[Car­tas des­de lejos] A pro­pó­si­to de una mili­cia proletaria

Ter­ce­ra car­ta 1

A pro­pó­si­to de una mili­cia proletaria

La con­clu­sión a que lle­gué ayer sobre la tác­ti­ca vaci­lan­te de Chjeíd­ze ha sido ple­na­men­te con­fir­ma­da hoy, 10 (23) de mar­zo, por dos docu­men­tos. Pri­me­ro, un tele­gra­ma de Esto­col­mo en la Frank­fur­ter Zei­tung con extrac­tos del mani­fies­to del Comi­té Cen­tral de nues­tro Par­ti­do, el Par­ti­do Obre­ro Social­de­mó­cra­ta de Rusia, de Peters­bur­go. En este docu­men­to no se dice ni pala­bra sobre si apo­yar o derro­car al gobierno Guch­kov; en él se lla­ma a los obre­ros y a los sol­da­dos a orga­ni­zar­se en torno del Soviet de dipu­tados obre­ros, a enviar a él a sus repre­sen­tan­tes para luchar con­tra el zaris­mo y por una repú­bli­ca, por la jor­na­da de 8 horas, por la con­fis­ca­ción de las tie­rras de los terra­te­nien­tes y de las exis­ten­cias de cerea­les y, sobre todo, por el fin de la gue­rra de rapi­ña. Al res­pec­to, es par­ti­cu­lar­men­te impor­tan­te y par­ti­cu­lar­men­te apre­mian­te la opi­nión abso­lu­ta­men­te correc­ta de nues­tro Comi­té Cen­tral, de que para obte­ner la paz, es pre­ci­so esta­ble­cer rela­cio­nes con los pro­le­ta­rios de todos los paí­ses beligerantes.

Espe­rar la paz de nego­cia­cio­nes y de rela­cio­nes entre los gobier­nos bur­gue­ses sería un auto­en­ga­ño y un enga­ño al pueblo.

El segun­do docu­men­to es otra noti­cia de Esto­col­mo, tam­bién comu­ni­ca­da por telé­gra­fo, a otro perió­di­co ale­mán (Perió­di­co de Voss) 2, sobre una con­fe­ren­cia entre el gru­po de Chjeíd­ze en la Duma, el Gru­po del Tra­ba­jo (¿Arbei­ter­frac­tion?) y los repre­sen­tan­tes de 15 sin­di­ca­tos obre­ros el 2 (15) de mar­zo y sobre un mani­fies­to publi­ca­do al día siguien­te. De los once pun­tos de este mani­fies­to, el tele­gra­ma tras­cri­be sólo tres: el pri­me­ro, la exi­gen­cia de una repú­bli­ca; el sép­ti­mo, la exi­gen­cia de paz e inme­dia­tas nego­cia­cio­nes de paz, y el ter­ce­ro, la exi­gen­cia de «una ade­cua­da par­ti­ci­pa­ción en el gobierno de repre­sen­tan­tes de la cla­se obre­ra rusa».

Si este pun­to está tras­cri­to correc­ta­men­te, com­pren­do por qué la bur­gue­sía elo­gia a Cheíd­ze. Com­pren­do por qué al elo­gio, más arri­ba cita­do, de los guch­ko­vis­tas ingle­ses en el Times se ha suma­do el elo­gio de los guch­ko­vis­tas fran­ce­ses en Le Temps. Este perió­di­co de los millo­na­rios e impe­ria­lis­tas fran­ce­ses decía el 223:

Los diri­gen­tes de los par­ti­dos obre­ros, y sobre todo el señor Chjeíd­ze, ejer­cen toda su influen­cia para mode­rar los deseos de las cla­ses trabajadoras. 

En efec­to, recla­mar la «par­ti­ci­pa­ción» de los obre­ros en el gobierno Guch­kov-Mili­ukov es un absur­do teó­ri­co y polí­ti­co: par­ti­ci­par como mino­ría, equi­val­dría a ser un sim­ple peón; par­ti­ci­par en «pie de igual­dad», es impo­si­ble por­que no se pue­de con­ci­liar la exi­gen­cia de con­ti­nuar la gue­rra con la exi­gen­cia de con­cer­tar un armis­ti­cio e ini­ciar nego­cia­cio­nes de paz; para «par­ti­ci­par» como mayo­ría sería nece­sa­rio con­tar con fuer­za sufi­cien­te para derro­car al gobierno Guch­kov-Mili­ukov. En la prác­ti­ca, exi­gir la «par­ti­ci­pa­ción» es caer en la peor espe­cie de blan­quis­mo3, es decir, olvi­dar la lucha de cla­ses y las con­di­cio­nes reales en que se libra, entu­sias­mar­se con fra­ses ente­ra­men­te vacías, sem­brar ilu­sio­nes entre los obre­ros, per­der un tiem­po pre­cio­so en nego­cia­cio­nes con Mili­ukov o con Kerensky, que debe­ría emplear­se para crear una fuer­za ver­da­de­ra­men­te de cla­se y revo­lu­cio­na­ria, una mili­cia pro­le­ta­ria, capaz de ins­pi­rar con­fian­za a todas las capas pobres de la pobla­ción ‑que cons­ti­tu­yen la inmen­sa mayoría‑, que las ayu­de a orga­ni­zar­se y a luchar por el pan, la paz y la libertad.

Este error del mani­fies­to de Chjeíd­ze y de su gru­po (no hablo del par­ti­do del CO, del Comi­té de Orga­ni­za­ción, pues en las fuen­tes de que dis­pon­go no se dice ni pala­bra del CO), este error es tan­to más extra­ño por cuan­to Sko­be­lev, el cola­bo­ra­dor más cer­cano de Chjeíd­ze, en la con­fe­ren­cia del 2 (15) de mar­zo, dijo, según los perió­di­cos: «Rusia se halla en vís­pe­ras de una segun­da, de una ver­da­de­ra (wir­klich) revo­lu­ción.»

Esta es una ver­dad de la cual Sko­be­lev y Chjeíd­ze han olvi­da­do sacar con­clu­sio­nes prác­ti­cas. No pue­do juz­gar des­de aquí, des­de mi mal­di­ta leja­nía, has­ta qué pun­to es inmi­nen­te esta segun­da revo­lu­ción. Por estar en el lugar de los hechos, Sko­be­lev pue­de apre­ciar mejor las cosas. Por con­si­guien­te, no me plan­teo pro­ble­mas para cuya solu­ción no dis­pon­go ni pue­do dis­po­ner de los datos con­cre­tos nece­sa­rios. Me limi­to a sub­ra­yar la con­fir­ma­ción de Sko­be­lev, un «tes­ti­go impar­cial», es decir, que no per­te­ne­ce a nues­tro par­ti­do, de la con­clu­sión real, a que lle­gué en mi pri­me­ra car­ta, es decir: que la revo­lu­ción de febre­ro-mar­zo no ha sido más que la pri­me­ra eta­pa de la revo­lu­ción. Rusia atra­vie­sa un momen­to his­tó­ri­co muy pecu­liar de tran­si­ción a la pró­xi­ma eta­pa de la revo­lu­ción o, para emplear las pala­bras de Sko­be­lev, a la «segun­da revolución».

Si que­re­mos ser mar­xis­tas y sacar ense­ñan­zas de la expe­rien­cia de las revo­lu­cio­nes del mun­do ente­ro, debe­mos esfor­zar­nos por com­pren­der en qué con­sis­te pre­ci­sa­men­te la pecu­lia­ri­dad de este momen­to de tran­si­ción y qué tác­ti­ca se des­pren­de de sus carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas objetivas.

La pecu­lia­ri­dad de la situa­ción con­sis­te en que el gobierno Guch­kov-Mili­ukov obtu­vo la pri­me­ra vic­to­ria con extra­or­di­na­ria faci­li­dad, gra­cias a las siguien­tes tres cir­cuns­tan­cias principales:

  1. la ayu­da del capi­tal finan­cie­ro anglo-fran­cés y de sus agentes;
  2. la ayu­da de par­te de los altos man­dos del ejército;
  3. la orga­ni­za­ción ya exis­ten­te de toda la bur­gue­sía rusa en los zemst­vos, en los muni­ci­pios, en la Duma del Esta­do, en los comi­tés de la indus­tria de gue­rra, etc.

El gobierno Guch­kov está apre­sa­do en un cepo: ata­do por los intere­ses del capi­tal, se ve obli­ga­do a esfor­zar­se por con­ti­nuar la gue­rra de rapi­ña y de saqueo, a pro­te­ger los escan­da­lo­sos bene­fi­cios del capi­tal y de los terra­te­nien­tes, a res­tau­rar la monar­quía. Ata­do por su ori­gen revo­lu­cio­na­rio y por la nece­si­dad de un brus­co cam­bio del zaris­mo a la demo­cra­cia, pre­sio­na­do por las masas que tie­nen ham­bre de pan y ham­bre de paz, el gobierno se ve obli­ga­do a men­tir, a manio­brar, a ganar tiem­po, a «pro­cla­mar» y pro­me­ter lo más posi­ble (las pro­me­sas son lo úni­co bara­to, inclu­so en un perío­do de ascen­so desen­fre­na­do de los pre­cios) y a hacer lo menos posi­ble, a hacer con­ce­sio­nes con una mano y a bir­lar­las con la otra.

En deter­mi­na­das con­di­cio­nes, el nue­vo gobierno pue­de, como mucho, apla­zar un poco su derrum­be, apo­yán­do­se en toda la capa­ci­dad de orga­ni­za­ción de la bur­gue­sía rusa y de la inte­lec­tua­li­dad bur­gue­sa. Pero aun así es inca­paz de evi­tar el derrum­be, por­que es impo­si­ble esca­par a las garras del mons­truo espan­to­so ali­men­ta­do por el capi­ta­lis­mo mun­dial ‑la gue­rra impe­ria­lis­ta y el ham­bre- sin renun­ciar a las rela­cio­nes bur­gue­sas, sin tomar medi­das revo­lu­cio­na­rias, sin ape­lar al supre­mo heroís­mo his­tó­ri­co del pro­le­ta­ria­do ruso e internacional.

De ahí la con­clu­sión: no pode­mos derri­bar al nue­vo gobierno de un solo gol­pe, y si pudié­se­mos (en épo­cas revo­lu­cio­na­rias los lími­tes de lo posi­ble se amplían mil veces), no esta­ría­mos en con­di­cio­nes de con­ser­var el poder a menos que opu­sié­ra­mos a la mag­ní­fi­ca orga­ni­za­ción de toda la bur­gue­sía rusa y de toda la inte­lec­tua­li­dad bur­gue­sa una no menos mag­ní­fi­ca orga­ni­za­ción del pro­le­ta­ria­do, que debe­rá diri­gir a toda la inmen­sa masa de pobres de la ciu­dad y del cam­po, el semi­pro­le­ta­ria­do y los peque­ños propietarios.

Ya sea que la «segun­da revo­lu­ción» haya esta­lla­do ya en Peters­bur­go (he dicho que sería total­men­te absur­do pen­sar que es posi­ble des­de el extran­je­ro, deter­mi­nar el rit­mo real con que madu­ra), que haya sido apla­za­da por un tiem­po o haya comen­za­do ya en algu­nas regio­nes ais­la­das (de lo cual hay sig­nos evi­den­tes), de cual­quier modo, la con­sig­na del momen­to, en vís­pe­ras de la nue­va revo­lu­ción, duran­te ella o inme­dia­ta­men­te des­pués de ella, debe ser orga­ni­za­ción proletaria.

Cama­ra­das obre­ros! Han rea­li­za­do uste­des pro­di­gios de heroís­mo pro­le­ta­rio ayer, al derro­car a la monar­quía zaris­ta. En un futu­ro más o menos cer­cano (qui­zás inclu­so aho­ra, mien­tras escri­bo estas líneas), ten­drán que rea­li­zar otra vez idén­ti­cos pro­di­gios de heroís­mo para derri­bar el domi­nio de los terra­te­nien­tes y los capi­ta­lis­tas, que hacen la gue­rra impe­ria­lis­ta. ¡No podrán lograr uste­des una vic­to­ria dura­de­ra en esta pró­xi­ma y «ver­da­de­ra», revo­lu­ción, si no se rea­li­zan pro­di­gios de orga­ni­za­ción proletaria!

Orga­ni­za­ción, es la con­sig­na del momen­to. Pero limi­tar­se a esto equi­val­dría a no decir nada, por­que por una par­te, la orga­ni­za­ción es siem­pre nece­sa­ria; por tan­to, refe­rir­se sola­men­te a la nece­si­dad de «orga­ni­zar a las masas» no expli­ca abso­lu­ta­men­te nada; por otra par­te, quien sólo se limi­ta a ello, se con­vier­te en cóm­pli­ce de los libe­ra­les, por­que lo que los libe­ra­les desean pre­ci­sa­men­te, para con­so­li­dar su domi­na­ción, es que los obre­ros no tras­pa­sen los lími­tes de sus orga­ni­za­cio­nes corrien­tes, «lega­les» (des­de el pun­to de vis­ta de la socie­dad bur­gue­sa «nor­mal»), es decir, que los obre­ros se incor­po­ren sola­men­te a su par­ti­do, a su sin­di­ca­to, a su coope­ra­ti­va, etc., etc.

Guia­dos por su ins­tin­to de cla­se, los obre­ros han com­pren­di­do que en un perío­do revo­lu­cio­na­rio nece­si­tan orga­ni­za­cio­nes no sólo corrien­tes, sino com­ple­ta­men­te dife­ren­tes, y han empren­di­do con acier­to el camino seña­la­do por la expe­rien­cia de nues­tra revo­lu­ción de 1905 y de la Comu­na de París de 1871; han crea­do un soviet de dipu­tados obre­ros, han comen­za­do a desa­rro­llar­lo, ampliar­lo y for­ta­le­cer­lo, atra­yen­do a él a dipu­tados de los sol­da­dos y, sin duda algu­na, a dipu­tados de los asa­la­ria­dos rura­les y, ade­más (en una u otra for­ma) de todos los cam­pe­si­nos pobres.

La prin­ci­pal tarea, la más impor­tan­te, y que no pue­de ser pos­ter­ga­da, es crear orga­ni­za­cio­nes de ese tipo en todos los luga­res de Rusia sin excep­ción, para todos los gre­mios y todas las capas de la pobla­ción pro­le­ta­ria y semi­pro­le­ta­ria sin excep­ción, es decir, para todos los tra­ba­ja­do­res y todos los explo­ta­dos, para emplear un tér­mino menos exac­to des­de el pun­to de vis­ta de la eco­no­mía, pero más popu­lar. Seña­la­ré, anti­ci­pán­do­me, que nues­tro par­ti­do (espe­ro poder ocu­par­me en una de mis pró­xi­mas car­tas de su papel espe­cial en el nue­vo tipo de orga­ni­za­cio­nes pro­le­ta­rias) debe reco­men­dar espe­cial­men­te a toda la masa cam­pe­si­na que orga­ni­ce soviets de tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos y soviets de peque­ños agri­cul­to­res que no ven­den su cereal, inde­pen­dien­te­men­te de los cam­pe­si­nos ricos. Sin esta con­di­ción será en gene­ral4 impo­si­ble, tan­to apli­car una autén­ti­ca polí­ti­ca pro­le­ta­ria, como abor­dar con acier­to la cues­tión prác­ti­ca en extre­mo impor­tan­te, que es cues­tión de vida o muer­te para millo­nes de hom­bres: la jus­ta dis­tri­bu­ción de los cerea­les, el aumen­to de su pro­duc­ción, etc.

Sur­ge la pre­gun­ta: ¿Cuál debe ser la fun­ción de los soviets de dipu­tados obre­ros? «Deben ser con­si­de­ra­dos como los órga­nos de la insu­rrec­ción, como los órga­nos del poder revo­lu­cio­na­rio», decía­mos en el núme­ro 47 del Sotsial-Demo­krat de Gine­bra, el 13 de octu­bre de 1915.

Esta pro­po­si­ción teó­ri­ca, dedu­ci­da de la expe­rien­cia de la Comu­na de París de 1871 y de la revo­lu­ción rusa de 1905, debe ser expli­ca­da y desa­rro­lla­da con­cre­ta­men­te basán­do­se en la expe­rien­cia prác­ti­ca, pre­ci­sa­men­te de la eta­pa actual, de la actual revo­lu­ción en Rusia.

Nece­si­ta­mos un gobierno revo­lu­cio­na­rio, nece­si­ta­mos (duran­te un cier­to perío­do de tran­si­ción) un Esta­do. Esto es lo que nos dis­tin­gue de los anar­quis­tas. La dife­ren­cia entre los mar­xis­tas revo­lu­cio­na­rios y los anar­quis­tas, no sólo con­sis­te en que los pri­me­ros son par­ti­da­rios de la gran pro­duc­ción comu­nis­ta cen­tra­li­za­da, mien­tras que los segun­dos son par­ti­da­rios de la peque­ña pro­duc­ción dis­per­sa. No, la dife­ren­cia entre noso­tros, pre­ci­sa­men­te en la cues­tión del gobierno, del Esta­do, con­sis­te en que noso­tros esta­mos por la uti­li­za­ción revo­lu­cio­na­ria de for­mas revo­lu­cio­na­rias de Esta­do en la lucha por el socia­lis­mo y los anar­quis­tas están en contra.

Nece­si­ta­mos un Esta­do. Pero no la cla­se de Esta­do que ha crea­do la bur­gue­sía en todas par­tes, des­de las monar­quías cons­ti­tu­cio­na­les has­ta las repú­bli­cas más demo­crá­ti­cas. Y en ello nos dis­tin­gui­mos de los opor­tu­nis­tas y de los kauts­kis­tas5 de los vie­jos y deca­den­tes par­ti­dos socia­lis­tas, que han defor­ma­do u olvi­da­do las ense­ñan­zas de la Comu­na de París y el aná­li­sis que de estas ense­ñan­zas hicie­ron Marx y Engels6.

Nece­si­ta­mos un Esta­do, pero no del tipo que nece­si­ta la bur­gue­sía, con orga­nis­mos de gobierno ‑en for­ma de poli­cía, ejér­ci­to y buro­cra­cia (fun­cio­na­rios públi­cos)- sepa­ra­dos del pue­blo y en con­tra de él. Todas las revo­lu­cio­nes bur­gue­sas se han limi­ta­do a per­fec­cio­nar esa maqui­na­ria del Esta­do, a tras­fe­rir­la sim­ple­men­te de manos de un par­ti­do a las de otro.

Por otra par­te, si el pro­le­ta­ria­do quie­re defen­der las con­quis­tas de la pre­sen­te revo­lu­ción y seguir ade­lan­te, si quie­re con­quis­tar la paz, el pan y la liber­tad, debe, emplean­do la expre­sión de Marx, «des­truir» esa maqui­na­ria del Esta­do «pre­fa­bri­ca­da» y reem­pla­zar­la por otra nue­va, fusio­nan­do la poli­cía, el ejér­ci­to y la buro­cra­cia con todo el pue­blo arma­do. Siguien­do el camino indi­ca­do por la expe­rien­cia de la Comu­na de París de 1871 y de la revo­lu­ción rusa de 1905, el pro­le­ta­ria­do debe orga­ni­zar y armar a todos los sec­to­res pobres y explo­ta­dos de la pobla­ción, a fin de que ellos mis­mos pue­dan tomar direc­ta­men­te en sus pro­pias manos los orga­nis­mos del poder del Esta­do y pue­dan ellos mis­mos esta­ble­cer esos orga­nis­mos del poder del Estado.

Los obre­ros de Rusia empren­die­ron ya ese camino en la pri­me­ra eta­pa de la pri­me­ra revo­lu­ción, en febre­ro-mar­zo de 1917. Aho­ra todo estri­ba en com­pren­der cla­ra­men­te cuál es este nue­vo camino, en seguir ade­lan­te por él, con fir­me­za y perseverancia.

Los capi­ta­lis­tas anglo-fran­ce­ses y rusos «sólo» que­rían ale­jar a Nico­lás II, o sólo «asus­tar­lo», y dejar intac­ta la vie­ja maqui­na­ria del Esta­do, la poli­cía, el ejér­ci­to y la burocracia.

Los obre­ros fue­ron más lejos y la des­tru­ye­ron. Y aho­ra no sólo los capi­ta­lis­tas anglo-fran­ce­ses, sino tam­bién los ale­ma­nes, bra­man con furia y espan­to al ver, por ejem­plo, que los sol­da­dos rusos fusi­lan a sus ofi­cia­les, como en el caso del almi­ran­te Nepe­nin, ese par­ti­da­rio de Guch­kov y de Miliukov.

He dicho que los obre­ros han des­trui­do la vie­ja maqui­na­ria del Esta­do. Más correc­to sería decir: han comen­za­do a destruirla.

Tome­mos un ejem­plo concreto.

En Peters­bur­go y en muchos otros luga­res la poli­cía en par­te ha sido liqui­da­da y en par­te dis­per­sa­da. El gobierno Guch­kov-Mili­ukov no pue­de res­tau­rar la monar­quía ni, en gene­ral, con­ser­var el poder sin res­ta­ble­cer antes la fuer­za poli­cial como una orga­ni­za­ción espe­cial de hom­bres arma­dos a las órde­nes de la bur­gue­sía, sepa­ra­da del pue­blo y en con­tra de él. Esto es cla­ro como el día.

Por otra par­te, el nue­vo gobierno se ve obli­ga­do a tener en cuen­ta al pue­blo revo­lu­cio­na­rio, a ali­men­tar­lo con con­ce­sio­nes a medias y con pro­me­sas, a ganar tiem­po. Por ello recu­rre a medi­das a medias: orga­ni­za una «mili­cia popu­lar» con ofi­cia­les desig­na­dos por elec­ción (¡esto sue­na terri­ble­men­te res­pe­ta­ble, terri­ble­men­te demo­crá­ti­co, revo­lu­cio­na­rio y her­mo­so!), pero… pero en pri­mer lugar, pone esta mili­cia bajo el con­trol de los zemst­vos y las muni­ci­pa­li­da­des, es decir, ¡¡a las órde­nes de los terra­te­nien­tes y de los capi­ta­lis­tas ele­gi­dos según las leyes pro­mul­ga­das por Nico­lás II el San­gui­na­rio y por Sto­li­pin el Ver­du­go!! En segun­do lugar, a pesar de que la lla­ma «mili­cia popu­lar», para echar tie­rra a los ojos del «pue­blo», no lla­ma a todo el pue­blo a incor­po­rar­se a esta mili­cia y no obli­ga a los patro­nos y capi­ta­lis­tas a pagar a los obre­ros y emplea­dos el sala­rio corrien­te por las horas y los días que con­sa­gran al ser­vi­cio públi­co, es decir, a la milicia.

Esta es la tram­pa. Así es como el gobierno terra­te­nien­te y capi­ta­lis­ta de los Guch­kov y los Mili­ukov con­si­gue tener una «mili­cia popu­lar» en el papel, mien­tras que en reali­dad res­ta­ble­ce poco a poco, bajo cuer­da, la mili­cia bur­gue­sa, anti­po­pu­lar. Al prin­ci­pio con­sis­ti­rá en «8.000 estu­dian­tes y pro­fe­so­res» (como des­cri­ben los perió­di­cos extran­je­ros a la actual mili­cia de Peters­bur­go} -¡evi­den­te­men­te una niñe­ría!- y des­pués, poco a poco, será orga­ni­za­da con las anti­guas y las nue­vas fuer­zas de seguridad.

¡Impe­dir el res­ta­ble­ci­mien­to de las fuer­zas de segu­ri­dad! ¡No dejar esca­par de las manos los gobier­nos loca­les! ¡Orga­ni­zar una mili­cia que abar­que al pue­blo ente­ro, autén­ti­ca­men­te uni­ver­sal, diri­gi­da por el pro­le­ta­ria­do! Esta es la tarea del día, esta es la con­sig­na del momen­to, que res­pon­de por igual a los intere­ses bien com­pren­di­dos de la ulte­rior lucha de cla­se, del ulte­rior movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio y al ins­tin­to demo­crá­ti­co de cada obre­ro, de cada cam­pe­sino, de cada tra­ba­ja­dor explo­ta­do, que no pue­de dejar de odiar a la poli­cía, a las patru­llas de la gen­dar­me­ría, a los esbi­rros de la aldea, el impe­rio de los terra­te­nien­tes y capi­ta­lis­tas sobre hom­bres arma­dos con poder sobre el pueblo.

¿Qué cla­se de fuer­zas de segu­ri­dad nece­si­tan ellos, los Guch­kov y los Mili­ukov, los terra­te­nien­tes y los capi­ta­lis­tas? Del mis­mo tipo que las exis­ten­tes bajo la monar­quía zaris­ta. Todas las repú­bli­cas bur­gue­sas y demo­crá­ti­co-bur­gue­sas del mun­do crea­ron o res­ta­ble­cie­ron, des­pués de los más bre­ves perío­dos revo­lu­cio­na­rios, pre­ci­sa­men­te esas fuer­zas de segu­ri­dad, una orga­ni­za­ción espe­cial de hom­bres arma­dos subor­di­na­dos, de una u otra for­ma, a la bur­gue­sía, sepa­ra­dos del pue­blo y en con­tra de él.

¿Qué cla­se de mili­cia nece­si­ta­mos noso­tros, el pro­le­ta­ria­do, todo el pue­blo tra­ba­ja­dor? Una autén­ti­ca mili­cia popu­lar, es decir, una mili­cia que en pri­mer lugar, esté for­ma­da por la pobla­ción ente­ra, por todos los ciu­da­da­nos adul­tos de ambos sexos y que, en segun­do lugar, com­bi­ne las fun­cio­nes de un ejér­ci­to popu­lar con fun­cio­nes de poli­cía, con las fun­cio­nes de órgano prin­ci­pal y fun­da­men­tal del orden públi­co y de la admi­nis­tra­ción pública.

Para hacer más com­pren­si­bles estas ideas toma­ré un ejem­plo pura­men­te esque­má­ti­co. No es nece­sa­rio decir que sería absur­do que­rer tra­zar cual­quier tipo de «plan» para una mili­cia pro­le­ta­ria: cuan­do los obre­ros y el pue­blo ente­ro la lle­ven a la prác­ti­ca, ver­da­de­ra­men­te en for­ma masi­va, la cons­ti­tui­rán y orga­ni­za­rán cien veces mejor que cual­quier teó­ri­co. Yo no pro­pon­go un «plan», sólo quie­ro ilus­trar mi idea.

Peters­bur­go tie­ne una pobla­ción de alre­de­dor de dos millo­nes de habi­tan­tes; de éstos, más de la mitad osci­lan entre los 15 y los 65 años. Tome­mos la mitad, un millón. Res­té­mos­le inclu­so toda una cuar­ta par­te: los físi­ca­men­te inca­pa­ci­ta­dos, etc., que no par­ti­ci­pan hoy en el ser­vi­cio públi­co por cau­sas jus­ti­fi­ca­das. Que­dan 750.000 per­so­nas que, sir­vien­do en la mili­cia, diga­mos, un día de cada quin­ce (y per­ci­bien­do el sala­rio de estos días de su patrono), for­ma­rían un ejér­ci­to de 50.000 hombres.

¡Este es el tipo de «Esta­do» que necesitamos!

Este es el tipo de mili­cia que sería una «mili­cia popu­lar», en los hechos y no sólo de palabra.

Así es como debe­mos pro­ce­der para evi­tar el res­ta­ble­ci­mien­to de una fuer­za de segu­ri­dad espe­cial o de un ejér­ci­to espe­cial, sepa­ra­do del pueblo.

Esa mili­cia com­pues­ta en un 95 por cien­to por obre­ros y cam­pe­si­nos, expre­sa­ría el pen­sa­mien­to, la volun­tad ver­da­de­ros, la fuer­za y el poder de la inmen­sa mayo­ría del pue­blo. Esa mili­cia arma­ría de ver­dad a todo el pue­blo y le daría ins­truc­ción mili­tar, sería una garan­tía ‑no al esti­lo de Guch­kov o Mili­ukov- con­tra todas las ten­ta­ti­vas de res­ta­ble­cer la reac­ción, con­tra todos los desig­nios de los agen­tes zaris­tas. Esa mili­cia sería el orga­nis­mo eje­cu­ti­vo de los «soviets de dipu­tados obre­ros y sol­da­dos», goza­ría del res­pe­to y la con­fian­za ili­mi­ta­dos del pue­blo, pues ella mis­ma sería una orga­ni­za­ción del pue­blo ente­ro. Esta mili­cia trans­for­ma­ría la demo­cra­cia, de her­mo­so rótu­lo que encu­bre la escla­vi­za­ción y tor­men­to del pue­blo por los capi­ta­lis­tas, en un medio de ver­da­de­ra edu­ca­ción de las masas para que par­ti­ci­pen en todos los asun­tos del Esta­do. Esta mili­cia incor­po­ra­ría a los jóve­nes a la vida polí­ti­ca, y los edu­ca­ría no sólo con pala­bras, sino median­te la acción, median­te el tra­ba­jo. Esta mili­cia des­ple­ga­ría las fun­cio­nes que, hablan­do en len­gua­je cien­tí­fi­co, entran den­tro de la esfe­ra de la «poli­cía del bien­es­tar públi­co», la ins­pec­ción sani­ta­ria, etc., e incor­po­ra­rían a esta labor a todas las muje­res adul­tas. Si no se incor­po­ra a las muje­res a las fun­cio­nes públi­cas, a la mili­cia y a la vida polí­ti­ca, si no se arran­ca a las muje­res del ambien­te embru­te­ce­dor del hogar y la coci­na, será impo­si­ble ase­gu­rar la ver­da­de­ra liber­tad, será impo­si­ble inclu­so cons­truir la demo­cra­cia, sin hablar ya del socialismo.

Esta mili­cia sería una mili­cia pro­le­ta­ria, por­que los obre­ros indus­tria­les y urba­nos ejer­ce­rían una influen­cia diri­gen­te sobre la masa de los pobres de mane­ra tan natu­ral e inevi­ta­ble como desem­pe­ña­ron el papel diri­gen­te en la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo, tan­to en 1905 – 1907 como en 1917.

Esta mili­cia ase­gu­ra­ría el orden abso­lu­to y obser­va­ría con toda abne­ga­ción una dis­ci­pli­na basa­da en la cama­ra­de­ría. Al mis­mo tiem­po, en la gra­ve cri­sis que sufren todos los paí­ses en gue­rra, esta mili­cia per­mi­ti­ría com­ba­tir dicha cri­sis por medios ver­da­de­ra­men­te demo­crá­ti­cos, pro­ce­dien­do a hacer un repar­to jus­to y rápi­do de los cerea­les y de otros víve­res, intro­du­cien­do el «ser­vi­cio de tra­ba­jo obli­ga­to­rio», al que los fran­ce­ses lla­man hoy «movi­li­za­ción civil» y los ale­ma­nes «ser­vi­cio civil», y sin el cual es impo­si­ble ‑se ha pro­ba­do que es impo­si­ble- res­ta­ñar las heri­das que ha infli­gi­do y con­ti­núa infli­gien­do la terri­ble gue­rra de rapiña.

¿Aca­so el pro­le­ta­ria­do de Rusia derra­mó su san­gre sólo para reci­bir her­mo­sas pro­me­sas de refor­mas demo­crá­ti­cas de carác­ter polí­ti­co y nada más? ¿Será posi­ble que no exi­ja y garan­ti­ce que todo tra­ba­ja­dor vea y per­ci­ba inme­dia­ta­men­te algu­na mejo­ra en sus con­di­cio­nes de vida? ¿Que cada fami­lia ten­ga pan? ¿Que cada niño ten­ga una bote­lla de bue­na leche y que ni un sólo adul­to de fami­lia rica se atre­va a con­su­mir más de su ración de leche mien­tras no la ten­gan los niños? ¿Que los pala­cios y los ricos apar­ta­men­tos aban­do­na­dos por el zar y la aris­to­cra­cia no que­den des­ocu­pa­dos y den refu­gio a los que no tie­nen hogar y a los indi­gen­tes? ¿Quién pue­de apli­car estas medi­das excep­to la mili­cia popu­lar, en la que las muje­res deben par­ti­ci­par al igual que los hombres?

Esas medi­das aún no cons­ti­tu­yen el socia­lis­mo. Ata­ñen a la regu­la­ción del con­su­mo, y no a la reor­ga­ni­za­ción de la pro­duc­ción. No sig­ni­fi­ca­rían aún la «dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do», sino sola­men­te la «dic­ta­du­ra demo­crá­ti­ca revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do y del cam­pe­si­na­do pobre». No se tra­ta de hacer una cla­si­fi­ca­ción teó­ri­ca. Come­te­ría­mos un gra­ve error si qui­sié­ra­mos meter por la fuer­za los obje­ti­vos de la revo­lu­ción, com­ple­jos, apre­mian­tes y en rápi­do desa­rro­llo, en el lecho de Pro­cus­to de una «teo­ría» estre­cha­men­te con­ce­bi­da, en lugar de con­si­de­rar la teo­ría ante todo y sobre todo como una guía para la acción.

¿Posee la masa de los obre­ros rusos sufi­cien­te con­cien­cia de cla­se, fir­me­za y heroís­mo para rea­li­zar «pro­di­gios de orga­ni­za­ción pro­le­ta­ria» des­pués de haber rea­li­za­do, en la lucha revo­lu­cio­na­ria direc­ta, pro­di­gios de auda­cia, de ini­cia­ti­va y de espí­ri­tu de sacri­fi­cio? Esto no lo sabe­mos, y sería ocio­so entre­gar­se a con­je­tu­ras, pues sólo la prác­ti­ca pue­de dar res­pues­ta a seme­jan­tes cuestiones.

Lo que sí sabe­mos con cer­te­za, y lo que noso­tros, como par­ti­do, debe­mos expli­car a las masas es, por una par­te, que la enor­me poten­cia de la loco­mo­to­ra de la his­to­ria está engen­dran­do una cri­sis sin pre­ce­den­te, el ham­bre y cala­mi­da­des incal­cu­la­bles. Esa loco­mo­to­ra es la gue­rra, hecha por los capi­ta­lis­tas de ambas coa­li­cio­nes beli­ge­ran­tes con fines de rapi­ña. Esa «loco­mo­to­ra» ha con­du­ci­do al bor­de de la rui­na a muchas nacio­nes de las más ricas, más libres y más cul­tas. Obli­ga a los pue­blos a poner en ten­sión, has­ta el lími­te, todas sus ener­gías, colo­cán­do­los en una situa­ción inso­por­ta­ble, ponién­do­la la orden del día, no la apli­ca­ción de cier­tas «teo­rías» (una ilu­sión con­tra la cual Marx pre­vino siem­pre a los socia­lis­tas), sino la apli­ca­ción de las medi­das prác­ti­cas más extre­mas, por­que sin medi­das extre­mas, a millo­nes de seres les espe­ra la muer­te, la muer­te inme­dia­ta y cier­ta por hambre.

No es nece­sa­rio demos­trar que el entu­sias­mo revo­lu­cio­na­rio de la cla­se avan­za­da pue­de mucho cuan­do la situa­ción obje­ti­va exi­ge de todo el pue­blo la adop­ción de medi­das extre­mas. Este aspec­to lo ve y lo sien­te cla­ra­men­te todo el mun­do, en Rusia.

Es impor­tan­te com­pren­der que en tiem­pos revo­lu­cio­na­rios la situa­ción obje­ti­va cam­bia con la mis­ma rapi­dez y brus­que­dad que el cur­so de la vida en gene­ral. Y noso­tros debe­mos saber adap­tar nues­tra tác­ti­ca y nues­tras tareas inme­dia­tas a las carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas de cada situa­ción dada. Has­ta febre­ro de 1917 la tarea inme­dia­ta era rea­li­zar una audaz pro­pa­gan­da revo­lu­cio­na­ria inter­na­cio­na­lis­ta, lla­mar a las masas a luchar, des­per­tar­las. Las jor­na­das de febre­ro-mar­zo exi­gie­ron el heroís­mo de una lucha abne­ga­da para aplas­tar al enemi­go inme­dia­to, el zaris­mo. Aho­ra nos encon­tra­mos en un perío­do de tran­si­ción de esta pri­me­ra eta­pa de la revo­lu­ción a la segun­da, de «pelear» con el zaris­mo a «pelear» con el impe­ria­lis­mo terra­te­nien­te y capi­ta­lis­ta de Guch­kov-Mili­ukov. La tarea inme­dia­ta es la orga­ni­za­ción, no sólo en el sen­ti­do este­reo­ti­pa­do de entre­gar­se a cons­ti­tuir orga­ni­za­cio­nes este­reo­ti­pa­das, sino en el sen­ti­do de incor­po­rar, en pro­por­cio­nes nun­ca vis­tas, a amplias masas de las cla­ses opri­mi­das a una orga­ni­za­ción que se haría car­go de las fun­cio­nes mili­ta­res, polí­ti­cas y eco­nó­mi­cas del Estado.

El pro­le­ta­ria­do ha abor­da­do y abor­da­rá de diver­sas mane­ras esta tarea ori­gi­nal. En algu­nos luga­res de Rusia la revo­lu­ción de febre­ro-mar­zo ha pues­to casi la tota­li­dad del poder en sus manos; en otros, el pro­le­ta­ria­do qui­zá comien­ce a orga­ni­zar y desa­rro­llar en for­ma «subrep­ti­cia» la mili­cia pro­le­ta­ria; y en otros pro­ba­ble­men­te lucha­rá por elec­cio­nes inme­dia­tas, sobre la base del sufra­gio uni­ver­sal, etc., a los muni­ci­pios y a los zemst­vos, para con­ver­tir­los en cen­tros revo­lu­cio­nes, etc., has­ta que el cre­ci­mien­to de la orga­ni­za­ción pro­le­ta­ria, la unión de los sol­da­dos con los obre­ros, el movi­mien­to entre el cam­pe­si­na­do y la des­ilu­sión que muchos expe­ri­men­ta­rán res­pec­to del gobierno gue­rre­ris­ta impe­ria­lis­ta de Guch­kov y Mili­ukov, acer­quen la hora de reem­pla­zar ese gobierno por el «gobierno» del soviet de dipu­tados obreros.

Tam­po­co debe­mos olvi­dar que muy cer­ca de Peters­bur­go se encuen­tra uno de los paí­ses más avan­za­dos, real­men­te repu­bli­cano, o sea Fin­lan­dia, que des­de 1905 a 1917, escu­da­do por las bata­llas revo­lu­cio­na­rias de Rusia, ha desa­rro­lla­do, en for­ma rela­ti­va­men­te pací­fi­ca, la demo­cra­cia y ha con­quis­ta­do para el socia­lis­mo a la mayo­ría de su pobla­ción. El pro­le­ta­ria­do de Rusia garan­ti­za­rá a la repú­bli­ca fin­lan­de­sa una liber­tad com­ple­ta, inclui­da la liber­tad de sepa­ra­ción (aho­ra que el kade­te Ródi­chev rega­tea tan indig­na­men­te en Hel­sing­fors miga­jas de pri­vi­le­gios para los gran rusos), es difí­cil que un solo social­de­mó­cra­ta abri­gue dudas al res­pec­to, y pre­ci­sa­men­te de esa mane­ra se gana­rá la con­fian­za com­ple­ta y la ayu­da fra­ter­na de los obre­ros fin­lan­de­ses a la cau­sa del pro­le­ta­ria­do de toda Rusia. Los erro­res son inevi­ta­bles en toda empre­sa difí­cil y gran­de; tam­po­co los evi­ta­re­mos nosotros.

Los obre­ros fin­lan­de­ses son mejo­res orga­ni­za­do­res, nos ayu­da­rán en este aspec­to, impul­sa­rán, a su mane­ra, la ins­tau­ra­ción de la repú­bli­ca socialista.

Las vic­to­rias revo­lu­cio­na­rias en la pro­pia Rusia ‑los éxi­tos de la orga­ni­za­ción pací­fi­ca en Fin­lan­dia, escu­da­da por esas victorias‑, el paso de los obre­ros rusos a las tareas revo­lu­cio­na­rias de orga­ni­za­ción en una nue­va esca­la ‑la toma del poder por el pro­le­ta­ria­do y las capas más pobres de la población‑, el estí­mu­lo y el desa­rro­llo de la revo­lu­ción socia­lis­ta en Occi­den­te: tal es el camino que nos con­du­ci­rá a la paz y al socialismo.

N. Lenin

Zurich, 11 (24) de mar­zo de 1917

  1. Publi­ca­do por pri­me­ra vez en 1924, en la revis­ta Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta, núme­ro 3 – 4. Se publi­ca de acuer­do con el manuscrito.
  2. «Perió­di­co de Voss» (Vos­sis­che Zei­tung): publi­ca­ción de los libe­ra­les mode­ra­dos de Ale­ma­nia, edi­ta­da en Ber­lín des­de 1704 has­ta 1934. (Ed.).
  3. Se refie­re a los segui­do­res de Blan­qui, Louis (1805−1881). Fue un socia­lis­ta fran­cés que par­ti­ci­pó de la revo­lu­ción de 1830 en Fran­cia. Orga­ni­zó la insu­rrec­ción falli­da en 1839 y fue encar­ce­la­do. Vol­vió a pri­sión en vís­pe­ras de la Comu­na de París, has­ta 1879. Blan­qui sos­te­nía la teo­ría de la insu­rrec­ción arma­da por gru­pos peque­ños de hom­bres selec­cio­na­dos y entre­na­dos, en opo­si­ción a la con­cep­ción mar­xis­ta de la insu­rrec­ción de masas.
  4. En las zonas rura­les se desa­rro­lla­rá aho­ra una lucha por los peque­ños cam­pe­si­nos y, en par­te por los cam­pe­si­nos medios. Los terra­te­nien­tes, apo­yán­do­se en los cam­pe­si­nos ricos, tra­ta­rán de que éstos se subor­di­nen a la bur­gue­sía. Noso­tros, apo­yán­do­nos en los asa­la­ria­dos rura­les y en los pobres del cam­po, debe­mos con­du­cir­los a la más estre­cha unión con el pro­le­ta­ria­do urbano. 
  5. Segui­do­res de Kautsky, Kart (1854−1938). Fue un diri­gen­te y teó­ri­co de la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na y fun­da­dor de la IIº Inter­na­cio­nal. Enfren­tó las posi­cio­nes revi­sio­nis­tas de Eduard Berns­tein en la déca­da de 1890. giró hacia posi­cio­nes refor­mis­tas años des­pués. Fren­te a la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, adop­tó una posi­ción pri­me­ra­men­te paci­fis­ta y lue­go, social­cho­vi­nis­ta. En 1917 fun­dó, jun­to a Hil­fer­ding y Otto Bauer el Par­ti­do Social­de­mó­cra­ta Inde­pen­dien­te, opo­nién­do­se abier­ta­men­te a la Revo­lu­ción de Octu­bre y la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, abo­gan­do por la vía par­la­men­ta­ria. Por esta razón fue com­ba­ti­do por Lenin en La revo­lu­ción pro­le­ta­ria y el rene­ga­do Kautsky. En 1922 regre­só al Par­ti­do Socialdemócrata.
  6. En una de mis pró­xi­mas car­tas o en un artícu­lo espe­cial tra­ta­ré en for­ma deta­lla­da de este aná­li­sis hecho espe­cial­men­te en La gue­rra civil de Fran­cia, de C. Marx, en el pre­fa­cio de Engels a la ter­ce­ra edi­ción de dicha obra, en las car­tas de Marx del 12 de abril de 1871 y de Engels del 18 y del 28 de mar­zo de 1875, así como de la for­ma en que Kautsky ter­gi­ver­só por com­ple­to el mar­xis­mo en la polé­mi­ca que sos­tu­vo en 1912 con Pan­nec­koek sobre el pro­ble­ma de la lla­ma­da «des­truc­ción del Esta­do». (Véa­se V. I. Lenin, op. cit., t. XXVII, El Esta­do y la revo­lu­ción. (Ed.)

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