La defla­ción es la peor pesa­di­lla para Esta­dos Unidos

Des­de hace varios meses la Reser­va Fede­ral vie­ne insis­tien­do con que la recu­pe­ra­ción de la eco­no­mía nor­te­ame­ri­ca­na va vien­to en popa. Sin embar­go, los estí­mu­los mone­ta­rios mul­ti­mi­llo­na­rios (‘Quan­ti­ta­ti­ve Easing’) y man­te­ner la tasa de inte­rés de los fon­dos fede­ra­les (‘fede­ral funds rate’) cer­ca­na a cero no ha sido sufi­cien­te para disi­par por com­ple­to las ten­den­cias rece­si­vas. A 7 años de la quie­bra de Leh­man Brothers, la actual pre­si­den­ta del ban­co cen­tral esta­dou­ni­den­se, Janet Yellen, enfren­ta un serio dile­ma: dete­ner el auge bur­sá­til bajo el ries­go de con­ver­tir en reali­dad la peor pesa­di­lla de Esta­dos Uni­dos, la deflación.
La eco­no­mía de Esta­dos Uni­dos mues­tra apa­ren­te­men­te seña­les de recu­pe­ra­ción. Duran­te el segun­do tri­mes­tre de 2015 el Pro­duc­to Interno Bru­to (PIB) regis­tró un aumen­to de 3.7% –en tér­mi­nos anua­les – , muy por enci­ma de la pri­me­ra esti­ma­ción de 2.3% que se publi­có hace 2 meses.
Esta nue­va revi­sión del cre­ci­mien­to del PIB col­mó de opti­mis­mo a los diri­gen­tes de Washing­ton, ya que, según ellos, logró disol­ver la des­con­fian­za que sur­gió duran­te el últi­mo tri­mes­tre de 2014, cuan­do la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca se des­plo­mó 0.7 pun­tos por­cen­tua­les[1].
Washing­ton se vana­glo­ria de que el mer­ca­do labo­ral se repo­ne a paso veloz. El sec­tor pri­va­do gene­ró más de 13 millo­nes de empleos a lo lar­go de los últi­mos 5 años y medio[2]. En agos­to, la nómi­na no agrí­co­la sumó 173,000 pla­zas, que si bien repre­sen­ta un mon­to menor com­pa­ra­do con el pro­me­dio de 247,000 de los últi­mos 12 meses, por lo menos resul­tó sufi­cien­te para dis­mi­nuir la tasa de des­em­pleo de 5.3 a 5.1%, la más baja des­de abril de 2008[3].
Esta­dos Uni­dos prác­ti­ca­men­te se encuen­tra en un nivel de «pleno empleo», ase­ve­ra Lore­ta J. Mest­ter, la pre­si­den­ta del Ban­co de la Reser­va Fede­ral de Cle­ve­land. No obs­tan­te, esa pre­sun­ción con­tras­ta con la pre­ca­rie­dad que pade­ce la mayo­ría. El «modo de vida ame­ri­cano» (‘Ame­ri­can way of life’) es una fic­ción que úni­ca­men­te apa­re­ce en el cine y la tele­vi­sión. Los esta­dou­ni­den­ses que viven en los subur­bios más pobres se han con­ver­ti­do en las prin­ci­pa­les víc­ti­mas de una polí­ti­ca eco­nó­mi­ca que favo­re­ce a menos de 1% de la población.
La Reser­va Fede­ral de Esta­dos Uni­dos tie­ne un doble man­da­to, por un lado, pro­mo­ver la crea­ción de empleo y, por otro lado, garan­ti­zar la esta­bi­li­dad de pre­cios, según se lee en los esta­tu­tos del ban­co cen­tral. Sin embar­go, esos obje­ti­vos no se cum­plen, son ‘letra muerta’.
En pri­mer lugar, el nivel ren­ta­bi­li­dad empre­sa­rial no es tan alto como para pro­du­cir un ciclo expan­si­vo de lar­go pla­zo. En con­se­cuen­cia, la infla­ción se man­tie­ne dema­sia­do baja, inclu­so corre el peli­gro de con­ver­tir­se en defla­ción (caí­da de pre­cios). En segun­do lugar, el «dina­mis­mo» del mer­ca­do labo­ral esta­dou­ni­den­se está muy sobre­di­men­sio­na­do por la Casa Blan­ca. La tasa de des­em­pleo cer­ca­na a 5% ocul­ta que el sub­em­pleo toda­vía se man­tie­ne muy ele­va­do[4].
De acuer­do con una defi­ni­ción mucho más amplia de des­em­pleo (meto­do­lo­gía U‑6), que inclu­ye a los tra­ba­ja­do­res a tiem­po par­cial (6.5 millo­nes de esta­dou­ni­den­ses) –pero que esta­rían dis­pues­tos a ocu­par pla­zas de tiem­po com­ple­to – , así como a las per­so­nas que aban­do­na­ron la bús­que­da de empleo duran­te el últi­mo año (1.8 millo­nes de esta­dou­ni­den­ses) –pero que even­tual­men­te regre­sa­rían a sumar­se a la fuer­za labo­ral – , la tasa de des­em­pleo se ubi­ca en 10.3%.

El ‘estan­ca­mien­to secular’

Si bien la Reser­va Fede­ral man­tie­ne des­de diciem­bre de 2008 la tasa de inte­rés de los fon­dos fede­ra­les (‘fede­ral funds rate’) entre 0 y 0.25%, ello no ha logra­do deto­nar inver­sio­nes masi­vas para, en esa mis­ma pro­por­ción, impul­sar la crea­ción de empleo en todo el país. Lo mis­mo suce­de en el caso de los pro­gra­mas de fle­xi­bi­li­za­ción cuan­ti­ta­ti­va (‘Quan­ti­ta­ti­ve Easing’), son medi­das que en poco o nada han con­tri­bui­do a ali­viar el dete­rio­ro eco­nó­mi­co del esta­dou­ni­den­se ordinario.
Ben S. Ber­nan­ke, el ante­rior pre­si­den­te de la Reser­va Fede­ral, anun­ció en diciem­bre de 2008 la com­pra de acti­vos sus­ten­ta­dos en hipo­te­cas (‘asset-bac­ked secu­ri­ties’), y en noviem­bre de 2010 la adqui­si­ción de bonos del Teso­ro (‘U.S. Trea­sury bonds’), accio­nes que, según su pro­pia lógi­ca, ayu­da­rían a incre­men­tar el otor­ga­mien­to de cré­di­to de par­te de los ban­cos, y man­te­ner las tasas de inte­rés de lar­go pla­zo en nive­les mínimos.
Nun­ca en la his­to­ria del capi­ta­lis­mo se había lle­va­do a cabo un plan de estí­mu­lo mone­ta­rio de tal mag­ni­tud: inyec­cio­nes men­sua­les de liqui­dez por un mon­to de 85,000 millo­nes de dóla­res. Como con­se­cuen­cia de esa polí­ti­ca, las com­pras mul­ti­mi­llo­na­rias de acti­vos mul­ti­pli­ca­ron por 5 el tama­ño de la hoja de balan­ce (‘balan­ce sheet’) de la Reser­va Fede­ral, que pasó de 870,000 millo­nes de dóla­res a más de 4.5 billo­nes de dóla­res entre agos­to de 2007 y noviem­bre de 2014.
Los mayo­res bene­fi­cia­rios resul­ta­ron ser los gran­des ban­cos de inver­sio­nes: Citi­group, Gold­man Sachs, J.P. Mor­gan Cha­se, Bank of Ame­ri­ca, Mor­gan Stan­ley, etcé­te­ra. En lugar de apo­yar el desa­rro­llo de la acti­vi­dad pro­duc­ti­va y la gene­ra­ción de empleos de cali­dad, la polí­ti­ca mone­ta­ria «no con­ven­cio­nal»imple­men­ta­da por la Reser­va Fede­ral pro­mo­vió la «exu­be­ran­cia irra­cio­nal» de los inver­sio­nis­tas que ope­ran en Wall Street. En cam­bio, en el grue­so de la eco­no­mía el «pro­ce­so de recu­pe­ra­ción» con­ti­nuó sien­do débil y desigual.
Larry Sum­mers, quien estu­vo a car­go del Depar­ta­men­to del Teso­ro de 1999 a 2001 bajo la pre­si­den­cia de Bill Clin­ton, tomó pres­ta­do a fina­les de 2013 el con­cep­to de ‘estan­ca­mien­to secu­lar’ para ana­li­zar las con­di­cio­nes de la eco­no­mía nor­te­ame­ri­ca­na, el mis­mo que el eco­no­mis­ta Alvin Han­sen (1887−1975) hil­va­nó en la déca­da de 1930, en ple­na ‘Gran Depre­sión’[5].
Según Sum­mers, si bien es cier­to que las bol­sas de valo­res alcan­za­ron ya los nive­les de capi­ta­li­za­ción obser­va­dos antes del esta­lli­do de la cri­sis hipo­te­ca­ria (‘sub­pri­me’) –gra­cias a la polí­ti­ca de estí­mu­los de los ban­cos cen­tra­les – , los paí­ses que inte­gran el G‑7 (Ale­ma­nia, Cana­dá, Esta­dos Uni­dos, Fran­cia, Ita­lia, Japón y Rei­no Uni­do) con­ti­núan regis­tran­do tasas de cre­ci­mien­to decepcionantes.
En el caso espe­cí­fi­co de Esta­dos Uni­dos, no hay duda de que des­de hace varios años se vie­ne con­so­li­dan­do una «nue­va nor­ma­li­dad» eco­nó­mi­ca, carac­te­ri­za­da por altos nive­les de endeu­da­mien­to tan­to públi­co como pri­va­do, muy poca inver­sión de capi­tal y crea­ción de empleo mar­gi­nal. El pro­ble­ma es que el arse­nal del Esta­do nor­te­ame­ri­cano se ha mos­tra­do cada vez más inca­paz de com­ba­tir las ten­den­cias rece­si­vas que ace­chan de cer­ca a la eco­no­mía[6].

La Reser­va Fede­ral está dividida

Aún no hay con­sen­so entre los inte­gran­tes de la Reser­va Fede­ral sobre si aumen­tar o no la tasa de inte­rés de los fon­dos fede­ra­les (‘fede­ral funds rate’). Antes de deli­be­rar se reúnen hoy y maña­na[7]. La mayor preo­cu­pa­ción de las auto­ri­da­des mone­ta­rias de Esta­dos Uni­dos es el sur­gi­mien­to de la caí­da de pre­cios. Y es que la defla­ción es mucho más dañi­na para la eco­no­mía que la infla­ción elevada.
Como las empre­sas dis­mi­nu­yen los pre­cios de sus mer­can­cías, los con­su­mi­do­res comien­zan a pos­ter­gar sus com­pras, con la espe­ran­za pues­ta en que los pre­cios con­ti­nua­rán cayen­do. Los capi­ta­lis­tas se encuen­tran con un nivel de deman­da en caí­da libre, y en con­se­cuen­cia, dis­mi­nu­yen sus nive­les de pro­duc­ción y rea­li­zan des­pi­dos masivos.
Los ingre­sos de los con­su­mi­do­res se des­plo­man, con­tra­yen­do aún más el nivel de deman­da. Enton­ces, los empre­sa­rios eli­mi­nan toda­vía más pro­duc­ción y empleos, hun­di­dos en una espi­ral depre­si­va que com­bi­na defla­ción y caí­da del PIB. Asi­mis­mo, las deu­das de las empre­sas se vuel­ven one­ro­sas, los impa­gos aumen­tan y la sol­ven­cia de los ban­cos se pone en un serio predicamento.
El gran enig­ma para el Depar­ta­men­to del Teso­ro y la Reser­va Fede­ral es que a pesar de los estí­mu­los fis­ca­les y mone­ta­rios, el nivel de pre­cios se man­tie­ne por deba­jo de 2% des­de hace 3 años –a excep­ción de un lige­ro repun­te a media­dos de 2014. Duran­te julio el Índi­ce de Pre­cios al Con­su­mi­dor (CPI, por sus siglas en inglés) ape­nas aumen­tó 0.2% en la com­pa­ra­ción inter­anual. Si se exclu­yen los pre­cios de los ali­men­tos y la ener­gía, la infla­ción se ubi­có en 1.2%.
Para varios miem­bros del Comi­té Fede­ral de Mer­ca­do Abier­to (FOMC, por sus siglas en inglés), aun­que la infla­ción se ha vis­to pre­sio­na­da hacia aba­jo, no se tra­ta sino de un fenó­meno tran­si­to­rio, que se pro­pi­cia por el alza del dólar y la defla­ción de las mate­rias pri­mas (‘com­mo­di­ties’). «Dada la apa­ren­te esta­bi­li­dad en las expec­ta­ti­vas de infla­ción, hay bue­nas razo­nes para creer que la infla­ción se ace­le­ra­rá al tiem­po que las fuer­zas que la man­tie­nen a la baja se disi­pen aún más», sos­tu­vo a fina­les de agos­to Stan­ley Fis­cher, el vice­pre­si­den­te de la Reser­va Federal.
Su actual pre­si­den­ta, Janet Yellen, con­si­de­ra que ele­var los tipos de inte­rés es deci­si­vo para evi­tar dis­tor­sio­nes en la eco­no­mía. Si se man­tie­nen los tipos de inte­rés cer­ca­nos a cero duran­te un lar­go perío­do, argu­men­ta Yellen, se corre el peli­gro de fomen­tar la for­ma­ción de bur­bu­jas finan­cie­ras, pues el cré­di­to bara­to ali­men­ta la apues­tas espe­cu­la­ti­vas de los ban­cos de inversión.
Sin embar­go, si se ele­va el cos­to de cré­di­to, aumen­ta­rían tam­bién las pro­ba­bi­li­da­des de sumer­gir­se en la rece­sión. Toda vez que los sala­rios per­ma­ne­cen estan­ca­dos des­de la déca­da de 1970, su impul­so sobre la infla­ción es mar­gi­nal. Los nue­vos empleos han resul­ta­do insu­fi­cien­tes para incre­men­tar el nivel gene­ral de pre­cios. El mes pasa­do las remu­ne­ra­cio­nes sala­ria­les por hora úni­ca­men­te cre­cie­ron 2.2% en com­pa­ra­ción con 2014, mien­tras que antes de la cri­sis aumen­ta­ban por enci­ma de 4%.

¿Y aho­ra qué sigue?

La Reser­va Fede­ral está atra­pa­da. Es impo­si­ble que deten­ga el auge bur­sá­til sin aumen­tar al mis­mo tiem­po los ries­gos defla­cio­na­rios sobre la eco­no­mía. Si la tasa de inte­rés de los fon­dos fede­ra­les (‘fede­ral funds rate’) per­ma­ne­ce intac­ta, será enton­ces evi­den­te que Esta­dos Uni­dos es mucho más vul­ne­ra­ble de lo que todo el mun­do cree.
La bur­bu­ja finan­cie­ra se sigue hin­chan­do y más tem­prano que tar­de ter­mi­na­rá por esta­llar[8]. Duran­te el mes de agos­to se regis­tra­ron mayo­res tur­bu­len­cias en la eco­no­mía glo­bal: des­plo­me del índi­ce Dow Jones en más de 1,000 pun­tos, caí­das suce­si­vas en la bol­sa de valo­res de Shanghái, nue­va rece­sión en Japón, estan­ca­mien­to en Fran­cia y Rei­no Uni­do, aumen­to de la defla­ción en Gre­cia, drás­ti­ca des­ace­le­ra­ción en los paí­ses de Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be, etcétera.
Aho­ra bien, si la Reser­va Fede­ral apues­ta por aumen­tar los tipos de inte­rés, los ele­men­tos «tran­si­to­rios»que supues­ta­men­te soca­van la infla­ción –según la opi­nión de Stan­ley Fis­cher – , toma­rían mayor fuer­za. Esto es, el alza del dólar sería más pro­nun­cia­da ante las sali­das masi­vas de capi­ta­les de los mer­ca­dos emer­gen­tes. Lo mis­mo suce­de­ría con la caí­da de los pre­cios de las mate­rias pri­mas (‘com­mo­di­ties’), los inver­sio­nis­tas se des­pren­de­rían de inme­dia­to de los títu­los finan­cie­ros rela­cio­na­dos con la ener­gía, con lo cual, Esta­dos Uni­dos pasa­ría de regis­trar una tasa de infla­ción muy baja a de plano aho­gar­se en la deflación.
La fra­gi­li­dad de la eco­no­mía mun­dial ha sabo­tea­do has­ta aho­ra las pre­ten­sio­nes de los ban­cos cen­tra­les de apre­tar (‘tigh­te­ning’) la polí­ti­ca mone­ta­ria en los años recien­tes[9]. El Ban­co Cen­tral Euro­peo (BCE), el Ban­co de Japón y el Riks­bank (el ban­co cen­tral de Sue­cia), die­ron mar­cha atrás poco des­pués de aumen­tar las tasas de inte­rés de refe­ren­cia. Como la infla­ción vol­vió a caer, la eco­no­mía entró de nue­vo en rece­sión, y el nivel de endeu­da­mien­to cre­ció, los ban­cos cen­tra­les de los paí­ses indus­tria­li­za­dos no tuvie­ron otra alter­na­ti­va que vol­ver a esta­ble­cer las tasas de inte­rés cer­ca de cero.
La Reser­va Fede­ral por su par­te, ha pues­to en cla­ro que el aumen­to de los tipos de inte­rés será muy len­to. Esto decir, des­pués del pri­mer incre­men­to –que si no se con­cre­ta en sep­tiem­bre, pue­de tener lugar en octu­bre y diciem­bre de este año, o bien como lo sugie­ren el Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI)[10] y el Ban­co Mun­dial[11], has­ta 2016– pasa­rá bas­tan­te tiem­po antes de otra subida.
No obs­tan­te, si la medi­da pre­ci­pi­ta el des­plo­me del PIB y con­so­li­da la defla­ción, la Reser­va Fede­ral no úni­ca­men­te que­da­ría ente­rra­da en el des­cré­di­to abso­lu­to, sino que lue­go de regre­sar a dis­mi­nuir las tasas de inte­rés, inclu­so se vería obli­ga­da a poner en mar­cha una cuar­ta eta­pa de su pro­gra­ma de fle­xi­bi­li­za­ción cuan­ti­ta­ti­va (‘Quan­ti­ta­ti­ve Easing’)[12], mis­mo que con­clu­yó en noviem­bre de 2014.
En suma, a 7 años de la quie­bra de Leh­man Brothers la eco­no­mía esta­dou­ni­den­se se encuen­tra en vilo. Los miles de millo­nes de dóla­res gas­ta­dos para sal­var a los ban­que­ros de Nue­va York colo­ca­ron a las finan­zas públi­cas en la ban­ca­rro­ta y hun­die­ron a cen­te­na­res de fami­lias en la mise­ria. La mal­di­ción de una nue­va cri­sis aún no des­apa­re­ce. Si la Reser­va Fede­ral se equi­vo­ca, la pesa­di­lla de la defla­ción se pue­de con­ver­tir en una dolo­ro­sa reali­dad para Esta­dos Unidos.
Ariel Noyo­la Rodríguez

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