevi­ta­ble­men­te. En aje­drez, «un movi­mien­to impru­den­te hace per­der la par­ti­da»: esto se refie­re a un movi­mien­to que afec­ta al todo, es decir, a un movi­mien­to que tie­ne impor­tan­cia deci­si­va para el todo, y no a un movi­mien­to de carác­ter par­cial, no deci­si­vo para el todo. Así es en aje­drez, así es tam­bién en la guerra.

Pero el todo no pue­de exis­tir ais­la­da e inde­pen­dien­te­men­te de sus par­tes, ya que está com­pues­to de todas ellas. A veces la des­truc­ción o derro­ta de cier­tas par­tes no aca­rrea serias con­se­cuen­cias al todo, por­que esas par­tes no tie­nen impor­tan­cia deci­si­va para él. Algu­nas derro­tas o fra­ca­sos en las ope­ra­cio­nes tác­ti­cas o en las cam­pa­ñas a menu­do no con­du­cen al dete­rio­ro de la situa­ción de gue­rra en su con­jun­to, por­que estas derro­tas no son de impor­tan­cia deci­si­va. Pero la pér­di­da de la mayo­ría de las cam­pa­ñas que cons­ti­tu­yen la situa­ción de gue­rra en su con­jun­to, o de una o dos cam­pa­ñas deci­si­vas, cam­bia inme­dia­ta­men­te toda la situa­ción. Aquí «la mayo­ría de las cam­pa­ñas» o «una o dos cam­pa­ñas» son deci­si­vas. En la his­to­ria de las gue­rras, ha habi­do casos en que des­pués de una serie de vic­to­rias, una sola derro­ta redu­jo a la nada todos los éxi­tos logra­dos; ha habi­do tam­bién casos en que des­pués de nume­ro­sas derro­tas, una sola vic­to­ria pro­du­jo una nue­va situa­ción. Aquí la «serie de vic­to­rias» y las «nume­ro­sas derro­tas» eran de carác­ter par­cial y no deci­si­vas para la situa­ción en su con­jun­to, en tan­to que la «sola derro­ta» y la «sola vic­to­ria» fue­ron fac­to­res deci­si­vos. Todo esto expli­ca la impor­tan­cia que tie­ne el tomar en cuen­ta la situa­ción en su con­jun­to. Para quien tie­ne el man­do gene­ral, lo más impor­tan­te es con­cen­trar su aten­ción en la situa­ción de gue­rra en su con­jun­to. Lo prin­ci­pal es con­si­de­rar, a la luz de las cir­cuns­tan­cias, los pro­ble­mas de la for­ma­ción de uni­da­des y de agru­pa­cio­nes de tro­pas, así como de las rela­cio­nes entre dos cam­pa­ñas, entre las dis­tin­tas eta­pas de ope­ra­cio­nes y entre el con­jun­to de nues­tras acti­vi­da­des y el de las acti­vi­da­des enemi­gas. Todos estos pro­ble­mas requie­ren sus mayo­res esfuer­zos; si los aban­do­na y se pier­de en pro­ble­mas secun­da­rios, difí­cil­men­te podrá evi­tar reveses.

La rela­ción entre el todo y la par­te se refie­re no sólo a la rela­ción entre la estra­te­gia y la cam­pa­ña mili­tar, sino tam­bién a la rela­ción que hay entre la cam­pa­ña mili­tar y la tác­ti­ca. La rela­ción entre las ope­ra­cio­nes de una divi­sión y las de sus regi­mien­tos y bata­llo­nes, y la rela­ción entre las ope­ra­cio­nes de una com­pa­ñía y las de sus pelo­to­nes y escua­dras son ejem­plos con­cre­tos. El jefe mili­tar, a cual­quier nivel, debe con­cen­trar su aten­ción en los pro­ble­mas o accio­nes más impor­tan­tes y deci­si­vas para toda la situa­ción que está bajo su direc­ción, y no en otros pro­ble­mas o acciones.

Para deter­mi­nar qué es impor­tan­te y deci­si­vo, no hay que par­tir de con­di­cio­nes gene­ra­les o abs­trac­tas, sino de con­di­cio­nes con­cre­tas. En una ope­ra­ción mili­tar, la direc­ción y el pun­to de asal­to deben ele­gir­se con arre­glo a la situa­ción real del enemi­go, al terreno y a la fuer­za de nues­tras tro­pas en el momen­to dado. Don­de el avi­tua­lla­mien­to es abun­dan­te, hay que cui­dar de que los sol­da­dos no coman dema­sia­do; pero don­de es insu­fi­cien­te, hay que cui­dar de que no pasen ham­bre. En las zonas blan­cas, la fil­tra­ción de una sola infor­ma­ción pue­de oca­sio­nar la derro­ta en un com­ba­te pos­te­rior, mien­tras que en las zonas rojas, tal fil­tra­ción de ordi­na­rio no es lo más gra­ve. Es nece­sa­rio que los man­dos supe­rio­res par­ti­ci­pen per­so­nal­men­te en cier­tas cam­pa­ñas, pero en otras no. Para una aca­de­mia mili­tar, lo más impor­tan­te es ele­gir el direc­tor y los ins­truc­to­res y esta­ble­cer la orien­ta­ción de la ense­ñan­za. Para un mitin de masas, lo prin­ci­pal es movi­li­zar a éstas para que asis­tan, y plan­tear con­sig­nas apro­pia­das. Aún se podrían citar más ejem­plos. En una pala­bra, el prin­ci­pio con­sis­te en con­cen­trar nues­tra aten­ción en los fac­to­res impor­tan­tes de los que depen­de la situa­ción en su conjunto.

El estu­dio de las leyes de la direc­ción de una gue­rra en su con­jun­to, sólo es posi­ble median­te una pro­fun­da refle­xión. Por­que lo que corres­pon­de a una situa­ción en su con­jun­to no es visi­ble, y sólo se pue­de com­pren­der median­te una refle­xión pro­fun­da; no hay otro medio. Pero como el todo está com­pues­to por sus par­tes, quien ten­ga expe­rien­cia en las par­tes, expe­rien­cia en las cam­pa­ñas y la tác­ti­ca, podrá com­pren­der cosas de un orden supe­rior, siem­pre que esté dis­pues­to a pen­sar seria­men­te. Entre los pro­ble­mas estra­té­gi­cos figu­ran los siguientes:

  • Tomar en con­si­de­ra­ción la rela­ción entre el enemi­go y nosotros.
  • Tomar en con­si­de­ra­ción la rela­ción entre las diver­sas cam­pa­ñas y entre las diver­sas eta­pas de operaciones.
  • Tomar en con­si­de­ra­ción cier­tas par­tes que son impor­tan­tes (deci­si­vas) para la situa­ción en su conjunto.
  • Tomar en con­si­de­ra­ción las carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas de la situa­ción general.
  • Tomar en con­si­de­ra­ción la rela­ción entre el fren­te y la retaguardia.
  • Tomar en con­si­de­ra­ción la dis­tin­ción así como la cone­xión entre las pér­di­das y su repo­si­ción, entre el com­ba­te y el des­can­so, entre la con­cen­tra­ción y la dis­per­sión de las fuer­zas, entre el ata­que y la defen­sa, entre el avan­ce y la reti­ra­da, entre cubrir­se y expo­ner­se, entre el ata­que prin­ci­pal y los ata­ques secun­da­rios, entre el asal­to y la con­ten­ción, entre la cen­tra­li­za­ción y la des­cen­tra­li­za­ción del man­do, entre la gue­rra pro­lon­ga­da y la gue­rra de deci­sión rápi­da, entre la gue­rra de posi­cio­nes y la gue­rra de movi­mien­tos, entre las fuer­zas pro­pias y las veci­nas, entre una y otra arma del ejér­ci­to, entre los man­dos supe­rio­res y los infe­rio­res, entre los cua­dros y los sol­da­dos rasos, entre los vete­ra­nos y los biso­ños, entre los cua­dros supe­rio­res y los infe­rio­res, entre los cua­dros vete­ra­nos y los nue­vos, entre las zonas rojas y las blan­cas, entre las zonas rojas anti­guas y las nue­vas, entre la región cen­tral y las peri­fé­ri­cas de una base de apo­yo dada, entre el tiem­po frío y el calu­ro­so, entre la vic­to­ria y la derro­ta, entre las agru­pa­cio­nes gran­des y las peque­ñas, entre el ejér­ci­to regu­lar y las fuer­zas gue­rri­lle­ras, entre el ani­qui­la­mien­to del enemi­go y el ganar­se a las masas, entre el engro­sa­mien­to de las filas del Ejér­ci­to Rojo y su con­so­li­da­ción, entre el tra­ba­jo mili­tar y el polí­ti­co, entre las tareas del pasa­do y las pre­sen­tes, entre las tareas actua­les y las futu­ras, entre una y otra tarea en dife­ren­tes con­di­cio­nes, entre fren­tes esta­bles y fren­tes flui­dos, entre la gue­rra civil y la gue­rra nacio­nal, entre una eta­pa his­tó­ri­ca y otra, etc., etc.

Todos éstos son pro­ble­mas que no pode­mos ver con los ojos, pero si refle­xio­na­mos cui­da­do­sa­men­te, pode­mos com­pren­der­los, cap­tar­los y domi­nar­los todos, es decir, resol­ver todos los pro­ble­mas impor­tan­tes de la gue­rra o de las ope­ra­cio­nes mili­ta­res ele­ván­do­los a un nivel supe­rior de prin­ci­pio. Nues­tra tarea en el estu­dio de los pro­ble­mas estra­té­gi­cos es con­se­guir este objetivo.

Lo impor­tan­te es saber aprender

¿Con qué fin hemos orga­ni­za­do el Ejér­ci­to rojo? Con el fin de uti­li­zar­lo para derro­tar al enemi­go. ¿Para qué estu­dia­mos las leyes de la gue­rra? Para apli­car­las en la guerra.

Apren­der no es fácil, y apli­car lo que se ha apren­di­do es aún más difí­cil. Al tra­tar de la cien­cia mili­tar en las aulas o en los libros, muchas per­so­nas pare­cen ser igual­men­te com­pe­ten­tes, pero, en la gue­rra real, algu­nas ganan bata­llas y otras las pier­den. Esto lo demues­tran tan­to la his­to­ria de las gue­rras como nues­tra pro­pia expe­rien­cia de la guerra.

¿Dón­de resi­de, enton­ces, el quid de la cuestión?

En la vida real, no pode­mos exi­gir gene­ra­les invic­tos. La his­to­ria cono­ce muy pocos gene­ra­les así. Nece­si­ta­mos gene­ra­les vale­ro­sos y saga­ces que por lo común ganen sus bata­llas en el cur­so de una gue­rra, gene­ra­les dota­dos de saga­ci­dad y cora­je. Para lle­gar a ser así, es nece­sa­rio asi­mi­lar un méto­do, méto­do que es indis­pen­sa­ble tan­to en el estu­dio como en la apli­ca­ción de lo aprendido.

¿Cuál es ese méto­do? Con­sis­te en cono­cer a fon­do todos los aspec­tos de la situa­ción del enemi­go y de la nues­tra, des­cu­brir las leyes que rigen las accio­nes de ambos lados y apli­car­las en nues­tras pro­pias acciones.

Los manua­les mili­ta­res publi­ca­dos en nume­ro­sos paí­ses con­tie­nen indi­ca­cio­nes sobre la nece­si­dad de «apli­car con fle­xi­bi­li­dad los prin­ci­pios de acuer­do con las cir­cuns­tan­cias», y otras sobre las medi­das a tomar en caso de derro­ta. Las pri­me­ras pre­vie­nen al man­do con­tra erro­res de carác­ter sub­je­ti­vo que pue­dan nacer de una apli­ca­ción dema­sia­do rígi­da de los prin­ci­pios. Las segun­das seña­lan al man­do cómo hacer fren­te a la situa­ción des­pués de haber come­ti­do erro­res sub­je­ti­vos o cuan­do se hayan pro­du­ci­do cam­bios ines­pe­ra­dos e ineluc­ta­bles en las con­di­cio­nes objetivas.

¿Por qué se come­ten erro­res sub­je­ti­vos? Por­que la mane­ra de dis­po­ner y diri­gir las fuer­zas en una gue­rra o en un com­ba­te no corres­pon­de a las con­di­cio­nes de un momen­to y de un lugar dados, por­que la direc­ción sub­je­ti­va no corres­pon­de a las con­di­cio­nes reales obje­ti­vas, no con­cuer­da con ellas, o dicho en otros tér­mi­nos, por­que no se ha resuel­to la con­tra­dic­ción entre lo sub­je­ti­vo y lo obje­ti­vo. Es difí­cil evi­tar seme­jan­te situa­ción en toda tarea que se reali­ce; sin embar­go, algu­nos demues­tran ser más com­pe­ten­tes que otros para rea­li­zar­la. En todo tra­ba­jo exi­gi­mos un gra­do rela­ti­va­men­te alto de com­pe­ten­cia; en el domi­nio mili­tar, exi­gi­mos rela­ti­va­men­te más vic­to­rias o, en otras pala­bras, menos derro­tas. Aquí la cla­ve es con­se­guir que lo sub­je­ti­vo con­cuer­de con lo objetivo.

Tome­mos un ejem­plo en el terreno de la tác­ti­ca. Supon­ga­mos que el pun­to ele­gi­do para el ata­que se encuen­tre en uno de los flan­cos de la posi­ción enemi­ga, que ese flan­co resul­te ser pre­ci­sa­men­te su pun­to débil y que, por con­si­guien­te, el asal­to ter­mi­ne con una vic­to­ria. Esto es lo que se lla­ma corres­pon­den­cia de lo sub­je­ti­vo con lo obje­ti­vo, o sea, corres­pon­den­cia del reco­no­ci­mien­to, el jui­cio y la deci­sión del coman­dan­te con la situa­ción real del enemi­go y la dis­po­si­ción de sus fuer­zas para el com­ba­te. Si el pun­to ele­gi­do para el ata­que se encuen­tra en el otro flan­co o en el cen­tro y, por con­si­guien­te, las fuer­zas ata­can­tes se dan con­tra el muro y no pue­den avan­zar, esto quie­re decir que fal­ta esa corres­pon­den­cia. Si el momen­to del ata­que es ele­gi­do acer­ta­da­men­te, si las reser­vas son uti­li­za­das a tiem­po, si todas las medi­das toma­das en el cur­so del com­ba­te y todas las ope­ra­cio­nes resul­tan favo­ra­bles para noso­tros y des­fa­vo­ra­bles para el enemi­go, enton­ces la direc­ción sub­je­ti­va a lo lar­go de todo el com­ba­te corres­pon­de por com­ple­to a la situa­ción obje­ti­va. Esta com­ple­ta corres­pon­den­cia es extre­ma­da­men­te rara en una gue­rra o en un com­ba­te, por­que las dos par­tes beli­ge­ran­tes son gru­pos de seres vivos arma­dos, y cada una se guar­da para sí sus secre­tos. Es muy dis­tin­to a mane­jar obje­tos inani­ma­dos o asun­tos de la vida coti­dia­na. Pero si la direc­ción ejer­ci­da por el coman­dan­te corres­pon­de en líneas gene­ra­les a la situa­ción real, es decir, si los ele­men­tos deci­si­vos de dicha direc­ción corres­pon­den a la situa­ción real, se ten­drá la base para la victoria.

Toda dis­po­si­ción correc­ta de un man­do pro­vie­ne de su deci­sión jus­ta; la deci­sión jus­ta pro­vie­ne de su jui­cio correc­to sobre la situa­ción, y el jui­cio correc­to pro­vie­ne de un reco­no­ci­mien­to minu­cio­so e indis­pen­sa­ble y de un examen sis­te­má­ti­co de todas las infor­ma­cio­nes reco­gi­das a tra­vés del reco­no­ci­mien­to. El man­do emplea todos los medios de reco­no­ci­mien­to posi­bles y nece­sa­rios, y exa­mi­na las infor­ma­cio­nes reco­gi­das acer­ca de la situa­ción del enemi­go, dese­chan­do la cás­ca­ra para que­dar­se con el grano, des­car­tan­do lo fal­so para con­ser­var lo ver­da­de­ro, pasan­do de un aspec­to a otro y de lo externo a lo interno; lue­go, con­si­de­ran­do las con­di­cio­nes de su pro­pio cam­po, hace un estu­dio com­pa­ra­ti­vo de la situa­ción de ambas par­tes y de sus mutuas rela­cio­nes; de este modo, for­ma su jui­cio, toma su deci­sión y ela­bo­ra su plan. Este es el pro­ce­so com­ple­to del cono­ci­mien­to de una situa­ción, pro­ce­so que debe reco­rrer un jefe mili­tar antes de for­mu­lar su plan estra­té­gi­co, de cam­pa­ña o de com­ba­te. Pero, en lugar de pro­ce­der así; un jefe mili­tar negli­gen­te basa sus pla­nes mili­ta­res en sus pro­pios deseos y, por lo tan­to, seme­jan­tes pla­nes resul­tan ilu­so­rios y no corres­pon­den a la reali­dad. Un jefe mili­tar impul­si­vo que con­fíe sólo en su entu­sias­mo cae­rá inevi­ta­ble­men­te en las tram­pas ten­di­das por el enemi­go, se deja­rá ten­tar por los datos super­fi­cia­les o par­cia­les acer­ca de la situa­ción de éste, o bien se deja­rá influir por suge­ren­cias irres­pon­sa­bles de sus subor­di­na­dos que no están basa­das en un cono­ci­mien­to real ni en una visión pro­fun­da, y, por con­si­guien­te, se estre­lla­rá inevi­ta­ble­men­te con­tra el muro, por­que no sabe o no quie­re saber que todo plan mili­tar debe basar­se en un indis­pen­sa­ble reco­no­ci­mien­to y en un esme­ra­do estu­dio de la situa­ción del enemi­go, la situa­ción pro­pia y las inter­re­la­cio­nes de ambas.

El pro­ce­so del cono­ci­mien­to de una situa­ción no sólo tie­ne lugar antes, sino tam­bién des­pués de la for­mu­la­ción del plan mili­tar. Entre el momen­to en que el plan comien­za a apli­car­se y el fin del com­ba­te, media otro pro­ce­so de cono­ci­mien­to de la situa­ción, el de la apli­ca­ción del plan. En este lap­so es nece­sa­rio com­pro­bar de nue­vo si el plan tra­za­do en el pro­ce­so ante­rior corres­pon­de a la situa­ción real. Si el plan no corres­pon­de a la reali­dad o no corres­pon­de ple­na­men­te, es nece­sa­rio, a la luz del nue­vo cono­ci­mien­to, esta­ble­cer un nue­vo jui­cio, tomar una nue­va deci­sión y modi­fi­car el plan ini­cial de modo que corres­pon­da a la nue­va situa­ción. Ocu­rre que en casi todas las ope­ra­cio­nes el plan es rec­ti­fi­ca­do par­cial­men­te, y a veces, inclu­so por com­ple­to. Una per­so­na impul­si­va que no com­pren­da la nece­si­dad de rec­ti­fi­car su plan o no quie­ra hacer­lo, sino que actúe a cie­gas, se rom­pe­rá inevi­ta­ble­men­te la cabe­za con­tra el muro.

Lo dicho ante­rior­men­te se apli­ca a una ope­ra­ción estra­té­gi­ca, a una cam­pa­ña o a un com­ba­te. Un jefe mili­tar expe­ri­men­ta­do, si estu­dia con modes­tia, lle­ga­rá a cono­cer per­fec­ta­men­te las carac­te­rís­ti­cas de sus pro­pias fuer­zas (los man­dos, los com­ba­tien­tes, las armas, el avi­tua­lla­mien­to, etc., y la suma de todos estos fac­to­res), las de las fuer­zas enemi­gas (tam­bién los man­dos, los com­ba­tien­tes, las armas, el avi­tua­lla­mien­to, etc., y la suma de todos estos fac­to­res) y todas las demás con­di­cio­nes rela­ti­vas a la gue­rra, tales como las con­di­cio­nes polí­ti­cas, eco­nó­mi­cas, geo­grá­fi­cas y cli­má­ti­cas; un jefe mili­tar como éste ten­drá más segu­ri­dad al diri­gir una gue­rra o un com­ba­te y mayo­res posi­bi­li­da­des de con­quis­tar vic­to­rias. Todo esto lo logra­rá por­que, en el trans­cur­so de un lar­go perío­do, habrá lle­ga­do a cono­cer la situa­ción del enemi­go y la pro­pia, habrá des­cu­bier­to las leyes de la acción y resuel­to la con­tra­dic­ción entre lo sub­je­ti­vo y lo obje­ti­vo. Este pro­ce­so del cono­ci­mien­to es de suma impor­tan­cia; sin una expe­rien­cia así, acu­mu­la­da duran­te lar­go tiem­po, es difí­cil com­pren­der y domi­nar las leyes que rigen una gue­rra en su con­jun­to. Ni un prin­ci­pian­te en el arte de la gue­rra, ni una per­so­na que sólo cono­ce este arte en el papel, pue­den ser coman­dan­tes de alto ran­go real­men­te com­pe­ten­tes; para lle­gar a ser­lo es nece­sa­rio apren­der este arte en el cur­so mis­mo de la guerra.

Todas las leyes o teo­rías mili­ta­res que tie­nen carác­ter de prin­ci­pio, son la sín­te­sis de la expe­rien­cia de las gue­rras pasa­das, rea­li­za­da por nues­tros ante­ce­so­res o nues­tros con­tem­po­rá­neos. Debe­mos estu­diar con serie­dad estas lec­cio­nes que nos han lega­do las gue­rras pasa­das y que han sido paga­das con san­gre. Esta es una tarea. Pero hay otra: com­pro­bar con nues­tra pro­pia expe­rien­cia las con­clu­sio­nes extraí­das, asi­mi­lar lo útil, recha­zar lo inú­til y agre­gar lo que es espe­cí­fi­ca­men­te nues­tro. Esta últi­ma tarea es muy impor­tan­te, pues de no cum­plir­la, no podre­mos diri­gir la guerra.

Leer es apren­der; prac­ti­car tam­bién es apren­der, y es una for­ma más impor­tan­te de apren­der. Nues­tro méto­do prin­ci­pal es apren­der a com­ba­tir en el cur­so mis­mo de la gue­rra. Una per­so­na que no ha teni­do opor­tu­ni­dad de ir a la escue­la tam­bién pue­de apren­der a com­ba­tir, apren­der en el cur­so mis­mo de la gue­rra. La gue­rra revo­lu­cio­na­ria es una empre­sa del pue­blo; en ella, ocu­rre con fre­cuen­cia que la gen­te, en vez de actuar des­pués de haber apren­di­do, comien­za por actuar y des­pués apren­de. Actuar es apren­der. Entre un civil corrien­te y un mili­tar hay cier­ta dis­tan­cia, pero no una Gran Mura­lla, y esta dis­tan­cia pue­de ser supe­ra­da con rapi­dez. Par­ti­ci­par en la revo­lu­ción y en la gue­rra es el medio de supe­rar­la: al decir que apren­der y prac­ti­car no es fácil, nos refe­ri­mos a que apren­der a fon­do y prac­ti­car con habi­li­dad no es fácil. Al decir que los civi­les pue­den con­ver­tir­se con rapi­dez en mili­ta­res, nos refe­ri­mos a que no es difí­cil cru­zar el umbral. Para resu­mir estas dos afir­ma­cio­nes, con­vie­ne recor­dar la vie­ja sen­ten­cia chi­na: «Nada en el mun­do es difí­cil para el que se pro­po­ne hacer­lo». Cru­zar el umbral no es difí­cil, y per­fec­cio­nar­se tam­bién es posi­ble con tal que uno se pro­pon­ga hacer­lo y sepa aprender.

Las leyes de la gue­rra, como las de todos los demás fenó­me­nos, son el refle­jo en nues­tra men­te de la reali­dad obje­ti­va. Todo lo que exis­te fue­ra de nues­tra men­te es reali­dad obje­ti­va. Por con­si­guien­te, lo que debe­mos estu­diar y cono­cer com­pren­de tan­to la situa­ción del cam­po enemi­go como la del nues­tro, y los dos cam­pos deben ser con­si­de­ra­dos como el obje­to de nues­tro estu­dio; sólo nues­tro cere­bro (nues­tra facul­tad de pen­sar) es el suje­to que rea­li­za el estu­dio. Hay per­so­nas que son capa­ces de cono­cer­se bien a sí mis­mas, pero no a su adver­sa­rio; hay otras con las que suce­de lo con­tra­rio. Ni aqué­llas ni éstas pue­den resol­ver el pro­ble­ma de apren­der y apli­car las leyes de la gue­rra. Sun Tsi2, gran teó­ri­co mili­tar de la anti­gua Chi­na, escri­bió en su libro: «Cono­ce a tu adver­sa­rio y conó­ce­te a ti mis­mo y podrás librar cien bata­llas sin correr nin­gún ries­go de derro­ta». Esta sen­ten­cia se refie­re a dos eta­pas: la eta­pa de apren­di­za­je y la eta­pa de apli­ca­ción; se refie­re tan­to al cono­ci­mien­to de las leyes del desa­rro­llo de la reali­dad obje­ti­va como a la deter­mi­na­ción, con arre­glo a estas leyes, de nues­tra acción para ven­cer al enemi­go que enfren­ta­mos. No debe­mos menos­pre­ciar esta sentencia.

La gue­rra es la for­ma más alta de lucha entre nacio­nes, Esta­dos, cla­ses o gru­pos polí­ti­cos, y todas sus leyes son uti­li­za­das por las nacio­nes, Esta­dos, cla­ses o gru­pos polí­ti­cos en gue­rra con el pro­pó­si­to de con­quis­tar la vic­to­ria. No cabe duda que el des­en­la­ce de una gue­rra está deter­mi­na­do prin­ci­pal­men­te por las con­di­cio­nes mili­ta­res, polí­ti­cas, eco­nó­mi­cas y natu­ra­les en que se encuen­tra cada una de las dos par­tes beli­ge­ran­tes. Pero no sólo por ellas; está deter­mi­na­do tam­bién por la capa­ci­dad sub­je­ti­va de las par­tes beli­ge­ran­tes para diri­gir la gue­rra. Un jefe mili­tar no pue­de pre­ten­der ganar la gue­rra tras­pa­san­do los lími­tes impues­tos por las con­di­cio­nes mate­ria­les, pero sí pue­de y debe esfor­zar­se por ven­cer den­tro de tales lími­tes. El esce­na­rio de la acción de un jefe mili­tar está cons­trui­do sobre las con­di­cio­nes mate­ria­les obje­ti­vas, pero en este esce­na­rio pue­de diri­gir la repre­sen­ta­ción de muchos dra­mas vivos, mar­cia­les, gran­dio­sos y lle­nos de soni­do y color. Por lo tan­to, sobre la base mate­rial obje­ti­va dada, es decir, en las con­di­cio­nes mili­ta­res, polí­ti­cas, eco­nó­mi­cas y natu­ra­les dadas, los man­dos de nues­tro Ejér­ci­to Rojo deben des­ple­gar nues­tro pode­río y con­du­cir a todo el ejér­ci­to para aplas­tar a los enemi­gos de la nación y de cla­se, y para trans­for­mar este mun­do envi­le­ci­do. Es en este sen­ti­do que se pue­de y se debe ejer­cer nues­tra capa­ci­dad sub­je­ti­va para diri­gir la gue­rra. No per­mi­ti­re­mos a nin­guno de los man­dos del Ejér­ci­to Rojo con­ver­tir­se en un hom­bre impul­si­vo que actúe de mane­ra arre­ba­ta­da; debe­mos alen­tar a cada uno de ellos para que se con­vier­ta en un héroe vale­ro­so y sagaz, que posea no sólo el valor para supe­rar todos los obs­tácu­los, sino tam­bién la capa­ci­dad para domi­nar el cur­so com­ple­to de la gue­rra en todas sus vici­si­tu­des y en todo su desa­rro­llo. Nadan­do en el océano de la gue­rra, un coman­dan­te no sólo debe evi­tar hun­dir­se, sino que debe ase­gu­rar­se la lle­ga­da a la ori­lla opues­ta con bra­za­das medi­das. Las leyes de la direc­ción de la gue­rra cons­ti­tu­yen el arte de nadar en el océano de la guerra.

Este es nues­tro método.

  1. La cien­cia mili­tar chi­na está cons­ti­tui­da por la estra­te­gia, la cien­cia de las cam­pa­ñas y la tác­ti­ca. La pri­me­ra tra­ta de las leyes de la direc­ción de la gue­rra en su con­jun­to; la segun­da, de las leyes que rigen las cam­pa­ñas y que se apli­can en la direc­ción de las mis­mas; y la ter­ce­ra, de las leyes que rigen los com­ba­tes y que se apli­can en la direc­ción de éstos.
  2. Cono­ci­do tam­bién como Sun Wu, es un famo­so teó­ri­co mili­tar chino del siglo V a. n. e. y autor de la obra Sun Tsi, que cons­ta de tre­ce capí­tu­los. La fra­se cita­da en este tra­ba­jo apa­re­ce en el ter­cer capí­tu­lo, titu­la­do «Plan de ataque».

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