Sobre la rec­ti­fi­ca­ción de las ideas erró­neas en el partido

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La men­ta­li­dad de «insu­rrec­tos erran­tes» en el plano polí­ti­co ha sur­gi­do en el Ejér­ci­to Rojo, debi­do a la exis­ten­cia en el país de una enor­me masa de vaga­bun­dos, espe­cial­men­te en las pro­vin­cias del sur, y a la incor­po­ra­ción de un gran núme­ro de estos ele­men­tos al Ejér­ci­to. Esta men­ta­li­dad se mani­fies­ta como sigue:

  1. Algu­nas per­so­nas no están dis­pues­tas a empren­der la ardua tarea de crear bases de apo­yo y esta­ble­cer el poder popu­lar para ampliar nues­tra influen­cia polí­ti­ca, sino que pre­ten­den ampliar­la sólo median­te accio­nes gue­rri­lle­ras errantes.
  2. Para engro­sar las filas del Ejér­ci­to Rojo, no siguen la línea de incre­men­tar los des­ta­ca­men­tos loca­les de guar­dias rojos y las uni­da­des loca­les del Ejér­ci­to Rojo has­ta trans­for­mar­los en fuer­zas regu­la­res de éste, sino la línea de «reclu­tar sol­da­dos y com­prar caba­llos» y «alis­tar deser­to­res y admi­tir amotinados».
  3. No tie­nen pacien­cia para luchar ardua­men­te jun­to a las masas, y sólo desean ir a las gran­des ciu­da­des para comer y beber a sus anchas.

Todas estas mani­fes­ta­cio­nes de la men­ta­li­dad de «insu­rrec­tos erran­tes» estor­ban enor­me­men­te el cum­pli­mien­to de las jus­tas tareas del Ejér­ci­to Rojo; por eso la eli­mi­na­ción de esta men­ta­li­dad es un impor­tan­te obje­ti­vo de la lucha ideo­ló­gi­ca den­tro de la orga­ni­za­ción del Par­ti­do en el Ejér­ci­to Rojo. Hay que com­pren­der que, en las con­di­cio­nes actua­les, ya es inad­mi­si­ble actuar al esti­lo de los «insu­rrec­tos erran­tes» tipo Juang Chao1 y Li Chuang2.

Méto­dos de rectificación:

  1. Inten­si­fi­car el tra­ba­jo de edu­ca­ción y cri­ti­car las ideas inco­rrec­tas para eli­mi­nar la men­ta­li­dad de «insu­rrec­tos errantes».
  2. Inten­si­fi­car, entre las uni­da­des bási­cas del Ejér­ci­to Rojo y entre los pri­sio­ne­ros recién incor­po­ra­dos, la labor edu­ca­ti­va para com­ba­tir el espí­ri­tu de vagabundo.
  3. Con­se­guir que acti­vis­tas obre­ros y cam­pe­si­nos expe­ri­men­ta­dos en la lucha se alis­ten en el Ejér­ci­to Rojo, a fin de cam­biar su composición.
  4. Crear nue­vas uni­da­des del Ejér­ci­to Rojo entre las masas de obre­ros y cam­pe­si­nos empe­ña­das en la lucha.
  1. Líder de una suble­va­ción cam­pe­si­na ocu­rri­da a fines de la dinas­tía Tang. En el año 875 dne, par­tien­do de su tie­rra natal Tsao­chou (hoy dis­tri­to de Jetse, pro­vin­cia de Shan­tung), diri­gió a los cam­pe­si­nos arma­dos en vic­to­rio­sos com­ba­tes con­tra las fuer­zas impe­ria­les y se hizo lla­mar «Gran Gene­ral que Asal­ta el Cie­lo». En el cur­so de una déca­da, barrió la mayo­ría de las pro­vin­cias en las cuen­cas del río Ama­ri­llo, el río Yangtsé, el río Juai y el río de la Per­la, lle­gan­do has­ta Kuang­sí. Final­men­te irrum­pió por el paso de Tung­kuan, tomó la capi­tal impe­rial, Chan­gan (hoy Sían, pro­vin­cia de Shen­sí), y se hizo coro­nar como Empe­ra­dor de Chi. Las disen­sio­nes inter­nas y los ata­ques de las tro­pas de la tri­bu Sha­tuo, alia­da de los Tang, obli­ga­ron a Juang Chao a aban­do­nar Chan­gan y reti­rar­se a su tie­rra natal, don­de se sui­ci­dó. La gue­rra que sos­tu­vo duran­te diez años, es una de las gue­rras cam­pe­si­nas más céle­bres en la his­to­ria de Chi­na. Los his­to­ria­do­res diná­mi­cos escri­ben que en aque­lla épo­ca «todos los que sufrían la pesa­da car­ga de los impues­tos se suma­ban a él». Pero como Juang Chao se limi­tó a lle­var a cabo ope­ra­cio­nes móvi­les sin crear bases de apo­yo rela­ti­va­men­te sóli­das, sus hom­bres fue­ron cali­fi­ca­dos de «insu­rrec­tos errantes».
  2. Li Chuang, o Li Tsi-cheng, nati­vo del dis­tri­to de Michi, pro­vin­cia de Shen­sí, fue diri­gen­te de una suble­va­ción cam­pe­si­na que con­du­jo al derro­ca­mien­to de la dinas­tía Ming. La suble­va­ción empe­zó en el Nor­te de Shen­sí en 1628. Li Tsi-cheng se unió a las fuer­zas insu­rrec­tas diri­gi­das por Kao Ying-siang, avan­zó sobre Jonán y Anjui y vol­vió lue­go a Shen­sí. Des­pués de la muer­te de Kao Ying-siang en 1636, Li lo suce­dió bajo el nom­bre de Rey Chuang. Avan­zó sobre las pro­vin­cias de Shen­sí, Sechuán, Jonán y Jupei y final­men­te, en 1644, tomó Pekín, la capi­tal del impe­rio, hecho que lle­vó al sui­ci­dio al últi­mo empe­ra­dor Ming. La prin­ci­pal con­sig­na que Li Tsi-cheng diri­gía a las masas popu­la­res era: «Apo­yad al Rey Chuang y no paga­réis impues­tos en grano». Otra con­sig­na que for­mu­ló a fin de esta­ble­cer una rigu­ro­sa dis­ci­pli­na entre sus hom­bres fue: «Todo ase­si­na­to será con­si­de­ra­do como ase­si­nar a mi padre, y toda vio­la­ción, como vio­lar a mi madre». Así con­quis­tó el apo­yo de las masas, y su movi­mien­to se con­vir­tió en la corrien­te prin­ci­pal den­tro de las suble­va­cio­nes cam­pe­si­nas que en aquel enton­ces se pro­du­cían en todo el país. Sin embar­go, como tam­po­co esta­ble­ció bases de apo­yo más o menos sóli­das y vagó con­ti­nua­men­te de un lugar a otro, ter­mi­nó sien­do derro­ta­do por Wu San-kui, gene­ral de los Ming, quien se colu­dió con las tro­pas Ching en un ata­que con­jun­to con­tra Li.

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